Igueriben.
Sufrir, morir y vivir en Igueriben. 4ª parte
Vivir
Los supervivientes de Igueriben
Cuando ya no quedaba más posibilidad que rendirse o huir de aquella colina recibió Benítez la orden de parlamentar. ¿Llegó esta disposición en el momento adecuado y, sobre todo, era aún factible poder cumplirla? No me cabe duda de que no. Tras casi 120 horas pasando privaciones extremas ¿cómo alguien puede pensar que aquellos hombres serían capaces de hacer lo que horas antes no había conseguido una columna de 3.000? Sin embargo, demostrando que los límites humanos están para ser traspasados, una parte de ellos fue capaz de lograr que hubiera vida tras Igueriben cuando todo hacía pensar que no sería posible para nadie. El mismo día 21 por la mañana, desde Annual, el general Navarro envía a Silvestre un telegrama, que este no recibirá por hallarse ya de camino, en el que expone brevemente los negros presagios que se ciernen sobre el inmediato convoy. En el mismo mensaje, Navarro solicita autorización para preparar la evacuación de Igueriben. Parecía que la suerte de los hombres de Benítez ya estaba echada cuando aún el general no había ordenado la salida del convoy. Qué habría pasado si todos los esfuerzos se hubieran concentrado en asegurar y proteger la retirada de los hombres en lugar de empecinarse en otro anunciado fracaso es una pregunta sin respuesta. ¿Habría cambiado, tal vez, la historia de Annual?
En ningún momento durante la campaña que llevaron a cabo las tropas de Silvestre contemplaron la posibilidad de que se llegara a una situación así: No existían órdenes de previsión de repliegue ni de forzoso abandono de las posiciones como eventualidad no prevista. Quien así se expresaba era el teniente coronel Dávila, jefe de la sección de operaciones de Estado Mayor hasta poco antes del Desastre. Por lo tanto si, al margen de toda previsión, la orden fue fruto de la acuciante necesidad que dominaba aquel momento, era completamente imprevisible su desenlace. Y así fue, prueba de ello son las diferentes versiones que se aportan sobre el abandono de la posición que llegan incluso hasta el caso de que un mismo testigo aporte dos interpretaciones diferentes, que se dijera que la vanguardia de la retirada estuviese al cargo de tres oficiales distintos, o que en el último momento aquellos mismos oficiales aún pudieran subirse al parapeto para distraer la atención de los cientos de rifeños que rodeaban la posición.
Sobre cómo y cuándo recibieron la orden de repliegue, ocurre como en la mayoría de los episodios que se desarrollaron aquellos días: existen diferentes versiones que dificultan saber con exactitud la hora en que cayó la posición. Silvestre autoriza a parlamentar a Benítez cuando comprueba que el convoy no llegará a su destino; gran parte de los testigos coinciden en que son aproximadamente entre las 12.00 y las 14.00 horas del mediodía. A esas alturas Benítez, sabedor del fracaso, reúne a sus oficiales y acuerdan que un cabo de policía se acerque hasta las avanzadas del convoy y comunique que van a desalojar la posición y que los efectivos del convoy esperen la llegada de los defensores. El día estaba nublado y no podían utilizar la estación heliográfica, ése fue el motivo de que tomaran tal decisión. Sin embargo, parece que el cabo de policía desertó ya que, según los testimonios de Domingo Barrio y Mariano Pérez, nada supieron de él por lo que, dos horas más tarde, el comandante reunió de nuevo a sus oficiales y autorizó la salida. El sargento Dávila recordaba, tiempo después, que Benítez le exhortó a conducirse bien y a que se defendieran e intentaran abrirse paso hasta las avanzadas del convoy. A pesar del agotamiento y de haber llegado al límite de la resistencia, Dávila y sus hombres consiguieron llegar hasta Annual donde fueron atendidos por los sanitarios. Nada dicen el sargento, el cabo y el soldado sobre haber recibido una orden de repliegue por parte del Comandante General.
Al otro lado, Silvestre, también consciente de la imposibilidad de hacer llegar el convoy, ordena que desde las lomas próximas a Igueriben donde están estancadas las fuerzas que forman el convoy, comuniquen la orden de repliegue a Benítez. De ello debía encargarse la Mía que se hallara más cerca, aunque parece que no lo pudieron conseguir. Según se cita en el Expediente Picasso, cuando trataban de notificar la orden por telegrafía óptica vieron que los defensores saltaban las alambradas en número aproximado a cien hombres, tras lo cual el enemigo los atacó mezclándose con los que huían con la retaguardia del convoy, y llegando tan cerca de Annual que aquella noche no se pudieron montar las lunetas de enlace de las tres posiciones que conformaban el campamento.
Sufrir, morir y vivir en Igueriben. 4ª parte
Vivir
Los supervivientes de Igueriben
Cuando ya no quedaba más posibilidad que rendirse o huir de aquella colina recibió Benítez la orden de parlamentar. ¿Llegó esta disposición en el momento adecuado y, sobre todo, era aún factible poder cumplirla? No me cabe duda de que no. Tras casi 120 horas pasando privaciones extremas ¿cómo alguien puede pensar que aquellos hombres serían capaces de hacer lo que horas antes no había conseguido una columna de 3.000? Sin embargo, demostrando que los límites humanos están para ser traspasados, una parte de ellos fue capaz de lograr que hubiera vida tras Igueriben cuando todo hacía pensar que no sería posible para nadie. El mismo día 21 por la mañana, desde Annual, el general Navarro envía a Silvestre un telegrama, que este no recibirá por hallarse ya de camino, en el que expone brevemente los negros presagios que se ciernen sobre el inmediato convoy. En el mismo mensaje, Navarro solicita autorización para preparar la evacuación de Igueriben. Parecía que la suerte de los hombres de Benítez ya estaba echada cuando aún el general no había ordenado la salida del convoy. Qué habría pasado si todos los esfuerzos se hubieran concentrado en asegurar y proteger la retirada de los hombres en lugar de empecinarse en otro anunciado fracaso es una pregunta sin respuesta. ¿Habría cambiado, tal vez, la historia de Annual?
Posición similar a la que tuvieron abandonar los defensores de Igueriben |
Sobre cómo y cuándo recibieron la orden de repliegue, ocurre como en la mayoría de los episodios que se desarrollaron aquellos días: existen diferentes versiones que dificultan saber con exactitud la hora en que cayó la posición. Silvestre autoriza a parlamentar a Benítez cuando comprueba que el convoy no llegará a su destino; gran parte de los testigos coinciden en que son aproximadamente entre las 12.00 y las 14.00 horas del mediodía. A esas alturas Benítez, sabedor del fracaso, reúne a sus oficiales y acuerdan que un cabo de policía se acerque hasta las avanzadas del convoy y comunique que van a desalojar la posición y que los efectivos del convoy esperen la llegada de los defensores. El día estaba nublado y no podían utilizar la estación heliográfica, ése fue el motivo de que tomaran tal decisión. Sin embargo, parece que el cabo de policía desertó ya que, según los testimonios de Domingo Barrio y Mariano Pérez, nada supieron de él por lo que, dos horas más tarde, el comandante reunió de nuevo a sus oficiales y autorizó la salida. El sargento Dávila recordaba, tiempo después, que Benítez le exhortó a conducirse bien y a que se defendieran e intentaran abrirse paso hasta las avanzadas del convoy. A pesar del agotamiento y de haber llegado al límite de la resistencia, Dávila y sus hombres consiguieron llegar hasta Annual donde fueron atendidos por los sanitarios. Nada dicen el sargento, el cabo y el soldado sobre haber recibido una orden de repliegue por parte del Comandante General.
Al otro lado, Silvestre, también consciente de la imposibilidad de hacer llegar el convoy, ordena que desde las lomas próximas a Igueriben donde están estancadas las fuerzas que forman el convoy, comuniquen la orden de repliegue a Benítez. De ello debía encargarse la Mía que se hallara más cerca, aunque parece que no lo pudieron conseguir. Según se cita en el Expediente Picasso, cuando trataban de notificar la orden por telegrafía óptica vieron que los defensores saltaban las alambradas en número aproximado a cien hombres, tras lo cual el enemigo los atacó mezclándose con los que huían con la retaguardia del convoy, y llegando tan cerca de Annual que aquella noche no se pudieron montar las lunetas de enlace de las tres posiciones que conformaban el campamento.
Asistencia a un herido en primera línea. |
En Igueriben, Federico de la Paz agota su último cartucho y dispara los ocho botes metralla que le quedan, espoleta a cero, a quemarropa, causando un gran número de bajas. Ya no quedan municiones. Los defensores, obligados por la desesperada situación, toman la decisión de evacuar no porque hubieran recibido orden de retirarse, sino porque no les quedaba ninguna otra opción.
En aquellas lomas contiguas a Igueriben se hallaban estancados los regulares que mandaba el comandante Llamas que no había recibido esa orden de Silvestre y que, al ver elevarse el humo sobre la colina amarillenta, decide enviar a dos de sus compañías para cubrir el repliegue de los supervivientes que, a la carrera y desesperadamente, corren de manera desenfrenada. Aún así, el comandante declaró ante Picasso que sus hombres se replegaron por escalones, tomando los poblados que tenía su retaguardia, hasta que al llegar bajo la protección de los fuegos de Annual, adoptó orden cerrado y entrando en el campamento con la tropa disciplinada observaron que quienes emprendían la desbandada eran las tropas de policía.
Tampoco recibe ninguna orden de cobertura el capitán Ruano Peña que, al mando de la 3ª Batería de montaña, se halla cerca de Izzumar desde donde ha dado fuego de apoyo a los regulares de Llamas que debían coronar la cresta situada a la izquierda de Igueriben. A pesar del intenso sostén artillero, los regulares no consiguen conquistar su objetivo y, según Ruano, esta fue la causa del fracaso del postrero convoy. El artillero, tras presenciar el abandono de la posición, declararía ante Picasso que tan solo se pudo abrir fuego sobre el sector ocupado por los rifeños. Tampoco se organizó un pasillo cubierto por cortinas y barreras de fuego por donde con previo aviso hubieran podido acogerse los defensores, y así haber sido menos sangrienta la retirada.
En aquellas lomas contiguas a Igueriben se hallaban estancados los regulares que mandaba el comandante Llamas que no había recibido esa orden de Silvestre y que, al ver elevarse el humo sobre la colina amarillenta, decide enviar a dos de sus compañías para cubrir el repliegue de los supervivientes que, a la carrera y desesperadamente, corren de manera desenfrenada. Aún así, el comandante declaró ante Picasso que sus hombres se replegaron por escalones, tomando los poblados que tenía su retaguardia, hasta que al llegar bajo la protección de los fuegos de Annual, adoptó orden cerrado y entrando en el campamento con la tropa disciplinada observaron que quienes emprendían la desbandada eran las tropas de policía.
