El Grupo de Regulares en campaña. 1920-1921. 2ª parte
Enero de 1921, se van los
cumplidos
Se inicia el año con dos noticias
que tienen especial repercusión en la campaña; por una parte se licencian los
veteranos de la quinta de 1917, y por otra, el primero de enero lejos de
Melilla, en Dar Drius, los notables de Tensaman -salvo una fracción- presentan su
sumisión, lo que permitirá a la oficina de Policía Indígena continuar la labor
política en la guerrera cabila lindante con Beni Urriagel. La primera remesa de licenciados
parte de Melilla a bordo del Monte Toro.
Esta primera expedición devolverá a la Península 333 soldados, todos ellos
gallegos y asturianos. En el muelle de Villanueva será el propio comandante
general quien despida a lo mejor de sus tropas. En días sucesivos partirán
hasta 4500 licenciados; se van los
cumplidos. No será hasta cuatro meses después cuando los nuevos reclutas
juren bandera, por lo que los efectivos de la Comandancia quedan reducidos en
una quinta parte. A lo poco favorable que era de por sí el mes de enero -bajas
temperaturas, temporales de viento, caminos enfangados sin acondicionar- se
añadía el licenciamiento de los veteranos, por lo que era aconsejable
mantenerse a la expectativa. Sin embargo, la sumisión de los tensamaníes
marcaría la línea a seguir; las cabilas de Tensaman y Beni Tuzin constituían la
única barrera que separaba a las tropas de Silvestre de Beni Urriagel y había que
aprovechar que la situación política era propicia.
Historial del Grupo, 1926. Sala histórica del Grupo de Fuerzas Regulares |
Antes de pisar el terreno
dominado por tensamaníes, las tropas españolas conquistarían las posiciones
limítrofes en Beni Ulisech. La primera, el 11 de enero cuando tras una penosa
marcha ocuparon el Yebel Azrú, instalando a mil metros de altura la posición de
Mehayast. Aquel día tan solo participó el tabor del comandante Tomás Aparici
que había partido de madrugada de Ben Tieb. El nuevo destacamento -un auténtico
nido de águila- quedaba defendido por
fuerzas de San Fernando y abastecido desde Ben Tieb. Desde su cima se podía
distinguir entre brumas la masa de la isla de Alborán y más cerca -a tiro de la
artillería- un poblado rodeado de terreno cultivado, de nombre Annual. Debido a
las dificultades orográficas no se pudo subir artillería a la posición, quedando
guarnecida tan solo por la compañía de San Fernando. Posteriormente, de su
defensa se encargarían tropas de la brigada disciplinaria que serían las que
vivirían la retirada de Annual.
Pocas horas después, sin haber
tenido tiempo de asimilar la nueva conquista, partió del puerto de Melilla el vapor
Gandía, llevando a bordo una compañía
del regimiento de Melilla que participaría en una operación anfibia: la
conquista de Afrau, todavía en terreno de Beni Said, en la frontera con Beni
Ulisech. Las tropas de infantería y efectivos de la compañía de mar
desembarcaron la mañana del 12 de enero al mismo tiempo que una pequeña columna
de policía al mando del teniente Purón llegaba por tierra procedente de Beni
Said. En esta ocasión no intervendrían las tropas del Grupo de Regulares y la
conquista sería rápida y sin bajas. Poco después, a bordo del Lauria, llegaría el comandante general
acompañado de la mayoría de jefes de las unidades, entre ellos el teniente
coronel Núñez de Prado. La nueva posición quedó situada junto a la Alcazaba de
Bors, siendo su primera guarnición la compañía de Melilla, al mando del
teniente Viudez del regimiento.
Tras el desembarco de Afrau, en
el que no han intervenido las tropas de Regulares, se lleva a cabo -el sábado
15 de enero- el avance en Tensaman con el objetivo de ocupar el poblado de
Annual. La columna que mandaba el coronel Morales partió de Ben Tieb de
madrugada; en vanguardia el tabor del comandante Aparici y el escuadrón del
capitán Juan Rivadulla que tras coronar el tobogán del Izumar divisaría el
poblado rodeado de arboleda y plantaciones en cuya colina se instalaría la
posición. Nada hacía prever que aquel lugar se convertiría en base avanzada del
ejército español ni mucho menos que tan solo seis meses después sería el
escenario del origen de una tragedia. Las tropas de artillería tuvieron que
superar no pocos obstáculos para llevar una batería de montaña ya que el camino
era tan solo una pista de herradura. La 1ª Compañía de zapadores al mando del
capitán Nueve-Iglesias se encargó de fortificar la nueva posición. En primera
instancia se construyó un recinto alambrado -de tres piquetes- que
posteriormente ampliarían para poder acoger a tres compañías; lo dotaron en
gran parte de parapeto con un reducto donde se instalaron la batería de montaña
y una compañía de infantería. Al no existir aún la circunscripción de Annual,
quedaron de guarnición una compañía de San Fernando, la batería de montaña y efectivos
de policía bajo el mando del capitán Ramón Huelva. Días después, el alto mando
felicitaría a los ingenieros y artilleros que habían conseguido vencer las
importantes dificultades para fortificar y armar la posición.
Compañía de Ametralladoras del Grupo de Regulares |
En ningún caso
se pensó que la reciente conquista supusiese la base avanzada para un futuro
avance en dirección Alhucemas, sino tan solo una nueva posición que albergaría
una reducida guarnición. Idéntico pensamiento se recoge en el informe del
teniente coronel Ros. “Por lo que se refiere al
Campamento de Anual, fue elegido en un principio como posición para establecer
en él un grupo de policía indígena, y en este sentido llenaba perfectamente su
misión, pero no así como campamento general, centro de aprovisionamiento,
concentración de columnas, ni mucho menos como base de operaciones y punto de
partida para un ataque a Alhucemas. Anual es un valle casi semicircular,
estrecho y profundo, cerrado por todas partes por altísimas e inaccesibles
montañas, menos por un boquete estrecho que da al mar, en cuyos extremos
estaban las posiciones de Sidi-Dris y la de Afrau. Su suelo, sin caminos
y sí únicamente algunas veredas, estaba formado por lomas de suave pendiente
pero surcado de barrancadas sin fin que cortaban a cada instante el horizonte,
y permitían a un enemigo audaz y decidido hacer una obstinada defensa y oponer
una resistencia muy difícil de quebrantar al avance de nuestras columnas. Un
río de escaso caudal de agua que corría lamiendo las faldas de las montañas
fertilizaba el valle que tenía algunos trozos de huerta y surtía de agua al
campamento. Este valle estaba ocupado por las kabilas de Tessaman”.
Con el fin de facilitar el paso
de vehículos y camiones hasta Annual, se encargó la construcción de una pista
al teniente coronel ingeniero Mariano Campos Tomás. Para afrontar las obras, la
Comandancia de Ingenieros amplió los efectivos de zapadores incorporando
soldados de infantería y nativos contratados. En julio, aquel originario
emplazamiento se había ensanchado para acoger a más de 4000 hombres, y había
instalado dos nuevos campamentos: uno para el Grupo de Regulares y otro para el
regimiento de África. Los convoyes de alimentos y parque móvil partirían de Ben
Tieb o Dar Drius desde donde se transportarían los pertrechos a lomo o en
camello. No sería hasta muy poco antes de la retirada cuando los camiones de
gran tonelaje pudieran llegar hasta Annual. El comandante general y su estado
mayor visitaron el campamento y regresaron a Melilla siendo escoltados por un
escuadrón de regulares al mando del teniente José Navarro Morenés.
Las operaciones de enero
finalizaron con la ocupación de Izumar el día 22 -aprovechando un convoy a
Annual- y la ocupación y fortificación del Morabo de Sidi Mohamed y Yebel Uddia
-otro nido de águila a mil metros de
altura- en el camino entre Ben Tieb y Annual los días 22 y 27. A finales de mes el coronel
Morales, artífice de la mayoría de las conquistas, fue requerido en Melilla
para atender asuntos de la Subinspección de Asuntos Indígenas, recayendo en el
comandante Jesús Villar el mando en el sector de policía indígena.
Con la conquista de Annual se
cierra el ciclo de la campaña iniciada en mayo del año anterior. Las
posteriores operaciones serían básicamente para afianzar los flancos, sin que
fuera necesaria la intervención de grandes columnas, con la única salvedad de
la ocupación de Sidi Dris y Talillit a raíz de la pérdida de Abarrán. La
extensión del territorio ocupado y las nuevas cabilas sometidas supondrían un
importante reto para las tropas de la Comandancia. A la distancia -Melilla está
a más de cien kilómetros de Annual- había que añadir la no existencia de una
buena red de caminos que enlazara la vanguardia con la plaza. Poco después de
la toma de Annual, se crearía la nueva circunscripción que sería guarnecida por
tropas del regimiento de Ceriñola, que hasta ese momento acampaban en Kandussi.
El mando del campamento recayó en primera instancia en un teniente coronel del
mismo regimiento y, tras la pérdida de Abarran, en relevos quincenales entre el
jefe de Ceriñola y el del regimiento de Alcántara. Con motivo de la marcha a la
Península del coronel jefe del regimiento de Ceriñola se incorporaría a la
rotación en el mando de Annual el coronel Argüelles, jefe del mixto de artillería.
El campamento de regulares mantendría una dotación constante de un tabor hasta
los días previos a la retirada, cuando todo el Grupo fue movilizado al frente.
El día 16 de febrero, la
columna de policía al mando del comandante Villar ocupó Dahar Buyan -Buymeyan-
donde se situó la cabecera de la 15ª Mía de policía, cubriendo el frente entre
Annual y Sidi Dris. El campamento se construyó en un principio para poder
albegar veinticinco tiendas quedando asignada para su defensa una compañía de
Ceriñola y dos Mías de policía, posteriormente se ampliaría su guarnición con
una compañía de ametralladoras. El 18, Fernández Silvestre se refería en su
informe político a la necesidad de construcción de caminos en la zona, no solo por
asegurar el abastecimiento de Annual sino también por ser el trayecto para
alcanzar Tensaman y, más allá, Alhucemas. El alto comisario consiguió que,
gracias a un Real Decreto dictado a instancias del ministro de la guerra, se
aprobara un crédito especial para cubrir estas necesidades, pero la cuantía no
alcanzó para finalizar con éxito las obras.
También se
refirió a la construcción de la pista el teniente coronel Ros Sánchez, de
Ceriñola, en el extenso informe que elevó al general Picasso. “Graves, gravísimos
inconvenientes ofrecía esta carretera, todos ellos de orden militar. Aparte de
un trazado por montañas rodeadas de barrancos y precipicios, se había
aprovechado el cauce de un río de aluvión, en una extensión no menos de tres
kilómetros, lo que hubiese originado en el periodo de lluvias la paralización
completa de todos los servicios, y lo peor es la incomunicación total del
campamento y sus posiciones con el resto del territorio. Además de esto, la
carretera atravesaba de Norte a Sur en toda su mayor extensión las kabilas de
los Beni-Ulixet recientemente sometidas, armadas, y de muy dudosa fidelidad, lo
que constituía un serio y constante peligro puesto que la única vía de
comunicación por tierra estaba en manos del enemigo, que la podía cortar en
cualquier momento, y no estaba defendida ni vigilada por posiciones permanentes
de observación”.
Campamento de Regulares en Uestia |
Los tabores
Al
frente de cada uno de los cuatro tabores –tres de infantería y uno de
caballería- se hallaba un comandante; el Grupo no disponía, tal como ocurría en
otras unidades, de ninguno al frente del armamento; y finalmente un quinto
comandante ejercía como mayor. Hasta el mes de mayo de 1921: los tres jefes que
mandaron los tabores de infantería fueron Tomás Aparisi Rodríguez, Manuel
Llamas Martín y Ramón de Alfaro Páramo; el de caballería, Carlos Mielgo
Pascual; y el de mayor del Grupo, Augusto Pavón Tierno. Según refleja la
revista de comisario de julio de 1921, los tres tabores de infantería contaban
con 1301 clases y soldados, y el de caballería con 440 hombres.
Manuel Llamas Martín (3-1-1881)
era, a causa de su ascenso en junio de 1916, el comandante con más antigüedad
en el empleo; había participado en la mayoría de campañas en la zona oriental y
en gran número de hechos de armas entre 1909 y 1921 donde mandaba el 3er Tabor.
En junio de 1914, le fue concedida la Cruz de María Cristina siendo capitán del
regimiento de Ceriñola. Para julio de 1921 llevaba 26 meses consecutivos
destinado en el Grupo de Regulares que, sumados a otros seis años anteriores,
le convertían en uno de los oficiales más veteranos de la unidad. En agosto de
1909 había fallecido su joven esposa dejando dos pequeños huérfanos al cuidado
de la abuela paterna en El Ferrol; el mayor -Manuel- moriría en 1924 siendo
teniente de regulares. Gracias a su dilatada trayectoria en combate, Manuel
Llamas había ejercido en diversas
ocasiones accidentalmente el mando del Grupo de Regulares con acierto. Sin embargo,
la última vez que se hizo cargo de tal cometido marcaría de manera negativa su
brillante carrera militar.
Teniente coronel jefe, comandantes y oficiales del Grupo junto a la Duquesa de la Victoria |
El 18 de julio de 1921, cuando el
teniente coronel Núñez de Prado al frente de su columna intenta socorrer a Igueriben
es herido, por lo que entrega el mando y es evacuado a Melilla. El 22, al
retirarse las tropas de Annual, Manuel Llamas recibe la orden de replegarse
junto a sus tropas a Dar Drius, adonde llega sin novedad. En Drius se le
comunica que continúe a Uestia donde deben pernoctar las tropas, ya que el alto
mando no tiene confianza en las unidades indígenas. El 23, temprano, los tabores
de infantería parten dirección Nador y el de caballería a Zeluán. En Nador,
Llamas desarma a los soldados y les autoriza a marchar a sus domicilios hasta
el toque de retreta, pero nadie se presenta a la hora y el comandante,
autorizado por el jefe de la circunscripción de Nador teniente Pardo Agudín,
decide al día siguiente partir junto a la oficialidad a Melilla. Por este hecho
el comandante Llamas sería encausado, juzgado y condenado. El proceso judicial
que lo llevó a prisión se inició el 16 de enero de 1922 y se ampliaría para
dilucidar si existían indicios de delito en la conducta de los oficiales del
Grupo. En diciembre del mismo año, se ordena la elevación a juicio de la causa
contra el comandante Llamas, y en abril de 1923 se ordena el ingreso en prisión
preventiva del acusado. Manuel Llamas sería juzgado en septiembre de 1923,
siendo su abogado defensor el coronel Fernando Martínez Piñeiro y actuando como
fiscal el general Rafael Villegas. Acusado de un delito de negligencia -artículo
275 del código de justicia militar- con el agravante de la pérdida del
armamento, material y ganado -reglamento de 1882- fue condenado a la pena de
doce años y expulsión del Ejército. Sin duda, una de las mayores condenas
impuestas a los oficiales juzgados por los sucesos de julio de 1921. Tras el
juicio, el comandante Llamas ingresó en el fuerte de María Cristina donde no llegó
a cumplir su condena ya que falleció el 9 de noviembre del mismo año por
enfermedad, según decía la prensa local. Un día después fue enterrado en el
cementerio de Melilla convirtiéndose en el primer morador del recién construido
Panteón de Regulares. Al acto asistió la gran parte de la oficialidad de la
guarnición siendo presidido el sepelio por el comandante general y el jefe de
los regulares, teniente coronel Pozas. En la actualidad el panteón dispone de
dos niveles con 131 nichos, entre ellos un laureado.
Comandante Manuel Llamas Martín 1881-1923 |
Idéntica antigüedad en el empleo
tenían los comandantes Tomás Aparisi Rodríguez
y Ramón de Alfaro Páramo, ambos ascendidos el 31 de agosto de 1918.
Aparisi mandó el 1er Tabor hasta mayo de 1921, cuando fue destinado a la Península
tras haber participado en toda la campaña, a la que se sumaba su anterior
participación en la del Kert siendo capitán del regimiento de Guadalajara.
Antes de partir de Melilla fue objeto de un homenaje al que acudieron muchos
oficiales del Grupo.
Ramón de Alfaro mandó el 2º Tabor
durante toda la campaña, permaneciendo en la unidad durante la posterior
reconquista del territorio. Veterano en Marruecos, donde desarrolló gran parte
de su carrera militar, intervino en la gran mayoría de campañas. El 29 de abril
de 1922 fue herido de gravedad en la reconquista de Tuguntz; su estado era tan
delicado que no pudo ser evacuado a Melilla, debiendo permanecer ingresado en
el hospital de sangre de Dar Drius, completamente remodelado tras los sucesos
de julio de 1921. Las heridas recibidas lo mantuvieron apartado del servicio
activo hasta noviembre de 1923 y le valieron una medalla de sufrimientos
pensionada. En diciembre de 1926 fue ascendido a teniente coronel por méritos,
ascenso que años después validó el gobierno republicano. Tras la pacificación
del territorio en 1927, se le concedió el distintivo de regulares con adición
de cuatro barras rojas. En 1931 fue designado ayudante de órdenes del general
José Riquelme en Valencia, destino en el que permaneció hasta poco antes del
estallido de la Guerra Civil. Tras su ascenso a coronel permaneció disponible
en Valencia manteniéndose fiel a la República aunque no consta que se le
concediera mando alguno. Después de la guerra fue retirado con el empleo de
coronel falleciendo en la misma ciudad en 1946.
La vacante que había dejado Tomás
Aparisi al frente del 1er Tabor fue ocupada por Francisco Romero Hernández,
recién ascendido en 1921. Perteneciente a la promoción de 1897 y veterano
combatiente en Marruecos, donde sirvió ininterrumpidamente durante más de
trece años, llegando a intervenir en treinta hechos de armas, la mayoría
de ellos al frente de tropas de regulares y de la brigada disciplinaria donde
estaba destinado al ascender a comandante. El 17 de julio de 1921 mandaba las
tropas del Grupo en Annual -16 jefes y oficiales y 615 clases y soldados-
siendo las encargadas de formar la vanguardia en el convoy a Igueriben. Las
tropas de regulares desalojaron en primera instancia al enemigo que se había
situado entre Buimeyan e Igueriben con el objetivo de cortar las comunicaciones
de ambas posiciones con Annual. Posteriormente, asegurando las lomas donde se
montaba el servicio de aguada facilitaron al escuadrón del capitán Cebollino la
entrada del último convoy en Igueriben antes de su caída el 21 de julio.
