La posición sin nombre. 2ª parte.
Camino a la posición
Al frente de la columna, Primo de
Rivera y Sainz se adelantan a sus hombres acompañados de una pequeña escolta.
Parten a las 8.00 h, y en hora y media alcanzan el puente de madera que dista
aproximadamente unos 7
kilómetros . A la columna le costaría más de dos horas y
media alcanzar el mismo lugar. La mayoría de los testigos coincide con Sainz en
la hora de arribada: el teniente Muñoz Dueñas, los sargentos de Ceriñola
González de Mendoza y Lafuente Mayo, los zapadores Alonso Felipe, Tomás Galán y
Blas Muñoz, el herrador Macario Pavón y el soldado de Alcántara Severino
Morales. Cuando llegan al puente de madera, en Annual ya ha comenzado la
retirada o está a punto de acontecer. Entretanto, el teniente coronel y Sainz
se reúnen con Fortea y los jefes rifeños en las alturas donde se va a instalar
la posición tan deseada por los notables de la zona. Las tropas de infantería,
ingenieros y caballería quedan descansando junto al puente mientras se les
suministra un refrigerio. El capitán Luque, como jefe de la infantería, sortea
entre las tres compañías quiénes deben quedar de guarnición en la posición;
resultan ser la 6ª/III y la 3ª/II, con lo que el capitán Luque hubiera tenido
su cuarta jefatura en pocos días. En el camino, al cargo de las municiones,
equipaje y utillaje, así como garantizando la seguridad de las lomas del otro
sentido de la pista, quedaría la 1ª/III al mando del capitán Pérez-Peñamaría.
En ese momento llegan los camiones de ingenieros, y los infantes cargan en los
mulos los aperos necesarios para fortificar la posición. A bordo también se han
desplazado hasta allí algunos soldados del tren regimental de Ceriñola de los
cuales solo se salvará Ildefonso Macía Gamonoso. En vista de que no hay
suficientes semovientes, el teniente coronel ordena que se utilice el ganado
del escuadrón de ametralladoras, lo que, según el testimonio del capitán Sainz,
se consigue a duras penas ya que los bastes de las máquinas impiden cargar con
normalidad las estacas y las alambradas. Finalmente, tras un descanso, las
tropas inician la subida a la loma; cubren los flancos el 3er Escuadrón de
Alcántara a las órdenes del teniente Climent, y el escuadrón de ametralladoras
que manda el capitán Triana. En las alturas también se hallan policías de la 8ª
Mía del capitán Jiménez Ortoneda (cuñado de Fortea) y de otras mías al mando de
los tenientes Martínez Luque, Suárez Cantón y Joaquín Crame. En las
inmediaciones de la
Intermedia B se halla una sección de la 13 ª Mía que manda el
teniente Haro Melgares de Segura.
Camino a la posición |
En los trabajos intervienen tanto
los infantes como los ingenieros, con la única excepción de un pelotón que, al
mando del teniente Elifio Feliz de Vargas, queda en un lugar próximo al cargo
de la impedimenta. El quedar aislado del resto de su unidad marcó el destino de
este joven oficial: al abandonar la posición se separó de sus hombres,
resultando el primer oficial que cayó en la posición
sin nombre. Todos coinciden en afirmar que la intensidad del ruido de fusilería
procedente de Izumar fue in crescendo a medida que iban creciendo tanto el
parapeto como la ansiedad entre la tropa que trabajaba. El capitán, los
oficiales y los sargentos se deben esforzar en conseguir que los hombres
trabajen ajenos al peligro que se avecina. No existe unanimidad en la hora en
la que son conscientes de que comienza la retirada en Annual. Sigifredo Sainz
se halla entre la posición y la pista supervisando los trabajos cuando avista
un coche rápido que se detiene al ver tropas españolas. En el vehículo viajan
Carlos Gómez-Moreno, secretario de sanidad militar, Gregorio Fernández Lozano,
comandante del grupo de hospitales, y el capitán Juan García Gutiérrez,
director médico de la enfermería de Annual. Alguno de estos oficiales detalla a
Sainz los primeros pormenores de la retirada; el capitán queda sin palabras y
vuelve a coronar la loma para informar al teniente coronel, quien no puede dar
crédito. Son aproximadamente las 13.00 h cuando, según afirma Fortea, un
oficial de Intermedia B se desplaza hasta el lugar donde se halla el teniente
coronel Primo de Rivera y le comunica que por orden del Comandante General debe
cubrir con sus escuadrones el tobogán de Izumar. A los de Intermedia B se les
pide también que se mantengan en su posición para contener lo que vendrá desde Annual.
Los hombres de Pérez García cumplirían con creces las órdenes recibidas: no
hubo ni un superviviente. Aunque en el expediente se cita a los soldados Luis
Bacardit y José María Álvarez como sobrevivientes de la posición, en la declaración
del primero queda claro que días antes del 22 de julio fue relevado y enviado
al campamento de Annual, y que no quedó ningún soldado vivo que estuviera hasta
el último momento en B. Guarnecía la loma la 6ª Compañía del 1er Batallón; 95
soldados al mando del capitán Miguel Pérez García, teniente Manuel Soto Conde y
alférez Isidoro López Camiña que, con toda seguridad, fue quien comunicó a
Primo de Rivera las órdenes del general Silvestre. Las fuerzas de policía
estacionadas junto a la Intermedia ,
a las órdenes de Enrique Haro Melgares de Segura, se replegaron junto al resto
de su unidad. El teniente Haro, que moriría en Monte Arruit, tenía un hermano
-Pedro- capitán de San Fernando, que murió precisamente en el repliegue entre
Annual y Ben Tieb.