Tampoco recibe ninguna orden de cobertura el capitán Ruano Peña que, al mando de la 3ª Batería de montaña, se halla cerca de Izzumar desde donde ha dado fuego de apoyo a los regulares de Llamas que debían coronar la cresta situada a la izquierda de Igueriben. A pesar del intenso sostén artillero, los regulares no consiguen conquistar su objetivo y, según Ruano, esta fue la causa del fracaso del postrero convoy. El artillero, tras presenciar el abandono de la posición, declararía ante Picasso que tan solo se pudo abrir fuego sobre el sector ocupado por los rifeños. Tampoco se organizó un pasillo cubierto por cortinas y barreras de fuego por donde con previo aviso hubieran podido acogerse los defensores, y así haber sido menos sangrienta la retirada.
Luis Ruano Peña 1895-1928 |
Por tanto, si no fue la batería de Ruano, emplazada cerca de Izzumar, la que disparó sobre Igueriben para cumplir la última voluntad de Benítez, no queda otra posibilidad más que lo hicieran las piezas que se hallaban en Annual a las órdenes del comandante Écija que llevaban días vomitando plomo sobre las concentraciones de rifeños, aunque nada de esto sea citado en los documentos oficiales. Según declaró el sargento Basallo tras la liberación, al identificar el cuerpo de Benítez en octubre de 1921, él mismo descubrió en su uniforme el heliograma que comunicaba a los de Annual que solo les quedaban las doce cargas de cañón que anunciaron el final del asedio. Sin embargo, en la carta que escribió a la madre del capitán Federico de la Paz afirmaba que él no estuvo allí, por lo que lamentaba profundamente no poder aportar más noticias sobre sus hijos.
Muchas veces he pensado en aquel mensaje que ha pasado a la posteridad y ha sido mencionado en infinitas ocasiones. Dejando al margen que se encontrara en la guerrera de Benítez o no, siempre me he preguntado si realmente se seguirían las instrucciones del comandante al agotarse la munición. Nadie mejor para salir de dudas que el valiente testimonio que aportó en su obra el teniente coronel Pérez Ortiz. El jefe de San Fernando se hallaba cerca de la posición, al mando de su batallón, dando cobertura a las Mías de policía, cuando de manera inesperada observó cómo varias siluetas saltaban el parapeto y las alambradas en Igueriben, moviéndose de manera alocada. Quienes lograban no desplomarse avanzaban en dirección a sus hombres. Se ha dado cuenta la guarnición, afirma el oficial, y una vez probada su heroicidad intentan buscar la salvación. De repente, observan arder las tiendas que dibujan espirales formando un tétrico paisaje, y cuando parece que la tragedia toca a su fin, Pérez Ortiz se queda mudo de espanto y blasfema con el corazón oprimido porque desde su atalaya observa que se han cumplido las postreras órdenes de Benítez que él desconoce: desde Annual varias baterías rompen eficaz fuego sobre la posición cuando en el interior aún se hallan heridos, enfermos y rezagados. De entre todas aquellas siluetas a la carrera, tres fueron capaces de acogerse al amparo de los hombres del regimiento de San Fernando. ¿Cuántos hombres morirían como consecuencia del fuego amigo? Nunca lo sabremos. Aquella fue la funesta consecuencia del último mensaje que partió desde Igueriben, que ha pasado a la historia y dejó al teniente coronel Pérez Ortiz helado de espanto y rezando por aquellos infelices.
Muchas veces he pensado en aquel mensaje que ha pasado a la posteridad y ha sido mencionado en infinitas ocasiones. Dejando al margen que se encontrara en la guerrera de Benítez o no, siempre me he preguntado si realmente se seguirían las instrucciones del comandante al agotarse la munición. Nadie mejor para salir de dudas que el valiente testimonio que aportó en su obra el teniente coronel Pérez Ortiz. El jefe de San Fernando se hallaba cerca de la posición, al mando de su batallón, dando cobertura a las Mías de policía, cuando de manera inesperada observó cómo varias siluetas saltaban el parapeto y las alambradas en Igueriben, moviéndose de manera alocada. Quienes lograban no desplomarse avanzaban en dirección a sus hombres. Se ha dado cuenta la guarnición, afirma el oficial, y una vez probada su heroicidad intentan buscar la salvación. De repente, observan arder las tiendas que dibujan espirales formando un tétrico paisaje, y cuando parece que la tragedia toca a su fin, Pérez Ortiz se queda mudo de espanto y blasfema con el corazón oprimido porque desde su atalaya observa que se han cumplido las postreras órdenes de Benítez que él desconoce: desde Annual varias baterías rompen eficaz fuego sobre la posición cuando en el interior aún se hallan heridos, enfermos y rezagados. De entre todas aquellas siluetas a la carrera, tres fueron capaces de acogerse al amparo de los hombres del regimiento de San Fernando. ¿Cuántos hombres morirían como consecuencia del fuego amigo? Nunca lo sabremos. Aquella fue la funesta consecuencia del último mensaje que partió desde Igueriben, que ha pasado a la historia y dejó al teniente coronel Pérez Ortiz helado de espanto y rezando por aquellos infelices.
Eduardo Pérez Ortiz 1865-1954 |
Así tuvieron que afrontar los defensores de Igueriben el repliegue: sin fuego de apoyo, con las fuerzas de policía flaqueando, hallándose los regulares lejos de la posición para darles sostén, con el enemigo en el cogote, y sorteando los accidentes naturales rotos de cansancio… A pesar de todo, la retirada se organizó en un primer momento y sobre ello se aportan diferentes versiones que no cambian el fondo de la cuestión ya que, pocos minutos después de iniciarse, todo se desmoronó como un castillo de naipes y los hombres a la carrera se dispersaron en distintos grupos: algunos consiguieron llegar hasta Annual, otros fueron apresados y la gran mayoría fueron muertos en las inmediaciones de la posición, tal y como afirmaron los prisioneros que les dieron tierra meses después.
En último lugar, veremos cómo aparecen supervivientes que no figuran en el listado de defensores que se publicó tras la edición del libro de Casado Escudero, y algunos que aunque sí son citados no estuvieron en Igueriben aquellos días. Antes de analizar cuántos fueron y qué fue de ellos, quiero expresar mi agradecimiento a Juan Martínez Acosta, quien desde Murcia me ha proporcionado datos de algunos de los supervivientes. Con Juan comparto desde hace años un profundo interés por el Desastre, y con él espero, en breve, trabajar conjuntamente en un estudio exhaustivo sobre Igueriben.
Los 24 de Amesauro
En último lugar, veremos cómo aparecen supervivientes que no figuran en el listado de defensores que se publicó tras la edición del libro de Casado Escudero, y algunos que aunque sí son citados no estuvieron en Igueriben aquellos días. Antes de analizar cuántos fueron y qué fue de ellos, quiero expresar mi agradecimiento a Juan Martínez Acosta, quien desde Murcia me ha proporcionado datos de algunos de los supervivientes. Con Juan comparto desde hace años un profundo interés por el Desastre, y con él espero, en breve, trabajar conjuntamente en un estudio exhaustivo sobre Igueriben.
Los 24 de Amesauro
Todos ellos fueron apresados tras la retirada, en algunos casos porque habían sido heridos y en otros porque fueron incapaces de recorrer el camino hacia la salvación debido a su deterioro físico. Creo que el testimonio que más se ajusta a la realidad es el que aporta el soldado de Ceriñola, Domingo Barrio Trigo, que formaba parte de la sección que a la vanguardia inició la retirada. La unidad fue materialmente desecha y algunos de sus componentes apresados al instante debido a que el enemigo se hallaba muy cerca de las alambradas. Posteriormente, fueron trasladados al cercano poblado de Amesauro donde se encontraron, según Domingo afirmó, 1 oficial y 20 soldados, lo que poco se aleja de los 24 apresados que, finalmente, he podido confirmar.
Soldados prisioneros. En rojo los supervivientes. |
Todos habían sido capaces de soportar el cerco y consiguieron escapar con vida, pero seis de ellos no superaron la dura prueba de la cautividad y fallecieron en el transcurso de los dieciocho meses que permanecieron cautivos de Abd el Krim. Sus restos, inhumados en un primer momento en el campo de prisioneros, fueron trasladados posteriormente al cementerio de Melilla. Se trataba de Antoni Virgili Virgili (04-03-1922), José Galope Traza, Pedro Armesto Sánchez (11-11-1921), Baltasar Cordero Rey (28-02-1922), Basilio Buendía Elche y Francisco Alamino Haro (15-12-1921). Los cinco primeros hombres pertenecían a Ceriñola, y el sexto a la sección de la 1ª Compañía de Intendencia.
En cuanto al resto, cuatro fueron capaces de evadirse y ponerse a salvo. Bartolomé Rondón Pérez, nacido en el Casares (Málaga) el 31 de julio de 1897 y soldado de la 2ª del Iº, se fugó junto al artillero de la Comandancia Miguel Laborda en junio de 1922. Ambos llegaron nadando hasta el peñón de Alhucemas donde fueron recibidos por el capitán Roberto Aguilar, jefe de la Mía de policía allí destacada. Bartolomé narró a los mandos del Peñón los últimos momentos antes de la caída de Igueriben, y recordó la muerte de los oficiales, algo que nunca podría olvidar. Durante el cautiverio se encargó de labores de albañilería y debido a su robusta constitución no solo fue capaz de sobrevivir sino que aún tuvo arrestos para fugarse. Refirió también detalles sobre el campo de prisioneros y el emplazamiento de las baterías que disparaban sobre el Peñón, y se interesó por la labor que realizaba el padre Revilla de quien había oído hablar mientras se hallaba prisionero. Cuando llegó a Melilla, a bordo del torpedero 20, ya había sido licenciado porque su quinta había cumplido en enero de ese año, por lo que volvió a su pueblo donde le habían dado por muerto. Años después ingresó en la policía municipal de Ceuta donde prestó servicio durante 30 años.
