lunes, 26 de abril de 2010

De Amberes al Rif. El teniente olímpico.

De Amberes al Rif. El teniente olímpico

Entre el 20 de agosto y el 12 de septiembre de 1920 se celebraron en Amberes los Juegos Olímpicos. La VII Olimpiada fue el primer gran evento deportivo mundial tras la Gran Guerra. La organización quiso dedicar la competición a los heridos en el enfrentamiento y recordar el sacrificio de los soldados belgas.
Después de la tremenda conmoción producida por la durísima guerra, las olimpiadas, bautizadas como los Juegos de la Paz, se convirtieron en un aliciente para afrontar la recuperación. Alemania, que tenía que haber organizado los juegos de 1916, no fue invitada a participar. Tampoco lo fueron Austria, Hungría, Polonia, Bulgaria y Rusia. Los intentos de reconciliación del Comité Olímpico fracasaron ya que los gobernantes se negaron tajantemente a permitir su participación. Las heridas tardarían aún un tiempo en cicatrizar.

Amberes 1920

Amberes, agosto de 1920

A pesar de la penuria económica del momento, los belgas pudieron acometer la organización de los juegos construyendo un estadio con un aforo de 30.000 espectadores. La ceremonia de inauguración se celebró en dos actos: en el primero -de carácter religioso- se honró la memoria de los deportistas muertos en la guerra, y en el segundo, ante la mirada del rey Alberto I, los atletas de los veintiocho países hicieron el siguiente juramento: "Juro que nos presentamos a los Juegos Olímpicos como competidores leales, respetuosos del reglamento que los rige y con el deseo de participar con espíritu caballeresco para honra de nuestros países y para gloria del deporte".
Por primera vez en la historia todos los deportistas participantes en una olimpiada entonaron el juramento olímpico bajo la blanca bandera de los cinco aros. Entre aquellos 2741 atletas había 58 miembros de la delegación española, y entre ellos un joven oficial de infantería que tan solo un año después engrosaría las listas de desaparecidos en el Desastre: Jaime Camps Gordón, el teniente olímpico.

Jaime Camps Gordón, el teniente olímpico

Nació en San Sebastián el 28 de febrero de 1896 en el seno de una numerosa familia. Era hijo de José Camps San Feliu y Mercedes Gordón García-Roves, hermana del pintor y director de la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián, Rogelio Gordón. En agosto de 1912 -superadas las pruebas de acceso- ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, donde permanecería durante casi tres años, el último de ellos junto a su hermano Francisco quien también hizo la carrera de armas. Aquel mismo año la promoción recibió la visita de la reina Victoria Eugenia quien, en un acto celebrado en el patio ante cadetes y profesores, entregó una bandera española al coronel director Enrique Marzo Balaguer e instó a los cadetes a ser dignos herederos de la historia y sacrificio de la Infantería. Cumplieron con creces, ya que muchos de aquellos bisoños oficiales, compañeros de Jaime Camps, murieron en combate. Treinta y uno de los componentes de aquella promoción se vieron involucrados en los sucesos de Annual de los que nada menos que 15 morirían entre el 1 de junio y el 9 de agosto: Zarazaga Fernández, Falcó Corbacho, Tojero Díaz, Seoane Basaló, Morales Carames, López Cañete, Castrillón Sánchez, Hoces Olalla, Fernández Vida, Spuche Ibáñez, Tapia Cantón, González Robles, Mille Villelga, Camino López y el propio Jaime Camps.
En junio de 1915, Camps se graduó con el empleo de 2º teniente, siendo su primer destino el Regimiento de Infantería de Burgos 36, de guarnición en León. Este sería su destino más prolongado, ya que permaneció en la capital castellana hasta finales de junio de 1919. Durante esta etapa participó en el despliegue de su regimiento, al mando del coronel José Sánchez Melgar, a raíz de la huelga revolucionaria de 1917. Ascendió a 1er teniente por antigüedad el día de San Juan de 1917. Por RO de 29-6-1919 fue destinado al Regimiento de Sicilia 7 en su San Sebastián natal. La unidad, heredera del viejo tercio de Sicilia que intervino en la batalla de Lepanto, tenía su ubicación en el cuartel de San Telmo donde lucía el viejo lema: “Viejo Tercio que cubres de gloria nuestra España que es patria y hogar. Eres el Valeroso Sicilia y tu historia nos hace vibrar”. En aquellos momentos al frente del regimiento se hallaba el coronel Carlos Tuero O’Donnell. Entre sus oficiales destaca el comandante Luis Pareja Aycuens quien, nacido el 11-9-1892, fue el comandante más joven del ejército español, ascendido  por méritos de guerra el 8 de febrero de 1914 cuando aún contaba 22 años. Durante su estancia en la capital guipuzcoana Jaime Camps tuvo a su disposición una verdadera escuela de atletismo. En la ciudad se celebraban competiciones desde que en 1907 se corriera la primera prueba en Irún. A partir de 1916 se celebraron carreras en el viejo estadio de Atocha. Jaime pudo entrenar con compañeros que con el tiempo llegarían a ser de los mejores de España. Sin duda Camps había sabido elegir el destino más conveniente para practicar la afición que le llevaría a ser olímpico.