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De Izumar a Intermedia B |
En aquel momento ya se divisaba
hacia Izumar una gran polvareda, que aún sin dejar ver a nadie, hacía presentir
lo peor. Los jefes que acompañan a
Fortea se hallan cada vez más excitados y las tropas de policía que se encuentran
desplegadas por las lomas contiguas, aunque parece que se despliegan con
intención de cortar el camino, realizan movimientos desconcertantes. El capitán
Sainz adopta algunas medidas encaminadas a proteger la columna; la compañía del
capitán Pérez-Peñamaría se desplegará en línea en la pista para frenar a los
fugitivos; el capitán Triana envía una sección de su compañía para proteger el
flanco izquierdo y otra en dirección a la Intermedia. De
repente, en la pista comienzan a aparecer soldados y más soldados que en
desesperada carrera se dirigen hacia el puente de madera donde todavía se
hallan los escuadrones de Primo de Rivera. Las tropas de infantería creen en un
principio que se trata de los integrantes de un convoy que regresa o se dirige
a algún lugar, pero el desgobierno no deja lugar a dudas. Desde las alturas,
algunos policías disparan contra los soldados que todavía siguen trabajando, por
lo que en ese momento el capitán Luque no tiene más remedio que suspender los
trabajos y ordenar la retirada. Se agotan los adjetivos a la hora de explicar
lo que presenciaron los hombres de la columna, primeros que divisaron el caos
que provenía de Annual. El teniente coronel Pérez Ortiz pasaría, no mucho después,
por el mismo lugar, y dejaría constancia en su libro de lo que allí vio: “El camino, el fondo del barranco, los
ribazos están sembrados de cajas de municiones, bastes, ruedas y piezas de
montaña, ametralladoras, fusiles partidos, cubas, mantas, equipos, recuadros,
camillas. El cuadro es tristemente grandioso, dantesco, horrible y me recuerda
a los grabados de la gran derrota napoleónica”.
La retirada por la pista
Para poder explicar de manera
ordenada -si eso es posible- la retirada de la columna me veo obligado a
hacerlo por unidades ya que cada una de las que participaron en la operación
corrió una suerte diferente. Primo de Rivera, una vez recibe las órdenes y es
consciente del desbarajuste que se cierne ante sus ojos, reúne a una parte de
su oficialidad y, pistola en mano, les avisa que ha llegado el momento de sacrificarse por la patria, que cada
uno ha de ocupar su puesto y que hay que contener tan incomprensible retirada a
toda costa. Sigifredo Sainz, Ricardo Chicote -capitán del 5º Escuadrón- y Juan
Maroto -alférez del 2º- son testigos de ello. Todos dan fe de que se intentó
contener la desbandada en varias ocasiones.
Lo mismo afirmó el suboficial
Ramón Jimeno que oyó gritar a Primo de Rivera que había que hacerse fuertes en
aquel sitio, mientras contenía a los fugitivos amenazándolos con su pistola. De
nada sirvió, ya que, según testimonió Jimeno, los soldados en su alocada
carrera saltaban por los barrancos que a derecha e izquierda de la pista impedían
que se pudiera frenar la desbandada. Finalmente, el teniente coronel decide
retirarse escalonadamente; según el soldado Severino Morales Pradillo -del 3º-,
fue el alférez Laguardia el encargado de comunicarlo al resto de oficiales. Los
escuadrones debían reagruparse: el 3º y
el de ametralladoras se hallaban en el margen izquierdo del camino en dirección
Annual, y una sección del 5º, con el teniente Vea-Murguía, en el lado derecho. Para
entonces, el capitán Sainz ya había recibido la información del suicidio en
Annual de Silvestre. Los camiones de ingenieros que se hallaban junto al puente
fueron asaltados y partieron hacia Ben Tieb sin que nadie pudiera impedirlo; no
mucho después quedarían inútiles en la pista. Sainz recibe orden del teniente
coronel de incorporarse a la compañía del capitán Pérez-Peñamaría que debía
cubrir la parte derecha del sentido de la marcha. En la confusión del momento,
un oficial desconocido roba el caballo al ordenanza de Sainz amenazándole con
la pistola. No lo puedo creer -escribiría-.
Finalmente, a lomos de otro perteneciente a caballería, logró replegarse junto
a la compañía de Ceriñola de la cual se salvaron todos los oficiales y la
mayoría de los soldados.
El cabo Tiburcio de Pablo
testificó que los de Alcántara se
retiraron desplegados en guerrilla, llevando los caballos cogidos de las
bridas hasta que, una vez pasado el Morabo, montaron y continuaron hasta Ben
Tieb. Testimonio similar prestó el resto de cazadores; el teniente Vea-Murguía,
con su sección en retaguardia, recogió a muchos heridos, entre ellos el capitán
José Aguirre Olozaga de la
Policía Indígena que moriría en Melilla tras ser evacuado. A
medida que se acercaban a Ben Tieb decrecía el tiroteo; se reorganizaron las
tropas, y los escuadrones pudieron llegar en buen orden y sin bajas, según el
testimonio de los supervivientes. Allí tenían que recoger la impedimenta del 5º
Escuadrón, y una sección al mando del teniente Victoriano Púa debería intentar
llegar hasta Dar Mizziam, cabecera de la mía de Fortea, con la intención de
ocuparla. Finalmente se desistió, ya que parece que en aquellos momentos ya
estaba tomada la decisión de abandonar Ben Tieb. Todos los escuadrones
partieron hacia Drius menos el 5º, que quedó en espera de cubrir el repliegue
de los hombres del capitán Lobo, maniobra que cubrieron sin tener ni una sola
baja. En Drius se reorganizaron los escuadrones que, a partir de aquel momento,
escribirían una de las más gloriosas páginas de la caballería.
El general Picasso cifró en 439
los cazadores presentes aquel 22 junto al puente de madera. Según las
relaciones de supervivientes que aportó el regimiento, en sucesivas tandas se
presentaron un total de 169 soldados (incluyendo los siete prisioneros en
Axdir). Del total, tenemos que descontar 23 soldados que provenían del
destacamento que el regimiento tenía en el Zoco de Telatza que se refugiaron en
zona francesa, y otros 18 que se encontraban en Segangan. Por tanto, de
aquellos 439 hombres, menos de 128 soldados quedaron con vida tras la masacre
de Arruit.
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Derecha, soldado José Picón González. 4º Escuadrón Alcántara 14, muerto en combate |
He podido comprobar que de los 25
oficiales que participaron en la operación, 20 murieron en los días siguientes.
