Antonio y César de Medina. Un Grito del Alma
¡Bendito seas, hijo idolatrado,
que en medio de un ejército espantado
tú conservaste el ánimo sereno!
Como buen español y buen soldado
no dejaste tu puesto abandonado.
Cumpliste como bueno
sabiendo tú que el honor obliga,
antes que dar la espalda al enemigo
Preferiste morir. ¡Dios te bendiga
como yo te bendigo!.
Así se expresaba, en 1923, el poeta César De Medina Bocos al recordar la muerte –dos años antes- de su hijo Antonio en Peña Tahuarda. En muchas ocasiones hemos leído y escuchado detalles de la relación entre Antonio de Medina y su novia Margarita Barceló. Conocemos todos los detalles sobre su trayectoria militar y los pormenores de su muerte y comportamiento en la posición “A”. Hoy, quiero recordar el lamento desgarrado, el sollozo, el quejido y la indignación del padre ante la pérdida del hijo.
¡Más amargo que el mar era mi llanto!
¡Más negro que la noche era mi pensamiento!.
¡Bendito seas, hijo idolatrado,
que en medio de un ejército espantado
tú conservaste el ánimo sereno!
Como buen español y buen soldado
no dejaste tu puesto abandonado.
Cumpliste como bueno
sabiendo tú que el honor obliga,
antes que dar la espalda al enemigo
Preferiste morir. ¡Dios te bendiga
como yo te bendigo!.
Así se expresaba, en 1923, el poeta César De Medina Bocos al recordar la muerte –dos años antes- de su hijo Antonio en Peña Tahuarda. En muchas ocasiones hemos leído y escuchado detalles de la relación entre Antonio de Medina y su novia Margarita Barceló. Conocemos todos los detalles sobre su trayectoria militar y los pormenores de su muerte y comportamiento en la posición “A”. Hoy, quiero recordar el lamento desgarrado, el sollozo, el quejido y la indignación del padre ante la pérdida del hijo.
¡Más amargo que el mar era mi llanto!
¡Más negro que la noche era mi pensamiento!.
Antonio y César de Medina
”Grito del alma” apareció publicado por la editorial Server-Cuesta (Valladolid) en 1950. Se estructuraba en dos partes. En la primera se reproduce una conferencia pronunciada por el teniente Antonio de Medina Castro en el cuartel del décimo regimiento de artillería pesada (Huesca) en 1919. Lleva por titulo “La Patria y la Bandera.”. La segunda parte es una colección de poesías que César de Medina escribió tras la muerte de Antonio en 1921 y que no publicó hasta 1950. El autor cita que no lo hizo hasta entonces... “por motivos patrióticos y porque el problema de Marruecos estaba ya resuelto del modo más favorable y más honroso para el prestigio nacional”.
A pesar de estar escritos en diferentes años, los dos textos se complementan y César de Medina utiliza la conferencia pronunciada por Antonio para construir sus poesías. El resto de poemas hacen referencia a la llegada de Antonio a Melilla, al propio desastre, a las responsabilidades tanto de políticos como de la Patria y a la numantina defensa de la posición. Sobre todos estos conceptos generales flotan el dolor, la amargura por la pérdida, el tiempo no vivido junto al hijo, el olvido y resignación en la que tanto sociedad como políticos sumieron el país. La angustiosa certidumbre de que el cadáver de su hijo quedara abandonado y calcinado por el sol del Rif. La necesidad de buscar responsables, de no olvidar la afrenta, la derrota y la humillación. El poeta necesitaba canalizar todo ese dolor, esa angustia y encontró en la pluma el único refugio donde esconderse tras la tormenta que supuso en su vida la pérdida de Antonio.