Finalmente, el repliegue se realizó con orden minimizando así el número de
bajas. Por estos hechos al comandante Romero se le ascendió en 1925 a teniente coronel por
méritos, atestiguando a su favor tanto el jefe de la circunscripción de Annual,
coronel Argüelles, como un gran número de oficiales de distintas unidades. En
la última fase del repliegue, ya a la vista del campamento de Annual, fue
herido de gravedad siendo atendido en el hospital de campaña y evacuado a
Melilla. Al mejorar su estado, fue trasladado al hospital de la Cruz Roja de
Málaga en el primer viaje de los muchos que realizó el buque hospital Alicante. Francisco Romero permaneció en
el Grupo hasta mayo de 1923 cuando fue nombrado ayudante del general Rafael
Villegas. En 1931, acogiéndose a las leyes de Azaña, se retiró del Ejército con
el empleo de teniente coronel siendo su último destino el cuerpo de seguridad
en Barcelona.
Comandante Francisco Romero Hernández |
Tras el Desastre quedaron deshechos
los tres tabores; según refleja la revista de comisario del mes de septiembre
la infantería quedó reducida a 163 hombres de los cuales 22 habían sido
heridos. La compañía de ametralladoras fue la única que permaneció operativa al
estar formada exclusivamente por soldados españoles. Con aquellos pocos hombres
se reorganizaron dos compañías de infantería y la citada de máquinas, hasta que
la unidad volvió a tener operativos todos sus efectivos, atesorando desde
entonces un brillantísimo historial en la campaña de reconquista del territorio
perdido en 1921.
El tabor de caballería perdió un
gran número de sus tropas en Zeluán, tan solo una parte llegó a Melilla al
mando del capitán García-Margallo, con la que se organizaría un escuadrón que
en septiembre estaba formado por 97 soldados, 14 de ellos heridos. Durante la
campaña 1920-1921, tres fueron los comandantes al mando del tabor: Jesús Villar
Alvarado, Carlos Mielgo Pascual y Manuel del Alcázar León.
Carlos Mielgo (28-12-1876) se
hizo cargo del tabor tras la marcha de Villar a la policía indígena,
incorporándose al grupo en agosto de 1920. Desde entonces, participó en todas
las operaciones hasta que por enfermedad contraída en campaña (paludismo)
falleció en Melilla el 2 de julio de 1921. La muerte de Mielgo fue muy sentida
entre sus compañeros que asistieron en pleno al entierro que presidió el
coronel Morales y en el que rindieron honores dos compañías de Ceriñola al
mando del comandante Julio Benítez. Al tratarse de muerte por enfermedad, sus
herederos no tenían derecho a los beneficios que les habría correspondido si
hubiera fallecido en función de guerra. Por ello, el teniente coronel Núñez de
Prado hizo instruir un expediente para probar que la enfermedad había sido contraída
por contagio en campaña. A su favor contaban con el precedente del caso de la
muerte del teniente coronel Eduardo Barrera Bau, del regimiento de La Corona,
en circunstancias similares. En aquella ocasión, las Cortes aprobaron, a
iniciativa del ministro de la guerra, una ley que permitió a la familia de
Barrera acogerse a los beneficios de fallecimiento en acción de guerra. Sin
embargo, el gobierno denegó a la familia Mielgo tal medida, por lo que la
pensión fue de cuantía muy inferior.
Durante los días previos a la
retirada de Annual, se hizo cargo accidentalmente del tabor el capitán
Ildefonso García-Margallo hasta la designación de un nuevo jefe. El 16 de julio
se incorporó al Grupo el comandante Manuel de Alcázar Leal (24-4-1881) quien,
casi sin tiempo de establecerse en el campamento de Annual, tomó parte en los
combates del día 21 y la retirada del 22. Atesoraba hasta entonces una carrera
iniciada tras su ingreso en la academia en 1897. En 1921 fue ascendido a
comandante y tan solo un año después a teniente coronel por méritos de los que
se hizo acreedor en la campaña de 1921-1922. Después de 38 años de carrera,
ascendió a brigadier en enero de 1936, pasando a situación de disponible en
Madrid. Tras el golpe de estado permaneció en la capital sin ocupar cargos de
relevancia, pasando terminada la guerra a la situación de reserva. Falleció en
Madrid en enero de 1975 a
la edad de 94 años, siendo el general de caballería en la reserva de mayor
edad.
El Grupo de Regulares no
disponía, como la mayoría de unidades, de comandante encargado de armamento, a
pesar de que se le había ofrecido esta posibilidad al teniente coronel Núñez de
Prado. Tampoco los comandantes jefes de tabor tenían los mismos turnos de
operaciones que sus compañeros de los regimientos de infantería que se
alternaban al frente de la jefatura de las posiciones. A partir de la conquista
de Annual en el mes de enero, quedaba un comandante al frente de las tropas,
con independencia del tabor, mientras que el jefe del Grupo mandaba columna y
disponía de despacho en Melilla. El tabor de infantería que descansaba ocupaba
los locales del Grupo en Nador, mientras que el de caballería quedaba en
Zeluán.
Comandante Augusto Pavón Tierno |
A lo largo de las diferentes
campañas de Marruecos, el Grupo de Regulares de Melilla perdió tres comandantes
en acción de guerra: el primero en 1916, Enrique Muñoz Güi en el durísimo
combate del Biutz; Tomás González Cebrián muerto en Tizzi Aza el 17 de
noviembre de 1922; y Félix Repollés Pallarés, que mandaba el tabor de
caballería, fallecido el 28 de mayo de 1923 en Buhafora, cabila de Tafersit.
Atención veterinaria
y médica
Para hacerse cargo de la atención
médica, la unidad disponía de los médicos capitán Carlos de la Calleja Hacar y
tenientes Carlos Puig Quero y Gome Cortés Aguilar. Mientras que los regimientos
de infantería tenían asignado un médico por batallón -aproximadamente 1
profesional por cada mil hombres- el ratio en el Grupo de Regulares era de 1
médico por poco más de 600 hombres, cantidad que el 22 de julio era mayor ya
que el capitán De la Calleja disfrutaba de permiso oficial y la unidad solo
contaba con los tenientes. El 17 de julio, en el campamento de Annual estaba
tan solo el teniente Carlos Puig Quero (11-1-1895) para cubrir las necesidades
médicas del Grupo, que tenía destacados dos tabores y un escuadrón (16 jefes y
oficiales y 635 de tropa). El 18 de julio, al emitir la Comandancia General una
orden general a toda la oficialidad de incorporarse al frente, se unió a las
tropas el teniente médico Gome Cortés Aguilar.
Puesto de socorro en primera línea |
La experiencia vivida en los días
previos a la retirada de Annual dejó tremendamente impresionado al teniente
médico Carlos Puig. El oficial, de la promoción de septiembre de 1920 de la que
tres morirían en Annual, había recibido el despacho de oficial médico en enero
de 1921. Se había incorporado al Grupo de Regulares el 1 de marzo, dando inicio
al primer turno forzoso de operaciones que debían cumplir los oficiales médicos
recién licenciados. Tras el Desastre, el teniente Puig fue evacuado a la Península,
al Hospital Militar de Madrid. En el mes de diciembre concedió una entrevista
al redactor del diario El Sol, de la que entresaco las siguientes
palabras referidas al Grupo de Regulares:
“Llevábamos una semana de luchas estériles; salíamos de Annual para
socorrer Igueriben que sucumbía. Avanzábamos y no podíamos llegar; era
imposible. La harka de Abd el Krim tenía perfectamente dominados todos los
parajes dominantes. El día 20 curé a Núñez de Prado que había recibido un
balazo peligroso. Recuerdo que mientras restañaba, desinfectaba y vendaba, todo
lo veía rojo: la tierra, el cielo, las personas y el sol que abrasaba; era
nuestra pesadilla. Ni un árbol, ni un sembrado, riscos y peñas barranqueras
secas y cadáveres; era una pesadilla”.
El 22 partió de Annual con el resto
de su unidad, aunque finalmente quedó aislado junto a un pequeño grupo en el que
se hallaba su asistente, el soldado Manuel Araujo, natural de Villa del Río -Córdoba-
quien murió antes de coronar el Izumar. El médico aportó un testimonio
disparejo al de la mayoría acerca de la suerte que corrió el general Fernández
Silvestre. Según declaró, gracias a los prismáticos vio al general, junto a
varios oficiales, de pie, pistola en mano. Poco después, la harka invadió el
campamento y el general anduvo algunos pasos, como ofreciéndose al
cruel enemigo; recibió un primer
disparo en el pecho y luego otro que le hizo caer de bruces. En aquel
momento, tan solo alguna compañía defendía lo que quedaba de la base avanzada;
una compañía de Ceriñola a las órdenes de los tenientes Valls de la Torre y
Vizcaino, los últimos de Annual. Coronado el Izumar, el teniente Puig fue
golpeado en la cabeza por un rifeño. Sin duda debió ser tras pasar el puente de
madera que había en la pista Ben Tieb-Annual donde fue herido el coronel
Morales, ya que antes de caer desfallecido reconoció al coronel, doblado en el camino, cubierto de sangre y
polvo. Más tarde despertó casi desnudo y vestido con harapos en el hospital
Docker; habían pasado siete días sin que tuviera constancia de nada de lo
ocurrido. Tampoco en el hospital habían advertido que se trataba de un oficial
médico. En enero de 1922 regresó a Melilla y se incorporó a los grupos de
hospitales donde continuó su carrera militar. En 1936, siendo capitán, estuvo
destinado en el 1er Grupo de la 1ª Comandancia de Sanidad en Madrid sirviendo
toda la guerra en zona republicana y sería, después de la contienda, apartado
del Ejército con el empleo de comandante.
Teniente Gome Cortés Aguilar |
Veterinario 1º Clemente Martínez Herrera y Gráfico de régimen interior del servicio de veterinaria |
Además de Martínez, servía en el
Grupo el veterinario 2ª Enrique Ortiz de Landazuri Rodríguez. Nacido en Madrid
el 9 de marzo de 1897, cursa la carrera de veterinaria en la facultad madrileña,
donde su padre es profesor titular. En octubre de 1917 finaliza sus estudios en
la Academia Médico-Sanitaria con el empleo de veterinario 3ª (alférez). Tras
una breve estancia en Vitoria, recala en el Grupo de Regulares en agosto de
1919 ascendiendo poco después a veterinario 2º. Participa por tanto en toda la
campaña y en los principales hechos de armas en los que interviene el Grupo: combate
de la Loma de los Árboles y convoyes a Igueriben. El 23 de julio, junto al tabor
de caballería, llega a Zeluán siendo uno de los oficiales designados para
participar en la defensa del poblado. Aunque no está claro si falleció durante
la defensa o tras la rendición -nunca pudieron recuperarse sus restos- Ortiz de
Landazuri fue uno de los cinco veterinarios muertos durante el Desastre.
Un desembarco
Una vez ocupado Annual y establecidas
las posiciones adyacentes, el alto mando diseñó una operación combinada con la
armada para conquistar Sidi Dris, en la divisoria de Tensaman y Beni Said. Junto
con Afrau serían las dos posiciones sobre las que se basaría el plan de avance
hacia Alhucemas siguiendo la costa marroquí. Sidi Dris, en la desembocadura del
río Amekran, se halla a 46
millas de Melilla. Su conquista posibilitaría que todo
el litoral comprendido entre Cabo Quilates y la desembocadura del Kert quedara
ocupado. El viernes 11 de marzo parten de Melilla el comandante general, el segundo jefe y su estado mayor y
pasan la noche en Annual. En los días previos el territorio ha sufrido un
temporal de lluvia que ha convertido los caminos en un barrizal. En Annual, a
pesar de que el campamento no está aún preparado para acoger tantos hombres, están
ya reunidas las tres columnas que participarán en la operación. Los regulares y
la policía vivaquean en un lugar próximo al emplazamiento original que ocupa la
columna de Ceriñola. De madrugada vuelve a llover con fuerza, lo que va a dificultar
el traslado de la artillería.
A las siete del día 12 parten las
tres columnas: por la izquierda marchan en paralelo al Amekran las tropas de policía,
una batería de montaña y servicios al mando del coronel Morales, firme defensor
de la conquista de Sidi Dris; la columna del centro mandada por Núñez de Prado
(los regulares) -4 compañías de fusiles, 2 escuadrones y la compañía de
ametralladoras del Grupo, más una batería de montaña y sección de ambulancia-
avanzan por el camino natural que lleva a Sidi Dris; y por la derecha la
columna de Ceriñola que, al hallarse enfermo el coronel Riquelme, dirige el
teniente coronel Pedro Marina, compuesta por 2 compañías y 1 escuadrón del
Grupo de Regulares. Finalmente, desde Sidi Hossain (Afrau) parte la mía del
capitán González Longoria con la que acudirán notables de Beni Said. La
jefatura de estado mayor corrió a cargo del comandante Francisco Cabrerizo.
Playa de Sidi Dris y lugar donde se hallaba la posición |
La máxima dificultad que
encontraron las tropas fue superar los accidentes naturales del terreno y los
derivados de los aguaceros caídos en los últimos días. Antes del mediodía, las
tropas de Morales alcanzaron sus objetivos y, como la columna de Marina no pudo
alcanzarlos a la hora prevista, fueron los policías los primeros en cruzar el
Amekran y alcanzar la playa de Sidi
Dris, siendo protegido su avance por las tropas de regulares. La nueva posición
se asentó sobre la loma de Tah Saf ocupando una meseta de 50 metros de cota
dominante sobre la playa, lo que en caso de necesidad, si quedaba cortado el
único acceso a la loma, haría la bajada extremadamente difícil.
De la fortificación se encargó la
compañía de zapadores del capitán Maroto que además tenía la misión de
construir un embarcadero provisional en el que se pudieran descargar víveres y
pertrechos. Las tropas de ingenieros permanecerían varios días acampadas en la
playa para poder acometer las obras. Fernández Silvestre y su estado mayor
almorzaron en la posición a la que llegaron a lomo de sus caballos. No se
registró ni un solo disparo y además de los jefes de Beni Said presentaron sus
respetos los de Beni Ulisech y Tensaman. Como era práctica habitual en las
conquistas, tras la fortificación y abastecimiento las columnas emprendieron el
regreso, quedando de guarnición una compañía de Ceriñola, la batería y una
sección de policía indígena. La primera parte de la operación había resultado
un éxito.
La segunda parte (el desembarco)
se lleva a cabo el martes 15 de marzo, cuando zarpa de Melilla una flotilla
compuesta por el cañonero Laya y los
remolcadores Reina Victoria (de la
Junta de Fomento) y Europa (Compañía
de Mar). Se asigna el mando al capitán de estado mayor José García Garnero que
viajará a bordo del Laya. También se
autoriza que viajen en el Victoria el
operador de cine Antonio Delgado -de la casa Gaumont- y el empresario de
Melilla Antonio Aguado, propietario del Teatro Alfonso XIII; van a grabar una
película que se estrenará en el teatro melillense. La flota tiene encomendado
el objetivo de llevar a Sidi Dris víveres y material, entre el que está una de
las tres nuevas estaciones radiotelegráficas que ha recibido la Comandancia. De
su uso se encarga el teniente Manuel Arias Paz quien, además de instalar la de
Sidi Dris, supervisará las otras dos emplazadas en Afrau y en el campamento de
Annual, junto a la tienda que ocuparía el general Fernández Silvestre, por lo
que Arias sería uno de los últimos en ver con vida al general el 22 de julio.
La travesía no fue fácil, la
marejada de poniente impidió al Europa
sortear el cabo de Tres Forcas y se vio obligado a regresar a Melilla, pero las
dos naves restantes sí pudieron llegar a la playa de Sidi Dris y descargar en
botes -aún no habían finalizado las obras del embarcadero- el material. La
película de Antonio Delgado fue estrenada en Melilla el 21 de abril en el
Alfonso XIII, y dejó constancia de las siguientes escenas: Las tropas españolas conquistan Sidi Dris/Vista de la playa de Sidi Dris/El
célebre Cabo Quilates/El campamento y la 13 Mía de policía salen de
reconocimiento. Son estas imágenes uno de los pocos testimonios en
celuloide de las tropas de Fernández Silvestre. Que yo conozca no existe más
que otra filmación donde se puede ver al general paseando junto a otros
oficiales por el Parque Hernández, escena que podemos ver en la película de
Manuel Horrillo, Rif 1921, una historia
olvidada.
La ocupación de Sidi Dris, de
vital importancia para muchos, acerca las tropas españolas a la belicosa cabila
de Tensaman. Esta, abarca el saliente que forma el macizo de Cabo Quilates,
limitando a su derecha por el Uad-Sidi-Salha con Beni Ulisech; al oeste por el
Nekor con Beni Urriagel y al sur con Beni Tuzin. Terreno agreste y accidentado,
en el que grandes montes cubiertos de jara conforman una orografía colmada de
barrancos secos en verano convertidos en verdaderos torrentes en épocas de
lluvia. Un lugar muy complicado para que puedan operar las columnas, pero la
ruta desde aquí hasta Alhucemas hace inevitable la sumisión y posesión de
Tensaman.