En cuanto a la suerte que corrió el resto: el capitán Chicote fue herido y
evacuado a Melilla el 23 de julio; los tenientes Francisco Bravo y Luis Martín
Galindo (quien en 1922 se casaría con una hija del coronel Gabriel Morales) participaron
en la defensa de Zeluán, volviendo a Melilla el 3 de agosto el primero y el día
10 el segundo; el teniente Fernando Vea-Murguía fue herido y evacuado el día
23; el teniente Julián Troncoso y el alférez
Juan Maroto resultaron prisioneros en Axdir.
La compañía de Pérez-Peñamaría fue
la que se replegó con más orden; llegó a Dar Drius al anochecer, y al día
siguiente, 23 de julio, fue enviada a reforzar la posición de Uestia, donde se hallaba
destacada una sección de San Fernando -de la compañía provisional- al mando del
teniente Ricardo Alarcón. En Drius, según los valiosísimos listados del
teniente coronel Pérez Ortiz, la compañía había perdido en la retirada 27
soldados de los 104 que la componían. Cuando la columna del general Navarro
abandonó Drius el día 23, la compañía cubrió su paso, y algunos de sus hombres,
como el cabo Julio Mayor Sánchez, formaron parte de las guerrillas que arremetieron
contra el enemigo para cruzar el río Igan. Julio Mayor recibió el impacto de
una bala, y al llegar a Batel fue evacuado junto a otros muchos heridos en uno
de los últimos trenes que llegaron a Melilla. El resto de los supervivientes
continuaron hasta Monte Arruit, de donde muy pocos consiguieron escapar. En la
relación de supervivientes del regimiento aparecen 47 soldados pertenecientes a
esta compañía, de los cuales el 21 de julio 26 se hallaban no disponibles por
diferentes conceptos, lo que indica que de los 104 presentes en Ben Tieb tan
solo 21 quedaron ilesos. En lo que respecta a los cuatro oficiales, únicamente
el teniente Joaquín Arándiga pudo evitar la muerte. El regimiento, a
requerimiento de Picasso, emitió un oficio con fecha 8 de septiembre de 1921
donde el coronel de Ceriñola comunicaba que el teniente Arándiga, enfermo,
estaba en observación como presunto demente, y, de hecho, hasta dos años
después no volvería al servicio activo. Teniendo en cuenta que este oficial no
aparece en las relaciones de Monte Arruit, debió ser evacuado desde Drius o
Batel, probablemente aquejado de algún trauma. No sería el único, el capitán
Fortea perdió el habla y no la recuperó hasta días después gracias a la
hipnosis. El teniente Jesús Pérez Pérez no aparece citado en las relaciones de
oficiales presentes en Arruit, por lo que debió fallecer con anterioridad o en
el repliegue desde Batel y Tistutin. El
capitán José Pérez-Peñamaría Saco y el teniente Medina Morris murieron en
Arruit; el cuerpo del segundo fue identificado tras recuperarse en octubre la
posición, y sus restos fueron enterrados en el Panteón de Héroes, donde reposan
en la actualidad. El Telegrama del Rif publicó el 27 de octubre varias esquelas
donde se hacía mención a los que pudieron ser reconocidos tras la reconquista
de Arruit; de Ceriñola capitanes Corchs y Robles, teniente Medina Morris,
alférez Julio Moral y sargento Adolfo Escribano Jiménez.
La retirada por los barrancos
Por más que se intentó reagrupar
a las compañías, resultó inevitable que aquellas que se hallaban más cerca de
la posición sin nombre quedaran
aisladas del resto de la columna y se vieran abocadas a escapar siguiendo
barrancos y sendas apartadas de la pista. La
3ª/ II de Ceriñola se hallaba entre el camino y la posición en
construcción. Los 100 hombres y los dos oficiales, Muñoz Dueñas y Velasco
García, desplegaron a la fuerza intentando alcanzar la pista. De esta unidad
tenemos muy pocos testimonios ya que muchos de los soldados murieron, bien durante
esta primera retirada, bien posteriormente en la defensa de Monte Arruit. El
teniente Muñoz, jefe accidental de la compañía, afirmó en su declaración que se
había retirado antes que la compañía de Luque y los zapadores, con la misión de
proteger el flanco derecho de la marcha. Tuvo tiempo de girar la vista y
divisarlos cuando abandonaban la posición, donde ya no quedaba casi nadie. Al
pasar por un poblado próximo, la compañía recibió fuego intenso y se produjo un
nuevo desbarajuste, llegando incluso al cuerpo a cuerpo. Después, el oficial se
encontró solo entre casas, sin ver otra opción que arrojarse a un barranco
donde quedó semiinconsciente. El teniente –que no había sido herido de bala-
justificaría su estado físico debido a la fatiga de la marcha del día anterior
y a la operación de la mañana. Por suerte, Muñoz fue encontrado por el soldado
Agustín Landa, quien junto a dos
compañeros lo transportó hasta Ben Tieb, adonde llegaron a las 17.00 h, justo
cuando los escuadrones de Alcántara y la compañía de Pérez-Peñamaría partían en
dirección a Drius. En la declaración del teniente, el general Picasso anotaría:
tomar declaración al soldado Landa.
Sin embargo, no podría el general escuchar a Agustín Landa Valle puesto que
después de salvar a su oficial murió en combate. El 11 de octubre de 1923, a su madre, María
Valle Martínez, residente en Ayala -Álava-, le fue concedida la pensión de 328.50 pesetas, correspondiente
a su hijo fallecido. Tan solo aquel Diario Oficial publicó el nombre de 46
soldados de Ceriñola muertos, cuyos familiares tenían derecho a recibir pensión;
las familias de los sargentos recibirían entre 1.200 y 1.500 pesetas anuales,
431.20 las de los cabos y 364.50 las de los cornetas.
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Vista aérea de Ben Tieb |
La 3ª de zapadores
Los ingenieros de García Andújar
se hallaban en plena faena cuando se tocó retirada. El capitán ordenó que la
compañía se armase y encomendó a un sargento que, junto a un pelotón de 14
hombres, recogiera las herramientas y se uniera a retaguardia de la columna. El
sargento Belmonte y sus 14 hombres fueron los últimos en abandonar la posición.