Pero quiero cantar, porque mi canto
brota del manantial do brota el llanto
en que me anega mi destino adverso
Y parece que encuentro alguna calma
cuando brota del fondo de mi alma
mojado por las lágrimas, el verso
A pesar de estar escritos en diferentes años, los dos textos se complementan y César de Medina utiliza la conferencia pronunciada por Antonio para construir sus poesías. El resto de poemas hacen referencia a la llegada de Antonio a Melilla, al propio desastre, a las responsabilidades tanto de políticos como de la Patria y a la numantina defensa de la posición. Sobre todos estos conceptos generales flotan el dolor, la amargura por la pérdida, el tiempo no vivido junto al hijo, el olvido y resignación en la que tanto sociedad como políticos sumieron el país. La angustiosa certidumbre de que el cadáver de su hijo quedara abandonado y calcinado por el sol del Rif. La necesidad de buscar responsables, de no olvidar la afrenta, la derrota y la humillación. El poeta necesitaba canalizar todo ese dolor, esa angustia y encontró en la pluma el único refugio donde esconderse tras la tormenta que supuso en su vida la pérdida de Antonio.
Pero quiero cantar, porque mi canto
brota del manantial do brota el llanto
en que me anega mi destino adverso
Y parece que encuentro alguna calma
cuando brota del fondo de mi alma
mojado por las lágrimas, el verso
CÉSAR DE MEDINA BOCOS, UN POETA DE CASTILLA
César de Medina nació en Pedrajas de San Esteban en 1873. Cursó estudios de derecho en las universidades de Deusto y Salamanca y ejerció su profesión de abogado, especialmente como criminalista. En 1907 fue candidato del partido liberal conservador en las elecciones generales y ocupó posteriormente otros cargos políticos. Fue gobernador de civil de Murcia en 1918, de Almería en 1921 y de Vitoria en 1931.
“Enjuto de carne, con perfil semita, rubio, con la hisurta barba florida, acicalada y noble, el don César de mi tiempo tiene estampa bíblica, que resulta entonada con el ceño de la gleba y con la tradición castellana”.
Se casó con Ulpiana Castro Rueda (1876-1961), con quien tuvo 12 hijos. Desde entonces la familia ocupa la casa solariega, que hoy en día se halla en la calle Antonio de Medina. Los restos de gran parte de la familia descansan en el cementerio de Serrada, bajo cuyo arco de entrada César escribió una cristiana décima que sirve de epitafio para los que allí reposan. Él mismo se convirtió en uno de sus moradores el 24 de marzo de 1959.
César de Medina nació en Pedrajas de San Esteban en 1873. Cursó estudios de derecho en las universidades de Deusto y Salamanca y ejerció su profesión de abogado, especialmente como criminalista. En 1907 fue candidato del partido liberal conservador en las elecciones generales y ocupó posteriormente otros cargos políticos. Fue gobernador de civil de Murcia en 1918, de Almería en 1921 y de Vitoria en 1931.
“Enjuto de carne, con perfil semita, rubio, con la hisurta barba florida, acicalada y noble, el don César de mi tiempo tiene estampa bíblica, que resulta entonada con el ceño de la gleba y con la tradición castellana”.
Se casó con Ulpiana Castro Rueda (1876-1961), con quien tuvo 12 hijos. Desde entonces la familia ocupa la casa solariega, que hoy en día se halla en la calle Antonio de Medina. Los restos de gran parte de la familia descansan en el cementerio de Serrada, bajo cuyo arco de entrada César escribió una cristiana décima que sirve de epitafio para los que allí reposan. Él mismo se convirtió en uno de sus moradores el 24 de marzo de 1959.
Cementerio de Serrada
Era César de Medina un poeta de vocación campechana, directa y emocionada hacia las gentes, hacia su tierra. Muchas de sus poesías están inspiradas en la cotidiana vida del campo y en sus quehaceres habituales. Quedó consagrado como poeta en el Ateneo de Madrid en marzo de 1915. En ese acto recitó poemas de su libro “Espigas y racimos”, que confesó haber escrito para deleite de sus hijas y no para ser publicado.
Yo, lector, soy un pobre campesino
Figúrate que estoy en la campiña
cultivando mi viña,
y te veo pasar por el camino.
¡Quieres probar mi vino?