Toledo, jura de bandera de la promoción de 1912

La escuela guipuzcoana

San Sebastián era en aquella época una verdadera cantera de atletas: allí se forjó uno de  los mejores atletas españoles de todos los tiempos, Félix Mendizábal Mendiburu, primer campeón de España de 100 m en 1917, que revalidó el título en seis ocasiones más. Otros destacados compañeros fueron los hermanos Ordóñez, el malogrado Juan Muguerza, Ignacio Izaguirre y otros muchos jóvenes que mantenían un alto nivel competitivo. A pesar de su corta estatura -1,61 m- Jaime eligió la disciplina del hectómetro, la velocidad en estado puro, una distancia en la que nuestros atletas no han obtenido nunca ninguna medalla. En aquellos momentos Mendizábal era el rey de la pista con unos tiempos en torno a los once segundos. Posteriormente lo relevó como rey de la velocidad el pequeño de los Ordóñez, Diego, el más joven atleta que participó en aquella olimpiada de la paz. El nombre de Juan Muguerza aún perdura en nuestros días: un memorial de cross lleva su nombre. Tras la competición fue llamado a filas y enviado al Protectorado lo que supuso el final de su brillante carrera, pero entonces, lejos aún de aquella guerra, Juan Muguerza -con 19 años- era el campeón de España de 1500 metros.
Después de un año de duros entrenamientos, Jaime Camps consiguió clasificarse siendo designado para correr la prueba de 100 m y seleccionado por la Federación Española para formar parte del relevo de 4 x100. Fueron sus compañeros en aquella prueba Félix Mendizábal, Federico Reparaz Abaitua, y el joven de 16 años Diego Ordóñez Arcauz. 
Luis Calvet Sandoz

España aportó a las olimpiadas 58 deportistas que compitieron en atletismo, fútbol, polo, tiro olímpico, natación, waterpolo y tenis. El comité, encabezado por el delegado nacional Gonzalo de Figueroa y Torres, estuvo presente junto a nuestros atletas en la ceremonia inaugural el 10 de agosto. El abanderado español era el capitán de la selección de fútbol, el guipuzcoano Mariano Arrate. Entre los miembros del equipo de tiro olímpico encontramos varios militares: Antonio Vázquez de Aldana, coronel de infantería y el atleta de mayor edad con 59 años; José Bento López, capitán de infantería; Luis Calvet Sandoz, ascendido a capitán con tan solo 21 años por los méritos contraídos en los combates de 1909, cuyo hermano Francisco era entonces capitán de policía indígena en Melilla y un año después pasaría a formar parte del ejército de desaparecidos; Antonio Bonilla San Martín; José Mª Trepat Miró, que fue presidente del Español de Barcelona, y del Sevilla; Domingo Rodríguez y Antonio Moreira. Consiguieron un meritorio Diploma Olímpico. La selección española de fútbol -la roja- consiguió la Medalla de Plata. Formaban aquella escuadra: Zamora, Samitier, Sesúmaga, Otero, Arrate, Belauste, Pichici, Eguizabal, Patricio, Pagaza y Acedo. Noventa años después de aquella meritoria medalla la selección española se convertiría en campeona del mundo en Sudáfrica.