No pudieron hacerlo en dirección a la pista y tuvieron que encaminarse hacia
los barrancos adyacentes. Por más que en las declaraciones de todos ellos se
insista en que la retirada se hizo en buen orden, correr entre barrancos
defendiéndose tuvo que ser realmente difícil. Tomás Galán Díaz, natural de
Consuegra en Toledo, se echó barranco abajo en guerrilla, disparando y
recibiendo fuego grande. Antes de ser
hecho prisionero fue herido de bala en el costado derecho, perdiendo el
contacto con el sargento Belmonte y sus compañeros. Alonso Felipe Sánchez se
retiró junto a Belmonte, y testificó que el sargento fue herido, apresado y
posteriormente muerto en cautividad. Pedro de Dios Serrano también fue capaz de
alcanzar la pista en su carrera. En su declaración aportó un pequeño matiz que
ninguno de los componentes de la sección había citado antes; el soldado De Dios,
parapetado junto a la pista, vio morir a varios soldados de Regulares, y al
saltar a la pista vio -y no tenía ninguna duda- el cadáver del coronel Morales,
atravesado en la carretera y que acababa
de morir. No sería el único testigo de la columna que vio al coronel
Gabriel Morales, hubo quien lo vio antes de morir.
El soldado Blas Muñoz Cano
(Alcalá la Real ,
Jaén 3-2-1898) también logró escapar a duras penas. Puedo aportar datos de Blas
gracias a que su hijo, Eloy Muñoz, me ha enviado en unas cuartillas los
recuerdos de los relatos que contaba su padre cuando él era un niño. Blas Muñoz
se hallaba trabajando en el campamento
sin nombre cuando alguien gritó !sálvese
quien pueda! y echó a correr todo lo que pudo hasta llegar a un camión
abandonado en la cuneta de la pista, junto al que vio una lata que cogió
desesperadamente y bebió con tal ansiedad que tardó en darse cuenta de que era
gasolina. Pronto se sintió mareado y, preso de náuseas, cayó por un barranco y
perdió el conocimiento. Durante dos días permaneció en un estado de
semiinconsciencia, hasta que fue apresado por rifeños que merodeaban buscando el
botín. Blas estaba herido, al caer se había causado una fuerte herida en la
cabeza que le había provocado una hemorragia. El rifeño que lo cogió lo llevó
hasta su cabila donde fue curado por la mayor de las 25 mujeres que, según el
soldado, tenía el moro. Le dieron de comer y beber, y días después lo
trasladaron a Axdir, donde pudo escribir a sus padres que le daban por
muerto. En Axdir vivió el infierno del
cautiverio, teniendo que matar ratas y robando
la comida baboseada por los caballos para poder comer. Tuvo la oportunidad
de escapar cuando dos compañeros, Bartolomé Rondón y Miguel Laborda, le propusieron
evadirse nadando hasta el Peñón, pero Blas no sabía nadar. Rondón había
escapado de la tortura de Igueriben, y Laborda había logrado sobrevivir a la
rendición de Dar Quebdani; ambos fueron capaces de llegar nadando hasta el
Peñón, donde a buen seguro darían un colosal sobresalto al centinela de
guardia.
http://desastredeannual.blogspot.com.es/p/la-odisea-de-blas-munoz-cano.html
http://desastredeannual.blogspot.com.es/p/la-odisea-de-blas-munoz-cano.html
Corre cautivo, corre.
Llega pronto a la playa
camino de Alhucemas,
camino de Melilla,
que a mí no me cogen,
que a mí no me pillan.
Juan Ozaeta, prisionero en Axdir. Octubre de 1921
Blas Muñoz Cano 1898-1976 |
El resto de la compañía continuó
hacia Ben Tieb. Para saber qué ocurrió a partir de aquel momento, contamos con
el testimonio del soldado Juan Flores Garrido, también de la 3ª de zapadores.
El soldado Flores era asistente del comandante Emilio Alzugaray, y se hallaba
junto a su jefe en Annual. El 22 por la mañana partió formando parte de la
columna de fuerzas de ingenieros que estaban en el campamento. Dejó de ver al
comandante en la posición Intermedia B, y al llegar a Ben Tieb se encontró con
los restos de su compañía: los dos oficiales, unos 40 o 50 hombres, y algunos otros
que no habían formado parte del convoy, como fue el caso del soldado y
conductor Antonio Jiménez Ortega, que no abandonaría Ben Tieb hasta que lo
hiciera la fuerza que mandaba el capitán Lobo. La 3ª de zapadores continuó aquel
día hasta Drius, y al día siguiente, junto a la columna del general Navarro, se
replegó a Batel y Tistutin, y sin permanecer en este destino continuó hasta
Monte Arruit, donde se mantuvo hasta la capitulación el día 9 de agosto. Los
dos oficiales fallecieron, sin que sus cuerpos pudieran llegar a ser
reconocidos. Al capitán Agustín García Andújar la ciudad de Almería, donde
nació, le dedicó una calle que hoy en día sigue llevando su nombre. De los 19
soldados de ingenieros presos en Ait Kamara, 5 -como mínimo- pertenecían al
pelotón que mandaba el sargento Belmonte.
Sargento José Belmonte Carrillo |
José Belmonte Carrillo había
nacido en Melilla; su padre regentaba en 1921 la fonda La Española en el barrio del
Real. Ascendió a sargento en el mes de julio de 1921 teniendo hasta entonces un
destino burocrático en la Comandancia
de Obras como jefe del archivo. Al contrario de lo que afirmaron algunos
testigos, no murió en la pista sino que pudo llegar hasta Ben Tieb y
posteriormente a Dar Drius y Monte Arruit, donde murió en combate a los diecinueve
años. El 29 de septiembre de 1922 (D.O. núm. 219) fue dado de baja del ejército
junto a otros 23 sargentos, todos ellos pertenecientes a la Comandancia de Ingenieros
de Melilla.