De rústica botija te lo escancio;
es vino de esta tierra; vino rancio.
Yo, lector, soy un pobre campesino
Figúrate que estoy en la campiña
cultivando mi viña,
y te veo pasar por el camino.
¡Quieres probar mi vino?
De rústica botija te lo escancio;
es vino de esta tierra; vino rancio.
Serrada, casa de la familia Medina de Castro
LA PATRIA Y LA BANDERA
Antonio fue el único hijo que eligió la carrera militar, ingresó en la academia de artillería en septiembre de 1912, cuando tan sólo tenía 15 años .La mayoría de sus hermanos y hermanas demostraron inclinaciones artísticas. Elvira y Fuensanta dedicaron sus esfuerzos a la pintura. Ernesto, como su padre, fue poeta y José Luís destacó como pintor, escritor y sobre todo escultor. Un gran número de premios y una importante cantidad de obras jalonan su carrera.
El teniente Medina se dirigió al auditorio formado por artilleros de todos los empleos. A pesar de su juventud, tenia entonces 22 años, fue elegido por su general para ser el primer orador de una serie de conferencias. No tenía duda sobre el tema que debía tratar, se hallaba ante militares y todos ellos habían jurado fidelidad a una bandera. Por ella serían capaces de derramar hasta la última gota de su sangre. Esa bandera representa a la patria y todos ellos tenían la obligación de honrarla y rendirle tributo de veneración. Antonio inicia su disertación con un concepto general sobre la patria, a la que no puede definir sin que sus labios vibren de emoción, eso,... es la patria les dice a sus hombres. Les habla de los emigrantes gallegos, castellanos y de otros lugares que deben dejar sus hogares para ganarse la vida. Sentirse en tierra extranjera les acerca a su hogar, se estremecen cuando se encuentran con otro compatriota.
“ Y es que el más fuerte, el más grande , el más noble de los amores, es el amor a la patria. Es el que esta más hondo y más afianzado en nuestro ser. El único que no muere jamás. El que nada ni nadie puede arrancar de nuestras almas, en las que alienta, mientras alienta un soplo de vida en nuestros pechos.”
No quedaba duda del gran amor y respeto que el teniente Medina sentía por su patria y la enseña que la representa. La patria es la madre, la casa donde nos aguardan nuestros seres queridos, el camposanto donde reposan los antepasados. Es ella quien nos protege de agravios, injusticias y del daño que nos pudieran hacer. Estas palabras que salen del corazón de Medina, serían posteriormente las que más dolerían a su padre. Años después Antonio yacía muerto sobre el suelo rifeño y César no podía perdonar la afrenta que le causaba la patria.
Antonio fue el único hijo que eligió la carrera militar, ingresó en la academia de artillería en septiembre de 1912, cuando tan sólo tenía 15 años .La mayoría de sus hermanos y hermanas demostraron inclinaciones artísticas. Elvira y Fuensanta dedicaron sus esfuerzos a la pintura. Ernesto, como su padre, fue poeta y José Luís destacó como pintor, escritor y sobre todo escultor. Un gran número de premios y una importante cantidad de obras jalonan su carrera.
El teniente Medina se dirigió al auditorio formado por artilleros de todos los empleos. A pesar de su juventud, tenia entonces 22 años, fue elegido por su general para ser el primer orador de una serie de conferencias. No tenía duda sobre el tema que debía tratar, se hallaba ante militares y todos ellos habían jurado fidelidad a una bandera. Por ella serían capaces de derramar hasta la última gota de su sangre. Esa bandera representa a la patria y todos ellos tenían la obligación de honrarla y rendirle tributo de veneración. Antonio inicia su disertación con un concepto general sobre la patria, a la que no puede definir sin que sus labios vibren de emoción, eso,... es la patria les dice a sus hombres. Les habla de los emigrantes gallegos, castellanos y de otros lugares que deben dejar sus hogares para ganarse la vida. Sentirse en tierra extranjera les acerca a su hogar, se estremecen cuando se encuentran con otro compatriota.