La conquista de Sidi Dris cierra
el ciclo de operaciones cuyas líneas maestras habían acordado Fernández Silvestre
y Berenguer, aunque no la campaña, cuyo objetivo seguía siendo la bahía de
Alhucemas. Sin embargo, la opinión mayoritaria era partidaria de ralentizar las
actuaciones para poder asentar y consolidar el territorio, y la de los altos
mandos abundaba en este sentido, como refleja el informe político del 16 de
febrero que el coronel Gabriel de Morales había remitido al comandante general,
en el que expresaba la necesidad de detener la campaña en el punto en el que se
encontraba en enero de 1921 y afianzar la zona ocupada, aconsejando acometer la
ocupación de Sidi Dris, que el coronel consideraba de vital importancia, en la
ulterior conquista del valle del Nekor.
“Una vez establecidos en aquel punto de la costa, habrá que creer que se
ha llegado al límite de elasticidad de las fuerzas de que V.E. dispone, pues
allí se ha de reunir un núcleo considerable, tanto indígena como europeo, y
esta consideración y la necesidad de efectuar rápidos e importantes trabajos
para establecer en Sidi Dris la base para nuestro futuro avance en Tensaman y
llegar al Nekor, obligarán forzosamente a suspender los movimientos hasta que,
terminada la instrucción de reclutas a fin de abril, cuente V.E. de nuevo con
los medios indispensables para continuar”.
Sin embargo el tiempo demostraría
que esta predisposición a que Sidi Dris fuera el punto de partida de futuros
avances se desechó debido a los problemas que presentaba el abastecimiento por
vía marítima, además de las dificultades para poder socorrer a la posición en caso de ataque. Este contratiempo
o permuta en la estrategia de avance supuso que el campamento de Annual adquiriera
una enorme importancia y se ampliara su capacidad para poder albergar
depósitos, columnas y un hospital de campaña tipo Docker que nunca se llegó a emplazar.
A tener en cuenta también
la opinión del teniente coronel Fidel Dávila, jefe de la sección de campaña,
que pensaba, en la línea de Morales, que a pesar de la tranquilidad reinante en
la zona ocupada no era recomendable continuar la acción militar: “Esta favorable situación política se
reflejaba en la situación militar la cual desenvolvía todos sus servicios en
completa tranquilidad, lo que no obstó para exponerle al alto mando el criterio
de no ser suficientes las fuerzas y elementos de que disponía en el territorio
para proseguir la acción militar y que era preciso dedicar la atención a
consolidar y garantizar el dominio de la extensa zona ocupada. Se apreciaba
palpablemente una actitud de franca
sumisión en los indígenas de la zona ocupada, pues a raíz de haberse llevado a
efecto la ocupación de Beni Said se circulaba por todo el territorio con
tranquilidad absoluta, sin que se produjera caso alguno de agresión”
Fidel Dávila Arrondo 1878-1962 |
En los meses previos al
mes de junio, tal como dice Fidel Dávila, no hubo por parte rifeña agresión
alguna de la que quedara constancia, así se asegura en la crónica que escribió
el capitán de ingenieros Antonio Sarmiento León-Troyano donde queda clara la calma
que se disfrutaba en la línea avanzada: “Acampábamos en Izummar con las compañías de Ponce y Nueve Iglesias.
Ninguna fortificación nos protegía; vivaqueábamos. Era tal la tranquilidad y la
confianza reinantes que junto a las tiendas de nuestros soldados montaban sus
“jaimas” y cafetines los trabajadores indígenas, cuyas kábilas quedaban más
alejadas; variaba el número de ellos cada día, pero nunca fue inferior a un
centenar. Ricas tierras son las de Tensaman y Beni-Ulixek; la fértil y profunda
capa vegetal hace frecuentes y fecundos sus huertos; frondosos sus árboles,
entre los que abundan los añosos olivos y los degenerados acebuches, que,
curvando sus retorcidas ramas hacia el suelo, brindan sombra al caminante. En
los valles y laderas comenzaban a dorarse las apretadas espigas prometiendo
espléndida cosecha.”
Similar opinión
se vierte en el informe del regimiento de Ceriñola acerca de la tranquilidad
que vivió la zona hasta la caída de Abarrán el primero de junio. “Durante los meses de enero,
febrero, marzo, abril y mayo, el enemigo jamás dio señales de vida, ni las
kabilas sometidas acto alguno que hiciera dudar de su fidelidad. No había
prohibición alguna respecto a la entrada de moros en el campamento. Unos traían
leña para Intendencia, otros a vender y a ofrecer carne para la tropa, otros a
conferenciar con el Capitán de Ingenieros cuyas oficinas de admisión para los
trabajos de la carretera las tenía en su tienda, y aun hasta Intendencia tenía
dos moros empleados en la fabricación del pan. Todo era paz, tranquilidad y
bien andanza”.
Entre los altos mandos no
existieron, que conozcamos, más discrepancias sobre la campaña que las que el
teniente coronel Fernández Tamarit expresó a Fernández Silvestre el 16 de mayo
de 1921, cuando crudamente exponía a su compañero de academia con total sinceridad:
“Mi opinión, contraria a que lo de Beni-Said
y Beni-Ulisex ha sido un éxito, no es capricho, ni una genialidad; es un
convencimiento. Has edificado sobre arena; no están sometidos. Te has instalado
prematuramente en Sidi-Dris, Afrau y Anual. Las comunicaciones son
dificilísimas; las posiciones deplorables y no responden más que a eso que se
llama la política y que es simplemente la negación de ella. Son los jefes moros
los que indican los emplazamientos; todos sin aguada ni recursos y fáciles de
aislar. Mehayast, Yehel-Uddia, Izumar, todos son nidos de águilas, donde viven
las guarniciones prisioneras. Anual, término de la línea, está batido y
dominado por todos los frentes; no tiene más comunicación que la del tobogán de
Ben-Tieb, fácilmente estrangulable y con los planos al descubierto. Aunque se
haga una pista, no se mejorará la situación.”
A partir de este momento la
mayoría de las operaciones que diseñó la sección de campaña fueron llevadas a
cabo por la policía indígena tras su labor política, sin que intervinieran en ellas
las grandes columnas de tropas que hasta el momento habían protagonizado la
campaña. Era de vital importancia avanzar en el acondicionamiento de los
caminos, todavía en fase precaria debido a que la mayoría del territorio
conquistado presentaba grandes carencias en este sentido. A finales del mes de
marzo llegó a Melilla el general Berenguer en visita de inspección. Hacía poco
más de veinte días que había recibido de Silvestre el plan político-militar a
realizar sobre Alhucemas, donde se desgranaban las líneas maestras del futuro
avance sobre la codiciada bahía. Berenguer permaneció en Melilla varios días. El
4 de abril, en visita de inspección a Tafersit, Midar y Dar Drius, se
inauguraron la carretera que unía la posición con Batel y el puente metálico
sobre el Kert. La comandancia de ingenieros, desde la conquista de Dar Drius en
mayo de 1920, había empleado casi un año en finalizar las obras de
acondicionamiento de la carretera, a pesar de que el trazado corría en llano.
Desde Drius, recorriendo la mayor parte del trayecto a caballo, visitó
Berenguer la base avanzada en Annual, donde pasó revista a las tropas, entre
ellas el tabor de regulares allí destacado. Muchas serían las dificultades que
encontrarían los zapadores para construir caminos decorosos en el accidentado
terreno de Beni Ulisech y Tensaman. Ya entonces los regimientos de infantería
destinaban efectivos para reforzar a los zapadores, entre 40 y 50 hombres de
cada uno de los cuatro regimientos. Fue elemento común en muchas de las misivas
que Silvestre dirigía a Berenguer y al ministro de la guerra su insistencia en
la necesidad de adecentar la línea de comunicaciones entre posiciones, y entre
estas y Melilla que cada día dejaban más y más lejos del frente.
Así lo vemos en
este extracto del plan político-militar del 10 de marzo de 1921:“Preséntase, por último, la cordillera de
Temsaman, en la cual, si bien existe paso para desembocar desde esta cábila en
Beni Urriaguel, no son pasos francos, sino que se desarrollan por terreno
sumamente abrupto y angosto, por lo que ha de originar su paso grandes fatigas
y penalidades ínterin no se acondicionen los caminos. Esta atención tan
primordial y esencial implica la ineludible necesidad de consignar créditos
para satisfacerla, ya que la importancia y cuantía de las obras que supone no
permite perder momento alguno en su ejecución, ni distraer en ella el esfuerzo
de las tropas. Proceder de otro modo traería consigo perder el enlace con las
fuerzas que se internasen en aquel territorio, las cuales no tendrían atendido,
ni aun medianamente, su abastecimiento”
El 6 de abril, el general Berenguer
visitó Zeluán y Nador y pasó revista a las tropas del Grupo; 2 tabores y 2
escuadrones desfilaron ante las autoridades bajo el mando del teniente coronel
jefe. Después, la oficialidad ofreció al alto comisario un banquete en los
locales del Fomento Agrícola de Nador; al brindar, Núñez de Prado recordó a los
asistentes que el general era el creador de las Fuerzas Regulares Indígenas. La
tarde concluyó en Melilla con otro desfile: el de los reclutas de los
regimientos de infantería, que todavía no habían jurado bandera. Menos de
cuatro meses después, muchos de aquellos jóvenes reclutas engrosarían las filas
del ejército de desaparecidos.
Desfile de fuerzas del Grupo |
Fusiles y sables
En la revista de comisario de
julio de 1921 se hallaban filiados en el Grupo 17 capitanes: 15 al mando de las
compañías, 1 como ayudante mayor y otro que ejercía las funciones de cajero.
Francisco del Rosal Rico, perteneciente a la promoción de 1898 y capitán desde
enero de 1911, era el más antiguo en el empleo, mientras que el de menor
antigüedad era Ramón Moreno de Guerra, recién ascendido en 1921. El de mayor
edad -44 años- era Antonio Gómez Iglesias, y el más joven, Carlos Asensio
Cabanillas de 24. Entre ambos capitanes existía una diferencia de veinte años
en la edad, y diez en el empleo, prueba de que el grado de capitán era la
categoría en la que los oficiales permanecían más tiempo, salvo que se
produjeran ascensos por méritos de guerra, circunstancia que no se daba en
1921.
Capitán Antonio Gómez Iglesias |
Gómez Iglesias había ascendido a
capitán en 1911 y hasta 1924 no se le concedió el empleo de comandante, después
de 13 años de capitán y nada menos que 22 de servicio en África. Gómez fue
herido por primera vez en mayo de 1922, dos meses después recibió otra herida y
en noviembre del mismo año en los combates de Tizzi Asa recibió tres balazos,
uno de los cuales le perforó el abdomen e hizo temer por su vida. Tras su
ascenso regresó a la Península y en 1931 se retiró del Ejército acogiéndose a
las leyes de Azaña, fijando su residencia en La Coruña. En 1936 se sumó al
alzamiento ingresando de nuevo en la escala activa hasta su ascenso a coronel,
circunstancia que también vivieron en julio de 1936 el resto de los capitanes
que sobrevivieron -Gómez Abad, Redondo, Jiménez López, Suances, Gómez Abad
Sánchez Noé, Lacasa, Asensio Cabanillas y Cebollino- todos ellos sumados a los
sublevados a excepción de Francisco del Rosal Rico, que se mantuvo fiel a la República
y García Margallo y Martí Berastegui que habían sido retirados antes del inicio
de la Guerra Civil.
Carlos Asensio Cabanillas, de la
promoción de 1911, había nacido en 1896 y se graduó en julio de 1914 como 2º
teniente, pocos días después de la muerte en tierras africanas de su hermano
Manuel, a quien le concedieron la Cruz Laureada. Tan solo 10 años después, sin
haber cumplido los treinta, ya era comandante por méritos de guerra. Fue herido
en diversas ocasiones al frente de tropas de regulares y permaneció destinado
en Marruecos durante muchos años de su carrera. En 1936, siendo teniente
coronel mandaba el Grupo de Regulares de Tetúan, en el que del total de 101
oficiales filiados se sumaron 96
a la sublevación. La aportación de los diferentes grupos
al ejército de Franco fue unánime y decisiva; ni más ni menos 522 oficiales ( de los diferentes Grupos existentes en julio de 1936) de
todos los empleos engrosaron las columnas del ejército sublevado interviniendo
en todas las campañas hasta el final de la guerra. Carlos Asensio desarrolló
una brillante carrera que le llevó al generalato con poco más de cuarenta años:
recibió, entre otras, la medalla militar individual y después de la guerra
desempeñó importantes cargos como el de Alto Comisario o Ministro de la Guerra.
Falleció en Madrid en 1986.
Durante la primera parte de la
campaña, hasta finales de 1920, figuraba como ayudante del Grupo el capitán
José Sánchez Noé (13-11-1887), veterano oficial en el manejo de tropas de Regulares,
unidad en la que permaneció hasta su ascenso por méritos a comandante en 1924,
participando en un altísimo número de hechos de armas. Tras su etapa como
ayudante se le confirió el mando de una compañía -2ª Cía. /II Tabor- al frente
de la cual viviría el Desastre y poco después la muerte de su hermano Ángel,
capitán de policía indígena. Destacado en la campaña de reconquista se le
ascendió a comandante por méritos con antigüedad de 31 de julio de 1922, siendo
posteriormente jefe de tabor. La sublevación de 1936, siendo teniente coronel,
le sorprendió de vacaciones junto a su familia, en Cádiz. Al enterarse de que
el general Varela se haría cargo de las tropas se ofreció al bilaureado y este
le nombró presidente de la diputación. Inexplicablemente el 11 de agosto, días
después de su nombramiento, fue cesado en el cargo y confinado en un campo de
prisioneros, donde permanecería recluido hasta el mes de abril de 1939, pasando
después a la situación de retirado hasta su fallecimiento en julio de 1963.
Capitán Martín Lacasa Burgos 1881-1936 |
Le sucedió en el cargo de
ayudante el capitán de caballería Martín Lacasa Burgos (28-11-1881), veterano
en el Grupo y en Marruecos, donde permaneció por espacio de más de once años.
Tras el Desastre fue juzgado por no hallarse el 22 de julio junto a su unidad.
De su defensa se encargó el capitán de caballería Juan Villasán García que
consiguió que el acusado fuese absuelto. Martín Lacasa tuvo una brillante
actuación durante la campaña de reconquista siendo citado en numerosas
ocasiones como distinguido, circunstancia que le valió en 1924 el ascenso a
comandante por la labor de conjunto cumplida en el periodo de marzo a mayo de
1922. En 1936, siendo teniente coronel del Regimiento de Caballería Lusitania 8
con cuartel en Valencia, se sublevó y permaneció acuartelado haciendo caso
omiso de las órdenes de sus superiores. Los cuarteles de la Alameda fueron
asaltados la noche del 1 de agosto resultando muchos oficiales muertos o
apresados. El teniente coronel Lacasa fue detenido por milicianos incontrolados
que lo pasearon por las calles valencianas como escarnio, lo maltrataron y
finalmente lo fusilaron en la plaza de toros. Idéntica suerte, pero en diferente
bando, corrió quien fuera su defensor tras los sucesos de julio de 1921, Juan
Villasán fue detenido y ejecutado en Melilla por las tropas sublevadas.
Carlos Zappino, Ramón Moreno de
Guerra y Eduardo Guzmán fueron los tres capitanes del Grupo fallecidos durante
los días previos a la retirada de Annual. El primero falleció el martes 19 de
julio mientras al frente de su compañía se esforzaba en socorrer a los sitiados
defensores de Igueriben. El mismo día fue evacuado a la plaza, y enterrado la
mañana del 20 de julio en el cementerio, junto al teniente Francisco Nuevo.
Carlos Zappino falleció tras entregar, por órdenes de Núñez de Prado, un
despacho al coronel Argüelles, jefe del campamento en Annual. Aunque nadie fue
consciente, su cuerpo fue saqueado y sustraídos los objetos personales que
llevaba encima. Tres años después, en diciembre de 1924, Ricardo
Zuricalday -capitán de Garellano- adquirió
un anillo con la esperanza de que fuera de alguna víctima de los sucesos de
1921. Se publicó en ABC un dibujo del anillo que representaba un escudo
familiar y días después Rosa Zappino, madre del capitán fallecido, pudo recuperar
la alhaja que había pertenecido a su querido hijo Carlos, muerto a los 28 años.
Capitán Carlos Zappino Zappino 1893-1921 |
Eduardo Guzmán Ruiz, jefe del 1er
Escuadrón, fue durante años profesor de la Academia de Caballería. Tras su
ascenso a capitán fue nombrado en noviembre de 1917 ayudante del entonces
ministro de la guerra, general José Marina. Después de casi veinte años de
servicio se incorporó al Grupo a principios de 1921 ocupando la vacante dejada
por Francisco Javier Ramos Winthuysen. Desde junio de 1921 su escuadrón al
completo se hallaba en Annual, por lo que participó en todos los intentos que
se llevaron a cabo para socorrer Igueriben. El día 21 de julio falleció, siendo
evacuado aquella misma tarde a Melilla, y enterrado la mañana del 22 junto a su
compañero de empleo Ramón Moreno de Guerra Alonso, muerto en combate la misma
jornada. Ambos casos representan dos de las tragedias familiares que se
vivieron durante los días del Desastre: Ramón Moreno, recién casado con una
hija del coronel Triviño -jefe de Sanidad- dejó a la joven viuda y fue
enterrado junto a su hermano Rafael, laureado de la campaña de 1909; por su
parte la familia de Eduardo Guzmán, soltero, no solo enterró a este sino
también a Julio González Guzmán, teniente de caballería que servía en el mismo
escuadrón que su tío Eduardo, muerto en Zeluán el 3 de agosto. Como único
consuelo la familia recibió la notificación de que sus restos fueron hallados
tras la reconquista de Zeluán y hoy en día descansan en el Panteón de Héroes.
Perteneciente a una importante estirpe familiar de militares era el capitán Ildefonso García-Margallo Cuadrado, jefe del 2º Escuadrón y uno de los tres hijos –todos destinados en la Comandancia de Melilla- del fallecido general Juan García-Margallo. Otro de ellos, Adolfo, mandaba una de las compañías de infantería del regimiento de San Fernando cuando fue muerto en combate.