La compañía
aniquilada
Los hombres del capitán Luque se
ven repentinamente obligados a dirigirse hacia los barrancos debido a que el
fuego desde las alturas les impide alcanzar la pista cuando no habían recorrido
ni cien metros desde la posición. La compañía se divide y se forman dos grupos;
el primero con Luque, el teniente Rodríguez Pons y el sargento José Lafuente, y
el segundo al mando del teniente Honorato Hernando y del sargento Juan González
de Mendoza Cortijo. Del teniente Feliz de Vargas y de los soldados que habían
quedado con él al cuidado de la impedimenta nadie volverá a saber nada. Al
capitán le ven sus hombres de pie, con su pistola, intentando alentar a sus
soldados a disparar y a seguir en dirección a la columna, que a esas alturas se
va alejando en dirección Ben Tieb. Al atravesar el segundo barranco el capitán
no puede continuar, la fatiga le atenaza y sus hombres le suben a uno de los
mulos de la compañía. A partir de este momento los testigos que quedan con vida
de esta compañía dejan de ver al capitán, justo al atravesar una nueva
hendedura donde el fuego arrecia. Benito Luque se había incorporado al
regimiento en julio de 1919. Desde entonces se hallaba al mando de la compañía
que durante todo lo que llevaban del año 1921 había permanecido en Monte Arruit,
hasta su partida hacia Annual. Había participado en la campaña de 1909 como
teniente del regimiento del Rey, que formaba parte de la división que mandaba
el general Orozco. Desde 1911 estaba casado con Florentina Quirós, y tras su
muerte en combate ascendió a comandante. En 1923 se le abrió juicio contradictorio
para dilucidar la concesión de la laureada sin que el desenlace le fuese
favorable.
Posición del Morabo |
Muerto el capitán, y dividida la
compañía, la sección del teniente Francisco Rodríguez Pons se dirige hacia un
flanco y se pierde entre los barrancos desapareciendo entre las prominencias del
terreno. En pocos minutos queda al frente de la unidad el oficial más bisoño,
que por primera vez entra en combate. Sin embargo, leyendo los testimonios
tanto de sus hombres como de otros testigos, no hay duda de que el teniente
Honorato Hernando Romero, a sus veinte años, no solo no se arredró sino que con
sus acertadas decisiones pudo salvar a parte de sus hombres. Al teniente le
acompañan los sargentos Lafuente Mayo y González Mendoza; ambos colaboran en
todo momento intentando mantener un cierto orden, resistiendo las acometidas
enemigas y salvando posteriormente las dos únicas cajas de municiones que le
quedan a la compañía. A estas alturas la mortalidad entre la unidad es
altísima, haciendo de aquella compañía la que pagó el precio más alto por
conquistar la posición sin nombre.
Finalmente, consiguen llegar hasta cerca de la pista donde divisan un pequeño
grupo que camina despacio en dirección Ben Tieb. Para llamar su atención el
teniente utiliza el silbato en repetidas ocasiones sin lograr que se detengan,
por lo que el teniente envía al sargento González Mendoza, quien a la carrera
cubre la distancia que los separa del grupo. Para entonces, numerosos grupos
habían pasado por aquel punto de la pista, pero quiso el destino que la
menguada sección del teniente Hernando se topara de bruces con un grupo al
frente del cual se hallaba el coronel Gabriel Morales junto al capitán Emilio
Sabaté, el teniente médico D’Hacourt y algunos hombres armados. Nada aporta en
su declaración el capitán Sabaté, jefe de Estado Mayor en Annual, pero sí
recuerda el encuentro el médico D’Hacourt que cita que más allá del puente de madera se incorporó el teniente Hernando
junto a los 15 o 20 únicos supervivientes de la compañía. Joaquín D’Hacourt
declaró que la sección de Hernando venía perfectamente mandada y en buen orden,
sin saber que era la primera vez que el oficial entraba en combate, cosa que
supo a posteriori.
Llegados a este punto, dejo para
otro momento el relato de la muerte del coronel Gabriel Morales, ya que una
mayoría –en la que me incluyo- la hemos habitualmente situado antes de coronar
el Izumar, cuando, como se ha podido ver, fue mucho después. Por este motivo,
aplazo para la siguiente ocasión el aportar nuevos datos relativos a la muerte
del Coronel.
Muere el más joven
Tras la muerte del Coronel, los
aproximadamente 25 hombres que componen la columna se dividen para intentar, en
un último esfuerzo, llegar a Ben Tieb. Honorato Hernando, el joven teniente que
a pesar de su juventud y de la difícil situación demostró un gran valor, caería
muerto muy cerca de donde cayó Morales. El oficial murió junto al soldado
Serafín Aparicio Moreno que fue quien comunicó la noticia al sargento Lafuente.
Honorato había nacido en Guadalajara en 1900. Su padre, Mariano, había sido un
teniente de artillería, fallecido como consecuencia de enfermedad adquirida en
campaña, por lo que Honorato acudió al colegio de huérfanos militares e ingresó
en la Academia
de Infantería en septiembre de 1915. Desde junio de 1919 se hallaba destinado
en el regimiento en el que también prestó sus servicios su hermano Francisco. A
la madre de ambos, Matilde Romero Herranz, le tocó vivir duros momentos; después
de quedar viuda muy joven, perdió a su hijo Honorato, y durante la guerra civil
murió Francisco, siendo capitán de infantería. Una situación muy dramática la
de muchas madres y familias de los protagonistas del Desastre que, desde luego,
no obtuvieron el reconocimiento que se les debía.
La promoción a la que pertenecía
Honorato -1915- fue, junto a la de 1914, la que perdió más oficiales en el Desastre.