“ Y es que el más fuerte, el más grande , el más noble de los amores, es el amor a la patria. Es el que esta más hondo y más afianzado en nuestro ser. El único que no muere jamás. El que nada ni nadie puede arrancar de nuestras almas, en las que alienta, mientras alienta un soplo de vida en nuestros pechos.”
No quedaba duda del gran amor y respeto que el teniente Medina sentía por su patria y la enseña que la representa. La patria es la madre, la casa donde nos aguardan nuestros seres queridos, el camposanto donde reposan los antepasados. Es ella quien nos protege de agravios, injusticias y del daño que nos pudieran hacer. Estas palabras que salen del corazón de Medina, serían posteriormente las que más dolerían a su padre. Años después Antonio yacía muerto sobre el suelo rifeño y César no podía perdonar la afrenta que le causaba la patria.
Serrada, Valladolid
“De España nos protege la bandera
-dijiste cierto día a tus soldados-
y si fuésemos muertos o ultrajados
a vengarnos vendría España entera”
En lucha desigual, terrible y fiera,
Peleasteis valientes y esforzados,
¡y hoy cubren vuestros huesos dispersados
Del monte Tahuarda la ladera!
¿Y España? ¿dónde está? ¿Qué es lo que hace?
Con gemir y llorar se satisface
y haciendo enmudecer sus cañones.
Guiada por espíritus mezquinos
Halaga a vuestros viles asesinos...
¡y les paga su crimen con millones!
-dijiste cierto día a tus soldados-
y si fuésemos muertos o ultrajados
a vengarnos vendría España entera”
En lucha desigual, terrible y fiera,
Peleasteis valientes y esforzados,
¡y hoy cubren vuestros huesos dispersados
Del monte Tahuarda la ladera!
¿Y España? ¿dónde está? ¿Qué es lo que hace?
Con gemir y llorar se satisface
y haciendo enmudecer sus cañones.
Guiada por espíritus mezquinos
Halaga a vuestros viles asesinos...
¡y les paga su crimen con millones!
ANNUAL
Con la misma intensidad y emoción, Antonio, les habla a sus artilleros sobre la bandera. Amarillo y rojo... oro y sangre, dorada como el sol, roja como las amapolas, como una boca de mujer, alegre como nuestro cielo. Suenan en el auditorio ecos de viejas gestas, Covadonga, Flandes, Colón. Aquel abanderado que en Garellano perdió un brazo y se negó a ser relevado porque aun le quedaba el otro. Sin embargo nadie entre aquellos hombres, ni entre la jerarquía del ejercito, ni entre los políticos ni los españoles podían imaginar lo que ocurrió el 22 de julio de 1921. No figuraba en los anales de la historia un acontecimiento tan adverso donde se desmontaron de manera rotunda todos los buenos argumentos que Antonio deseaba para sus hombres.
“Y yo sé que todos vosotros defenderíais de este modo nuestra bandera y que, antes de dejárosla arrancar, perderíais la vida y cien vidas que tuvieseis. Honradla siempre.”.
César no fue ajeno en sus poesías a ese sentimiento y dejó bien clara su indignación sobre las conductas infames y el abandono de responsabilidades hacia esa bandera a la que hacía referencia su hijo.
Cuantos en la jornada desastrosa
En fuga vergonzosa
Lo mismo que un rebaño de corderos
Muertos o prisioneros
Cayeron del rifeño al duro encono.
Que la fama su nombre no pregone
Y que Dios les perdone
Como yo les perdono.
Con la misma intensidad y emoción, Antonio, les habla a sus artilleros sobre la bandera. Amarillo y rojo... oro y sangre, dorada como el sol, roja como las amapolas, como una boca de mujer, alegre como nuestro cielo. Suenan en el auditorio ecos de viejas gestas, Covadonga, Flandes, Colón. Aquel abanderado que en Garellano perdió un brazo y se negó a ser relevado porque aun le quedaba el otro. Sin embargo nadie entre aquellos hombres, ni entre la jerarquía del ejercito, ni entre los políticos ni los españoles podían imaginar lo que ocurrió el 22 de julio de 1921. No figuraba en los anales de la historia un acontecimiento tan adverso donde se desmontaron de manera rotunda todos los buenos argumentos que Antonio deseaba para sus hombres.