Aprovechando la reconquista de Drius, en enero de 1922, y la cercanía de las columnas españolas, dos grupos de prisioneros protagonizaron sendas fugas en las que intervinieron dos supervivientes. A mediados de enero, tan solo una semana después de recuperarse Drius, se fugaron de Annual 13 soldados de diferentes unidades: 6 de Ceriñola, 1 artillero del mixto, 2 de Melilla, 1 corneta, 2 de la brigada disciplinaria y 1 de intendencia. Todos consiguieron llegar a Drius en buen estado, entre ellos el cabo Mariano Pérez Torres, nacido en Fuensalida (Toledo), que siguió en el ejército tras su liberación y fue ascendido a sargento. En 1926 fue invitado a la inauguración, en Málaga, del monumento al Comandante Benítez y los Héroes de Igueriben, a la que no pudo asistir. Así se lo transmitió al Rey el sargento Dávila, uno de los tres supervivientes presentes en el homenaje.
Días después, el 6 de febrero, se fugaron el superviviente Juan Ojeda Rodríguez junto a los artilleros del mixto Mateo Más Estruch y Rafael Cervós Moles, y los soldados Francisco López Pezuel e Isidro Bach Ventura, el primero del 42 y el segundo del 59 de Infantería de línea. Llegaron un día después a Drius, donde ya hacía casi un mes que habían entrado los autos blindados de la columna Cabanellas, y donde Silvestre creyó que podría frenar el empuje de las tropas de Abd el Krim. Desde Drius los cinco fugitivos catalanes fueron conducidos a Melilla. Aunque en la prensa del momento no se recogía que Ojeda hubiera participado en la defensa de Igueriben, sí figuraba en la relación que aportó el regimiento en 1924 donde se indicaba que se había licenciado y vivía en Barcelona, donde algún día espero encontrar su rastro. Aquel frío día 7 de febrero, la oficina de policía indígena recibió una confidencia que ya hemos comentado en repetidas ocasiones según la cual los cadáveres de Benítez, De la Paz, Bustamante y Nougués se hallaban identificados y enterrados en Annual. Las ilusiones de las familias se esfumaron igual que se habría desvanecido la que Silvestre se forjó con respecto a la posibilidad de resistencia de su ejército en Drius; ni los restos de aquellos oficiales habían sido enterrados en Annual, ni Navarro consideró oportuno ni viable resistir en Drius.
En cuanto al resto, cuatro fueron capaces de evadirse y ponerse a salvo. Bartolomé Rondón Pérez, nacido en el Casares (Málaga) el 31 de julio de 1897 y soldado de la 2ª del Iº, se fugó junto al artillero de la Comandancia Miguel Laborda en junio de 1922. Ambos llegaron nadando hasta el peñón de Alhucemas donde fueron recibidos por el capitán Roberto Aguilar, jefe de la Mía de policía allí destacada. Bartolomé narró a los mandos del Peñón los últimos momentos antes de la caída de Igueriben, y recordó la muerte de los oficiales, algo que nunca podría olvidar. Durante el cautiverio se encargó de labores de albañilería y debido a su robusta constitución no solo fue capaz de sobrevivir sino que aún tuvo arrestos para fugarse. Refirió también detalles sobre el campo de prisioneros y el emplazamiento de las baterías que disparaban sobre el Peñón, y se interesó por la labor que realizaba el padre Revilla de quien había oído hablar mientras se hallaba prisionero. Cuando llegó a Melilla, a bordo del torpedero 20, ya había sido licenciado porque su quinta había cumplido en enero de ese año, por lo que volvió a su pueblo donde le habían dado por muerto. Años después ingresó en la policía municipal de Ceuta donde prestó servicio durante 30 años.
Aprovechando la reconquista de Drius, en enero de 1922, y la cercanía de las columnas españolas, dos grupos de prisioneros protagonizaron sendas fugas en las que intervinieron dos supervivientes. A mediados de enero, tan solo una semana después de recuperarse Drius, se fugaron de Annual 13 soldados de diferentes unidades: 6 de Ceriñola, 1 artillero del mixto, 2 de Melilla, 1 corneta, 2 de la brigada disciplinaria y 1 de intendencia. Todos consiguieron llegar a Drius en buen estado, entre ellos el cabo Mariano Pérez Torres, nacido en Fuensalida (Toledo), que siguió en el ejército tras su liberación y fue ascendido a sargento. En 1926 fue invitado a la inauguración, en Málaga, del monumento al Comandante Benítez y los Héroes de Igueriben, a la que no pudo asistir. Así se lo transmitió al Rey el sargento Dávila, uno de los tres supervivientes presentes en el homenaje.
Soldados prisioneros . En rojo los supervivientes. |
En total fueron 6 los evadidos de los 132 soldados del regimiento de Ceriñola que se hallaban presos. Otros 41 murieron durante el cautiverio, y 3 más justo al ser liberados: Vicente Estévez Asensio, de 24 años, tuvo la mala fortuna de morir a bordo del Antonio López el mismo día en que fue liberado; Olegario Barriogallo Martí, de 26, falleció el 2 de febrero; y José del Pino Ramírez, de 23 años, el 9 del mismo mes.
Aunque no corrieron la misma suerte que sus compañeros, incluiré en este grupo a dos supervivientes que, habiendo formado parte del grupo trasladado al poblado de Amesauro, fueron conducidos hasta Annual y huyeron desde este campamento el 29 de septiembre. Se trataba del cabo Manuel López Prada y el soldado Francisco Martín Prieto, ambos de la 4ª Compañía del III Batallón. En su desesperada huída desde Annual, consiguieron llegar hasta la zona francesa donde fueron acogidos por un destacamento militar. En la evasión los acompañó el sargento Antonio Almagro León, compañero de regimiento, que fue apresado antes de coronar el Izzumar. Desde allí, gracias a las gestiones de la oficina consular en Uxda que dirigía el cónsul Isidro de las Cagigas (Carmona, 1891 – Madrid, 1956), fueron trasladados a Orán, y de allí, a bordo del Jorge Juan, llegaron a Melilla tras una larga odisea de casi tres meses. El 20 de octubre llegaban a la plaza junto al superviviente de Annual Antonio Almagro León, también de Ceriñola. Fruto de las eficaces gestiones que llevó a cabo la oficina consular se pudieron repatriar un total de 112 militares (16 de la columna Araujo, 31 de la del Zoco y 65 de la del general Navarro), y 50 civiles (21 hombres, 13 mujeres y 16 niños). A esta relación habría que añadir los supervivientes de la columna del Zoco que mandaba el teniente coronel García Esteban.
El mismo día que López Prada y Martín Prieto llegaron a Melilla, la madre del capitán De la Paz Orduña recibió una carta del capitán Alfredo Correa, preso en Axdir. El artillero, al margen de trasladarle sus condolencias, le comunicaba que, durante los días en que permaneció sitiado Igueriben, el capitán De la Paz se tuvo que hacer cargo del mando por enfermedad de Benítez. No me cabe duda de que, para poder afirmar este extremo, Correa debió entrevistarse con algunos de los supervivientes. ¿Qué enfermedad padeció el comandante? Lo ignoro, pero en el caso de que ocurriera este imprevisto la cadena de mando no dejaba lugar a dudas ya que Federico de la Paz era más antiguo en el empleo que Bulnes. Finalmente, Alfredo Correa le relataba detalles de su muerte cuando al salir de la posición, al frente de sus hombres, recibió un disparo en la cabeza.
Lola y Marisa. Mujer e hija de Federico de la Paz Orduña |
Manuel López Prada había nacido en la aldea de Camponaraya, en la leonesa comarca del Bierzo el 12 de agosto de 1901 y había ingresado voluntario en el 36º Regimiento de Infantería de Burgos. En junio de 1920 es enviado a Melilla y se le filia como soldado de Ceriñola 42. En su hoja de servicios consta que permaneció en primera línea desde que en marzo de 1921 se incorporó al campamento de Annual formando parte de la columna volante del regimiento. Tras recibir la orden de abandonar Igueriben huyó desesperadamente y finalmente fue capturado y trasladado a Annual donde permaneció hasta el 29 de septiembre, día en el que junto a Martín Prieto escapó en dirección a la zona francesa. López Prada continuó en el ejército hasta que en 1936 cruza el estrecho formando parte del Batallón de Cazadores de Melilla que posteriormente se integra en la 4ª Brigada Navarra que manda Camilo Alonso Vega. A finales de marzo de 1937, el estado mayor de Mola inicia las primeras maniobras para conquistar el País Vasco y la unidad del ya alférez López Prada debe conquistar el monte Murugain en los primeros días de abril. Allí, en aquel monte en la confluencia de los términos municipales de Aramaio, Aretxabaleta y Arrasate, defendido por los hombres del batallón Dragones, falleció en combate el 4 de abril Manuel López Prada.
El resto de supervivientes, entre ellos los 13 de Igueriben, llegaron a Melilla el 1 de febrero de 1923, teniendo que ser dos de ellos hospitalizados por presentar graves patologías. Ramón Moreno Blasco, el ordenanza del capitán De la Paz, fue trasladado al Hospital Militar de Carabanchel, en Madrid, donde le trataron su maltrecha pierna. Ramón era natural de Enova (Valencia), y fue, tras su liberación, uno de los 16 prisioneros de su provincia que consiguieron la libertad, junto a otro superviviente de Igueriben.
El resto de supervivientes, entre ellos los 13 de Igueriben, llegaron a Melilla el 1 de febrero de 1923, teniendo que ser dos de ellos hospitalizados por presentar graves patologías. Ramón Moreno Blasco, el ordenanza del capitán De la Paz, fue trasladado al Hospital Militar de Carabanchel, en Madrid, donde le trataron su maltrecha pierna. Ramón era natural de Enova (Valencia), y fue, tras su liberación, uno de los 16 prisioneros de su provincia que consiguieron la libertad, junto a otro superviviente de Igueriben.
Prisioneros valencianos liberados |
Francisco Tirado Espejo, natural de Fuente Palmera (Córdoba), fue ingresado en el Hospital Militar de la capital andaluza. En 1936 era uno de los miembros del núcleo duro de la resistencia obrera en su localidad natal y formaba parte del comité revolucionario. Así me lo confirmó el historiador Alberto González Sojo, autor de un estudio sobre la República y guerra en Fuente Palmera. El 31 de agosto, el cuartel general de Queipo de Llano autorizó la emisión de la orden, considerada como muy reservada, de acabar con todos los miembros del comité de Fuente Palmera, por lo que el destino de Francisco debió ser morir ante un pelotón de fusilamiento, aunque se desconoce el lugar donde fue ajusticiado y enterrado. El acceso a importantes archivos sobre represaliados, ajusticiados, depurados o encausados tras el golpe de estado me ha permitido no solo conocer detalles de algunos supervivientes, sino también descartar que muchos de los defensores que aparecen en la lista del libro de Casado se hallaran realmente en Igueriben. He logrado saber que algunos de ellos fueron objeto de investigación por parte de los servicios jurídicos del régimen franquista, lo que, unido al hecho de que no aparecen en las relaciones de supervivientes, me ha permitido deducir que no se hallaban en Igueriben durante el cerco.