Componían aquella hornada un total de casi 360 alféreces de los cuales morirían
en Annual 47; un 18% de bajas tan solo durante los días de Annual. Si a esta
cifra añadimos aquellos que fallecieron antes de la paz de 1927, y a los
supervivientes descontamos los que murieron durante la guerra civil o fueron
apartados del ejército, resulta que las promociones quedaban en cuadros. Tan
solo en la 1ª sección, de la que formaba parte Honorato Hernando, murieron tres
en el Desastre (Tomás Pérez Andrade, Adolfo del Hoyo y el mismo Honorato), y 6
en las campañas posteriores (García Cabezas, Roca Waring, Gutiérrez Gorostiza,
Chinchilla Orantes, Nadal-May y Meneses Fernández). Antes de la guerra civil
fue fusilado en Jaca, en diciembre de 1930, Fermín Galán Rodríguez, y durante
la contienda -fusilados o en combate- cayeron Jerez Espinazo, Baquera Álvarez,
Aparicio Miranda y Medinilla del Águila. Seis fueron retirados en 1931, o tras
la guerra, que añadidos al fallecimiento natural de otro de ellos hacen que
únicamente quedaran con vida once de los treinta y tres que componían la
sección. Tanto Fermín Galán como Luis Baquera obtuvieron en Marruecos la Cruz
Laureada de San Fernando en 1924, Baquera en julio y Galán en octubre.
Dos de los oficiales que menciono
en este relato -Elifio Feliz de Vargas y José Medina Morris- pertenecían a la
promoción de 1915. El más joven de aquella hornada de futuros oficiales fue
nuestro protagonista Honorato Hernando (22-12-1900), quien recibió el despacho
de alférez cuando aún no tenía dieciocho años, y sin cumplir los veinte ya lucía
dos estrellas de seis puntas. Muy poco después de su ascenso a teniente murió
al frente de su sección; como ya hemos visto, no se amedrentó y continuó al
frente de su unidad hasta que la muerte lo abrazó en los barrancos del Rif.
Tras el duro ataque que los
testigos sitúan más allá de Uddia, la situación no es muy prometedora. El
capitán Sabaté va herido junto a su asistente, el soldado de Alcántara Vicente
Gómez Sánchez, y D’Hacourt que, aun contuso, puede andar. De la compañía del
capitán Luque ya solo quedan cinco o seis hombres: al sargento Lafuente en
lucha cuerpo a cuerpo le fracturan el brazo y recibe una herida de arma blanca,
y a González Mendoza le alcanzan dos balas (una le atraviesa la pierna derecha
y la otra el pie izquierdo), por lo que apenas puede caminar. Aparte de Serafín
no queda prácticamente nadie de la 6ª del III Batallón que horas antes había
partido del mismo lugar donde ahora se hallan. La pequeña fuerza consigue
llegar a Ben Tieb ayudándose unos a otros, después de haber sido despojados de
cuantos objetos de valor llevaban encima.
1918. Promoción del teniente Hernando |
En Ben Tieb ya no quedan más que
los hombres del capitán Lobo y también, según el testimonio del médico Felipe
Peña, los pocos ingenieros de la compañía de García Andújar que han conseguido
a duras penas llegar a la posición, y el escuadrón del capitán Chicote. Los
hombres de Lobo están preparando la evacuación y nada más llegar los
supervivientes deben de nuevo partir hacia Drius. Según el testimonio del
sargento Lafuente, el estado físico de su compañero González de Mendoza es tal
que el propio capitán Antonio Lobo –asegurándole que no lo necesita- le cede su
caballo. Al médico D’Hacourt lo monta en su grupa su compañero Felipe Peña, y a
Sabaté le suben a otro caballo con el que conseguirá llegar a Drius, desde
donde será evacuado a Melilla. José Lafuente Mayo (Roncal, Navarra 23-7-1893),
González Mendoza y otro superviviente de la compañía, el cabo Pascual Sanz
Morata, serán evacuados ese mismo día a Melilla e ingresados en el hospital. El
9 de agosto todos ellos formaron parte de la primera expedición que, a bordo
del Alicante, fueron enviados a Málaga junto a otros muchos heridos, entre
ellos el propio capitán Emilio Sabaté. Tanto Lafuente como González de Mendoza
serían recompensados con la medalla de sufrimientos en marzo de 1925. Serafín
Aparicio Moreno, junto a quien murió el joven teniente Hernando, fue capturado
por los rifeños y trasladado a Tafersit desde donde escapó y pudo regresar días
después a Melilla siendo ingresado en el Docker. En diciembre, tras ser dado de
alta, pudo viajar a Córdoba para visitar a su familia quedando perpetuada su
estancia en el Diario de Córdoba que
lo tildaba de héroe de África y
relataba sus peripecias el 22 de julio, antes de caer prisionero. Tras ser
licenciado ingresó en el cuerpo de Carabineros y posteriormente en la Guardia Civil.
Cuando en la noche del 23 de
julio pase revista en Dar Drius el teniente coronel Pérez Ortiz a los hombres
de Ceriñola, anotará que tan solo se han podido acoger a la relativa seguridad
de Drius 10 hombres de la compañía del capitán Luque. Hay quien ha escrito que tal
pequeña cantidad de soldados podía deberse a que algunos siguieron en dirección
Monte Arruit o incluso Melilla. Repasando la relación de supervivientes que
aportó el regimiento, y descontando del total aquellos que ocupaban destinos
tanto de cuerpo como de plaza, se llega a esa mínima cantidad de hombres que evitaron
la muerte aquel 22 de julio. De las posiciones que delimitaban el camino entre
Annual y Ben Tieb, tres se pudieron replegar: Intermedia C, Izumar y Ben Tieb;
y otras cuatro fueron aniquiladas sin que se presentaran supervivientes:
Intermedia B, Yebel Uddia, Morabo e Intermedia A. Cuando se afirma, y hay quien
lo hace, que la retirada Annual-Drius se cubrió con un número aceptable de bajas se debería recordar a
los 11 oficiales y 303 soldados que murieron en las posiciones de la pista, y eso
únicamente teniendo en cuenta cuatro posiciones.