Selección española en 1920
La segunda Medalla de Plata que conseguimos se la debemos al equipo de polo, compuesto por Álvaro y José de Figueroa, Hernando y Jacobo Fitz Stuart y Leopoldo Sainz de Maza. Una aristocrática formación, sin duda. Tan solo Mendizábal consiguió llegar a la final y su tiempo ha perdurado durante décadas como el mejor entre los velocistas españoles que han participado en una olimpiada. El relevo quedó apeado en la fase previa, pero Jaime y sus compañeros tuvieron el orgullo de participar en los juegos olímpicos. El solo hecho de competir ya era tremendamente admirable en la España de aquella época que no era la potencia que es hoy. En 1919 Federico Reparaz, periodista y miembro del equipo de atletismo, había escrito sobre la necesidad de la participación de España en los Juegos, ya que el deporte -según afirmaba- distinguía a las sociedades y contribuía a su desarrollo. El Ejército no permaneció ajeno a esta corriente; aquel mismo año el general Villalba Riquelme, ministro de la guerra, impulsó la creación de la Escuela Central de Gimnasia cuya sede fue la Academia de Infantería, de la que el propio Villalba había sido director siendo coronel. La inauguración oficial se produjo el 28 de febrero de 1920, el mismo día que nuestro teniente olímpico cumplió 24 años, y una semana antes de que Manuel Fernández Silvestre fuera nombrado Comandante General de Melilla.

De Amberes al Rif

Tras su aventura olímpica, el teniente Camps vuelve a San Sebastián y poco después es destinado por RO 27-11-1920 al Regimiento de Infantería San Fernando 11, donde sirve también su hermano Francisco con quien coincide unos meses. Para cuando Jaime llega a Melilla -22 de diciembre- la exitosa campaña de Silvestre le había llevado hasta Ben Tieb, posición que, ocupada el 5 de diciembre y asentada en la llanura del Sepsa, se convertiría en un importante campamento sobre todo en la campaña de reconquista posterior al Desastre. Este sería el primer destino de Camps y allí, al frente de su sección, celebró la llegada del nuevo año. En enero se conquistan Mehayast, Afrau, Annual, Morabo y Yebel Udia. Mientras, Camps permanece en Ben Tieb hasta que en febrero, tras la ocupación del Morabo de Sidi Mohamed, es enviado allí al mando de su unidad: una sección de la 1ª Compañía del II Batallón. En el mes de julio de 1921 la posición del Morabo, cuya aguada dista 2 kilómetros, cuenta con depósito de víveres y municiones, puesto de socorro dotado de cuarto de curas, teléfono y estación óptica. Queda constancia de que desde Ben Tieb partían hacia Annual -a 21 kilómetros- caravanas de camellos que organizaba el oficial al cargo del depósito de intendencia. La compañía de San Fernando, de guarnición tenía destacadas dos secciones compuestas por 3 oficiales y 57 soldados, mientras que la tercera sección -1 oficial y 33 soldados- estaba en el Morabo de Sidi Mohamed. Mandaba la compañía el capitán José Querejeta Pavón, y las secciones los tenientes Camps Gordón y Nieves Herrero, y el alférez Vicente Toro. El resto de fuerzas de guarnición lo componían: los ingenieros de red al cargo de las comunicaciones y un pequeño destacamento de intendencia, 1 oficial y 11 soldados; los 24 artilleros del depósito de artillería (sin oficial el 21 de julio) que tan solo contaban con dos cañones Saint Chamond de 7,5 en mal estado; el 5º Escuadrón de Alcántara -4 oficiales y 86 soldados- que tenía su cabecera en Ben Tieb al igual que la 3ª Compañía de Zapadores de la comandancia de ingenieros -2 oficiales y 117 de tropa- que se habían encargado hasta muy pocos días antes de la retirada de Annual de acondicionar la sinuosa pista que conducía hasta allí. También tuvieron su base en Ben Tieb otras dos compañías de zapadores, pero la noche del 21 de julio pernoctaron en Annual. Sin embargo, debido a los enfrentamientos que se desarrollaron para auxiliar a Igueriben se aumentó la guarnición con tropas del tren de combate de Ceriñola, y dos pelotones de intendencia (2 oficiales y 22 soldados). Al cargo del puesto de socorro se hallaba el teniente médico de San Fernando Felipe Peña Martínez, y al frente de todas las tropas -14 oficiales y 363 de tropa (ver anexo 1)- figuraba como jefe de la posición el capitán Antonio Lobo Ristori. En realidad, Lobo mandaba la compañía de ametralladoras del 1er Batallón de San Fernando que tenía sus efectivos repartidos entre Annual y la intermedia “A”, por tanto es posible que el alto mando decidiera que un capitán más antiguo -Lobo lo era desde 1915- se hiciera cargo de la posición aunque su compañía no estuviera destacada en Ben Tieb, personalmente no tengo duda de que tal cantidad de hombres debería estar a las órdenes de un comandante. En posiciones que contaban con guarniciones semejantes, como Igueriben o Sidi Dris, era norma que fuera un comandante quien se hiciera cargo de la jefatura, pero de los tres comandantes que el Regimiento de San Fernando disponía para turnos de operaciones tan solo uno se hallaba en el frente avanzado.