“Y yo sé que todos vosotros defenderíais de este modo nuestra bandera y que, antes de dejárosla arrancar, perderíais la vida y cien vidas que tuvieseis. Honradla siempre.”.
César no fue ajeno en sus poesías a ese sentimiento y dejó bien clara su indignación sobre las conductas infames y el abandono de responsabilidades hacia esa bandera a la que hacía referencia su hijo.
Cuantos en la jornada desastrosa
En fuga vergonzosa
Lo mismo que un rebaño de corderos
Muertos o prisioneros
Cayeron del rifeño al duro encono.
Que la fama su nombre no pregone
Y que Dios les perdone
Como yo les perdono.
Calle Antonio de Medina en Serrada
UNA BANDERA EN TAHUARDA
Tiempo después Antonio substituyó aquel auditorio por las duras tierras del Rif. Llegó a Melilla a bordo del Monte Toro y se incorporó a su destino en la comandancia de artillería. Desde sus diferentes destinos dejó constancia de su gusto por la poesía, sobre todo en sus cartas a Margarita. Entre sus compañeros de armas figuraban otros que también se sentían atraídos por las letras además de las armas. Leopoldo Aguilar, Díaz Sanchís, Antonio de Medina y algunos más. Todos ellos formaron parte del club de los poetas muertos. Aquella bandera a la que hacía referencia en su parlamento ondeó hasta cuatro días después de la rota de Annual. César recordó en sus elegíacas estrofas la resistencia de los hombres de intermedia A:
EL ÚLTIMO CAÑONAZO
I
En todas las restantes posiciones
Ya no quedaba en pie ningún soldado.
huían por el campo desolado
los tristes fugitivos pelotones.
Entre llantos, gemidos, maldiciones
Y gritos de dolor desesperado
solemne resonaba acompasado
el fuego regular de tus cañones.
Sobre ellos tremolaba la bandera
que el sol poniente con su luz postrera
teñía de sangrientos arreboles.
Y su estampido, que sonaba a gloria,
Dijo a España que fieles a su historia
Allí alentaron pechos españoles.
II
Cuatro veces el sol de un nuevo día
puso en tus sienes aureola de oro,
y todavía el retumbar sonoro
del duro bronce sin cesar se oía.
Era el león de España que rugía
llenando con su voz el campo moro.
¡Era el león a quien hacía coro
De hienas y chacales la jauría!
Tu noble pecho por el plomo herido
tiñó de rojo el bronce enardecido,
y dando fin al épico combate,
lanzo el cañón el último estampido
¡Era de España el postrimer latido,
que ya su muerto corazón no late!.
Tiempo después Antonio substituyó aquel auditorio por las duras tierras del Rif. Llegó a Melilla a bordo del Monte Toro y se incorporó a su destino en la comandancia de artillería. Desde sus diferentes destinos dejó constancia de su gusto por la poesía, sobre todo en sus cartas a Margarita. Entre sus compañeros de armas figuraban otros que también se sentían atraídos por las letras además de las armas. Leopoldo Aguilar, Díaz Sanchís, Antonio de Medina y algunos más. Todos ellos formaron parte del club de los poetas muertos. Aquella bandera a la que hacía referencia en su parlamento ondeó hasta cuatro días después de la rota de Annual. César recordó en sus elegíacas estrofas la resistencia de los hombres de intermedia A:
EL ÚLTIMO CAÑONAZO
I
En todas las restantes posiciones
Ya no quedaba en pie ningún soldado.
huían por el campo desolado
los tristes fugitivos pelotones.
Entre llantos, gemidos, maldiciones
Y gritos de dolor desesperado
solemne resonaba acompasado
el fuego regular de tus cañones.