Posición Intermedia A |
El epílogo de Arruit
En Arruit morirán en combate
muchos de los protagonistas de este episodio del Desastre. Días antes muchos
cazadores de Alcántara quedaron sin vida en el seco cauce del río Igan, o
sucumbieron tras la rendición de Zeluán. Entre los oficiales me gustaría
mencionar a Ricardo Chicote, que pasó la noche del 21 de julio en Ben Tieb. Aquella
noche se reunieron nada menos que seis capitanes: Luque, Pérez-Peñamaría, Lobo,
Querejeta, García Andújar y el propio Chicote, el único que a la postre
salvaría la vida. El jefe del 5º Escuadrón sufrió una fuerte caída que le causó
una conmoción cerebral en las cargas del Igan y fue evacuado a Melilla,
falleciendo en Barcelona en 1956.
Ubicación del puente de madera y de la posición |
El capitán Sainz consiguió llegar
hasta Monte Arruit donde permaneció y padeció hasta el día de la capitulación.
Fiel a su estilo, continuó tomando notas, muchas de las cuales se hallan
incluidas en la nueva documentación del Expediente Picasso y son de un alto
valor histórico. Permaneció prisionero hasta el 28 de febrero de 1923, tiempo
durante el cual su salud sufrió un indudable quebranto, tanto que a pesar de haber fallecido en 1933
en Madrid, fue considerado a todos los efectos como fallecido en el cautiverio (ABC, 2-6-1934). En julio de 1924
publicó su diario sobre el Desastre, que prologó el general Navarro y que, junto
a la obra de Pérez Ortiz, constituye una pieza indispensable para los que investigamos
sobre la Rota de Annual. Sigifredo Sainz (3-10-1887)
ingresó, al igual que sus tres hermanos, en el ejército como soldado en 1904, y
al ascender a sargento accedió a la
Academia de Infantería. En diciembre de 1912, siendo cadete,
se desplazó a Melilla donde se hallaban destinados su padre, oficial 1º de
oficinas militares, y sus tres hermanos, sargentos del regimiento de Melilla.
Al llegar a la plaza solicitó, y consiguió, permiso para desplazarse junto a la
columna del coronel Serra Orts que se dirigía a la posición de Ishafen, en el
margen del Kert donde se desarrollaban duros combates. Sainz tuvo la ocasión de
entrar en combate al ser herido el teniente de Melilla Bernárdez, gesto que fue
premiado por la oficialidad de la unidad regalándole un sable y una pistola con
las que un año después saldría de la academia con el empleo de 2º teniente.
Ingresó en la Escuela
de Guerra en 1918, y en 1920 ya se hallaba en Melilla de prácticas hasta que se
le destinó formalmente a la comisión geográfica. Tras la reconquista de Axdir
volvió a pisar el lugar donde había permanecido prisionero dieciocho meses y
recordó a sus compañeros enterrados en el cementerio provisional. Sería en mayo
de 1926, tras la reconquista de Annual, cuando volverían a Melilla los restos
de los muertos durante el cautiverio: comandante Jesús Villar, capitán Luis
Saltos, tenientes Garaiogorta y Arévalo, el médico Fernando Serrano y cinco
soldados. De su exhumación se encargó el capitán Cibantos Navas, teniente de
policía indígena en 1921.
En las crónicas que Sainz enviaba
al Telegrama del Rif elogiaba la
figura del médico Serrano. El 21 de octubre de 1921 escribiría:
“Merece párrafo especial el médico Serrano. No se limita a ejercer las
funciones de su ministerio. Él abarca los quehaceres del médico, del
practicante, de la hermana de la caridad, prodigando a todos consuelos de
hermano. ¡Para cuándo las cruces de beneficencia¡”. Fernando Serrano
Flores, a quien todos tanto estimaban, falleció víctima del tifus y de la falta
de medios para tratarlo el 18 julio de 1922. Tras la liberación de los
prisioneros, sus pocos objetos personales le fueron entregados al teniente
Vázquez Bernabéu, valenciano como Serrano, quien los hizo llegar a su modesta
familia.
El comandante Sigifredo Sainz
falleció en Madrid el 17 de marzo de 1933 a los 42 años, estaba casado con Sagrario
Boada. El hijo de ambos, Rafael, nació mientras su padre estaba preso en Axdir.
Nunca se recuperó de las penalidades sufridas durante el cautiverio y al
producirse su defunción se hallaba en situación de reemplazo por herido a
consecuencia de los daños sufridos durante los meses de reclusión.
Iniciamos este relato con una entrevista
entre Fortea y Morales a pie de pista, y lo finalizaré con el ideólogo de esta
posición que, sin nombre, supuso tantas pérdidas humanas; Julio Fortea. El capitán intentaba contener los ánimos, cada vez
más inquietos, de los jefes de la harca amiga. Fueron momentos complicados en los que se vio rodeado
de harqueños en actitud hostil, de cuyo acoso consiguió zafarse con gran
dificultad y alcanzar la pista para llegar a Ben Tieb antes de que fuera
abandonada la posición. Fortea describió a Picasso el cuadro desolador que
ofrecía la pista hacia Ben Tieb, donde no pudo acercarse a la cabecera de su mía
al hallarse esta ocupada por el enemigo. Nada más salir de la posición sufrió
una congestión, y quedó mudo de golpe. En ese estado llegó a Dar Drius donde,
por orden del general Navarro, fue evacuado a Melilla junto a un grupo de
heridos a los que acompañó personalmente al hospital, quedando después en su
domicilio. El oficial no recuperó el habla hasta el 18 de agosto, gracias a la
sesión de hipnosis a la que le sometió el teniente coronel Bernardo Cabañas Chavarrias,
alumno aventajado del capitán médico y experto en hipnoterapia Julio Camino
Galicia.
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Julio Fortea García |
Tras su recuperación, se
reincorporó a las tropas de Policía Indígena. En 1923 se le concedió la medalla
militar individual por su destacada actuación en el cerco de Tifaurin, al mismo
tiempo que se le ascendía a comandante por méritos de guerra. Permaneció muchos
años en el Protectorado hasta que se acogió a las leyes de Azaña y se retiró
con el empleo de comandante. En 1936 se reincorporó al ejército sumándose a los
alzados y ascendió a teniente coronel y coronel, empleo con el que finalizó la
contienda. Julio Fortea falleció en Madrid el 13 de diciembre de 1952;
atesoraba en su historial una medalla militar individual, dos cruces de María
Cristina, dos ascensos por méritos de guerra, cinco heridas en combate y un
alto número de condecoraciones conseguidas durante su dilatada estancia en
Marruecos.