Perteneciente a una importante estirpe familiar de militares era el capitán Ildefonso García-Margallo Cuadrado, jefe del 2º Escuadrón y uno de los tres hijos –todos destinados en la Comandancia de Melilla- del fallecido general Juan García-Margallo. Otro de ellos, Adolfo, mandaba una de las compañías de infantería del regimiento de San Fernando cuando fue muerto en combate.
Joaquín Cebollino Von Lindeman 1889-1938 |
La jura de bandera
En el mes de mayo finalizaron el
periodo de instrucción los reclutas incorporados a finales de febrero, y el 17
de mayo prometerían fidelidad a la
bandera y a España hasta entregar, si fuera necesario, su propia vida. El
comandante general había partido a finales de abril con destino Madrid y
Valladolid quedando el mando en manos del 2º jefe, Felipe Navarro. El día 3
falleció en un hotel de Melilla el capitán de regulares Juan Rivadulla Valera
(16-11-1881), jefe del 2º Escuadrón durante toda la campaña, por lo que el
mando se le encomendó a Ildefonso García-Margallo. El día 5 falleció de tifus
el joven teniente de policía Mariano Duarte Oteyza, cuñado del general
Fernández Silvestre. El general se hallaba todavía en la Península cuando recibió
la triste noticia de la muerte del hermano pequeño de su mujer, a quien quería
como a un hijo pues había gran diferencia de edad con respecto a su esposa,
fallecida en 1907. Silvestre regresó a Melilla poco antes de la jura de bandera
de los nuevos reclutas.
Capitán Juan Rivadulla Valera 1881-1921 |
La jura de bandera constituía un
fenómeno de importancia para la ciudad que vivía el acontecimiento con
verdadera devoción. Para los nuevos soldados se iniciaba una dura permanencia
en Melilla que se prolongaría durante tres años. La mayoría de mozos se había
incorporado a finales de febrero o principios de marzo procedentes de sus cajas
de reclutas y por tanto habían recibido instrucción durante poco más de 70 días
en sus respectivos cuarteles. Con motivo del mismo acto, en 1920 el comandante
general había dictado una orden general a la oficialidad -2 de mayo de 1920-
que en sus 21 puntos constituía el decálogo con el cual el general quería
afrontar la campaña. En 1921 seguía vigente dicha orden, de la que la
instrucción y adaptación a la vida en campaña de los nuevos soldados era una
parte fundamental. Hay que reconocer, en honor a la verdad, que muchos de los
aspectos que contemplaba la orden general no se cumplíeron escrupulosamente.
Días antes del acto, el general pasó
revista a las tropas en sus cuarteles; primero a los artilleros, y un día antes
de la jura a las tropas de ingenieros e intendencia. Los más numerosos, los de
infantería, fueron concentrados en el campo de Rostrogordo el día 16. La mañana
del martes 17 las tropas dejaron sus cuarteles y se concentraron en la plaza
España; los reclutas delante, en columna de a cuatro, y los veteranos en las
calles adyacentes. El general iba acompañado de su escolta, todos los jefes de
las unidades y un escuadrón de regulares. Dirigía la ceremonia el segundo jefe
accidental, coronel Jiménez Arroyo, ya que el general Navarro estaba de permiso
oficial. La modalidad de juramentar de forma colectiva se impuso por Real Orden
de 18 de marzo de 1903, siendo un jefe el elegido para solicitar a los reclutas
su juramento al que contestarían todos al unísono. El oficial que demandó el
juramento fue el teniente coronel Julio Mejón Carrasco, mayor del regimiento mixto,
que cruzó su sable sobre la bandera del Regimiento de San Fernando 11. Después
se procedió al desfile que partiendo de la plaza España recorría la actual
calle del Rey Juan Carlos I, hallándose la tribuna en la plaza Menéndez Pelayo.
Al redactor del Telegrama del Rif le llamaron la atención dos jóvenes reclutas
de ingenieros, Juan Céspedes y Crescencio Gil Jiménez; ambos tendrían la suerte de esquivar a la muerte pocos
meses después. En el acto, quiso el general que después de su intervención
tomara la palabra un herido en la campaña: el cabo Ignacio Rabadán Fuentes que
había perdido el brazo derecho en la conquista de Tamasussin, en mayo de 1920. A la vistosa
ceremonia le siguieron comidas en los acuartelamientos teniéndose que suspender
algunos actos debido a la lluvia.
Pocos días después los nuevos
soldados se incorporaron al frente, entre ellos Ramón Sicilia Iglesias, de
Ceriñola. En su inédito diario, cuenta Ramón que el día 25 de mayo a las cinco
de la mañana salieron a pie en dirección Annual. Parte del trayecto lo tuvieron
que hacer descalzos ya que las incesantes lluvias habían convertido el camino en
un barrizal. Pasaron la noche en Dar Drius, adonde llegaron reventados, y al día siguiente, tras una
parada en Ben Tieb y sin habérseles dado nada de comer, llegaron a Annual a las
siete de la tarde. Ramón Sicilia participó en la toma de Igueriben el 7 de junio
quedando destacado en la posición; vivió por tanto el asedio y sufrimiento
hasta el 21 de julio, siendo uno de los pocos supervivientes que pudo alcanzar
Annual.
Melilla, 17 de mayo de 1921. Jura de bandera |
La operación que tuvo lugar el 1
de junio de 1921 con el objetivo de conquistar el Monte Abarran formaba parte
del plan concebido por el comandante Jesús Villar para avanzar en la cabila de
Tensaman, en la línea divisoria de los valles de los ríos Amekran y Nekor. Del
informe político dirigido al coronel Morales el 25 de abril de 1921, se deducía
que en la zona sometida existía una disposición favorable para acometer tres
conquistas en el citado territorio: Abarran, Zoco Telatza de Beni Buidin y
Axdir. Resaltaba Villar que la harka se hallaba concentrada en Yub el Kama y
señalaba que existían destacamentos fijos en Beni Urriagel. En cuanto a los
caminos de acceso a la cima de Abarran (500 metros), había que
descartar el que ascendía desde el Zoco Telatza de Beni Buidin -resultaba prácticamente
imposible- por lo que proponía Villar llegar a través del Uad Sidi Hach Brahim,
más largo pero de pendientes más suaves. Muy pocos en la Comandancia sabrían
antes del día señalado los planes para ocupar la nueva posición.
La mañana del 31 de mayo el
teniente coronel Manuel Ros Sánchez, jefe del campamento de Annual, recibió la
orden de conceder a Villar los elementos de fuerza y medios necesarios, sin
especificársele para qué. Solo cuando Ros se reunió con Villar se le comunicó
el objetivo, no sin advertirle de que la discreción era imprescindible para
asegurar el éxito. “Todos estos preparativos se hicieron con el
mayor silencio y sigilo, tanto que aun hasta los mismos Capitanes no se
enteraron de lo que se trataba hasta bien entrada la tarde de aquel día, por
exigirlo así el mismo Comandante Villar, quien manifestó que la operación tenía
que hacerse por sorpresa, y que de no ser así, de estar apercibido el enemigo,
se vería obligado a retroceder, resultando un fiasco la operación de establecer
una posición en la cima del Monte Abarran”(informe regimiento Ceriñola). Ros afirmaría, tras
la pérdida de Abarran, que aquella noche ardían hogueras en la lejanía, señal
inconfundible de que los rifeños ya estaban alertados y expectantes cuando
partió la columna.
* Comandante Jesús Villar Alvarado 1879-1922 |
Para pasar inadvertidos, la
columna -formada por un tabor del Grupo (comandante Romero), una compañía y un
escuadrón, 3 mías de policía indígena, 2 compañías de zapadores, dos compañías
de ametralladoras de Ceriñola, una batería de montaña, estación óptica,
ambulancia y elementos auxiliares- partió de madrugada; un total de 1461
hombres y 485 semovientes al mando de un comandante, lo que no era práctica
habitual durante la campaña, como tampoco lo era formar una sola columna ya que
para acometer una conquista era normal que las operaciones las realizaran
mínimo dos columnas e incluso –la mayoría de las ocasiones- tres, al mando de
coronel o teniente coronel. El grueso de la columna partió de Annual en
dirección al poblado de Kasbaa el Fokani. Paralelamente salieron de Buymeyan la
15ª Mía de policía y el harka amiga de Tensaman al mando del capitán Ramón
Huelva que se uniría a la columna en el mencionado poblado. La velocidad de
marcha era de 3
kilómetros por hora debido a la oscuridad. Se dirigían
al Amekran donde les esperaba el destacamento de policía de Sidi Dris quedando
entonces conformada la totalidad de la columna. Eran las cuatro de la madrugada
y se cumplía el primer objetivo: cruzar el río de noche.
En este punto el comandante
Villar decidió que el tabor y el escuadrón de Regulares se quedaran a la
derecha del río para cubrir el repliegue, por tanto, solo ascendieron a la cumbre
la 1ª Compañía del Segundo Tabor y el resto de unidades. Los primeros efectivos
llegaban a las seis de la mañana. Siguiendo el procedimiento habitual, las
tropas de policía resguardaban la cima mientras los zapadores del capitán José
Maroto iniciaban las obras de fortificación. El joven capitán de ingenieros
relataría días después las características de la posición: “Se hallaba asentada sobre una loma alargada
en dirección E-O y solo dominada por una altura situada a 900 metros al norte. La
posición era rectangular, amoldándose al terreno y con unas dimensiones de 65
por 12 metros.
Se levantó un parapeto de 1,35
a 1,40
metros con una base de piedra rematada con sacos
terreros, en el frente sur no se levantó parapeto a esa altura por ser la
posición de echado, cuerpo a tierra”. La alambrada cubría casi todo el
perímetro construyéndose un jaulón para la puerta de entrada, mientras que en
el frente sur no se pudo ensanchar la posición debido a la fuerte pendiente. La
fortificación finalizó a las 10.45, después de abastecer la posición de víveres
y municiones.
Capitán Juan Salafranca Barrio 1889-1921 |
Guarnecían la posición: la 2ª Compañía
del 1er Tabor formada por 100 sargentos y soldados al mando del capitán Juan
Salafranca, los tenientes Vicente Camino y Antonio Reyes y el oficial de 2ª
Mohamed Ben Haida Susi; las tropas de policía indígena al mando del capitán
Ramón Huelva y el alférez Luis Fernández; 29 artilleros de la 1ª Batería del regimiento
mixto al mando del teniente Diego Flomesta y 3 soldados de ingenieros para
manejar la estación óptica. Al mando de la nueva conquista quedó el capitán
Juan Salafranca.
A las dificultades de defensa de
la posición se sumaba la inexistencia de agua en las cercanías. Por eso, en cuanto
la columna de Villar inició el repliegue el capitán Salafranca ordenó formar
una escuadra y realizar la aguada. Uno de sus componentes, el soldado de regulares
Mohamed Ben Amar, relataría el 8 de junio que al regresar una hora más tarde de
dicho cometido, encontraron en el camino mujeres que huían gritando que el
enemigo ya estaba encima. Salafranca
ordenó cavar una zanja en el frente no cubierto por los ingenieros y cuando se
procedía a cumplir la orden comenzó el ataque a la posición. La columna de
Villar todavía no había completado el camino de regreso y en Abarran se
escucharon las primeras detonaciones.
A pesar de que las tropas
ocuparon sus puestos y Salafranca hacía un esfuerzo por multiplicarse dando
órdenes -¡Reforzad el frente!, ¡Municionad!, ¡Atad el ganado!…- había poco que
hacer; los rifeños estaban muy cerca, y Flomesta ordenó a sus artilleros abrir
fuego por secciones.
El combate en Abarran se
desarrolló con rapidez; el primer oficial en caer fue el capitán Huelva, poco
después fue herido Salafranca a quien auxilió el sargento Fidel Vidal. El
soldado Ben Amar fue testigo de que el oficial intentaba escribir algo sobre la
espalda de otro que, según dijo, desconocía. Al poco tiempo recibió otro balazo
que le hizo caer muerto. El sargento Fidel Vidal (Orduña, Vizcaya 1894) murió
junto a su capitán. La fatalidad le había jugado una mala pasada: se hallaba en
espera de incorporarse al nuevo destino -Regimiento de Serrallo (Ceuta)- que
una semana antes había publicado el Diario Oficial.
Varios fueron los supervivientes
que recordaban el momento en que fue herido el capitán: los sargentos Ramiro
Álvarez y Joaquín Arquillo -encargado de cavar la zanja en el frente sur- y los
soldados Mohamed Ben Amar y Hamedi ben Had-du ben Selal, ambos heridos en la
huida. Todos coincidían en resaltar los méritos del jefe de la posición. Juan
Salafranca Barrio (Madrid, 21-9-1889) recibió la Laureada tres años después de
su muerte en combate. No era la primera vez que se evaluaban los actos del
capitán; en junio de 1916, siendo teniente, fue herido en el durísimo combate
de El Biutz y por ello propuesto a recibir la máxima condecoración. No obtuvo
la cruz, pero se le concedió el ascenso a capitán por méritos de guerra.
Pertenecía a la promoción de 1907 y desde su graduación en 1910 había
permanecido en Marruecos, siendo destinado al Grupo de Regulares en 1916. Participó
en la campaña desde que se acometieron los primeros avances en mayo de 1920
hasta la ocupación de Annual, y en febrero de 1921 fue citado como distinguido
por su comportamiento durante todo el año anterior.
Vicente Camino López (30-8-1897)
ingresó en la Academia de Infantería en agosto de 1912 y fue nombrado 2º
teniente en 1915. En noviembre de 1919, siendo 1er teniente, llega a Melilla y
tras un breve destino en el regimiento de San Fernando, recala en el Grupo de
Regulares en febrero de 1920, tomando parte en la campaña desde los primeros
compases. Según el testimonio del soldado Francisco Fernández Quiroga, el
teniente Camino no murió durante la defensa. Al parecer, se habría cruzado con
Fernández cuando ambos intentaban escapar de aquel cerro. Camino, pistola en
mano, se dirigió al soldado y lo animó: “Corre
Fernández, a ver si nos podemos salvar”. Pero ya no lo volvió a ver. A pesar de que en la huida el soldado
fue herido de bala dos veces -en un pie y en la ceja- pudo llegar hasta Annual
donde fue curado y evacuado a Melilla.
Teniente Vicente Camino López 1897-1921 |
No hay discrepancias en los
testimonios sobre la muerte durante el ataque del teniente Antonio Reyes Martín.
Llovían piedras y balas, y el sargento Arquillo vio cómo el teniente sufría una
herida por pedrada en la cabeza; el soldado Hamedi ben Had-du lo vio en el
suelo, inerte, cerca del parapeto. Antonio Reyes (6-5-1886) había ingresado en
el Ejército como soldado en 1908 en el regimiento de Ceuta, pasando
posteriormente a Melilla donde en 1912 ingresó en las Fuerzas de Regulares.
Ascendió a 2º teniente en enero de 1915 sirviendo en el 59 de línea y
posteriormente en el Grupo hasta su muerte en combate a los 35 años. Su hermano
Manuel, sargento en 1921 en la compañía del capitán Moreno de Guerra, murió en
combate el 29 de mayo de 1926 siendo suboficial del Grupo de Melilla y fue enterrado
en el Panteón de Regulares en Melilla.
Además de los oficiales, en la
compañía de Salafranca resultaron muertos: el sargento Fidel Vidal; los cabos
Manuel Jaén Rechi (natural de Écija), el coruñés Plácido Funes Gaia; los
soldados Juan Fernández García, y los hermanos Casimiro y Juan Pérez Balboa
ingresados en febrero en el Grupo, procedentes del regimiento de San Fernando.
Entre los soldados indígenas falleció el veterano oficial Mohamed Ben Haida
Susi, en el Grupo desde 1914, quien al final, una vez perdida la posición, se
suicidó. Pudieron llegar heridos hasta Annual: los sargentos Álvarez Astray y
Arquillo García y los soldados Rufino García Carvajal, Francisco Fernández
Quiroga, Julio Martín Peñasco y Modesto Vela Franco, asistente del teniente
Camino, que permaneció hospitalizado durante 47 días.
En las cuatro horas que duró el
ataque murió la misma cantidad de hombres que en toda la campaña iniciada un
año atrás. Y lo que nunca había ocurrido antes: se perdieron cañones y todo el
material perteneciente a las armas que habían intervenido: policía indígena, regulares,
artillería e ingenieros. La relación de pertenencias de la mía de policía
incluía hasta regalos para los jefes rifeños. La compañía de regulares fue
rehecha tras la pérdida de Abarran, haciéndose cargo de ella el capitán Gonzalo
Gómez Abad, destinado hasta entonces en el Regimiento de África 68. En julio de
1921 figuraban como oficiales de la misma el teniente José García García y los
alféreces Salvador Salvador Tomaseti y
José Subirán Martín Pinillos. Como quedó consignado en el parte emitido el 30
de junio de 1921 por el comandante Augusto Pavón -supervisado por el teniente
coronel jefe- la compañía había perdido prácticamente toda la dotación. Entre
lo más relevante: 80 fusiles máuser, 24.420 cartuchos, los equipos completos de
los cuatro oficiales, 4 caballos, 7 mulos y 8678,20 pesetas correspondientes al
mes de mayo y la primera quincena de junio. (Ver Anexo 2)
Teniente Antonio Reyes Martín 1886-1921 |
Los compañeros de Salafranca hicieron
una colecta y consiguieron comprar a los rifeños los restos del que parecía ser
el capitán y los del cabo de artillería Daniel Zárate Miñón. Los restos de
Salafranca eran a duras penas reconocibles, tal vez por ello no se le enterró
en Melilla como era costumbre hacer con los oficiales muertos en combate.
También proyectaron construir un monolito para perpetuar el recuerdo del
compañero caído. Días después de la pérdida de Abarran, Mariano Salafranca,
teniente coronel de infantería, visitó el campamento de Annual y la tumba de su
hermano.