El resto de los hombres que pudieron regresar junto a sus familias tras el cautiverio fueron: Domingo Barrio Trigo, natural de Fuenterca (Ourense); Manuel Casas Fuster (Real de Montroy, Valencia);José Aguilera Trullá ( La Pobla de Claramunt, Barcelona); Jesús Fernández González (Lama de Santelo, Lugo); Manuel Rodríguez Pérez (Raigada, Lugo); Pedro Sánchez Sánchez (Puertollano, Ciudad Real); Pedro Ruiz López (Librilla, Murcia); José Cotes Pérez (Lorca, Murcia); Germán Herranz Gallego que no aparece en la relación de supervivientes pero sí en la de liberados aunque no hay constancia de que muriera tras el cautiverio; y el cabo Maximino González Pérez que, a pesar de que es citado en algunas ocasiones como Máximo y otras como Mariano, no hay duda de que era él: aparece en la relación de Casado, en la de Sainz (en la que erróneamente se cita que se fugó, confundiéndolo con Pérez Torres), en la que se publicó en febrero de 1922 donde aparecían la totalidad de prisioneros, y finalmente en la de liberados en febrero de 1923.
El resto de los hombres que pudieron regresar junto a sus familias tras el cautiverio fueron: Domingo Barrio Trigo, natural de Fuenterca (Ourense); Manuel Casas Fuster (Real de Montroy, Valencia);José Aguilera Trullá ( La Pobla de Claramunt, Barcelona); Jesús Fernández González (Lama de Santelo, Lugo); Manuel Rodríguez Pérez (Raigada, Lugo); Pedro Sánchez Sánchez (Puertollano, Ciudad Real); Pedro Ruiz López (Librilla, Murcia); José Cotes Pérez (Lorca, Murcia); Germán Herranz Gallego que no aparece en la relación de supervivientes pero sí en la de liberados aunque no hay constancia de que muriera tras el cautiverio; y el cabo Maximino González Pérez que, a pesar de que es citado en algunas ocasiones como Máximo y otras como Mariano, no hay duda de que era él: aparece en la relación de Casado, en la de Sainz (en la que erróneamente se cita que se fugó, confundiéndolo con Pérez Torres), en la que se publicó en febrero de 1922 donde aparecían la totalidad de prisioneros, y finalmente en la de liberados en febrero de 1923.
La Vanguardia 31 de enero de 1921. Relación de prisioneros liberados |
Mención aparte merece, en este primer grupo de liberados, el caso de quien tras ser liberado fue objeto de una mayor atención mediática. Todos los que investigamos qué ocurrió aquel verano de hace noventa años tenemos una deuda de gratitud hacia Luis Casado Escudero, ya que su libro ha servido y sirve de referencia a la hora de conocer qué pasó en Igueriben. El teniente Casado solicitó tras su liberación que se le concediera la Laureada por su actuación durante el cerco, y regresó a su Zamora natal tras haber sido recibido por el Rey, quien le nombró gentilhombre de cámara. Contrajo matrimonio en enero de 1925 con Serafina Méndez, siendo madrina de boda la Reina María Cristina. Fruto de su enlace nacieron dos hijos: Luis y Adelina, del primogénito fue padrino de bautismo el propio general Felipe Navarro. Anteriormente había sido objeto, junto a los demás oficiales de Ceriñola liberados, de homenajes y banquetes. Poco después publicó su libro, y nada parecía anunciar que el devenir del tiempo le fuera tan adverso a Luis Casado.
Debo la mayoría de los datos que aporto a las conversaciones que he mantenido con su nieto político, Jesús Lagunilla, y al resto de la familia que no han cesado de reivindicar su figura, primero a nivel familiar, para hacerlo después a nivel institucional con el objetivo de anular la injusta condena que lo llevó ante el paredón. En 1923, fue el capitán de ingenieros Rodrigo González Fernández el encargado de investigar si Casado se había hecho acreedor de ingresar en la orden de San Fernando. Tras interrogar a varios testigos declaró que su caso se hallaba entre las exigentes ordenanzas que rigen la orden, y por lo tanto no se oponía a su concesión. Como testigos favorables se personaron 15 supervivientes, entre ellos: el ya comandante Sánchez Canaluche, jefe de la posición de Buymeyan el 21 de julio de 1921 y observador directo de todo lo que ocurrió por la proximidad de ambas posiciones; el comandante Emilio Sabaté Sotorra, que aquel 21 de julio se hallaba junto a Silvestre como jefe de Estado Mayor; y el general Navarro que declaró que toda la oficialidad se había ganado con su comportamiento la Laureada. Por tanto, parecía que Casado obtendría la Cruz, pero no fue así ya que también hubo quienes declararon en su contra. Uno de los que más duro se mostró fue el teniente médico Vázquez Bernabéu que puso en tela de juicio sus méritos, y hasta se permitió dudar de su valentía por no haber participado en ninguna de las fugas que se produjeron durante el cautiverio. En segundo lugar, declaró voluntariamente, a pesar de no haber sido testigo presencial, el capitán Heli Rolando Tella quien, al igual que Vázquez, dudó del testimonio del oficial de Ceriñola. Al parecer, Luis Casado y Tella arrastraban viejas rencillas por motivos políticos, y este último no desaprovechó la ocasión para desprestigiar al superviviente de Igueriben afirmando que, cuando todos los oficiales intentaron la evacuación, Luis Casado se refugió en el interior de una de las tiendas. Esto es, cuando menos, dudoso ya que si, según el testimonio de Pérez Ortiz, las baterías de Annual abrieron fuego contra Igueriben, es de suponer que éste habría muerto de haber permanecido dentro de la posición. Para acabar de arruinar el prestigio de Casado, se personó en 1926 el ya general Francisco Franco que, a pesar de que tampoco se hallaba en el territorio, no dudó en desacreditar al teniente, no solo por su actuación durante el cerco de Igueriben, sino también por la que tuvo en su previo paso por la policía indígena de Ceuta en 1920. Finalmente, Casado ni recibió la Laureada ni tampoco la Medalla de Sufrimientos a pesar de haber sido herido y cautivo durante dieciocho meses.
Luis Casado Escudero 1898-1936. |
En julio de 1934 fallece su mujer, y aunque Luis Casado deja de luchar para que se le conceda la Laureada, persiste en 1936, tal y como consta en su menguada hoja de servicios, en que se le conceda la Medalla de Sufrimientos, recordando en su escrito los días de Igueriben y los padecimientos que sufrió. Ese mismo año es juzgado y absuelto de abandono de destino al acudir a Málaga donde se hallaba su mujer en grave estado, y haberla acompañado hasta Zamora donde moriría días después. El 17 de julio, el mismo día en que quince años atrás se inició el cerco de Igueriben, fue detenido en Melilla y acusado de repartir propaganda comunista en los cuarteles. La suerte de Casado estaba echada; durante el juicio celebrado días después volvió a declarar Heli Tella que calificó a Casado de ser indeseable por todos los conceptos.
Luis Casado había sobrevivido al cerco de Igueriben, fue herido, soportó dieciocho meses de cautividad, se le denegaron la Medalla de Sufrimientos y la Laureada, su honor fue puesto en duda, y sufrió en el plano personal muchos reveses. Quince años después, se le acusó de comunista y no se dudó en condenarlo a la pena capital. La sentencia de muerte fue cumplida en el fuerte de Rostrogordo la tarde de un caluroso 23 de julio, seis días después de su detención. Su cuerpo fue enterrado en la parcela militar del cementerio de Melilla, muy cerca del osario y del Panteón de Héroes donde reposan los restos de sus compañeros en Igueriben, y donde debían estar los restos de Luis Casado Escudero.
El grupo de Annual
Históricamente es sobre aquellos que pudieron llegar hasta Annual sobre los que hay una mayor confusión ya que se han aportado cifras erróneas o poco contrastadas, y no se sabe si realmente algunos de los supervivientes murieron al ingerir con ansiedad toda el agua que no pudieron beber en Igueriben, lo que hace prácticamente imposible averiguar el número exacto. Según testificaron varios de los supervivientes, al llegar al campamento fueron recibidos por sanitarios. En realidad se trataba de los puestos avanzados de atención médica que se instalaron en las cercanías de Annual para atender a los hombres heridos en el convoy que se organizó aquel día, y que aún se hallaba en fase de ejecución cuando los de Igueriben llegaron a Annual.
Atención a un herido en primera línea |
Según los datos que he podido recopilar, puedo asegurar que como mínimo pudieron ser evacuados de Annual hacia Melilla un total de 41 hombres sobre los que más adelante aportaré información, y otros 4 que, bien por desconocer el segundo apellido o bien por errores en los listados, no puedo confirmar con plena seguridad. Si fuera cierta la afirmación de que muchos de ellos fallecieron al acogerse al campamento de Annual, el número sería aún mayor. La mayoría llegaron heridos en condiciones lastimosas y hay constancia de que en primera instancia fueron atendidos en Annual por los médicos que se hallaban a las órdenes del comandante Carlos Gómez Moreno quien, con buen criterio, prescribió que se les dieran pequeñas cantidades de agua y caldos. Si fueron evacuados ese mismo día, o al día siguiente cuando se inició la retirada, es una cuestión que no he conseguido aclarar con precisión ya que algunos heridos fueron evacuados desde Annual el 21, y otros lo fueron al llegar a Dar Drius un día después. El último convoy que pudo llegar a Melilla con heridos y enfermos fue el que desde Drius partió el 23, antes de la retirada de la columna Navarro, formado por las tropas de intendencia y que llegó sin novedad y en buen estado a Melilla a las diez de la noche. Prueba de ello es que dichas tropas fueron designadas para cubrir, al día siguiente, la defensa de un sector de la plaza.