Bibliografía
Sigifredo Sainz Gutiérrez. Con el
general Navarro de operaciones. En el cautiverio. Sucesores de Rivadeneyra.
Madrid 1924.
Eduardo Pérez Ortiz. 18 meses de
cautiverio. Interfolio 2010.
Juan Tomás Palma Moreno. Annual
1921, 80 años del Desastre. Almena 2001.
Juan Pando Despierto. Historia
Secreta de Annual. Temas de hoy, Madrid 1999.
Las imágenes del desastre.
Antonio Carrasco García. Almena 1999.
Jesús Núñez Calvo. La represión y
sus directrices sevillanas en la provincia de Cádiz.
Esteban Gómez. Semblanza biográfica del capitán Fermín
Galán Rodríguez.
Anuarios militares de 1918, 1920
y 1921.
PARES. Portal de archivos españoles
Tribunal Supremo reservado. Exp. 50 Nº 2. Estado de la fuerza y
situación de las tropas de la comandancia general de Melilla el 22 de julio de
1921 (folios 330-378).
Tribunal Supremo reservado. Exp.
50 Nº 3. Diario de operaciones de la comandancia general de Melilla,
junio y julio de 1921(folios 585-635). En este expediente he localizado la
orden para crear las compañías provisionales (folio 630) y el telegrama
relativo a Ángelo Ghirelli (folio 643).
Tribunal Supremo reservado. Exp.
51 Nº 6. Relación de la situación de jefes y oficiales de la
comandancia en julio de 1921 especificando la situación el 21 de julio y el 1
de agosto de 1921 (folios 1569-1587).
Relación nominal de
supervivientes del regimiento de Ceriñola 42 (folios 1684-1706).
Relación nominal de supervivientes
de la Comandancia
de ingenieros (folios 1750-1758).
Relación nominal de
supervivientes del regimiento de cazadores de Alcántara 14 (folios 1740-1743).
Tribunal Supremo reservado. Exp.
51 Nº 1. Declaración del capitán Julio Fortea García (folios 137-149).
Tribunal Supremo reservado. Exp.
50 Nº 3. Declaración del capitán Emilio Sabaté Sotorra (folios
644-652).
Tribunal Supremo reservado. Exp.
50 Nº 5. Declaración del teniente médico Joaquín D’Harcourt Got (folios
1102-1108).
Tribunal Supremo reservado. Exp.
51 Nº 39. Información mandada instruir por el coronel del regimiento de
infantería Ceriñola 42, Ángel Morales Reynoso, sobre la actuación del mismo en
los sucesos que tuvieron lugar desde el establecimiento del campamento en
Annual hasta la retirada del mismo el 22 de julio de 1921:
Información sobre las tres
compañías que participan el 22 de julio: 3ª/II (folio 64), 1ª/III (folio 67) y
6ª/III (folio 69).
Declaración del teniente Antonio
Muñoz Dueñas (folios 65-66).
Declaración del soldado Ildefonso
Macía Gamonoso (folios 66-67).
Declaración del cabo Julio Mayor
Sánchez (folio 68).
Declaración del sargento José
Lafuente Mayo (folios 70-71).
Declaración del sargento Juan
González de Mendoza Cortijo (folios 72-74).
Declaración del cabo Pascual Sanz
Morata (folio 75)
Tribunal Supremo reservado. Exp.
51 Nº 14. Declaración del capitán Sigifredo Sainz Gutiérrez (folios
3580-3593, 3614-3633 y 3762-3769).
Ministerio de Defensa.
Expediente para la concesión de la Cruz laureada de San Fernando
al regimiento de caballería Alcántara 14. La actuación previa se inició el 1 de
julio de 1922 siendo juez instructor el teniente coronel de infantería Manuel
Lorduy Dini.
Relación nominal de jefes,
oficiales, clases y soldados. Estado numérico y demostrativo de la fuerza el 17
de julio y el 22 de agosto. Relación nominal de las bajas (folios 77-95).
Expediente juicio contradictorio
para la concesión de la Cruz
laureada de San Fernando al regimiento de caballería Alcántara 14. 27 de julio
de 1929. Juez instructor comandante Manuel Ramírez González. Juez instructor,
comandante José Mourille López.
Prensa
Diario de Córdoba 27-12-1921,
página 1. Entrevista al soldado Serafín Aparicio Moreno.
Documento gráfico.
Imagen 1. Archivo familia Teran
de la Paz
Imagen 2 Cedida por Santiago
Domínguez Llosa
Imagen 3 Cedida por la sobrina
nieta del soldado Picón, Piedad García Picón.
Imagen 4 Archivo del autor.
Panteón de héroes, abril de 2012
Imagen 5 Archivo Carrasco García
Imagen 6 Inédita imagen cedida
por Santiago Domínguez Llosa. Los números corresponden. 1: coronel Sánchez-Monje, 2:
Alférez Fernández Silvestre, 3:
general Fernández Silvestre, 4:
teniente coronel Tulio López Ruiz, 5:
coronel Gabriel Morales, 6:
comandante Fernández Mulero, 7:
teniente coronel Enrique Manera. El resto de oficiales pertenece
mayoritariamente a la Policía Indígena. Desconozco quienes pueden ser los
notables rifeños.
Imagen 7. Enviada por Eloy Muñoz,
hijo del soldado Blas Muñoz.
Imagen 8. Sargento Belmonte.
Semanario Blanco y Negro, colección del autor.
Imagen 9. Posición del Morabo, abril de 2012. Archivo del autor.
Imagen 10. Extraída del trabajo
de Esteban C Gómez sobre el capitán Fermín Galán.
Imagen 11. Posición intermedia A.
Archivo del autor, abril de 2012.
Imagen 12. Enviada por Santiago
Domínguez, tomada en abril de 2013.
Imagen 13. Semanario Blanco y Negro. Colección documental del autor