La pérdida de Abarran supuso un
importante éxito para la harka de Abd el Krim que envalentonado por la victoria
ordenó atacar al día siguiente la costera posición de Sidi Dris. Más de
veinticuatro horas duraría el ataque que fue rechazado por las tropas del
comandante Julio Benítez en cuyo auxilio intervino la armada de guerra, sin que
tuviesen que lamentar bajas mortales. Los hombres de Benítez pudieron rechazar
las tropas rifeñas sin contar con el apoyo de la columna de regulares que, ya
dispuesta a partir de Annual, se quedó finalmente en el campamento sin
intervenir.
Como causa de la pérdida de
Abarran se apuntó en primera instancia la defección del harka amiga, que unida
a la muerte de la oficialidad habría sellado su destino. Posteriormente, el
comandante general añadiría otros motivos para explicar el descalabro. En la
carta dirigida al general Berenguer una semana antes de la retirada de Annual,
le exponía diversas razones entre las que mencionaba la labor poco intensa que
había llevado a cabo el capitán de la mía de Tensaman antes de la operación que,
aunque puesto en conocimiento del coronel Morales, no llegó a materializarse en
mejora alguna. En el expediente Picasso se anotaron también motivos menos
comentados por el comandante Villar o el general Fernández Silvestre como el desacierto
al emplear una columna reducida cuando en operaciones similares participaban
como mínimo dos más otra en reserva (más de cuatro mil hombres). En este
sentido abundaba el caíd Ukarkach que había aconsejado emplear tres columnas,
situar avanzadillas y dejar ametralladoras en la posición. Además, al frente de
columnas similares el alto mando situaba a un teniente coronel o coronel, y a
todo ello se añadía la falta de preparación política en la zona no sometida y
en gran parte de la sometida… En definitiva, desacierto, impremeditación, falta
de medios adecuados y temeridad fueron los términos empleados por el fiscal del
expediente. La suerte de la posición quedó arruinada cuando la columna abandonó
la cima de la colina, que sin caminos practicables era imposible socorrer sin
empeñarse en sangrientos combates como lo serían los que se dieron intentando
socorrer Igueriben. La retirada de la columna se realizó de manera prematura,
alterando el recorrido y alargando en exceso la fila, no dando la idea de una
fuerza cohesionada. Zarpazo, sorpresa, revés, fracaso, ocupación fallida, hecho
aislado, desgraciado suceso, malograda operación, precipitada empresa, precaria
posesión y descalabro fueron algunas de las expresiones que se utilizaron para
describir la derrota de Abarran. Bien distintas de las que emplearon en el lado
rifeño: triunfo y esperanza de liberación que iban a traer como consecuencia la
convicción de fuerza frente a un enemigo debilitado, el refuerzo de la figura
del líder y el aumento del contingente humano.
De los muertos habidos el 1 de
junio tan solo pudo ser enterrado en Melilla el cabo de artillería González
Iglesias, que herido en el vientre consiguió, arrastrándose, llegar en estado
agonizante hasta Annual. El 5 de junio se le daba sepultura en Melilla.
Las secciones
Al mando de las diferentes secciones se hallaban los oficiales más jóvenes del Grupo: tenientes y alféreces. La información remitida al general Picasso reflejaba que en el mes de julio estaban destinados en el Grupo 36 tenientes, 8 alféreces y 8 oficiales moros de 2ª. Entre los tenientes, 29 eran de infantería y 7 de caballería. Y tan solo tres de ellos -2 de infantería y 1 de caballería- pertenecían a la escala de reserva, perteneciendo el resto a la escala activa. Era práctica común que los oficiales recién salidos de las academias eligieran como destino alguno de los Grupos de Regulares o el Tercio de Extranjeros. En el verano de 1921 el empleo de teniente era el que aportaba más oficiales a la Comandancia General de Melilla -más de 450 entre todas las armas- y fue por ello el que más contribuyó a la relación de muertos. El impacto del Desastre entre las promociones de la Academia de Infantería fue altísimo, sobre todo en las más afectadas de 1914 y 1915. En aquel momento, un oficial de infantería pasaba tres años en la academia de donde salía con el despacho de alférez, grado todavía en formación en el que los alumnos permanecían dos años, tras el cual eran promovidos a tenientes. En infantería, los tenientes permanecían unos cuatro años en el empleo hasta ser ascendidos a capitanes, de tal forma que los componentes de la promoción de 1912 ascenderían a capitán durante los días de Annual o poco después, tras haber transcurrido nueve años desde su ingreso en el centro formativo. Esta circunstancia podría haber variado en el caso de haberse producido promociones por méritos de guerra, pero no era lo que ocurría en 1921, aunque sí posteriormente, ya con anterioridad a la dictadura de Primo de Rivera se volverían a implantar los ascensos por méritos.
En el centro, Teniente Ramón Carvajal Colón |
En 1921 se hallaban destinados en
Melilla un total de 219 tenientes de infantería pertenecientes a las
promociones de 1912, 1913, 1914, 1915 y 1916. En aquel momento en todas las
unidades del Ejército Español servían 1022 tenientes de la escala activa, lo
que supone que un 21,4% del total estaba en Melilla. De los 219 tenientes
murieron 114 durante el Desastre, nada menos que un 52%. Ser teniente de infantería
durante el Desastre significaba tener muchas posibilidades de morir con poco
más de 23 años, edad media de los jóvenes oficiales caídos. Entre las promociones,
la de 1914 -con 45 de sus componentes muertos- y la de 1915 -con 27- fueron las
más castigadas. La mortalidad por unidades la encabezaban los regimientos de
infantería -Ceriñola y San Fernando con 33 tenientes muertos en cada unidad-
seguidos de la policía indígena con 11 tenientes muertos. El Grupo de Regulares
perdió 4 tenientes, lo que suponía una clara diferencia respecto a las otras
unidades; esta desigualdad radicó en la disolución del Grupo en Nador y Zeluán,
lo que supuso no entrar en combate más que en los días previos a la retirada de
Annual. Fue esta, sin duda, una excepción de la regla, ya que en la mayoría de
campañas en las que intervinieron los regulares aportaron más bajas que la generalidad
de las unidades.
Entre los tenientes pertenecientes
a la escala de reserva, en 1921 estaban destinados en Melilla 62 de los 1030
que figuraban en el anuario, lo que significaba poco más de un 6% del total; de
ellos, fueron muertos 20, más de un 32%. Es decir, uno de cada tres tenientes
de infantería de la escala de reserva falleció durante el Desastre.
El 17 de julio, al recrudecerse
los combates en torno a Igueriben y Buymeyan, se hallaban en Annual 13 de los
31 tenientes disponibles del Grupo de Regulares (dos estaban de permiso y 3 en
el hospital). En aquel primer gran combate para intentar abastecer a Igueriben
falleció el teniente Ledesma Gracián y resultó herido Francisco Martínez
Roselló. Se consiguió que el escuadrón del capitán Cebollino hiciera llegar a
Igueriben el último convoy que recibieron los castigados defensores. Dos días
después, en un nuevo y fallido intento, se registró la muerte del teniente
Francisco Nuevo Soriano y el teniente coronel jefe resultó herido. El día 21,
la mayoría de los efectivos del Grupo ya se había incorporado al campamento de
Annual: 24 tenientes de los 33 disponibles -descontando los muertos y heridos-
que intervinieron en el postrero intento de socorrer a Igueriben, cayendo
muerto el teniente de caballería Julio Albornoz. Replegado el Grupo tal como se
le había ordenado a Zeluán y Nador, se produjeron las últimas bajas entre los
tenientes; durante el cerco de Zeluán, murieron los tenientes de caballería
Luis Barges Montenegro y Julio González Guzmán, cuyos restos, reconquistada la
posición, fueron recuperados y enterrados en Melilla. También en Zeluán, serían
aprehendidos el teniente de caballería Enrique Dalias Cuena (ayudante del tabor),
y el soldado Antonio Díaz Gutiérrez; ambos -único oficial y único de tropa
apresados- fueron liberados en 1923, después de sufrir el prolongado
cautiverio.
Por tanto, el Grupo perdió 5 de
los 36 tenientes disponibles en el Desastre. En las campañas posteriores
fallecieron otros tres: Enrique Brualla, Jaime Ortega Nieto y Fernando Barco (este
último por enfermedad) y dos -Sanz Gracia y Pérez Mercader- causaron baja,
pasando a inválidos, a consecuencia de las heridas sufridas. En 1927 quedaban
31 de aquellos oficiales, habiendo sido heridos la mayor parte de los
restantes.
Teniente Francisco Nuevo Soriano 1897-1921 |
Dos de aquellos jóvenes fueron
distinguidos con la Cruz Laureada en las campañas de Marruecos: Miguel Rodrigo
Martínez en 1925, capitán del Grupo, y Ricardo Burguete siendo piloto en 1924.
Al capitán Rodrigo se le concedió también la medalla militar individual por su
actuación en el cerco de Kudia Tahar, y fue quien alcanzó el más alto empleo de
todos ellos, retirándose como teniente general y estando en posesión de la Laureada,
dos medallas militares y tres ascensos por méritos de guerra, habiendo combatido
en tres guerras: Marruecos, Guerra Civil y División Azul. Falleció en Madrid en
noviembre de 1968.
Por su parte, el teniente Ricardo
Burguete Reparaz (14-3-1899) se hallaba de permiso en la Península,
incorporándose al Grupo al conocer las terribles noticias de Melilla. Fue
herido en la campaña de reconquista y ascendido a capitán por méritos a finales
de enero de 1922 cuando aún no tenía 23 años. Después obtuvo las titulaciones
de observador y piloto, pasando a servir de nuevo en el Protectorado. El 9 de
octubre de 1924, a
los mandos de un Bristol, participó en el bombardeo de Taatof-Mixera resultando
herido de gravedad al recibir dos impactos de bala, uno de los cuales le
perforó la fosa ilíaca causándole una importante hemorragia a pesar de la cual
consiguió aterrizar y entregar el aparato en perfecto estado. Por esta acción
se le ascendió a comandante y se le otorgó la Laureada convirtiéndose en uno de
los pocos casos en que padre -general Ricardo Burguete- e hijo reciben la
máxima condecoración. El comandante Burguete murió prematuramente en 1933 a consecuencia de
complicaciones derivadas de las graves heridas recibidas años atrás en
Marruecos.
En 1936, mientras la gran mayoría
se unió al bando sublevado -19 de los 21 que quedaban- en el bando republicano
solo combatieron Andrés Villa Cañizares en el arma de aviación (donde llegó a
mandar escuadrillas), y Manuel Castillo Puértolas, que en 1921 era auxiliar de
mayoría del Grupo. El primero fue juzgado, y condenado a 30 años de reclusión
mayor y expulsión del Ejército por auxilio a la rebelión. El segundo, Manuel
Castillo, que servía en el Regimiento Lusitania de Caballería de Valencia, fue
el único capitán que no se sublevó, ocupando cargos en el frente hasta 1939,
motivo por el cual fue retirado del Ejército después de la Guerra. En 1980 su
viuda consiguió, como otras muchas, que el gobierno reconociese el grado que su
marido habría alcanzado -comandante- de no haberse producido su forzoso retiro.
Durante la Guerra Civil murieron o fueron fusilados cuatro de aquellos
oficiales, tenientes en 1921.
El comandante Jesús Valiente
Fernández mandaba el 10º Tabor del Grupo de Alhucemas cuando al frente de su
unidad falleció en Sevilla el 16 de enero de 1938 a resultas de
enfermedad contraída en campaña. En febrero de 1920 había sido destinado al
Grupo de Melilla, donde permaneció durante años, ganándose varios distintivos
de permanencia. El 29 de septiembre de 1921 sufrió en el combate de Tizza una
gravísima lesión que le mantuvo de baja durante casi dos años; una bala rifeña
le atravesó ambas piernas por el tercio superior causándole además una
importante lesión uretrovesical de muy grave pronóstico. Tras más de 700 días
de baja se incorporó al servicio volviendo a servir en regulares y en unidades
de choque hasta el inicio de la Guerra Civil.
Teniente Jesús Valiente en el Docker. A la derecha capitán Julio Fortea |
Manuel de Obeso Pardo murió en
combate el 10 de julio de 1937, siendo capitán jefe de la VIII Bandera de la
Legión, al resultar alcanzado por la metralla en el cerro del Mosquito, Batalla
de Brunete. La acción le valió la medalla militar individual y el ascenso a
comandante. Era el número uno de la promoción de 1915.
En Valencia hallaron la muerte los
dos restantes: Adolfo Pocurull y Manuel Suárez-Vigil allí destinados. El
capitán Suárez-Vigil, que servía en el Regimiento de Caballería de Lusitania,
falleció combatiendo tras alzarse en armas la noche del uno al dos de agosto.
El regimiento, cuyo segundo jefe era el teniente coronel Martín Lacasa (ayudante
del Grupo de Regulares en 1921), se sublevó pasivamente quedando las tropas sin
salir del acuartelamiento, siendo la última unidad en rendirse. El coronel jefe
y los tres comandantes eran contrarios a la sublevación en la que murieron o
fueron fusilados 16 oficiales.
El también capitán Adolfo
Pocurull Semour se encontraba en situación de reemplazo por enfermedad, siendo
detenido y fusilado en Valencia en julio de 1936. De los supervivientes de la
fratricida contienda tan solo lucharon en la División Azul, Miguel Rodrigo
Martínez, coronel jefe del 269 Regimiento de Infantería, y Francisco Adame
Triana con el empleo de comandante. Los que sobrevivieron a tantos
enfrentamientos lucieron con orgullo hasta el final de sus carreras militares
los distintivos de permanencia en las Fuerzas Regulares.
Seis de los ocho alféreces
encuadrados en el Grupo -6 escala activa y 2 de reserva- eran jóvenes oficiales, hijos de importantes
jefes destinados en la Comandancia General o de otros con residencia en
Melilla. Quiso el destino que ninguno de los seis primeros sobreviviera a las guerras de
Marruecos y Guerra Civil. Salvador y Fernando Tomaseti eran dos de los hijos
del general retirado José Tomaseti Beltrán, oficial con amplia trayectoria en
el mando de tropas en Melilla, que había ocupado entre otros el mando del regimiento
de Ceriñola. El mayor de los Tomaseti, Salvador, pertenecía a la escala de reserva
y ocupaba el cargo de apoderado de la unidad por lo que su destino era Melilla.
Fernando, el menor, se alistó en el Ejército como soldado en el regimiento de
Ceriñola hasta que en 1916 consiguió ingresar en la Academia de Caballería. En
julio de 1921 participó en los convoyes de auxilio a Igueriben, incluido el del
día 17, ya que pertenecía al 3er Escuadrón que mandaba Cebollino, laureado por
los hechos en los que él había intervenido. Tras la retirada de Annual marchó
junto al tabor de caballería a Zeluán hasta que el día 24, al producirse la
rebelión de una parte de las tropas, se les ordenó partir a Melilla quedando en
la alcazaba tres oficiales y la tropa europea. El alférez Tomaseti murió en el
repliegue en dirección Melilla, cerca de Taouima. Sus restos se reconocieron
cuando en septiembre se recuperó el territorio perdido, por lo que se le pudo
enterrar y más tarde trasladar al Panteón
de Héroes.
Alférez Carlos Navarro Morenés 1902-1936 |
Carlos Navarro Morenés
(31-5-1902), de la promoción de 1917, era el hijo menor del general Felipe
Navarro, 2º jefe de la Comandancia. En febrero de 1921 se incorporó al Grupo
-también había estado su hermano José- formando parte de la 2ª Compañía del 3er
Tabor. El 20 de julio partió junto al tabor en dirección Annual, llegando al
campamento avanzado el día 21,
a tiempo para intervenir en el frustrado convoy. Aunque
al estallar la Guerra Civil se había retirado del Ejército, fue detenido junto
a su padre en el domicilio familiar y ambos fueron fusilados en las reprobables
ejecuciones de Paracuellos del Jarama.
En 1921, el alférez Francisco
Jiménez Aguirre, hijo del coronel Francisco Jiménez Arroyo jefe del regimiento
de África 68, pertenecía a la compañía del capitán Zappino, muerto el 19 de
julio, que se replegó el 22 a
Uestia y al día siguiente a Nador desde donde llegarían a Melilla. Los hechos
de Annual impactaron sobre miembros de la familia del joven oficial por ambas
ramas: su primo hermano Vicente López Jiménez del regimiento de África y
compañero de promoción fue dado por desaparecido; perdió a su tío por vía
materna, el capitán de policía indígena José de Aguirre Olozaga; su joven
hermano Julio, alférez del Tercio murió en el desembarco de Alhucemas; y su
padre fue juzgado y condenado por su actuación al frente del regimiento de
África. En 1936, el ya capitán Jiménez Arroyo que había pasado a la Guardia
Civil estaba destinado en San Sebastián donde fue fusilado por el bando
republicano.
Tengo la certeza de que el joven
alférez Luis Pardo Álvarez nunca imaginó que una de sus cartas sería hoy
importante pieza en el estudio de la actuación del Grupo de Regulares en el
Desastre de Annual. El 30 de julio, cuando había transcurrido poco más de una
semana del derrumbamiento de la Comandancia General de Melilla, Luis Pardo
escribía a sus padres: “En conjunto mi
tipo no ha sufrido detrimento, que es lo principal, aunque siento la depresión
correspondiente a la crujida que he pasado”. Luis Pardo nació en Madrid el
25 de agosto de 1902. Aún no había cumplido diecinueve años cuando siendo
alférez del Grupo recibió el día 17 la orden de incorporarse al frente. “En una camioneta nos lanzaron hacia Annual
por procedimiento militar, diciéndonos: métase usted aquí que ya le dirán luego
lo que tiene que hacer y adónde va”. La compañía de Pardo, que mandaba el
capitán Sánchez Noé, intervino en los combates del 19 y 21 sufriendo muchas
bajas, entre ellas la del teniente Francisco Nuevo. “Las bajas que sufrimos en menos que lo escribo fueron tremendas, las
camillas no daban abasto a conducir muertos y heridos en un trajín de ida y vuelta”.
La carta de Pardo fue remitida al rey Alfonso XIII por el coronel Cándido
Pardo junto a otra que firmaba Emilio Sabaté, capitán y jefe de estado mayor en
Annual. (A pesar de la coincidencia del apellido, no he podido confirmar si
entre el coronel Pardo y el joven alférez existía relación de parentesco).