Los 8 supervivientes hospitalizados en Melilla
Hermenegildo Dávila Murillo, nacido en Zalamea de la Serena (Badajoz) el 14 de septiembre de 1892, fue el único sargento que escapó con vida de Igueriben de los diez que se hallaban en la posición. Había ingresado como voluntario en febrero de 1915 y lucía los galones de sargento desde mayo de 1920, por tanto era ya un veterano soldado con más años de servicios a sus espaldas que algunos oficiales. Una vez recuperado de las dos heridas de bala recibidas pudo reincorporarse tres meses después a su regimiento, y fue enviado de guarnición al peñón de Alhucemas donde compartía destino con algunos de los escasos supervivientes de Sidi Dris. Por su comportamiento durante el cerco fue propuesto para recibir la Laureada, aunque finalmente no prosperó la petición. Dávila fue uno de los tres supervivientes que asistió en febrero de 1926 a la inauguración del monumento al Comandante Benítez, en Málaga, y se le puede ver en las fotografías de la época luciendo aún los galones de sargento junto a la viuda e hija de Benítez, el teniente Casado Escudero y el tercer superviviente, el artillero del mixto Miguel Sánchez Cortes que tras su licenciamiento ingresó en el cuerpo de Carabineros. Dávila ascendió a suboficial años después, y en 1936 se hallaba destinado en el 2º Regimiento de Infantería en Madrid a las órdenes del coronel Alfonso Mateo Campos que se mostró completamente contrario a sublevarse. El regimiento fue enviado al frente del Tajo y el brigada Dávila luchó durante toda la guerra en el bando republicano donde atesoró una brillante carrera. Tras la contienda se entregó, fue juzgado y condenado a una dura pena de prisión de la que fue indultado en agosto de 1944.
Málaga, febrero de 1926 |
El artillero Sánchez Cortes aportó en sus declaraciones una información poco conocida: el 21 se recibió en Igueriben un heliograma de Silvestre anunciando que serían relevados por dos compañías de fusiles y una sección de artillería. Esta información es también confirmada por el teniente coronel Pérez Ortiz quien pudo ver al jefe de Ceriñola, Tcol. Marina, dando instrucciones a dos de sus capitanes que, al mando de sus compañías, debían relevar a las castigadas unidades de Igueriben. Según Pérez Ortiz, el semblante de Marina denotaba preocupación, y no era para menos, ya que él había sido designado para quedar al frente de la posición sustituyendo a Benítez. También se decidió que un oficial médico acompañara a las tropas de Ceriñola y quedara destacado en la posición. A las cuatro de la tarde llegaron hasta Annual los 19 hombres que, según Sánchez Cortes, pudieron escapar con vida. El viernes 22, herido, llegó hasta Drius donde pasó la noche y al día siguiente fue evacuado a Melilla en un tren de heridos y enfermos que partió desde Monte Arruit, lo que coincide con el testimonio del teniente Salarrullana que realizó el mismo recorrido. Sánchez Cortes pasó tras su licenciamiento al cuerpo de Carabineros, unidad en la que también ingresaron dos compañeros de penalidades en Igueriben: Martín Pérez López y Pedro Herrera Sánchez.
De la Compañía de Ametralladoras que mandaba Alfonso Galán solo se salvaron 3 hombres. Sabemos de su existencia porque Santiago Domínguez Llosa nos facilitó sus nombres que había localizado en una relación firmada por el capitán Eduardo León Lerdo en 1922. Juan Vicente Guillamón Guillamón fue en un principio ingresado en Melilla y en octubre se le derivó al Hospital Militar de Córdoba. De la 4ª Compañía del III Batallón fue hospitalizado con pronóstico grave Antonio Vázquez Gutiérrez, quien no aparece en la relación de supervivientes que aporta el regimiento tres años después, cuando se abrió el expediente informativo para conceder la Laureada a Casado Escudero. No es el único caso en que la información que he localizado difiere de la que aportó el regimiento en 1924, en la que faltan muchos nombres: Dávila, López Prada, Mariano Pérez, Soto y otros más, curiosamente todos aquellos que aún permanecían en el ejército y aquellos que no eran de infantería.
Relación de supervivientes aportada por el regimiento. |
El resto de este primer grupo lo componían el artillero de la Comandancia Francisco Hernández Prieto, y 3 soldados de la 2ª Compañía del I Batallón de Ceriñola: Aquilino Echevarria Bilbao, nacido en Durango (Vizcaya); Virgilio Penelas Cabolugo nacido en Lugo en 1898 quien padeció de manera evidente los efectos de la contienda civil ya que fue detenido y procesado en junio de 1938, e internado en la cárcel de Lugo de donde fue trasladado a la de Gijón; y el toledano Julián Sánchez Toribio que debido a la gravedad de sus heridas fue trasladado el 3 de septiembre al Hospital Militar de Sevilla donde ingresaría junto a otro superviviente de su misma compañía. Su amigo, paisano, y compañero en Igueriben Ramón Reviriego, natural de Lagartera, no consiguió salvarse y días después fue dado por desaparecido. Esta expedición de heridos llegó a la estación de San Bernardo, en Sevilla, el 8 de septiembre donde fueron recibidos por el infante Carlos y un gran número de autoridades debido a que eran los primeros que llegaban a la capital hispalense. De los 149 heridos y enfermos, 71 fueron ingresados en el Palacio de San Telmo y 78 en el Hospital Militar. Todavía hoy en día, en una de las salas del palacio de San Telmo, puede verse una lápida conmemorativa que recuerda que en sus salas se atendieron a los heridos de las campañas de 1921 y 1922. La iniciativa de convertir el palacio en hospital había sido del concejal sevillano Manuel Blasco Garzón, intelectual, ministro de la República , masón, presidente del Sevilla FC y organizador, como presidente del Ateneo, de las tertulias en las que participaron los miembros de la generación del 27. A Blasco, tras la guerra, no le libraron ni iniciativas tan patrióticas como organizar el Hospital de San Telmo y tuvo que partir al exilio en Argentina donde falleció sin poder regresar a su Sevilla del alma. Entender desde la perspectiva de 1921 lo que posteriormente ocurrió a partir de 1936 es difícil y te deja estupefacto y desconsolado. Ver que aquel país que se volcó unido y al unísono con los soldados que volvían del infierno de África, quince años después tuviera que sufrir una guerra civil, llena de tristeza.
Palacio de San Telmo, Sevilla. |
En último lugar mencionaré el penoso caso de Francisco Hernández Prieto, artillero de la Comandancia , que llegó a Igueriben el 17 de julio tras sortear el acoso rifeño, formando parte del convoy que, al mando de Cebollino, consiguió penetrar en la posición. El 21, tras el abandono de la posición, fue herido por tres impactos de armas de fuego y dos ataques con arma blanca que le ocasionaron graves lesiones. Francisco perdió el conocimiento y en un principio fue dado por muerto y abandonado mientras la posición y los cadáveres eran saqueados, pero cuando se dieron cuenta de que aún vivía recibió otro disparo que le atravesó el rostro. A pesar de todo, aquel hombre que había soportado con entereza los días más duros del asedio no falleció sino que en condiciones lamentables fue apresado y trasladado al día siguiente a Annual. Debido al grave estado que presentaba, y gracias a que su caso llegó a oídos del coronel Araujo, fue trasladado a Sidi Dris para ser posteriormente evacuado a Melilla. En el acuerdo intervino de manera eficaz Dris Ben Said quien consiguió que Abd el Krim autorizara libertar a heridos graves, mujeres y niños, designándose al coronel Araujo para gestionar tal cometido. El teniente médico Serrano reconoció a los heridos y consiguió permiso para evacuar al sargento Trujillo, a 10 soldados del 59 de Infantería y al artillero superviviente de Igueriben. El 13 de agosto, de madrugada, llegaron a Melilla a bordo del Lauria y Francisco fue ingresado hasta que, tras mostrar los primeros síntomas de mejoría, fue trasladado al Hospital de la Armada en Cartagena donde ingresó el 19 de octubre. De su traslado también se encargó el buque ambulancia Alicante. Hernández Prieto recibió el alta y para recuperarse de sus heridas se le concedió un permiso de dos meses a disfrutar en su pueblo de Zamora. Sin embargo, para pesar del artillero, al no haberse licenciado aún su reemplazo, tuvo que volver a Melilla para finalizar su compromiso con la patria. En Melilla fue entrevistado por varios corresponsales que aún pudieron apreciar en su rostro las visibles cicatrices producidas por las quemaduras de la pólvora. La prensa, mayoritariamente, no publicó la realidad de la situación en la que se vio inmerso Francisco Hernández tras ser herido; una de las balas que le hirió no había podido ser extraída y le producía un intenso dolor, tampoco se había recuperado del todo de las restantes lesiones, y había perdido sensibilidad en el brazo derecho, lo que para un jornalero era condenarlo a quedarse sin medio de subsistencia. En estas condiciones tuvo que reincorporarse a su destino sin que me conste que fuera propuesto a pasar tribunal médico para reconocerle la invalidez. A las importantes secuelas físicas debemos añadir el tremendo estrago psicológico que vivió durante aquellos momentos, inimaginables, en que herido y aterrado era zarandeado por los rifeños para saber si aún vivía.
Los 13 supervivientes evacuados en el Alicante
En su primera singladura como buque ambulancia, el vapor Alicante transportó hasta Málaga como mínimo a 12 supervivientes. De la sección de Intendencia que, al mando del alférez Ruiz Osuna, llegó a Igueriben el 17 de julio, Casado refleja en su lista un total de 31 hombres que creí en principio que pertenecían a la 5ª Compañía, y de los cuales solo tenía constancia de que hubieran sobrevivido tres soldados, uno de los cuales falleció en cautividad. Sin embargo, gracias al excelente trabajo que Enrique Cerro Aguilar escribió sobre el Desastre y su repercusión en la provincia de Albacete (Camino de Annual, Instituto de Estudios albacetenses 2007), pude ver parte de la relación incluida en su libro donde aparecen los nombres de los soldados de intendencia albaceteños presentes en Annual. En el listado del cuerpo también se reflejan la compañía y el destino que tenían en julio de 1921, e incluso la localidad y domicilio donde residían tras ser licenciados. Dicha relación se halla en el Archivo General Militar de Madrid y aporta interesantes datos que por supuesto contradicen gran parte de la información de la que yo disponía referente a la sección de Intendencia de Igueriben. En primer lugar se nombran siete supervivientes, de los cuales ninguno se halla en el listado del libro de Casado, y en segundo lugar se cita que pertenecían a la 1ª Compañía, y no a la 5ª como afirmaba Santos Cuevas Escudero en sus Memorias sobre Annual. De aquellos siete defensores, tres fueron evacuados en ese primer viaje del Alicante. Miguel Aguinaga Barandiaran nació el 22 de mayo de 1899 en Etxarri-Aranaz (Navarra), era el mayor de cinco hermanos y labrador de profesión. Miguel fue herido de gravedad y solicitó su ingreso en el cuerpo de inválidos, petición que el gobierno no le concedió hasta el 20 de septiembre de 1924. Manuel Mariño Aguilar, vecino de La Merca (Orense), realizó idéntico viaje que Miguel aunque días después fue evacuado desde Málaga hasta Sevilla donde quedó ingresado en el Hospital Militar. Curiosamente en las informaciones de prensa se cita expresamente a dos supervivientes ingresados en Sevilla, pero no se hace mención al soldado Mariño.