Sobre ellos tremolaba la bandera
que el sol poniente con su luz postrera
teñía de sangrientos arreboles.
Y su estampido, que sonaba a gloria,
Dijo a España que fieles a su historia
Allí alentaron pechos españoles.
II
Cuatro veces el sol de un nuevo día
puso en tus sienes aureola de oro,
y todavía el retumbar sonoro
del duro bronce sin cesar se oía.
Era el león de España que rugía
llenando con su voz el campo moro.
¡Era el león a quien hacía coro
De hienas y chacales la jauría!
Tu noble pecho por el plomo herido
tiñó de rojo el bronce enardecido,
y dando fin al épico combate,
lanzo el cañón el último estampido
¡Era de España el postrimer latido,
que ya su muerto corazón no late!.
LA INDIGNACIÓN
El cadáver del Teniente Medina quedó abandonado hasta que casi tres años después fue recuperado y enterrado en el Panteón de Héroes. César era gobernador civil en Almería y se trasladó a Melilla en octubre de 1921. Realizó el viaje en el Monte Toro, tal y como Antonio hizo tiempo atrás. Sus esfuerzos resultaron baldíos y la única información que pudo recabar procedía de prisioneros liberados o evadidos y era completamente pesimista sobre su final. Pasado el tiempo se conoció su historia de amor con Margarita y ella se convirtió en la novia de intermedia A. Sin embargo poco o casi nada conocemos sobre el sufrimiento de César y menos aun de las tristes y afligidas letras que escribió al morir Antonio.
El cadáver del Teniente Medina quedó abandonado hasta que casi tres años después fue recuperado y enterrado en el Panteón de Héroes. César era gobernador civil en Almería y se trasladó a Melilla en octubre de 1921. Realizó el viaje en el Monte Toro, tal y como Antonio hizo tiempo atrás. Sus esfuerzos resultaron baldíos y la única información que pudo recabar procedía de prisioneros liberados o evadidos y era completamente pesimista sobre su final. Pasado el tiempo se conoció su historia de amor con Margarita y ella se convirtió en la novia de intermedia A. Sin embargo poco o casi nada conocemos sobre el sufrimiento de César y menos aun de las tristes y afligidas letras que escribió al morir Antonio.
Antonio y Margarita
¡Oh casta luna, Luna piadosa:
Contempla mi dolor, oye mi lamento
con que importuna, a la callada noche
un mísero español, padre y patriota
que llora de dolor... y de vergüenza!
César mostró su indignación hacía políticos y también militares. Cuando se desplazó a Melilla esperaba poder recuperar el cadáver de su hijo y no fue posible ya que aun no se había reconquistado el territorio perdido. No era capaz de entender que aquella patria no pudiera vengar la afrenta. Que a pesar del gran ejército que se desplegó en la comandancia no se pudiera vencer a los hombres del Jatabi. Mostró su repulsa hacia los métodos de pacificación y la política de acuerdos con los jefes rifeños.
Anhelando vengar el duro ultraje,
España entera traspaso el estrecho.
Yo también fui a recoger piadoso
las amadas reliquias de mi hijo,
siguiendo confiado la bandera
de esta nación que en el pasado
en triunfo recorría el mundo todo.
¡Con qué intensa emoción, con que entusiasmo
de patriótico amor mi pecho ardía
cuando flotaba desplegada al viento!
¡Qué ciega fe en la empresa me alentaba
Al contemplar el bélico aparato
con que España lanzase a la pelea!
y que inútil mi afán, mi empeño loco.
¡No pudimos llegar; no hemos llegado;
Contempla mi dolor, oye mi lamento
con que importuna, a la callada noche
un mísero español, padre y patriota
que llora de dolor... y de vergüenza!