“Desde que en
Annual nos pusimos en movimiento nuestras bajas fueron enormes, tanto en
oficiales como en tropa; nos defendimos constantemente como fieras, y gracias a
ello pudimos llegar a Nador el capitán y yo desmontados, y los 16 leales hechos
jirones y maltrechos, pero que no cejaron un momento en el cumplimiento de su deber, batiéndose
constantemente como ellos saben hacerlo, y llevándonos a cubierto con los
accidentes del terreno, gracias a lo cual nos pudimos salvar sin huir, sin
quitarnos nuestras insignias ni perder nuestro carácter de oficiales, y puedo
contaros todo esto y otros muchos casos que os diré de palabra el día que pueda
tener la dicha de abrazaros y que no me atrevo a escribir”.
Alférez Luis Pardo Álvarez 1902-1942 |
Luis Pardo permaneció en la unidad hasta su
ascenso a teniente interviniendo en la campaña de reconquista. En 1923 pasó al
cuerpo de intervención militar como oficial 2º (teniente). Al estallar la
sublevación en 1936 permaneció leal a la República ocupando en primera
instancia la jefatura de intervención en el aeródromo del Prat de Llobregat -Barcelona-
y posteriormente siendo jefe de intervención del Ejército del Este. Al
finalizar la contienda fue detenido y juzgado por auxilio a la rebelión; se le
condenó en junio de 1941 a
la pena de treinta años de reclusión mayor, causando baja en el Ejército. A
pesar de que la condena no era de muerte, el comandante Luis Pardo generó en
1942 una pensión de viudedad a nombre de su esposa María Hernández, sin que
pueda precisar si falleció en prisión o fue finalmente ajusticiado.
En fechas recientes vio la luz la
correspondencia que el entonces teniente Francisco Franco mantuvo en 1913 con
Sofía, la jovencísima hija -tenía 15 años- del que era comandante José Subirán Espinal.
La relación no pasó de epistolar ya que al parecer el joven oficial no agradaba
a Subirán. En 1921 un hermano de Sofía, José, era desde el 1 de julio alférez
del Grupo, y su padre, ya teniente coronel, seguía en Melilla como 2º jefe del regimiento
de San Fernando. La compañía de Subirán descansaba en Nador cuando fue
movilizada junto a la del alférez Luis Pardo, siguiendo la misma suerte que esta.
Ascendido Subirán a teniente en 1921, permaneció en el Grupo interviniendo en
gran número de hechos de armas. El 5 de junio de 1923, en los durísimos
combates de Tizzi Asa, perteneciendo al 1er Tabor, resultó muerto en combate.
Aquel día en el registro del cementerio de Melilla constan nada menos que 88
entierros de soldados y oficiales muertos pertenecientes a diferentes cuerpos y
unidades. El tabor del comandante Francisco Romero fue el que tuvo mayor número
de bajas: además de José Subirán, fallecieron el teniente Rafael Carbonell
Muñoz, que recibiría la Laureada, y Antonio Perea de la Rosa tras una larga
agonía. El comportamiento de todo el grupo fue tal que se le concedió la medalla
militar individual a título colectivo por su actuación en los combates del 28
de mayo al 5 de junio. Fueron individualmente condecorados con la medalla
militar los capitanes Enrique Jiménez Canito, Antonio Gorostegui Robles, el
alférez Francisco Segalerva, el practicante militar Pedro Rodríguez Rodríguez y
el soldado Cahaid Ben Mimum, todos ellos por los combates en Tizzi Asa del 5 de
junio. También por las acciones del 22 y 23 de agosto del mismo año fueron
condecorados por su valor el teniente coronel Sebastián Pozas -jefe del Grupo-
el capitán Miguel Rodrigo y el teniente José López López.
Manuel Fernández Duarte había nacido el 16 de
mayo de 1901. En 1907, siendo muy niño, falleció en Melilla su madre, Elvira
Duarte, dejando al entonces teniente coronel Fernández Silvestre al cargo de su
hijo, al que procuró una esmerada educación. En 1917, Bolete ingresó en la Academia de Caballería de Valladolid, y tres
años más tarde era alférez del regimiento de Alcántara, del que pasó al Grupo
de Regulares de Melilla. Pertenecía orgánicamente al 3er Escuadrón -capitán
Cebollino-, aunque era normal verlo acompañando a su padre en los múltiples
actos a los que asistía en su condición de comandante general. El 22 de julio,
como es bien sabido, el comandante general le conminó a partir de Annual junto
a su ayudante, el teniente coronel Tulio López. Aquella mañana, ante la mirada
de quienes morirían horas más tarde, coroneles Morales y Manella y ayudantes
Manera y Hernández, fue la última vez que padre e hijo se abrazaron.
El joven alférez
quedó tremendamente impresionado por el destino de su padre al que buscó con
todas sus energías hasta que en mayo de 1926 se reconquistó el campamento de Annual.
Siempre dudó de que se hubiera suicidado. En 1932 el ya capitán Fernández Duarte
participó en el frustrado golpe de estado encabezado por el general Sanjurjo. Tras
la intentona fue detenido y confinado en la colonia penitenciaria de Villa
Cisneros, adonde llegó a mediados de septiembre junto a otros 143 deportados.
La colonia se hallaba bajo la supervisión del gobernador, capitán de infantería
Ramón Regueral Jové. Desde su llegada, Fernández Silvestre formó parte del
comité de evasión junto a Manuel González de Jonte y el piloto Juan Antonio
Ansaldo, cuyo objetivo era obviamente fugarse. Tras algún intento fallido, el
31 de diciembre escaparon de la colonia con relativa facilidad 29 deportados a
bordo del Aviateur Le Brix. Después
de catorce días de navegación en condiciones muy duras, llegaron a Cezimbra
-Portugal- desde donde fueron trasladados, en connivencia con las autoridades
portuguesas, a Lisboa, donde finalizaría la huida. Con posterioridad fue
juzgado y condenado en rebeldía junto a muchos de sus compañeros de fuga y
exilio. Al producirse la sublevación el 18 de julio, el ex
capitán Fernández Silvestre -ya vivía en Madrid- se dirigió al cuartel de María
Cristina, sede del 1er Regimiento de Infantería que mandaba el que fue ayudante
de su padre en Annual, Tulio López Ruiz. Gracias al coronel consiguió escapar
milagrosamente de allí, cosa que no pudo hacer el propio Tulio que fue fusilado
en la cárcel Modelo el 19 de agosto tras ser juzgado en juicio sumarísimo. Tras
huir de Madrid consiguió refugiarse en Villaviciosa de Odón, en la casa del
abogado Salvador Mellado de Zulueta donde coincidió con el que era teniente de
artillería Manuel Gutiérrez Mellado. En fecha indeterminada Manuel Fernández Silvestre
cruzó las líneas y consiguió incorporarse al ejército de Franco. En octubre se
le ascendería a comandante y se le conferiría el mando de la bandera de Falange
de Castilla. Murió al mando de la misma en el frente del Tajo el 10 de mayo de
1937, siendo enterrado en Villaviciosa de Odón gracias nuevamente al abogado
Mellado de Zulueta que compró a perpetuidad el nicho donde reposan sus restos
mortales
General Fernández Silvestre y alférez Fernández Silvestre |
Socorrer Igueriben
Días después de Abarrán, el
jueves 16 de junio, se produjo un nuevo combate que costó también considerables
bajas a las fuerzas españolas. Aquella mañana los rifeños atacaron
impetuosamente a la descubierta de policía apostados en la llamada loma de los
árboles o Sidi Ibrahim, lugar que no se ocupó cuando se conquistó Igueriben, a
la que dominaba, a la vez que podía desde allí intimidar y atacar el campamento
de Annual. Más de dos horas duró el combate, hasta que desde Annual partió una
columna formada por tropas de Regulares (seis compañías y dos escuadrones),
Ceriñola y una batería al mando del teniente coronel Núñez de Prado. La presencia
de los refuerzos alteró el resultado de la lucha y los hombres de Abd el Krim
volvieron a sus posiciones en el poblado de Amesauro. Las bajas se elevaron a
cincuenta y ocho entre las tropas de policía (16 muertos y 42 heridos) y 1
oficial y 3 soldados españoles heridos.
1-Comandante Pavón. 2-Teniente coronel Núñez de Prado. 3-Comandante Llamas |
Pasados el combate del 16 de
junio y los ataques en días posteriores a las posiciones de vanguardia, se
vivió un periodo de tranquilidad durante el cual no se produjeron
enfrentamientos. La circunstancia fue aprovechada por el alto mando que
concedió permisos a oficiales y se produjeron relevos en el frente. A los seis
meses de su ocupación, Annual se había convertido en base avanzada con tres campamentos uno de los cuales ocupaba el
Grupo de Regulares. La posición primitiva, dotada de reducto para compañía y
batería, era la asignada al regimiento de Ceriñola, y en el tercer campamento,
situado a la izquierda del camino en dirección al frente, acampaba la columna
del regimiento de África. El enclave asignado a los regulares no disponía de
parapeto, se hallaba alambrado solo en parte y tenía capacidad para alojar tan
solo una sección. Cerca de ellos se construyeron los pesebres para albergar el
ganado. Entre los emplazamientos de regulares y
África se situaron lunetas que tenían asignado servicio nocturno, y el servicio
de aguada distaba unos doscientos metros. De Annual dependían totalmente para
abastecerse: Igueriben, Buymeyan y Talillit, ya que el resto de posiciones auxiliares
-Sidi Dris, Izumar, Internedia B y Mehayast- eran abastecidas por vía marítima
o desde otras posiciones. Igueriben distaba de Annual cinco o seis kilómetros
en función de qué camino de los que existían se siguiera. A Buymeyan -a tres o
cuatro kilómetros- se accedía a través del camino que desde Ben Tieb conducía a
Annual, que en el mes de julio se adaptó para permitir la llegada de vehículos
pesados. En cuanto a Talillit, los siete kilómetros que le separaban de Annual eran
recorridos periódicamente por los convoyes a través de una senda natural. La
jefatura del campamento y de la circunscripción la alternaban en periodos de
quince días los coroneles Argüelles -jefe del mixto de artillería- y Manella -jefe
de Alcántara 14-. El 5 de julio, la harka se mantuvo expectante ante la visita
del coronel Argüelles a Igueriben hasta el punto que se llegaron a producir
algunos disparos que, contrarrestados desde la posición, no fueron demasiado
importantes ya que entre las posiciones de vanguardia y Annual se producían
idas y venidas. También en días sucesivos hubo movimientos: relevo en Igueriben
-partió Mingo y llegó Benítez-, mejoras en la posición que el día 10 realizaron
los zapadores, y relevos de tropas en Buymeyan y Talillit adonde los convoyes
llegaban con normalidad. Pero todo cambiaría días después.
El 15 de julio en Igueriben no
pudieron realizar la aguada, el camino había sido cortado por los rifeños aunque
curiosamente no hicieron lo mismo con la senda utilizada por el convoy. Sabemos
que esto fue así porque uno de los oficiales destinados en Igueriben, el teniente
Justo Sierra, escribió a su esposa el día 16 y la carta llegó a su destino, prueba irrefutable de que esta salió de la
posición. Se iniciaba el sufrimiento agónico en Igueriben.
Domingo, 17 de julio
Igueriben, fotografía del autor |
Desde principios de julio, el
comandante general había ordenado se formase en Annual una columna provisional
para socorrer, en caso de necesidad, a las posiciones de vanguardia. Fue el
primer jefe de esa columna el teniente coronel de Ceriñola Pedro Marina; de
ella formaban parte cinco compañías de fusiles y dos escuadrones del Grupo al
mando del comandante Francisco Romero. Según la declaración del coronel Argüelles,
el 17 de julio desde bien temprano el enemigo había comenzado a hostilizar
Annual, Igueriben y Buymeyan, estas dos últimas con la intención de cortar la
línea de suministro. Por ello decidió que la columna, ya preparada, saliera a
desalojar al enemigo apostado en las lomas donde se montaba el servicio de
aguada. De este cometido se encargaría la vanguardia de regulares que mandaba
Romero. Las tropas de Abd el Krim se habían acercado tanto que las baterías
disparaban con las alzas abatidas. Romero dividió a sus tropas: el 1er Escuadrón
asaltaría la zona de la aguada mientras el resto ocupaba las casas del poblado
de Annual y otras lomas que aseguraban el camino Annual - Izumar. La primera
parte del combate durante la mañana se cumplió con éxito pudiendo replegarse los
regulares con orden. Por estos hechos, en 1925 el comandante Romero sería
ascendido a teniente coronel. Al mediodía, Argüelles puso en marcha el convoy
que debía llegar a Igueriben; allí hacía un día que no bebían. En la columna:
56 cargas de intendencia y artillería a lomo de 72 mulos al mando del alférez
Ruiz Osuna y del teniente Ernesto Nougues. El Tercer Escuadrón del capitán
Cebollino sería el encargado de proteger las cargas y conducirlas hasta
Igueriben. De nuevo serían las tropas de regulares de Romero las que darían
cobertura a la columna; sería en este movimiento cuando el combate se iba a
tornar encarnizado.
Imposición de la Laureada al capitán Joaquín Cebollino |
El combate resultó durísimo
debido a la dura presión que los rifeños ejercieron sobre los regulares del comandante
Romero que se tuvieron que emplear a fondo, destacándose muchos de los
oficiales y soldados. Joaquín Cebollino dividió a su escuadrón para intentar
desconcertar al enemigo, maniobra ejecutada por la sección del alférez Fernando
Tomaseti que resultó decisiva ya que en un rápido empuje logró coronar la loma
sobre la que se hallaba Igueriben. El propio capitán fue quien abrió la puerta
de la posición, secundado por el oficial moro Sidi Yilali Ben Mohamed Sarguini.
La entrada de los hombres de Cebollino fue vitoreada por los defensores de
Igueriben que beberían las que serían sus últimas gotas de agua; desde entonces
ni una sola gota más del preciado líquido calmaría las sedientas gargantas de
los hombres de Benítez. Tras descargar los víveres y municiones, el comandante
Benítez y Cebollino decidieron que ante la dificultad que suponía el regreso a
Annual se quedaran en la posición los conductores y los mulos del convoy. A
lomos de los caballos del Grupo evacuó el capitán todas las bajas: cinco
muertos, nueve heridos y dos contusos. La maniobra de repliegue entrañaba serias
dificultades no solo por la presencia enemiga sino también por el alto número
de tropas concentradas entre Igueriben y Annual. A última hora de la tarde del día 17,
la Comandancia emitió una orden general a todos los oficiales que se hallaban
en la plaza: se debían presentar a la mañana siguiente para incorporarse al
frente.
Teniente Pedro Ledesma Gracián 1896-1921 |
En la última fase del
repliegue se produjeron momentos de confusión al mezclarse las tropas de regulares
con las que formaban la columna de reserva. Las bajas fueron numerosas: herido
de un balazo en el pecho el comandante Francisco Romero quien sería por ello evacuado;
agonizante el teniente Pedro de Ledesma Gracián que había recibido un balazo en
el rostro que le causaría la muerte al día siguiente; muertos 10 soldados
indígenas y 6 europeos; y heridos 34 indígenas y 24 europeos que fueron
atendidos en los puestos de socorro por los oficiales médicos. Aquel día el
teniente médico Salarrullana atendió en primera línea a 1 teniente, 2 sargentos
y 34 de tropa de los que murieron dos. El pronóstico de los heridos nos puede dar
idea de lo encarnizado del combate: 11 gravísimos, 18 graves y 5 menos graves o
leves. Entre los más graves figuraba el cabo de regulares Gerardo Martínez
Pérez, al que fue preciso amputarle una pierna por el tercio medio.
Al teniente
Ledesma le abrieron juicio contradictorio para determinar si era merecedor de
recibir la Laureada, aunque el resultado fue negativo. Dos días después de su
muerte, bajo la presidencia de los generales Silvestre y Navarro, se enterró al
teniente Pedro de Ledesma, que había pertenecido al Grupo de Regulares desde
noviembre de 1920 y anteriormente había servido en el Regimiento de Melilla
59.
Martes, 19 de julio
La mañana del día 18, los oficiales
del Grupo que estaban en Melilla fueron enviados al frente. El relato del joven
alférez Luis Pardo así lo describe:
“El 17 llamaron a
la Comandancia General a todos los oficiales de regulares que estábamos en
Melilla, y empaquetándonos el 18 por la mañana en una camioneta nos lanzaron
hacia Annual por procedimiento militar, diciéndonos: “métase V. aquí que ya le
dirán luego lo que tiene que hacer y a dónde va”.
El 18 llevamos un
accidentado viaje, pues el camión se estropeó tres o cuatro veces, y los
viajeros tuvimos que empujar y ponerlo en marcha con las fatigas que puedes
imaginarte. Al fin llegamos a Izumar, donde nos montaron a caballo y
emprendiendo vertiginosa carrera entramos en Annual como alma que lleva al
diablo, pasándonos todo el día agazapados detrás de los parapetos o tumbados
donde estábamos, a cubierto y comiendo en el suelo.”
Entre los oficiales que llegaban estaba el teniente
coronel jefe que se hizo cargo del Grupo junto a los comandantes Alfaro y De
Alcázar, este último recién incorporado a la unidad. Al amanecer el día 19, ya
se había corrido la noticia: Igueriben sufría y era inaplazable socorrerla. Para
ello, lo primero era montar el servicio de descubierta y aguada que correría a
cargo de los regulares. A las cinco de la madrugada partieron los tabores de
infantería y los escuadrones a las órdenes del teniente coronel jefe
consiguiendo llegar hasta las lomas de servicio con relativa facilidad,
asegurando además la comunicación con Izumar.
Comandante Manuel de Alcazar |
El camino que tenían que recorrer era difícil
por los muchos y profundos barrancos que lo cruzaban en diversas direcciones.