Supervivientes de Intendencia. |
El tercer soldado de intendencia no era desconocido para mí: José Domínguez Miquelez, domiciliado en la calle del Tesoro, en Madrid, fue uno de los supervivientes con quien se entrevistó el padre del sargento Daza, muerto en la evacuación del 21 de Julio. Entre aquella legión de mujeres, padres y familiares desconsolados que indagaban infructuosamente en Melilla, se hallaba el granadino José Daza buscando confirmar la triste noticia de la muerte de su hijo. Para ello se entrevistó con varios supervivientes: Martínez Manzanares, López Casas y Herrera Sánchez que le aseguraron que Aurelio Daza Rojas murió en Igueriben. Sin embargo, también se cita a otro hombre que tampoco aparece en la incompleta relación que se difundió en 1924: el soldado de intendencia Domínguez Miquelez. El sacrificio de Aurelio Daza fue recordado primero por Casado Escudero en su libro, y posteriormente por su pueblo de Valderrubio-Pinos Puente (Granada). Allí donde pasó su infancia Federico García Lorca, también se honra la memoria de aquel abnegado sargento de Ceriñola. El 25 de abril de 1926 se descubrió una placa en su casa natal que reza: “En esta casa nació el heroico sargento del Ejército Español Aurelio Daza Rojas, que el año 1921 murió gloriosamente en Igueriben (África), defendiendo la Patria. El Ayuntamiento le dedica este recuerdo. Año de 1926.” Al acto no pudo asistir el capitán Casado Escudero por hallarse enfermo, pero se leyeron unas palabras escritas por el compañero de sufrimiento en Igueriben. Casado recordó el heroísmo y también la generosidad y caridad que derrochó Aurelio Daza al encargarse de los hombres heridos durante el cerco.
Junto a estos tres hombres también fueron evacuados dos soldados de intendencia que sí aparecen en la lista de Casado Escudero: Antonio Bermúdez Martínez y Jenaro González Rodríguez. Sin embargo, no aparecen entre los supervivientes que se hallan en la memoria del cuerpo, lo que hace pensar que pudieron fallecer ya que su pronóstico era muy grave.
De la Comandancia de Artillería fueron evacuados los soldados Francisco Marcos Sánchez y Melchor Rodríguez Castañeda, ambos ingresados por heridas de arma de fuego. Por tanto, de los 17 artilleros que formaban la sección que mandaba el teniente Nougués murieron el oficial y al menos 13 artilleros, ya que en el caso del soldado Daniel Martínez Espí no he podido confirmar que sobreviviera puesto que en otros listados aparece como desaparecido. Dichas bajas suponen un escalofriante 72 % del total de los artilleros de la Comandancia presentes en Igueriben.
La Vanguardia, 10 de agosto de 1921 |
El resto de sobrevivientes evacuados en aquel primer viaje del Alicante fueron siete soldados de la 2ª Compañía del primer Batallón de Ceriñola: Mariano Martínez Díaz fue en un principio ingresado en Málaga pero posteriormente trasladado al Hospital Militar de Sevilla donde ingresó con pronóstico grave por herida de bala; Domingo Martínez Manzanares (Lorca, Murcia), que recibió un balazo y fue testigo de la muerte de Benítez, Bulnes y Sierra; Ángel Arabia Bustillo (Rudaguera, Santander) y Ramón Aguilar Albert (Calanda, Teruel), que tras ser dados de alta se reincorporaron al regimiento y prestaron declaración ante el comandante José Sánchez Ledesma en el juicio contradictorio para conceder la Laureada al capitán De la Paz ; Alfonso López Casas (Almansa, Albacete); Antonio Suárez Cano, que fue evacuado pero no aparece en la relación de supervivientes; y Pedro Herrera Sánchez, nacido en Los Barrios (Cádiz) el 3 de diciembre de 1899. Pedro había sido llamado a filas en agosto de 1920, y participado en la conquista de varias posiciones formando parte de la columna volante del regimiento hasta que el 7 de junio quedó destacado en Igueriben. Al abandonar la posición fue herido en el muslo derecho aunque fue capaz de llegar hasta Annual desde donde, según su propio testimonio, fue evacuado ese mismo día. En Málaga se recuperó de sus heridas y volvió a Melilla hasta su licenciamiento. En agosto de 1923 ingresó en el cuerpo de Carabineros y fue destinado a Mallorca donde contraería matrimonio con María Rodríguez en la parroquia de Pollensa. El 18 de julio de 1936 formaba parte del destacamento de Carabineros de Sa Pobla y fue detenido junto a seis compañeros y juzgado en Palma de Mallorca por el presunto delito de ejecución de actos de resistencia al movimiento nacional salvador de España. El juicio se celebró en la Escuela de Artes y Oficios de Palma de Mallorca. El fiscal, Ricardo Mulet, solicitó para todos los carabineros implicados la pena de muerte. Finalmente, cinco serían condenados a reclusión perpetua, entre ellos Pedro Herrera, y los dos restantes fueron ajusticiados en el fuerte de Illetes el 11 de marzo de 1937. En muchos de los juicios que se celebraron en Mallorca para juzgar a los que se negaron a sublevarse intervino como juez el entonces coronel Ricardo Fernández Tamarit, jefe de un batallón de África 68 en 1921.
Los 20 restantes
Forman parte de este numeroso grupo aquellos que podrían haber sido heridos de menor gravedad ya que no aparecen ni en las relaciones de heridos ingresados en Melilla, ni en la de evacuados a la Península. El artillero del mixto Antonio Andreu Modol declaró ante Picasso el 28 de octubre de 1921, y dejó constancia de su experiencia desde que llegó a Igueriben el 7 de junio: declaró que fue Benítez quien, tras el fracaso del convoy, comunicó al alto mando la decisión de evacuar la posición; recordaba la sed que únicamente podían calmar ingiriendo el líquido de las latas de conservas, botes que una vez gastados utilizaba el teniente Galán para fabricar granadas, o que meses después emplearían los prisioneros sepultureros para identificar los restos de los muertos que inhumaban (nota del autor). Andreu afirmó que pudieron llegar a Annual 15 o 16 hombres de los cuatrocientos que defendían la posición, pero no dijo que alguno de ellos muriera. A pesar de que, según se desprende de la declaración del capitán de artillería Pedro Chacón, alguno de los que consiguieron llegar al campamento pudo fallecer, mucho me temo que nunca podremos saber quiénes fueron. Tampoco es posible asegurar que el día antes de la caída de la posición se produjeran cuatro deserciones, tal y como se afirma en el expediente informativo para conceder la Laureada al teniente Casado. De la misma batería que Andreu era Manuel González de la Cruz que, aunque no es citado en la relación de supervivientes, sí declaró a favor de su capitán en el expediente informativo.
Expediente informativo capitán Federico de la Paz, página 2 |
De la sección de Intendencia pertenecen a este grupo: el zamorano Agustín Sánchez López, el palentino Atilano Arribas Gallardo, natural de Palenzuela, Elías González Merino, vecino de San Vicente de Alcántara (Badajoz), y José Mármol Jaime, natural de Alfarnate, de la malagueña comarca de Axarquía. Poco hemos escrito sobre las tropas de intendencia, y justo es reconocer su esfuerzo ya que participaron en todos los intentos que para socorrer Igueriben se pusieron en marcha desde Annual, habiendo tenido por tanto, un destacado comportamiento. El 21 de julio se hallaban varias compañías de intendencia en Annual, todas ellas al mando del capitán Francisco Antolín García. Hay constancia de que por lo menos se hallaban presentes en Annual efectivos de la 1ª, 2ª, 5ª, 6ª y 7ª compañías y parte de la sección montada. Se hallaban al frente el capitán García Jiménez y los oficiales González Núñez, Santiago Martínez Septién, Ildefonso Aguado, José Córdoba Aguirregabiria, Vicente Manso Aguirre y el veterinario Eladio Gómez Díaz. Las fuerzas de intendencia se replegaron hacia Ben Tieb en buen orden, y al llegar a la posición, que se hallaba al mando del capitán Lobo, se les unieron algunos miembros de dos compañías allí destacadas al mando de los alféreces Luis Gascón Ainsa y Luis Recalde Yoldi. Pasaron la noche del 22 de julio en Drius donde asumió el mando el jefe administrativo, comandante Armijo García. El 23 abandonaron el campamento antes que el grueso de la columna Navarro, no sin haber pasado lista según la cual se hallaban presentes: 2 capitanes, 8 oficiales, 3 sargentos y 250 cabos y soldados. La columna consiguió llegar a Batel a las 14.00 horas y a Nador a las 22.00, desde donde emprendieron la última etapa hasta Melilla llegando poco antes del amanecer. El entonces sargento Santos Escudero Cuevas, de la sección montada de la 2ª Compañía de intendencia, participó en aquellos mortíferos convoyes para tratar de abastecer Igueriben y fue testigo de la caída de la posición. En sus Memorias sobre el Desastre, afirmaba que el 17 de julio quedaron en la posición el alférez Enrique Ruiz, 1 sargento, 1 cabo y 42 soldados. El día 22 por la mañana, antes de abandonar el campamento, se desplazó con sus hombres hasta la aguada para calmar la sed de los animales. Según su testimonio, el agua bajaba revuelta y arrastraba jirones de ropa y restos de sangre, que no dudaron en identificar como los restos de sus hermanos de Igueriben y de los caídos en el convoy el día anterior.
Comandancia de intendencia de Melilla |
El río Annual corría ensangrentado
por la herida de tanto combatiente
y así vio su caudal aumentado
que, al desbordarse su normal corriente
cada flor que crecía en aquel prado
simboliza la vida de un valiente
Esteban Gilaberte, teniente de infantería.