César mostró su indignación hacía políticos y también militares. Cuando se desplazó a Melilla esperaba poder recuperar el cadáver de su hijo y no fue posible ya que aun no se había reconquistado el territorio perdido. No era capaz de entender que aquella patria no pudiera vengar la afrenta. Que a pesar del gran ejército que se desplegó en la comandancia no se pudiera vencer a los hombres del Jatabi. Mostró su repulsa hacia los métodos de pacificación y la política de acuerdos con los jefes rifeños.
Anhelando vengar el duro ultraje,
España entera traspaso el estrecho.
Yo también fui a recoger piadoso
las amadas reliquias de mi hijo,
siguiendo confiado la bandera
de esta nación que en el pasado
en triunfo recorría el mundo todo.
¡Con qué intensa emoción, con que entusiasmo
de patriótico amor mi pecho ardía
cuando flotaba desplegada al viento!
¡Qué ciega fe en la empresa me alentaba
Al contemplar el bélico aparato
con que España lanzase a la pelea!
y que inútil mi afán, mi empeño loco.
¡No pudimos llegar; no hemos llegado;
La obra de César finaliza con una epístola dirigida al entonces Ministro de la Guerra Niceto Alcalá Zamora. En ella carga duramente contra la figura de lo que denomina “E.N.D.P.” (Escuela Nacional De Prisioneros). El objetivo de su sátira recayó en el sargento Basallo, que ya había sido liberado tras el largo cautiverio en Axdir. Es sin duda alguna la crítica más dura de toda la obra. Resulta sorprendente, ya que al sargento se le rindieron muchos homenajes en diferentes ciudades y sus virtudes fueron loadas por otros compañeros. Me cuesta pensar que los testimonios de tantos compañeros de presidio sean falsos o exagerados. Además creo que hubiera sido más acorde con la realidad cargar contra el general Navarro o el coronel Araujo. Finalmente decido que no debo incluir en este reportaje los versos que le dedicó a Basallo porque me parece injusto que aparezca como el único miembro de la escuela nacional de prisioneros. Únicamente incluyo el prólogo para dar una idea del pensamiento de César:
“La prensa de entonces, mal informada, rodeó al sargento Vasallo de una aureola de heroísmo y abnegación que no correspondía a la realidad de su conducta ni convenía a lo que debe presentarse a la juventud como ejemplo modelo de las virtudes militares, de la raza.”
“La prensa de entonces, mal informada, rodeó al sargento Vasallo de una aureola de heroísmo y abnegación que no correspondía a la realidad de su conducta ni convenía a lo que debe presentarse a la juventud como ejemplo modelo de las virtudes militares, de la raza.”
Sargento Manuel Basallo y Niceto Alcalá Zamora
Apéndice
Durante la etapa de César como gobernador de Almería ocurrió un hecho llamativo y poco conocido que incluiré en esta narración. El 21 de enero de 1922 se estrenaba en el teatro Cervantes la obra de Vidal Planas, “Santa Isabel de Ceres”. La protagonista era Conchita Robles. La obra había levantado cierta polémica al tratar sobre las “vendedoras del amor”. Se había advertido al público que en el transcurso de la misma sonarían disparos y moriría alguno de los personajes. Entre los asistentes se hallaba César de Medina y como todos, esperaba lleno de curiosidad el inicio de la controvertida representación. Poco después de bajar el telón suenan disparos y sobre las tablas se derrumba Conchita Robles. El público aplaude a rabiar y quedan sorprendidos por sus dotes interpretativas. La sorpresa fue mayúscula al darse cuenta la audiencia que los disparos eran reales y la actriz yacía sin vida sobre el escenario.
Entre las bambalinas se hallaba el culpable del homicidio. Se trataba del comandante de caballería Carlos Berdugo Bonet, ex marido de Conchita de quien se había separado recientemente. En su delirio el oficial asesinó también al joven tramoyista Manuel Aguilar de tan solo 16 años. Tras el doble crimen Berdugo se descerrajó un tiro en la sien y quedó malherido. César fue de los primeros en auxiliar a Conchita y nada pudieron hacer por salvar su vida.