Los rifeños, aprovechando los accidentes naturales habían hecho trincheras
desde las que impedirían el paso del convoy, aislando Igueriben. La columna
avanzaba por el camino de la derecha -único transitable en dirección a la
posición-, y tras los regulares iban enfiladas las acémilas cargadas de víveres
y municiones. En las alturas paralelas que dominaban el camino un gran número
de harqueños esperaba a los regulares. A las 7.30 fue herido en un brazo el
teniente coronel Núñez de Prado, que sin abandonar su puesto en vanguardia
trasmitió la novedad al coronel Argüelles. Poco después, a la vista de
Igueriben, las tropas se estancaron sin conseguir romper el cerco rifeño. Núñez
de Prado intentó comunicarse con Annual, desde donde tras varios intentos
Argüelles le transmitió que permanecieran esperando los refuerzos de Dar Drius.
A las 12.30 el teniente coronel, a consecuencia de la herida que sangraba profusamente
a pesar de las primeras curas practicadas por el teniente médico Salarrullana,
tuvo que ser retirado del frente. Trasladado a lomo a Annual, sería evacuado a
Melilla e ingresado en el Docker, por lo que el mando recayó en el comandante
de África Juan Romero López que mandaba la columna de reserva formada por 3
compañías de África y una batería de montaña.
Al mediodía, en plena ejecución del convoy,
se produjo el relevo en el mando de la jefatura de Annual: partió el coronel
Argüelles, haciéndose cargo del campamento Francisco Manella, jefe del
regimiento de Alcántara. También la jefatura de estado mayor del campamento
pasó a manos del capitán Emilio Sabaté. En su carta, el alférez Pardo dice que
al incorporarse, Manella se desplazó hasta la vanguardia de la columna y les
lanzó un “speak” arengándoles para
que en un último esfuerzo consiguieran llegar a Igueriben. Posteriormente el
capitán Emilio Sabaté confirmaría que el coronel Manella parlamentó en dos
ocasiones con las tropas de regulares. A pesar de que ya había llegado la
columna de Drius -7 compañías de San Fernando al mando del teniente coronel
Pérez Ortiz,- pasaban las horas sin que las tropas pudiesen avanzar, por lo que
el coronel Manella decidió que, por lo menos para hacer llegar algo de agua a
Igueriben, una compañía ligera de pertrechos procurara llegar portando cada
soldado cuatro cantimploras. Manella y los oficiales del Grupo, tras un segundo
“speak” decidirían que fuera la
compañía del capitán Francisco del Rosal la que lo intentara. Manella, en un
empeño desesperado por conseguir el objetivo, comentó a Sabaté que él mismo se
pondría al frente de los regulares si fuera preciso, y pasaría allí la noche si
la situación lo requiriese.
Sabaté le convenció de lo poco conveniente que
sería su exposición a un más que posible percance. Los regulares se pusieron en
marcha cargados de cantimploras y cubiertos por el escuadrón del capitán
Cebollino, y hay que decir que lograron llegar muy cerca de Igueriben, pero de
nuevo se produjo la retirada de las tropas, arrastrando las dos baterías de
montaña -capitanes Chacón y Galbis- que vivieron momentos de angustia. No lo
habían conseguido. Por la tarde, produciéndose momentos de gran confusión antes
de llegar a Annual, las tropas se replegaron. En el repliegue fue herido en el
pecho el comandante Juan Romero: una bala le había atravesado el pulmón y le
haría agonizar hasta el día siguiente en el hospital de campaña. Las bajas
fueron cuantiosas: cayeron muertos los regulares capitán Carlos Zappino, teniente
Francisco Nuevo y 10 soldados indígenas, y el soldado de África Jaime Buch;
fueron heridos el teniente coronel Núñez de Prado, comandante de África Juan
Romero (que fallecería al día siguiente), capitán Juan Redondo -al que una bala
le atravesó el rostro-, teniente Martínez Roselló, caíd Mohamed Ben Amar Gul
Nadori, 41 soldados indígenas de regulares y 19 europeos. Mientras, en
Igueriben, el hambre, las heridas, el mal olor, la suciedad y la miseria, los
piojos, el desamparo y el miedo a morir y la sed, sobre todo la sed… llevaba a
los hombres a una situación límite, sin que entre los que no hemos pasado por
eso haya nadie capaz de medir la intensidad de tanto sufrimiento.
Capitán Francisco del Rosal |
El día 20 de julio se hizo cargo de Annual el
general Felipe Navarro. Por la tarde se celebró junta de jefes en la que el
general ordenó que se preparara el convoy para el día siguiente a las 6.00
horas. La orden la recibió el capitán Sabaté, consciente de que Navarro era
desconocedor de la verdadera situación que se vivía en aquellos momentos: la
mayoría de tropas disponibles se hallaban concentradas en Annual, el enemigo era
numeroso y bien municionado, y la moral de las tropas españolas había sido muy
castigada por los dos fracasos. Era necesario que la situación se pusiese en
conocimiento del comandante general. El telegrama decía: “Somos inferiores en número al enemigo, la moral de las fuerzas no
compensa, ni con mucho, esa inferioridad; están en Annual la casi totalidad de
las fuerzas móviles disponibles y, como pudiera llevarse a las tropas a una
operación problemática, estimo un deber manifestárselo a V.E. para conocimiento
y resolución. El comandante general quería que el convoy se hiciera a toda
costa, él en persona acudiría -dijo- con los escuadrones de Alcántara, por
tanto el convoy no debía salir hasta que él llegara.
Al campamento de Annual llegaron las tropas
de regulares que habían partido de Nador: un tabor de infantería, un escuadrón
y la compañía de ametralladoras; al frente de todas las tropas del Grupo, el
comandante Manuel Llamas. El general Fernández Silvestre pretendía que además
de hacer llegar el convoy a Igueriben a todo trance se preparasen dos compañías
de Ceriñola y un oficial médico para relevar a los hombres de Benítez. En este
nuevo intento, para asegurar el éxito de la operación, no se formaría una
columna sino tres: por la derecha avanzaría la columna del coronel Gabriel de
Morales -8 mías y cinco compañías de San Fernando-; en el centro, bajo el mando
del teniente coronel Pedro Marina, el batallón de Ceriñola -2 mías y el harka
amiga-; y de nuevo por la izquierda los regulares.
El 1er Tabor había perdido al comandante y
dos capitanes, y la 3ª Compañía -capitán Gómez Abad- aún estaba en tránsito
hacia Annual. Accidentalmente asumió el mando del tabor el capitán Francisco
del Rosal, y, por falta de capitanes, tomaron el mando de la 1ª y 2ª compañías
los tenientes Joaquín de Hita y Jaime Ortega Nieto.
Al frente del Segundo Tabor iba su comandante,
Ramón Alfaro; la primera compañía corría al cargo del teniente Jesús Valiente;
la segunda disponía todavía de tres oficiales: capitán Sánchez Noé, teniente
Pérez Mercader y alférez Luis Pardo; y a la tercera tan solo le quedaban el
capitán, Ramón Moreno de Guerra, y el oficial moro Si Buchaid Ben Mohamed.
Capitán Ramón Moreno de Guerra 1891-1921 |
En cuanto al Tercer Tabor que mandaba Manuel
Llamas, en el momento de iniciarse el convoy no había llegado todavía a Annual.
Era el que disponía de más oficiales ya que hasta el día 20 habían descansado
en Nador. Se agregaron -incluyendo el 2º Escuadrón- 1 jefe, 15 oficiales y 4
oficiales moros. Junto al tabor llegó al campamento la compañía de
ametralladoras al frente de la cual se hallaban el capitán Asensio Cabanillas y
los tenientes José Cosidó y Agustín Velasco.
Las primeras operaciones de la mañana:
asegurar la aguada y realizar la descubierta, le correspondieron al tabor de
caballería que disponía de jefe y de los tres capitanes. Tras las tropas
montadas partió la infantería todavía bajo el mando del comandante Alfaro. Los
primeros compases de la operación se cumplieron, como el día 19, sin novedad. Sería
poco después, cuando ya se encontraban a la vista de Igueriben, cuando se
desencadenase el fuego enemigo. Alrededor de las 10.00 horas llegaron las
tropas de Llamas que, sin llegar a entrar en Annual, fueron enviadas al frente.
El coronel Manella -jefe del campamento- le ordenó unirse a sus hombres y
esperar órdenes. Para entonces estaba a punto de llegar a Annual el comandante
general. A las 12.00 horas, estando las tropas encajonadas en los barrancos,
sin poder avanzar, Llamas solicitó a Manella instrucciones. Poco después
apareció el ayudante del coronel -capitán Arce Iradier- quien le pidió que
resistiera hasta que llegara el coronel. Una hora después, llegado ya el
coronel, de nuevo se le pidió al jefe de regulares que se mantuviera en su
posición hasta consultar con Silvestre. Para esas alturas los hombres de Llamas
ya habían tenido muchas bajas: la 3ª Compañía del 2º Tabor perdió a su joven
capitán, Ramón Moreno de Guerra, último oficial, por lo que Llamas dispuso que
el teniente Fernando Barco, ayudante del II Tabor, se hiciera cargo de la
misma. Murió también el capitán Eduardo Guzmán, jefe del 1er Escuadrón,
debiendo asumir el mando su sobrino, teniente Julio González Guzmán. Al escuadrón
del capitán Cebollino le mataron al teniente Julio Albornoz Martel. El puesto
de socorro no cesaba de evacuar heridos hasta Annual, donde el comandante Gómez
Moreno estaba al cargo del hospital de campaña. Al mediodía las tropas de
regulares seguían detenidas, sin que el coronel Manella les hubiese transmitido
orden alguna. Según declaró Llamas, fue entonces cuando vieron las tiendas de
Igueriben arder y a los defensores saltar el parapeto corriendo en busca de una
posibilidad de salvación. Ante el fatal desenlace, Llamas solo pudo ordenar que
se adelantasen dos compañías para cubrir, en la medida de lo posible, a los
supervivientes.
“Estábamos en esta
situación cuando vimos desde mi observatorio que los moros empezaban a rodear
Igueriben, y que los oficiales y soldados, con un arrojo y un valor increíble,
salen de la posición ocupando la línea de puntos rojos que te señalo en el
croquis, donde los fusilaban y acuchillaban, pudiendo solo llegar a nuestra
línea unos veinte, todos medio muertos, dando grandes gritos, verdaderamente
desgarradores, y llorando”
Debido a que al día siguiente se produjo la
retirada de Annual, ni los partes ni el diario de operaciones recogieron el
número de muertos y heridos. Algunas fuentes citan que además de los dos
capitanes y el teniente muertos, los regulares tuvieron 132 bajas entre heridos
y muertos. El Grupo, cuyas unidades habían perdido la documentación en los
sucesos ocurridos, aportó información poco contrastada, no existiendo
prácticamente más antecedentes que las listas de revista, relaciones de destino
y libro de hospital. Tan solo se hizo llegar al general Picasso un estadillo
donde se indicaba el número de oficiales y tropa presentes los días 20, 21 y
22. En el escrito consta que el día 21, tras la llegada de las tropas
procedentes de Nador, figuraban 1479 clases y soldados; el día 22, deducidos
bajas y desaparecidos quedaban 903, lo que supone 576 bajas, cifra que la
unidad aporta con cautela. (Ver Anexo 3 )
Viernes, 22 de julio
Durante la noche se celebraron juntas de
oficiales a las que acudió como jefe de regulares el comandante Manuel Llamas. A
las 7.00 horas Llamas se dirigió, en compañía del comandante jefe del batallón
de África Andrés Piña, al cuartel general. El general le expuso la crítica
situación y la decisión de abandonar el campamento so pena de convertirse en un
Igueriben a lo grande. La retirada se efectuaría hacia Ben Tieb, donde
contarían con el apoyo de los escuadrones de Alcántara y dos mías de policía.
El Grupo de Regulares marcharía por el camino viejo a Izumar, en el flanco
izquierdo en el sentido de la marcha. Llamas salió al campamento y poco después
recibió orden verbal en el sentido de que un tabor y un escuadrón ocuparan las
alturas en la pista antes de iniciarse la subida al Izumar. Sin tiempo para
ejecutar la orden, Llamas volvió a ser requerido por el general. Eran las nueve
de la mañana y la subida al cuartel general estaba ya muy batida.
Oficialidad del Grupo de Regulares |
Silvestre dio sus últimas órdenes; había que
abandonar inminentemente Annual, no tenía objeto militar alguno; nada se
comentaría a los oficiales para evitar que las pésimas noticias llegasen a
oídos de la tropa; habría que dejar el campamento montado y prohibir llevar
cargas; la batería ligera se quedaría en su posición después de inutilizarla; las
cercanas posiciones de Buymeyan y Talillit serían evacuadas, la primera hacia
Annual, y la segunda a Sidi Dris o Afrau... Aún estaba Fernández Silvestre
dictando órdenes cuando fue requerido por el alto comisario que había
contactado a través de la estación telegráfica emplazada junto a su tienda. Salieron
Silvestre y Sabaté regresando este último poco después para apremiar a Llamas: debía
proceder inmediatamente a ocupar las alturas que se le habían indicado. Los
regulares sufrirían las últimas bajas en Annual al cumplir este objetivo:
fallecieron el suboficial Alfonso García Iniesta y el sargento Vicente Sanchis
Cucurella, y el teniente Manuel Rodríguez Barragán resultó herido y por ello
evacuado en coche rápido e ingresado en el Docker. Tras coronar las alturas
asignadas se reagrupó la unidad y siguiendo las órdenes tomaron, tras coronar
la posición de Izumar ya abandonada por su guarnición, el camino viejo que
llevaba a Ben Tieb. Poco después se encontraron con la columna de Alcántara con
la que llegaron a Dar Drius a las 17.00 horas. Allí el comandante Llamas
recibió del teniente coronel Álvarez del Corral la orden de continuar hasta
Uestia donde pernoctaron.
Nador y Zeluán
En Nador, el Grupo disponía de
locales para la infantería, almacén y enfermería de ganado. El poblado, ya en
tiempos anteriores importante enclave en vanguardia del avance en el
Protectorado, era cabecera de la circunscripción del mismo nombre y disponía de
línea ferroviaria y buena carretera para recorrer los 14 km que lo separaban de
Melilla. En 1921 acogía las oficinas de la brigada disciplinaria, aunque la
unidad tenía diseminadas sus dos compañías de infantería en las distantes
posiciones de Azrú y Mehayast. El jefe de la circunscripción, y presidente de
la junta de arbitrios, era el teniente coronel Francisco Pardo Agudín que, autorizado
por el mando, residía en Melilla. El 22 de julio, las pocas tropas del Grupo de
Regulares estaban constituidas por 28 hombres: 1 teniente -José García- que era
el encargado de la instrucción de los reclutas, 20 sargentos y soldados a cargo
del almacén, 1 veterinario y 3 de tropa en la enfermería de ganado, y 1
suboficial y 2 sargentos. El día 23 se incorporaron las fuerzas del comandante
Manuel Llamas. Por la tarde, Pardo Agudín le solicitó fuerzas para contribuir a
la defensa, pero Llamas había concedido permiso a sus hombres y dudaba de que
se presentaran, tal como debían, al caer la tarde.
Al día siguiente, la
oficialidad y los soldados que fueron fieles volvieron a Melilla. En Nador
quedó voluntariamente el teniente Miguel Rodrigo Martínez, acompañado por el
oficial moro Mohamed Bel Hassen -3ª Compañía del III Tabor-, el sargento Ramiro
Álvarez Astray, 3 cabos y 12 soldados (Ver Anexo 5). El teniente coronel decidió hacerse
fuerte en el edificio de la Compañía Colonial de Industria y Comercio -o Fábrica
de Harinas y Electricidad-, distribuyendo sus fuerzas en dos compañías
provisionales. Las fuerzas del Grupo servían en la segunda compañía mandada por
el capitán Fernando Villalba Escudero, de la cual también formaba parte el
teniente de la guardia civil Ricardo Fresno, quien ya había servido en
regulares antes de su ingreso en la benemérita.
Teniente Miguel Rodrigo Martínez |
Además de las fuerzas de regulares,
atendían la defensa de Nador: tropas de la brigada disciplinaria, la segunda
compañía provisional de Ceriñola, guardia civil, algunos hombres de ingenieros
y algunos soldados que habían sido detenidos en el intento de llegar a Melilla.
La relación que aportó la brigada disciplinaria al general Picasso incluía un
total de 177 militares y 11 civiles. A ellos había que añadir los 140 hombres
que estaban ingresados en la enfermería, que pudieron ser evacuados el 24 de
julio.
Durante la defensa, del 23 de
julio al 2 de agosto: murieron 11 hombres -9 militares y 2 civiles, entre ellos
el cabo de regulares Cesáreo Iglesias Montoto- y resultaron heridos de
diferente pronóstico otros 44, de los cuales el oficial moro Mohamed Ben Hasen
que recibió un balazo en el brazo derecho, el cabo Mohamed Ben Alud y los
soldados Simeón Pascual Bargalló y Pío Señé Más -ambos heridos de bala-
pertenecían al Grupo. Los 16 soldados españoles que formaban la sección del
teniente Rodrigo se habían incorporado al Grupo en febrero de 1921 y en él
siguieron participando en la campaña de reconquista del territorio, siendo la
mayoría de ellos citados como muy distinguidos; fue el caso del que fuera
asistente del capitán Juan Salafranca -Rafael Magaña- y al menos de otros cinco
ordenanzas más. El sargento Ramiro Álvarez había sobrevivido a la pérdida de
Abarrán y había participado con su compañía en todos los intentos de socorrer
Igueriben, en el asedio de Nador y en la posterior campaña de reconquista donde
fue también mencionado como distinguido en varias ocasiones.