De la 4ª del III Batallón de Ceriñola encontramos a tres soldados: Dionisio Checa López que, a pesar de que no aparece en la relación de defensores de Casado ni es mencionado entre los supervivientes que tenía contabilizado el regimiento, no hay duda de que estuviera allí, ya que prestó declaración en el expediente informativo sobre Federico de la Paz ; Emilio Calatayud Morán, de Navarrés (Valencia), y el soldado Antonio López Varela, uno de los tres lorquinos supervivientes, ambos mencionados en la relación de supervivientes. De la Compañía de Ametralladoras encontramos en este grupo a los soldados Felipe Oviedo Rodríguez y Francisco Sánchez Rodríguez, aunque ninguno de los dos figura en dicho listado de supervivientes.
El contingente más numeroso de este grupo lo forman 10 soldados de la 2ª Compañía de Ceriñola. Diego Jiménez Martínez, nacido en Lorca, fue ascendido a cabo tras el Desastre. Sus apellidos coinciden exactamente con los de otro soldado de la misma unidad, de nombre Pedro. En algunos listados de heridos se cita a Pedro, y en otros a Diego, por lo que, ante la imposibilidad de salir de dudas, doy por bueno al primero de los dos ya que aparece citado en la relación de supervivientes. Ramón Sicilia Iglesias, de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), aparece citado en todas las fuentes consultadas y testificó a favor del comandante Benítez y del capitán De la Paz. Su nombre aparece en la biografía de Julio Benítez que me remitieron desde El Burgo, y sabemos que llegó a entrevistarse con su viuda. Martín Pérez López ingresó, tras su licenciamiento, en el cuerpo de Carabineros. Su colega de compañía, Manuel Soto Rodríguez, nacido el 8 de julio de 1900, ingresó en la Escala de Complemento donde obtuvo el empleo de alférez de infantería el 7 de febrero de 1922, y en 1930 se hallaba en situación de disponible en Madrid. En este grupo se hallaban también tres toledanos que pudieron escapar con vida: Julián Mejías Toledano (en la relación de Casado aparece como Medina), nacido en Los Navalucillos y al que su familia buscó desesperadamente hasta que, el 13 de agosto, la comandancia les comunicó oficialmente que se hallaba sano y salvo en Melilla, pero que no es citado en la relación de supervivientes reconocidos; Gregorio Blanco Briceño, nacido en Gálvez, sí aparecía entre los supervivientes, al igual que Lucio Higueras Carrasquilla, natural de Mesegar de Tajo al que también buscó la familia a través de la oficina de información de El Castellano. Lucio Higueras fue, como otros supervivientes, represaliado por el régimen franquista y su nombre aparece en el fichero general de la sección político-social. Los dos supervivientes restantes eran Manuel Meilan Rodríguez, natural de Taboada (Lugo), y Andrés Segura García que aún permanecía en el regimiento cuando se hizo pública la lista de supervivientes en 1924. Para dar una idea del sufrimiento y la prolongada incertidumbre que vivieron las familias valga como ejemplo que, en febrero de 1922, la Capitanía General de Barcelona emitió un oficio por el cual se rogaba se personasen los interesados en saber noticias de una relación de soldados pertenecientes a Ceriñola. Entre los citados aparecían tres de los defensores presentes en Igueriben: Emilio Riquelme Velasco, José Prat Atienza y Ramón Vallverdú Claret. Habían pasado más de siete meses y todavía no se había confirmado oficialmente la muerte en combate de estos soldados.
El Castellano, 13 de agosto de 1921 |
Para calcular con precisión el número de bajas que padeció la 2ª Compañía de Ceriñola no podemos tomar como referencia las cifras de defensores que aportó Casado Escudero en su obra y que cifra los efectivos de esta compañía en 168. Según la información que aportó el regimiento, en Igueriben se hallaban 93 hombres al mando de Arturo Bulnes. A la unidad le faltaba un oficial que algunas fuentes llegaron a publicar erróneamente: el alférez Guedea, que se hallaba en el Izzumar al mando de una sección de la 6ª del II Batallón. Por tanto, si fueron 30 los supervivientes que pudieron ser evacuados de esta compañía, la muerte se llevó por delante a casi un 70% de los hombres, cálculo que se elevaría al 100% si extendiéramos el recuento a los heridos ya que todos los supervivientes lo fueron o estaban enfermos.
La 4ª del III tenía 87 hombres destacados en Igueriben el 21 de julio, hallándose su capitán, Fernando Correa, en Annual. De ellos, se salvaron en un primer momento 18, pero el cruel azar quiso que esta compañía tuviera que alargar su sufrimiento: cinco de los seis supervivientes que perecieron durante el cautiverio pertenecían a esta unidad, por lo que, en febrero de 1923, solo 13 hombres habían sido capaces finalmente de salvar la vida. Un 83% de mortalidad, o lo que es lo mismo el exterminio de la unidad, cuando era veintiuno de julio y aún no se había iniciado la debacle. Podemos entonces calcular que, de los 180 hombres del regimiento que se hallaban en Igueriben, se pudieron salvar 48, cinco de los cuales murieron en cautividad. Por tanto, en febrero de 1923 quedaban 43 supervivientes.
La lista de Casado
Luis Casado escribió en 1923 su libro, tan solo dos meses después de su liberación. Podríamos pensar que tras 18 meses de cautividad retendría en su memoria los datos de algunos de los defensores, pero lo más razonable es pensar que para confeccionar la lista completa recurriera a solicitar la filiación a los diferentes cuerpos implicados, y ésta fuera la relación que publicara al finalizar su trabajo. Por tanto, y como ya mencioné en otra ocasión, sería lógico que en el caso de las compañías de Ceriñola se le enviara la lista de revista de las dos compañías incluyendo en ella a algunos hombres que se hallaban en la plaza como destino, que estuvieran de permiso o ingresados en algún hospital. Frente a los 293 nombres de Casado (164 de la 2ª del I Bon, y 121 de la 4ª del III), Caballero Poveda cifra en 193 los efectivos de Ceriñola presentes en Igueriben el 21 de julio de 1921, mientras que el regimiento daba una cifra de 180. Esta diferencia de cien hombres podría significar que del orden del 30% de los efectivos de cada compañía no se hallaba en Igueriben, cantidad similar a la que aporta en su lista de revista el 14º de caballería. Seguramente, ésta es la razón de que en la lista de Luis Casado aparezcan nombres de soldados que no se hallaban en Igueriben o de que, por el contrario, no aparezcan otros que sí estuvieron durante el cerco.
El toledano Luis Asensio Ramos, 2ª Cia/I Bon, formó parte de una de las compañías provisionales organizadas entre aquellos que se hallaban destinados en la plaza. Asensio tomó parte en la defensa de Nador resistiendo, según sus palabras, el asalto de los moros con un par de cojones de los de dos yemas, y salvando el peligro de milagro porque lo hirieron de gravedad el último día, y también porque los rifeños cumplieron los pactos alcanzados con el teniente coronel Pardo Agudín. Diez días con sus noches aguantamos, zurraos por la artillería y la fusilería. Lo peor era el olor de los muertos enterrados en el sótano y la sed, la puta sed. Con el orín te duele la barriga y tienes pesadillas y vómitos. Lo pasamos muy mal pero aguantamos como gatos panza arriba hasta las últimas. Desde entonces en Talavera de la Reina conocen al soldado Asensio como el Héroe de Nador y, aunque no recibió condecoración alguna, fue objeto de un recibimiento por todo lo alto. Caso similar fue el de Basilio Serrano Matamala, de la 4ª del III Batallón. Basilio tampoco es citado en los partes de heridos ni en las relaciones de los que pudieron escapar con vida, sin embargo de manera casual localicé su esquela en el ABC del mes de abril de 1996; falleció a los 98 años en Madrid. También quisiera destacar que algún soldado fue ingresado pero no queda constancia de que se hallara en Igueriben. Así, Secundino González Rodríguez de la 2ª Compañía que figura en los listados de heridos ingresados en Melilla con pronóstico grave, aparece también en la relación de defensores, pero no es citado por el regimiento como superviviente. Por tanto, resulta casi imposible poder afirmar que se hallaba en Igueriben, pero sí podemos constatar que sobrevivió al Desastre.
Tampoco se hallaban en Igueriben Pedro Mula Aznar, convaleciente en su casa en la provincia de Murcia y poseedor de un permiso firmado por el jefe accidental del regimiento, teniente coronel Manuel Ros Sánchez, ni el cabo de Ceriñola Juan Cánovas Paredes, ni otros tantos que tras la guerra civil fueron objeto de persecución o represalias franquistas, y por tanto tampoco se hallaban en Igueriben, como ocurrió en los casos de Aquilino López Vela, Luis Bernal Morcillo, natural de Torrejoncillo (Cáceres), indultado en 1958, Mariano García Arroyo, Severino González Fernández, Pablo Hernández Alonso, José Barrios García, Francisco Aguilera Mut (aparece en la relación con el apellido Mota), Federico Fernández Pérez y Domingo Bueno Montoliu, natural de Madrid e indultado en 1944. Todos ellos pertenecían a Ceriñola lo que, sin duda, respalda la idea de que Casado recibió del regimiento la lista de revista, y no los nombres de los 180 defensores que efectivamente se hallaban en Igueriben.
Llegados a este punto, doy por finalizada, al menos por esta ocasión, mi búsqueda de supervivientes. Sé que hasta que no tengamos en nuestro poder la relación de muertos de todos los cuerpos, no tendremos la certeza absoluta de saber si hubo más supervivientes o no. Tal vez ni siquiera entonces. Yo he podido descubrir 69 (de los cuales 6 morirían posteriormente en cautividad), que con toda seguridad sobrevivieron a Igueriben, ya que aparecen, bien en prensa histórica, bien en documentos oficiales posteriores. Mi intención y mi deseo eran que hubieran aparecido más, y que se hubieran cumplido las palabras que Indalecio Prieto pronunció en el congreso afirmando que se pudieron salvar un sargento y cien hombres de la guarnición. Lamentablemente no he podido encontrar tantos nombres y dudo que fueran muchos más, al menos que nos sea posible confirmarlo con los medios que disponemos, aunque no cejaré en el empeño de ir siempre más allá de lo que se nos ha contado.
Relación actualizada supervivientes de Igueriben. Del artículo Defensores de Igueriben.
http://desastredeannual.blogspot.com.es/p/prueba_79.htmlSufrir, morir y vivir en Igueriben |
Muchas gracias Sr. Sánchez, por este estudio tan pormenorizado sobre los supervivientes de Igueriben.
ResponderEliminarDisculpe: en el margen de su blog hay una fotografía de Fernando Tomaseti. ¿Sería tan amable de decir de donde ha obtenido dicha fotografía?