La noche del 21 de julio


En Ben Tieb, conocidas las noticias de los combates en Annual, la noche del 21 de julio ya se respiraba un ambiente enrarecido, a pesar de lo cual, según el testimonio del teniente de intendencia Ángel Guerras (al frente del depósito desde enero), la moral de las tropas era buena. Por la mañana, el oficial preparó un convoy formado por 200 camellos que debía llegar hasta Annual aunque la mayoría no pudo pasar de Izumar debido sin duda a la intensidad de los enfrentamientos que tenían lugar en torno a Igueriben. Ya por la tarde, se incorporaron a la posición 11 oficiales y 258 soldados del Regimiento de Ceriñola (ver anexo 2) con el objetivo de, al día siguiente, formar parte de una columna cuya misión era situar una nueva posición en el camino de Annual, entre Yebel Udia y la intermedia “B”. Más de setecientos hombres pernoctaron aquella noche en Ben Tieb, y antes de amanecer llegó el capitán de estado mayor Sigifredo Sainz, designado para acompañar a la columna que partiría de mañana. Sería el teniente Guerras el encargado de preparar los pertrechos necesarios para fortificar y abastecer el nuevo emplazamiento. A las ocho llegaban los escuadrones de Alcántara que junto a las compañías de Ceriñola y la de zapadores partirían de inmediato; al frente de la fuerte columna, el teniente coronel Primo de Rivera. Poco después, siguiendo órdenes del jefe de estado mayor de Dar Drius, capitán Dolz del Castellar, el teniente Guerras dispuso un nuevo convoy de camellos (más de cuatrocientos) para abastecer a la base avanzada de Annual. Es muy probable que para entonces el general Fernández Silvestre ya hubiera decidido la evacuación; los camellos se perderían y con ellos su carga.

Sigifredo Sainz Gutiérrez 1887-1933

A partir de entonces los acontecimientos adquirieron una vertiginosa y fatal deriva; la columna que había partido para instalar la nueva posición se encontró poco después con los heridos que abandonaban Annual. Ante el imprevisto, Primo de Rivera ordenó volver grupas, pero las mías de policía indígena que se hallaban en las inmediaciones abrieron fuego contra las tropas españolas causando muertos entre los de Ceriñola y los zapadores. Ninguna de las tres compañías de infantería regresaría a Ben Tieb puesto que falleció la mayor parte de sus miembros. Sí lo hicieron, aun habiendo sufrido bajas, los zapadores de García Andújar. El escuadrón de Chicote se incorporó a su regimiento pero recibió órdenes de recoger la documentación y los pertrechos dejados en Ben Tieb y posteriormente unirse a su unidad. Tan solo las tropas de San Fernando y algunos soldados de artillería e intendencia quedaban guarneciendo la posición cuando estaba a punto de llegar el tropel de huidos de Annual. En aquel momento se unió a los hombres de Lobo el teniente de artillería Antonio Enrile que, intentando llegar a su destino en Izumar, quedó atascado en Ben Tieb poniéndose a las órdenes del jefe de la posición. Serán sus testimonios -los de los tenientes Enrile y Guerras- los únicos que aportarán algo de luz sobre lo que iba ocurrir posteriormente, ya que el resto de oficiales nunca pudo declarar; todos desparecieron.