Ante la imposibilidad de
prolongar la resistencia, el teniente coronel Pardo Agudín terminó por entablar
conversaciones con los rifeños para rendir el poblado. El 2 de agosto, aunque
el día anterior el general Berenguer le había pedido mantener la resistencia 6
o 7 días más hasta ser auxiliados, a primera hora de la mañana comunicó al
comandante general que ya no podían resistir más. Para cuando desde Melilla se
le respondió que el cumplimiento del deber exigía mantener la defensa a toda
costa, la guarnición de Nador ya había llegado hasta las avanzadillas del
Tercio, en los arrabales de Melilla. Antes de partir, el capitán Celestino Rey
había prendido fuego a los cadáveres, algunos ya en descomposición, y aunque en
principio intentó llevar los restos a Melilla, al final tuvo que limitarse a
cubrirlos con paladas de tierra -los restos aún estaban incandescentes- y
dejarlos hasta la reconquista del poblado en septiembre, cuando finalmente
podrían ser enterrados y se descubriría una lápida en su honor. En esta ocasión
los atacantes cumplieron los pactos alcanzados con el jefe de la brigada disciplinaria,
por lo que todos los defensores pudieron llegar a Melilla.
A Zeluán llegaron el día 23, a las 16.00 horas, las
fuerzas de caballería del Grupo al mando del comandante Del Alcázar procedentes
de Uestia donde habían pernoctado. Según recoge el estadillo de la jefatura de
fuerzas de Zeluán, el número de hombres ascendía a 205, distribuidos en los
siguientes empleos: 1 jefe, 12 oficiales, 1 suboficial, 8 sargentos y 184 cabos
y soldados europeos e indígenas. En aquel momento el Grupo tan solo disponía de
un almacén en el poblado, a cargo de tres cabos y tres soldados.Hasta el día 22 de julio, la
guarnición de Zeluán estaba constituida tan solo por una compañía del
regimiento de Ceriñola que fue relevada el día 19 por otra provisional del
mismo regimiento. Además, el poblado disponía de enfermería a cargo de un
oficial médico y otro farmacéutico, un pequeño núcleo de soldados de ingenieros,
un puesto de la guardia civil y un depósito de intendencia. Distaba de Melilla 25 kilómetros,
comunicándose con la plaza por carretera o por vía férrea. Próximo al poblado
se hallaba el aeródromo donde estaba asignada la 2ª Escuadrilla al mando del
capitán Pío Fernández Mulero. Guarnecían la instalación fuerzas de la 2ª Unidad
de aviación y un destacamento del regimiento de Melilla.
El mismo día de su llegada, el
comandante Manuel de Alcázar, enfermo, entregó el mando del tabor al capitán Ildefonso
García-Margallo y partió para Melilla. Aquel día, según declaró el teniente
Enrique Dalias, ayudante del tabor, mientras junto al teniente de policía
Fernández Pérez hacía acopio de víveres y municiones en el poblado, la tropa
permanecía en el parapeto. Poco después llegaron fuerzas de los regimientos de
África y Alcántara, 50 soldados de ingenieros y, procedentes de Tistutin, dos
camiones con municiones que servirían para evacuar algunas familias a Melilla.
A última hora de la tarde llegó el capitán Ricardo Carrasco Egaña, jefe de la mía
de policía, quien se hizo cargo del mando. Poco antes de amanecer se produjo la
sublevación del tercer escuadrón encabezada por el oficial moro Yilali al que
se unió el oficial Si Hamed Ben Bark y un número indeterminado de askaris, quienes
disparando sobre las tropas que estaban en el parapeto, e intentando huir
resultaron, algunos de ellos, alcanzados y muertos por las fuerzas de Alcántara
que cubrían a los defensores.
Alférez Fernando Tomasetti Caritat 1893-1921 |
El día 24, después de realizar la
aguada, se recibió de Melilla la orden cursada por el alto comisario de formar
un escuadrón con 100 askaris, que al mando del capitán García Margallo debería
volver a Melilla. Junto al capitán partieron los tenientes Bermejo y Carvajal,
alférez Fernando Tomasetti y los sargentos Alfonso Martín Feijoo, Casimiro de
Marcos, Dimas Barrios Muñoz y Galo Paulo Pérez. El escuadrón fue atacado en
Taouima, produciéndose la muerte del alférez Tomasetti, cuyos restos serían
recuperados tiempo después y enterrados en el Panteón de Héroes.
Quedaban en la alcazaba los
tenientes Dalias, Luis Barges y González Guzmán junto al veterinario Enrique
Ortiz de Landazuri, el suboficial Juan Alarcón, los sargentos Francisco Vera,
Hermenegildo Sanz, Alberto Velasco Sierra y Pascual Marí Díaz, poco más de 50
soldados españoles -el estadillo de tropas de Zeluán indica que eran 53- y
algún soldado indígena como Abd el Kader el Hasti -soldado 531- del tercer
escuadrón, del que el mando no sentía ningún recelo. Junto a ellos fuerzas de
Ceriñola, Alcántara, ingenieros, África, artillería y otros cuerpos, alcanzando
la cifra de algo menos de 500 hombres -36 oficiales y 427 soldados- a los que
habría que añadir rezagados de otras posiciones que se acogieron a la alcazaba.
A medida que pasaban los días las aguadas se hacían más peligrosas y costaban
más bajas, los animales se morían de sed
y los víveres se agotaban. El primero de agosto, tras un fallido intento del
capitán Carrasco de escapar hacia La Restinga, se recibió un telefonema del alto
comisario: no siendo posible socorrerles debían pactar con el caíd Ben Chelal.
El general Navarro, al tanto de las negociaciones desde Monte Arruit, donde sus
hombres llevaban días siendo constantemente atacados y sufriendo la falta de
agua y comida, les recordó que, siendo Zeluán una posición dependiente de
Arruit, era allí donde debían negociar con el caíd. Acudieron al día siguiente
los tenientes Dalias y Civantos junto al intérprete Rueda, escoltados por
hombres de Ben Chelal, y allí hablaron sobre las condiciones de la rendición. Navarro
quería garantías: que las tropas pudieran llegar a Melilla y los heridos fuesen
evacuados acompañados por el médico y el farmacéutico González Gamonal y
Miranda.
Pero al abandonar Monte Arruit
los oficiales y el intérprete fueron apresados, desarmados y conducidos a la
cárcel pública de Nador donde las tropas españolas ya habían abandonado el
poblado. El teniente Enrique Dalias Cuena sería el único oficial de regulares
que viviría el cautiverio en Axdir hasta febrero de 1923. Falleció en Trujillo
en 1973 tras alcanzar el empleo de coronel.
Teniente Enrique Dalias Cuena |
En la alcazaba, donde esperaban a
los oficiales que habían salido a parlamentar, fueron conscientes de que las
negociaciones habían adquirido un cariz dramático. Al día siguiente se produjo
la capitulación, pero tal como había ocurrido y ocurriría en otros muchos
lugares, no se respetaron los pactos alcanzados; al abandonar las tropas la
alcazaba sonaron los primeros disparos. Pocos fueron los que escaparon a la
matanza; entre los regulares tan solo existen el testimonio del herrador Rafael
Requejo Santos y del anteriormente mencionado soldado Abd el Kader el Hasti.
Cuando meses después se recuperó el poblado, en la alcazaba y aledaños los
cadáveres se apilaban descompuestos. Hay quien afirma que fueron 300 los que
enterraron los soldados que reconquistaron Zeluán; sus restos fueron enterrados
en Monte Arruit y posteriormente en el Panteón de Héroes. Los tres oficiales
del Grupo de Regulares murieron junto al suboficial Alarcón, los cuatro
sargentos y la gran mayoría de soldados. Zeluán,
tumba de regulares.
El mismo día que capituló Zeluán,
una sección del Grupo al mando del teniente José García a bordo del crucero
Cataluña desembarcó en La Restinga. Tras el Desastre el Grupo fue reorganizado
con rapidez, debiendo para ello efectuar la recluta muy lejos del territorio de
Melilla: en Larache y Tetuán. En agosto, el alto comisario autorizó que las
compañías tuvieran un 50 % de soldados españoles con el fin de poder organizar
unidades de 100 hombres. A primeros de septiembre el Grupo ya estaba integrado
en la columna Cabanellas. A partir de aquel momento su actuación en
innumerables combates los hizo acreedores de méritos y medallas, no sin pagar
un altísimo precio que terminó por borrar cualquier rastro de duda que hubiera
podido quedar a raíz de su actuación en los días de Annual.
Bibliografía 2ª parte
Agradecimientos
Durante
la preparación del artículo tuve la fortuna de conocer a D. José María Gil
Hernández, custodio de documentación y patrimonio del Grupo de Regulares de
Melilla. Gracias a ello he podido tener acceso a documentos y fotografías de
muchos de los protagonistas del artículo. Mi más sincero agradecimiento a tan
ilustre unidad y a José María, coautor en 2012 junto a Carlos del Campo de “Regulares de Melilla, cien años de historia”.
Bibliografía 2ª parte
- Sánchez Regaña, Javier. “Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas”. Los Nombres del Desastre. 5 julio 2013.
- Jose María Gil Hernández-Carlos del Campo. "Regulares de Melilla, 100 años de historia". Editorial Galland Books. Valladolid 2012
- Intervención del cuerpo de Estado Mayor del ejército y de las Fuerzas Regulares Indígenas en los sucesos de Annual, según cartas del capitán de estado mayor Emilio Sabaté Sotorra y del alférez de infantería Luis Pardo Álvarez. Biblioteca de Patrimonio Nacional. PAS 766-B
- Luis Miguel Francisco. Morir en África. Editorial Crítica, Madrid 2014
- Augusto Vivero. El Derrumbamiento. Editorial Caro Raggio 1922
- La Ilustración del Rif. 05/09/1925. Un servicio modelo. La veterinaria militar en los Regulares de Melilla, páginas 49 y 50
- Hoja de servicios del veterinario Enrique Ortiz de Landazuri Rodríguez. Archivo general militar de Segovia
- Documentación sobre las pérdidas en Abarrán facilitada por D. Santiago Domínguez LLosá
- Historia de las Campañas de Marruecos. Servicio Histórico Militar. Madrid 1947
- Engel Masoliver, C. El cuerpo de oficiales en la guerra de España. Valladolid: Quirón Ediciones 2008
- Informe político escrito por el coronel Gabriel de Morales Mendigutia el 16 de febrero de 1921
- Antonio Sarmiento León-Troyano. Episodios del revés de 1921. Memorial de ingenieros, marzo de 1922
- Teniente coronel Ricardo Fernández Tamarit. Carta al general Fernández Silvestre. Melilla, 16 de mayo de 1921
- Eduardo Maldonado Vázquez- Manuel González Scott. Algo sobre Abarrán. 1949
- Sainz Gutiérrez, S. Con el general Navarro en operaciones, diario del cautiverio. Madrid: Sucesores de Rivadeneyra. 1924.
- Anuarios militares de 1920, 1921, 1925, 1930 y 1931. Madrid: Talleres del Depósito Histórico y Geográfico del Ejército.
- Guadalupe Pérez García. La colonia penitenciaría de Villa Cisneros
- Galería Militar Contemporánea. Medalla Militar Individual y Cruz Laureada de San Fernando. Servicio Histórico Militar, Madrid 1980
- L.A. Azcarazo García. El teniente médico José Salarrullana Alabart, un superviviente de Annual. Revista de Sanidad de las fuerzas armadas de España. Volumen 56 Nº.1. Año 2000
- Álbum fotográfico del Grupo de Regulares Indígenas N. º 2, Historial de la unidad e informaciones sobre el comandante D. Manuel Llamas Martín
- TRIBUNAL SUPREMO RESERVADO (TSR). Expte. 50.3 Relación nominal del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas Melilla Nº 2 y su situación del 16 al 31 de julio de 1921. Fol. 464r-466r.
- TSR. Expte. 51.17. Declaración Cmdte. Manuel Llamas Martín. Fol. 4552r-4560v
- TSR. Expte. 50.9. Declaración Cmdte. Ramón de Alfaro Páramo. Fol. 1908v-1911v
- TSR. Expte. 51.6. Relación nominal de supervivientes del GFRI 2. Fol. 1771v-1772v
- TSR. Expte. 51.6. Relación prisioneros por cuerpos y dependencias. Fol. 1771r-1772r
- TSR. Expte. 51.15 Declaración del del Capitán Gonzalo Gómez Abad y de los Tenientes Antonio Sanz Gracia y Miguel Rodrigo Martínez (fols.3827r-3842r)
- TSR. Expte. 50.2. Declaración del capitán Joaquín Cebollino (fols. 424-430v y 457-461)
- TSR. Expte. 50.9 Copia del informe del comandante Jesús Villar en abril de 1921 sobre tres operaciones en Tensaman para establecer varias posiciones, entre ellas monte Abarrán (fols. 1797-r-1801v)
- TSR. Expte. 50.1. Telegramas y conferencias referentes a la ocupación y pérdida de Abarrán y ataque a Sidi-Dris, destacando los del Comandante General de Melilla, General Manuel Fernández Silvestre, y los del Alto Comisario de España en África, General Dámaso Berenguer, con el Ministro de la Guerra durante el mes de junio de 1921 (fols.7r-30r)
- TSR. Expte. 50.7Copias de los telegramas relativos a la ocupación de Monte Abarrán (fols.1500r-1502r).
- Testimonio de la Información instruida en la Comandancia General de Melilla por los hechos ocurridos el 1 de junio de 1921 en el Monte Abarrán (fols. 1699r-1714r)
- TSR. Expte. 50.10. Informe final del General Picasso relativo a los siguientes aspectos: Abarrán (fols. 2178r-2188v). Situación subsecuente a Abarrán (fols.2188v-2202v)
- TSR. Expte. 51.22. Antecedentes de los sucesos de julio: ocupación y pérdida de Abarrán, ataque a Sidi-Dris, combate del 16 de junio y hostilidades hasta fin de junio (fols.10r-16r).
- TSR. Expte. 50.2. Informes y otros documentos sobre el plan Alhucemas (fols. 233r-241r)
- TSR. Expte. 50.6 Declaración del teniente coronel Fidel Dávila Arrondo (fols. 1284r-1297r)
- TSR. Expte. 51.39. Información sobre el campamento de Annual (fols.2r-8v). Teniente coronel Manuel Ros Sánchez
- TSR. Expte. 51.1. Declaración del teniente coronel Fernández Tamarit (fols. 11r-25v y 30r-33r) y Expte. 50.6 (fols.1197r-1207r)
- TSR. Expte. 51.1. Declaración del teniente coronel Miguel Núñez de Prado y Susbielas (fols. 105r-116v)
- TSR. Expte. 50.2. Orden general del 2 de mayo de 1920 (fols. 319r-326r)
- TSR. Expte. 51.14. Documentos y estados de las fuerzas que pernoctaron en Annual los días 20,21 y 22 de julio de 1921 (fols 3555r-3570r)
He consultado para esta segunda parte la hemeroteca de 1921.
Han sido de especial ayuda los artículos publicados los días:
- 12,13,14,15,16,18,21,22 y 25 de enero
- 8,18 y 24 de febrero
- 13,15 y 31 de marzo
- 5,7 y 28 de abril
- 4,6,13,14,17 y 22 de mayo
- 2,3,4,5,6,7,8,10,12,15,17,18,19,20,21,22,25,27 y 28 de junio
- Mes de julio de 1921 al completo
- Mes de agosto de 1921 al completo
- SHGFRI. Sala histórica del Grupo de Regulares de Melilla
- AFCR. Fotografías enviadas por D. José Javier Cosidó Reig
- AFNP. Fotografías enviadas por D.ª Aurora Núñez de Prado Bueno
- AFGL. Archivo Jorge Garrido Laguna
- AAPC. Fotografía enviada por D.ª. Amalia Pavón Cajal
- AFDLL. Archivo fotográfico Santiago Domínguez Llosá
- Fotografía del capitán Juan Salafranca cedida por Luis Miguel Francisco
Mi agradecimiento al creador del blog Javier Sanchez Regaña. Mi tioabuelo, el sargento Francisco Vera, es citado en este blog; y a través de dicho blog he conocido detalles que desconocía absolutamente.
ResponderEliminarMis padres y abuelos ya fallecieron, y sobre mi tio abuelo, el sargento Francisco Vera, solo conservo una foto con su mujer, y algún vago dato que oí de pequeño como que murió en Africa. Gracias a este blog, con el que di por casualidad, ahora ya sé que falleció en Zeluan; y gracias a las fuentes que se citan e investigando un poco más, he logrado tener más datos, como que su mujer se llamaba "Dolores Ortega" y que se habian casado 4 meses en Melilla antes de fallecer en el asedio de Zeluan.
El retrato del matrimonio, que conservo, ya tiene una historia y un lugar, para estos familiares, en el corazón de mi familia. Heroes de valor reconocido y malgastados en semejante desastre.
Gracias por honrar su memoria y darles vida en nuestros corazones.
Un familiar del Sargento Vera ( caballeria de regulares )
Allí, en Zeluán, también murió el hermano de mi bisabuelo, el capitan Ricardo Carrasco Egaña, al mando de aquella unidad. Es extraño pensar que nuestros familiares estuvieron juntos en aquel final.
EliminarQuedan honrados en nuestra memoria.
Un afectuoso saludo.
Hoy creo que se cumplen 95 años de su muerte. Lo cierto es que el hecho de que sean familiares nuestros hace que se empatice con la situación que debieron vivir desde el asedio hasta su muerte, que imagino no debió ser fácil .... Las decisiones que debieron tomar, el recuerdo de su familia, la muerte de sus compañeros y amigos y finalmente la suya. Los días que vivieron imagino que los unieron a todos. Yo creo que era gente de otra pasta con una idea muy fuerte del deber y encaminados a un desastre por malos dirigentes sin ningún respeto al genero humano.
EliminarEn este estupendo blog hay fotos de ámbos y desde luego hay mucha diginidad en esos retratos. Su valor y el de todos los caidos en Zeluan gracias en buena parte a este blog esta reconocido
Un fuerte saludo
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarGracias. Estoy impresionado por el trabajo realizado, por los contenidos, por la forma de construir el relato. Espero que este tipo de errores no vuelvan a cometerse nuca. Gracias por honrar con verdad y dignidad a nuestros soldados muertos.
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