ResponderEliminarLa fotografía se hallaba en los fasciculos "España en sus héroes", obra del coronel Gárate Córdoba. Editorial Ornigraf, Madrid 1969. Si la desea se la puedo enviar.
ResponderEliminarsanchez_reg@hotmail.com
Gracias por el blog y el magnífico trabajo de documentación.
ResponderEliminarSoy Manuel Sierra, sobrino nieto del tte Justo Sierra Serrano. Enhorabuena por mantener viva la memoria de tantos buenos soldados caídos con honor. Me gustaría contactar con Rocío Sierra, para saber más de la vida del Tte Sierra y la circunstancias de su muerte, así como sus descendientes. Gracias
ResponderEliminarHola Manuel. Ecantado de concoerte. Te pido que te pongas en contacto conmigo a través de mi mail.
ResponderEliminarsanchez_reg@hotmail.com
Saludos
Estimado Javier.
ResponderEliminarA la vista de la calidad y el volumen de la información que nos ofreces en cada artículo, superior en gran medida y casi siempre, a todo lo publicado sobre el Desastre de Annual, me pregunto si no hay posibilidad de intentar la publicación de un libro que deje para la posteridad el resultado de tu enorme esfuerzo.
Tu gran tenacidad y el seguro ingente trabajo de investigación que has llevado a lo largo de los años te sitúa en una posición privilegiada para ello, pues creo que la gran obra española sobre Annual aún esta por escribir. Juan Pando Despierto se aproximó mucho con su Historia Secreta de Annual, pero se quedó algo corto, o al menos a mí me lo pareció.
Creo que la Editorial Almena, especializada en Historia Militar, tal vez pueda ayudarte en el empeño. Aquí tienes al primer comprador.
Una vez más, mil gracias.
Gracias por su extraordinario trabajo. Llevo años leyendo todo lo publicado sobre el Desastre y es el trabajo mejor documentado que he encontrado. Los descendientes de los protagonistas y todos los que todavía se nos humedecen los ojos y apretamos los puños cuando recordamos, debemos estarle agradecidos
ResponderEliminarSoy militar y como historiador tambien viajero incansable de todas esas lomas del Rif en las que un dia estuvieron nuestras posiciones y que fueron testigos mudos de tanto sufrimiento y sangre pero tambien de actos de valor y extrema gallardia y dignidad .Por eso no puedo por menos agradecerle su magnifica labor de investigacion y tambien en estar de total acuerdo de que es el trabajo mas serio y documentado que se ha escrito sobre Igueriben y sus defensores . Desde Huesca le doy humildemente las gracias por su trabajo y esfuerzo en poner nombres y apellidos a los soldados de España que alli estuvieron y para que esos nombres no caigan en ese olvido lamentable de nuestra actual ignorancia colectiva. Animese e intente que le publiquen tanto conocimiento . Un saludo y de nuevo muchas gracias .
ResponderEliminarHola a todos, como buen melillense, soy aficionado a conocer todo lo relativo a la historia de Melilla, y los acontecimientos de la Guerra de 1921 y sus vicisitudes siempre me han atraido, te agradezco tu gran trabajo.
ResponderEliminarSaludos.
Interesantísimo trabajo, ¡si señor!. Lamentable que la mayoría de personas de mi edad (36 años), universitarios y supuestamente con un alto nivel, cultural desconozcan los hechos de Annual y no digamos el holocausto de otras posiciones como Abarrán, Igueriben, Sidi Dris, Monte Arruit, Dar Kebdani...etc... ¿Amnesia incentivada para facilitar la "alianza de civilizaciones"?, ¿para proteger al nieto de Alfonso XIII?, o simplemente nuestra maldita ignorancia histórica...
ResponderEliminarEnhorabuena. Magnifico trabajo de Investigación.
ResponderEliminarTengo un familiar que luchó en el la guerra de Alhucema sobre el año 1925 se llama Joaquin Cerezo Pérez y era natural de La Codosera (Badajoz), es lo único que se de él, ruego si alguien sabe algo de este soldado me lo diga al correo: silvocalvio@yahoo.es Gracias.
ResponderEliminarEn este artículo hay una foto de Fernando Calderita cabo de ametralladora A68, ¿puede decirme si este soldado era de La Codosera (Badajoz)? mi correo es silvoalvio@yahoo.es
ResponderEliminargracias.
Me ha hecho mucha ilusión encontrar en este página información sobre el hermano de mi abuelo.
ResponderEliminarFrancisco Alaminos Haro era mi tío abuelo, y curiosamente en varias páginas en lugar de Alaminos está apellidado "Alamino",me imagino que son errores de la época.
Estoy buscando información sobre él para incorporarla a mi árbol genealógico, y quisiera pedirles si puedieran informarme a donde puedo dirigirme para solicitarla.
Gracias!
Saludos
M.Ángeles
patchmarian@gmail.com
En este artículo parece el soldado Luis Bernal Morcillo natural de Torrejoncillo (Cáceres). ¿Podría informarme o facilitarme la documentación en la que figura su procedencia? Gracias. Jesús Galán. E-mail: jcegalan@hotmail.com
ResponderEliminarFueron las baterias ligeras de Annual (Com. Ecija) las que bombardearon Igueriben tras su evacuación con metralla para evitar que el material fuera aprovechado por los rifeños, como era usual. Ver hoja servicio de Ecija en AGM Segovia. La evacuación de Igueriben se produjo sorpresivamente al ver que el convoy de socorro se retiraba. No hay constancia fidedigna del último telegrama de Benitez a Annual (nos quedan 12 cargas....), salvo lo declarado por el poco fiable teniente Casado. En torno a Annual hay demasiadas leyendas...
ResponderEliminarHola Fernando. Gracias por visitar el blog y por dejar su acertado comentario. Cuando escribí el artículo dedicado a los supervivientes, hace ya algún tiempo, intenté acabar con uno de los tópicos que no por repetidos son ciertos, el número de supervivientes de Igueriben. Siempre se había escrito que fueron muchos menos de los que realmente sobrevivieron. En mi opinión el bombardeo de Igueriben por las baterías de Annual, aunque usual, pudo producir, lo recoge algún testimonio, bajas entre los rezagados y heridos que no habían abandonado la posición. Sobre el mensaje de Benítez tengo las mismas dudas que usted pero no la seguridad para poder afirmarlo. De lo que no me cabe duda es que en torno al Desastre han corrido demasiadas leyendas. Algunas han caído y otras, estoy seguro caerán. Acerca de la fiabilidad de los testimonios, existen sombras de dudas en la gran mayoría de ellos y en algunos casos directamente se faltó a la verdad.
EliminarAtentamente
Javier Sánchez Regaña
Javier, gracias por tu respuesta que comparto casi enteramente. Volviendo al famoso último mensaje del Comandante Benitez por heliograma (algún testigo declaró, por cierto, que el cielo sobre Igueriben en esas horas estaba cubierto), en ninguno de los documentos que he consultado en el AHN y en los del AGMM aparece referencia alguna a dicho mensaje. Ninguna alusión tampoco he visto en las declaraciones de los testigos directos de la caida de Igueriben ante Picasso y luego ante el Consejo Supremo de Guerra, como tampoco aparece en las transcripciones de las comunicaciones cruzadas entre Annual y la posición en esos trágicos momentos.... Resulta poco probable que estando el mando militar tan necesitado de episodios honrosos durante aquellos sangrientos días, el ejército no hubiera dado una publicidad de mayor relieve a dicho mensaje, de haber existido.En todo caso, las declaraciones del teniente Casado y del Sargento Basallo que son las fuentes principales para este asunto no resultan fáciles de encajar en las circunstancias en las que la posición fue desalojada, parece, con gran precipitación y de forma inesperada al ver que el convoy de ayuda estaba retirándose. Saludos
EliminarHola Fernando.
EliminarLa mayoría de supervivientes, sobre todo en el juicio para conceder la Laureada al capitán Federico de la Paz, coinciden en un aspecto que me parece capital. El capitán guardó hasta el último momento 8 botes de metralla para dispararlos a quemarropa cuando el enemigo ya estuviera muy cerca de las alambradas. Estos sin duda fueron los últimos disparos que ordenó De la Paz, poco después se produjo la evacuación. Así consta en el testimonio, entre otros, del cabo de artillería Manuel González Cruz que afirma que tras disparar los botes el capitán ordenó inutilizar las piezas, el mismo lo hizo utilizando un hacha y fue ese el último momento en que lo vio, después como pudo llego hasta Annual, herido y dando grandes rodeos. Similar testimonio aportan Martín Pérez López y Domingo Martínez Manzanares ambos de Ceriñola en el sentido de que los últimos disparos de artillería fueron los de la metralla, ambos llegaron heridos de bala al campamento de Annual. Allí no consta que ninguno muriera atiborrado de agua, los muchos médicos presentes, les proporcionaron líquidos para hidratarlos con mesura. Otro tópico que se ha mantenido a lo largo de los años.
Ramón Sicilia Iglesias, soldado de Ceriñola, también recordaba aquellos últimos botes de metralla disparados por el capitán De la Paz. Hago constar que las declaraciones de los supervivientes no se realizaron en la misma época, algunos de ellos ya se habían licenciado o estaban en hospitales militares alejados de Melilla. Por tanto es difícil pensar que se pudieran poner de acuerdo para aportar idénticos testimonios.
Finalmente en la orden general de la Comandancia General de Melilla del día 26 de julio de 1922 se cita el testimonio de algunos supervivientes y se cita que efectivamente el día 17 solo quedan unas 40 granadas ordinarias y 8 de metralla que el capitán guardó para un momento difícil y el momento fue el 21 de julio, aproximadamente a las tres de la tarde.
En el dictamen del juez instructor, comandante José Sánchez Ledesma, se hace constar igualmente la existencia de los 8 botes de metralla. Se menciona también el testimonio del sargento Dávila en el sentido de que quedaron algunas granadas sin disparar por falta de espoleta. El dictamen del instructor finaliza que el capitán es acreedor de ingreso en la orden de San Fernando. En ninguna de las páginas del informe se hace referencia al mensaje de las doce cargas, ni una sola referencia.
Te dejo mi mail, me gustaría contactar contigo.
sanchez_reg@hotmail.com
Buenos dias Javier. Enhorabuena por tus artículos sobre el desastre de Annual. Me llamo Javier Rodríguez Pastor, soy coronel de caballería en la Reserva y pertenezco a la Asociacion de Amigos de la Academia. Tenemos una web donde nos gustaría poder publicar algunos de tus articulos sobre este tema. Si estas interesado te ruego contactes conmigo en la dirección jrodrpas@gmail.com
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