La odisea de Blas Muñoz Cano

Blas Muñoz Cano



Tengo el gusto de enviarle unos breves relatos que me contaba mi padre cuando yo era pequeño sobre lo que pasó y sufrió en Marruecos y el desastre de Annual.

Mi padre, Blas Muñoz Cano, hijo de Ramón y María, nació el 3 de febrero de 1898 en Alcalá la Real, en Jaén. Cuando tenía un año, la familia se trasladó a Baena, en Córdoba. Allí se casó con Rosario Cruz Triguero en 1926, y tuvieron tres hijos. En 1932 se trasladaron a Málaga, donde nacimos otros tres. A fecha de hoy quedamos cinco hijos.
Se jubiló en Málaga en 1962 y falleció en febrero de 1976.
Esperando le pueda servir de algo esta historia, le saluda atentamente
Eloy Muñoz Cruz
En Málaga, a 1 de abril de 2013

Blas Muñoz Cano 1898-1976

Relatos de Blas Muñoz Cano, a los que pone voz su hijo Eloy Muñoz Cruz


 Desde edad muy temprana trabajé en la campiña de Baena. En 1919 fui llamado a filas para cumplir con el servicio militar. Fui destinado al regimiento de ingenieros zapadores , con sede en Melilla, en la 3ª compañía que se dedicaba a acondicionar campamentos, detrás de las líneas de fuego. El viaje hasta Melilla lo hicimos en el buque Vicente Puchol.
El día 22 de julio de 1921 nos encontrábamos preparando un campamento cerca de Ben Tieb -el campamento sin nombre- cuando observamos desde nuestro trabajo cómo un comandante miraba con los prismáticos constantemente. En un momento determinado, el comandante se montó en un caballo y gritó: ¡sálvese quien pueda!, desapareciendo al galope.
Se me aflojaron las piernas… No podía correr, no sabía qué hacer ni hacia dónde ir, y opté por caminar detrás de los demás que corrían. Marché por un camino, pero llegó un momento que no podía aguantar la sed. De pronto vi un camión parado en la cuneta y, encima del capó, una lata que cogí y me sacié… ¡de gasolina!

Estaba como borracho, pero seguí caminando. Poco tiempo después sentí tales mareos y náuseas que me hicieron tumbarme, y así permanecí un par de días. Cuando me reanimé, noté que tenía mucha sangre y una herida en la cabeza de aproximadamente dos centímetros de profundidad. Me incorporé y comencé a inspeccionar mis alrededores. Solo veía cadáveres. Observé por encima de un talud que había próximo; aquello estaba plagado de moros festejando la hazaña. Pensé que el final estaba próximo y que tenía que jugármela, así que cogí un fusil y le puse un pañuelo blanco en la punta en señal de paz.
Momentos después se me acercó un moro y me preguntó:
-         Paisa, ¿tú querer venir conmigo?
-         Me voy con quien sea.- le respondí.
Caminamos los dos juntos sorteando los cadáveres, y el moro los empujaba un poco con el pie para verles las insignias y me decía: este está teniente, este está capitán, este sargento. Yo ni siquiera miraba.
Nos montamos en un burro que tenía el moro, y marchamos hacia su kabila. Una vez allí, yo no podía poner condiciones, así que acepté las que me puso. Me vistieron de moro y me pusieron de nombre Mohamed.