Días después César asiste en la capital al entierro de la actriz que contaba con tan sólo 27 años. El comandante se recuperó de sus heridas, aunque perdió un ojo. Tras ser juzgado se le condena a cadena perpetua. La obra no se estrenó y quedó maldita. Meses después el autor de la misma (Vidal Planas) asesinó en Madrid al diputado y escritor almeriense Luís Antonio de Olmet. Posteriormente uno de los decoradores del escenario asesinó a un aristócrata que parece ser que intentó seducir a su pareja. No fue el último asesinato ya que uno de los actores del elenco, Alfonso Tudela, fue muerto por su suegra que le degolló con una navaja de afeitar.
La leyenda de Conchita no finalizó tras su entierro. El año pasado en Cuarto Milenio Iker Jiménez presentó al escritor almeriense Alberto Cerezuela, autor de la obra “La cara oculta de Almería”. Entre los relatos se habla del crimen del teatro Cervantes. La leyenda dice que aun habita en su interior el fantasma de la actriz.
Durante la etapa de César como gobernador de Almería ocurrió un hecho llamativo y poco conocido que incluiré en esta narración. El 21 de enero de 1922 se estrenaba en el teatro Cervantes la obra de Vidal Planas, “Santa Isabel de Ceres”. La protagonista era Conchita Robles. La obra había levantado cierta polémica al tratar sobre las “vendedoras del amor”. Se había advertido al público que en el transcurso de la misma sonarían disparos y moriría alguno de los personajes. Entre los asistentes se hallaba César de Medina y como todos, esperaba lleno de curiosidad el inicio de la controvertida representación. Poco después de bajar el telón suenan disparos y sobre las tablas se derrumba Conchita Robles. El público aplaude a rabiar y quedan sorprendidos por sus dotes interpretativas. La sorpresa fue mayúscula al darse cuenta la audiencia que los disparos eran reales y la actriz yacía sin vida sobre el escenario.
Entre las bambalinas se hallaba el culpable del homicidio. Se trataba del comandante de caballería Carlos Berdugo Bonet, ex marido de Conchita de quien se había separado recientemente. En su delirio el oficial asesinó también al joven tramoyista Manuel Aguilar de tan solo 16 años. Tras el doble crimen Berdugo se descerrajó un tiro en la sien y quedó malherido. César fue de los primeros en auxiliar a Conchita y nada pudieron hacer por salvar su vida.
Días después César asiste en la capital al entierro de la actriz que contaba con tan sólo 27 años. El comandante se recuperó de sus heridas, aunque perdió un ojo. Tras ser juzgado se le condena a cadena perpetua. La obra no se estrenó y quedó maldita. Meses después el autor de la misma (Vidal Planas) asesinó en Madrid al diputado y escritor almeriense Luís Antonio de Olmet. Posteriormente uno de los decoradores del escenario asesinó a un aristócrata que parece ser que intentó seducir a su pareja. No fue el último asesinato ya que uno de los actores del elenco, Alfonso Tudela, fue muerto por su suegra que le degolló con una navaja de afeitar.
La leyenda de Conchita no finalizó tras su entierro. El año pasado en Cuarto Milenio Iker Jiménez presentó al escritor almeriense Alberto Cerezuela, autor de la obra “La cara oculta de Almería”. Entre los relatos se habla del crimen del teatro Cervantes. La leyenda dice que aun habita en su interior el fantasma de la actriz.
Bibliografía:
-Fotografías de Serrada-Valladolid- realizadas por Jose Ignacio Alderete. Gracias Jose.
-Cesar de Medina Bocos. Grito del Alma. Server-Cuesta. Valladolid 1950
-Antonio de Medina Castro. La Patria y la Bandera. Conferencia pronunciada en 1919 y publicada junto a la obra de su padre en 1950.
-Hemeroteca de La Vanguardia. 1921-1922 y 1923
-www.mundomusicalmeria.com/crímenes/1923
-www.pedrajas.net/pedrajas/NOTICIAS/2002/INVIERNO/cesarmedina.htm