El moro tenía 25 mujeres, pero solo dormía con la más joven. La mora mayor me curaba diariamente la herida que tenía en la cabeza metiéndome pegotes de telarañas, y poniéndome siempre la misma venda sucia, sin lavar. Yo, como hombre de 23 años, tenía mis necesidades y a veces tonteaba con las mujeres del moro las cuales me decían: cuidado que el moro te mata como te vea.
Aunque me trataron bien -como uno más- mi mente estaba en Baena y con mi familia. Mis padres habían escrito a la Comandancia Militar de Melilla preguntando por su hijo, y la respuesta había sido que me habían dado por desaparecido. Entonces  mis padres, pensando que había muerto, me hicieron un funeral en Baena.
En una ocasión pasaron por la kabila unos moros que iban huyendo asustados:
-         Venir soldados españoles con gorro de pico que estar como perros... ¡Coger moro y degollarlo!- nos comentaron. Se referían a la legión.
Siempre acompañado de las mujeres del moro mientras trabajábamos, mi cabeza no paraba de dar vueltas. Un día se me ocurrió una idea: hablar con el moro para que me dejase ir a mandar una carta a mis padres. El moro me contestó que sí, pero que estuviera tranquilo.
Un día me llamó, y me dijo:
-         Mañana te van a acompañar para que deposites la carta para tus padres.
Me acompañó un moro joven hasta el campamento de prisioneros de Axdir. Cuando llegamos al campamento (yo vestido de moro) nos recibió un moro, que al oírme hablar español me preguntó:
-         ¿Tú estás moro o español?
-         Español.- le contesté.
-         ¿Y qué quieres ser moro o español?
-         Español.- respondí.
Ordenó al moro que me acompañaba que se marchara, y a mí me entregó ropa española.
El campamento de Axdir fue un infierno. Nos daban muy poco de comer, y menos de beber. Subsistíamos robando la comida baboseada a los caballos durante la noche. Llegamos a bebernos hasta las meadas de los caballos y a cazar ratas para comer. Y así,
todos los días morían prisioneros de hambre y de enfermedad.
Una noche dos compañeros me propusieron escapar, pero había que nadar unos 800 m. hasta llegar al Peñón de Alhucemas, y yo no sabía nadar. Ellos lo consiguieron, pero para los demás siguió el calvario hasta la liberación a cambio de dinero.
Por fin, el 27 de enero de 1923, se cumplió nuestro sueño: fuimos liberados y trasladados a Melilla. Después de hacer todos los trámites reglamentarios y una declaración jurada, regresamos a España en el buque Antonio López, que nos dejó en Málaga.
Desde Málaga viajé en tren a Luque, donde  me esperaban la presidenta de la Cruz Roja y las autoridades de Baena. Me montaron en un coche descapotable, y durante el trayecto me pedían que saludara, dada la cantidad de personas que había a los lados de la carretera.
Los días siguientes venían a mi casa muchas madres que habían perdido a sus hijos en el desastre de Annual, por si yo sabía algo.
Después, me coloqué de guardia local en el ayuntamiento de Baena, donde me apodaban el prisionero de Annual.

Mis padres enfermaron y murieron pocos años después.

Eloy Muñoz Cruz

5 comentarios:

  1. Me gustaría agradecer a Eloy el que haya compartido con esa sinceridad la experiencia de su padre. Aunque los protagonistas no están ya con nosotros, aún es posible ponerles cara y descubrir sus testimonios a través de los familiares que lo comparten, y de iniciativas como la de este blog que lo hacen posible.

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  2. Impresionado por el relato y por la doble coincidencia: mi padre se llamaba Blas Muñoz Sancho. Nació en 1900 en Navajas (Castellón). Hizo el servicio militar en Melilla, y se licenció, siendo cabo furriel, en 1922. Su destacamento estaba situado muy cerca de Annual cuando sucedió el desastre. Yo me llamo Blas Muñoz Pizarro y tengo ya 69 años. Un abrazo.

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  3. mis respetos a todos los que sufrieron aquella masacre. un saludo.

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  4. Soy sobrino nieto de uno de los soldados citados José Picón González, mi madre tiene esa foto que Ud publica.Mi tío mantuvo correspondencia con mi bisabuela hasta que murió. Yo mismo lei alguna de esas cartas cuando era niño. desgraciadamente cuando murió mi abuela, esposa de su hermano las cartas desaparecieron. eso fue hace 20 años , y aún lamento esa pérdida, por la información que podría haber aportado.Mi tio era natural de Feria Badajoz

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  5. Esta historia me la contó mi abuelo, Blas Muñoz, pensé que había en ella mucho de realidad y algo de ficción. Hoy he descubierto que todo cuanto me contó era cierto. Siempre me he sentido muy orgulloso de mi abuelo. Pasamos mucho tiempo junto y me enseñó muchas cosas. Me llevaba al canódromo donde veíamos las carreras de galgos, entre otros muchos lugares. Para mi fué un referente de lo que es " buena gente ". Mi recuerdo cariñoso para él, esté donde esté y mi agradecimiento a mi tío Eloy por el relato.

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