El capitán Lobo al teléfono

Tanto Guerras como Enrile coinciden en que hasta momentos antes de la llegada de la columna de Annual la moral de las tropas era buena. En primer término apareció el convoy de heridos en auto-ambulancias y el coche rápido de sanidad, sin detenerse, y poco después empezaron a llegar las primeras tropas. Los dos testigos convienen en que la retirada se producía en absoluto desorden; los primeros fugitivos llegaban muy afectados por el calor, envueltos en polvo, agotados por la distancia recorrida y con gran depresión de espíritu. El capitán Lobo tomó entonces las primeras medidas encaminadas a reconducir la dramática situación: respetar a todo trance el agua que quedaba, intentar sujetar a las compañías que llegaban para que ayudaran a la defensa y evacuar el ganado del interior del destacamento. El cordón organizado por Lobo y los suyos no pudo contener a la columna y fue, además, contagiado por esta. Lobo ordenó a las dos compañías de intendencia continuar hasta Dar Drius. Los zapadores de la 3ª Compañía se sumaron a las demás en retirada (a esas alturas la compañía de García Andújar había perdido gran parte de sus efectivos) en dirección Dar Drius. El batallón de Ceriñola al mando del teniente coronel Marina que procedía de Annual se detuvo a recomponer sus fuerzas y partió también en dirección Dar Drius. A partir de entonces ya no serían tropas cohesionadas las que pasarían ante los hombres de Lobo sino rezagados o heridos. El capitán Lobo, no teniendo más fuerza que sus soldados y algunos hombres de artillería e intendencia, debía decidir qué hacer.
Antonio Lobo Ristori 1884-1921
El teléfono aún funcionaba y el capitán intentó hablar -se supone que con Dar Drius- con algún superior que le diera órdenes. El teniente Enrile oyó hablar a su superior -aunque no supo con quién- y decir que si no le daban órdenes inmediatamente no podría replegar la fuerza. Es muy probable que el capitán parlamentara con el teniente coronel Álvarez del Corral, jefe del campamento de Dar Drius. El testimonio sin duda más conocido fue el prestado por el médico Peña tras ser liberado en septiembre de 1921. El oficial relató que el capitán Lobo intentó contactar con Dar Drius y al no obtener respuesta de su interlocutor le comunicó que si no recibía órdenes en cinco minutos tomaría el silencio como orden de evacuación. La declaración de Peña también daba a entender que la retirada se tornó en desastre debido a la obsesión del pánico y a la falta de moral y gobierno de las tropas. Aunque no hubiera hostilidades, nadie quiso detenerse en Ben Tieb.
Poco después, el capitán ordenó a los tenientes Guerras y Enrile que destruyeran los depósitos de intendencia y artillería respectivamente. Ambos cercaron con paja los depósitos, los rociaron con gasolina y esperaron las órdenes de Lobo que ya había formado las tropas. Eran aproximadamente las 15:00 horas.
El teniente Enrile y un cabo serían los últimos en abandonar la posición ya que tenían que esperar que la tropa se alejara para prender fuego al polvorín tras haber inutilizado las dos piezas de artillería. Antonio Enrile no pudo precisar qué cantidad de cartuchos quedaban en el almacén, pero sí dijo que había una gran cantidad de obuses de artillería. El estadillo del parque de artillería de julio de 1921 reflejaba que en aquellos días en el depósito de Ben Tieb había almacenados: 119 650 cartuchos de máuser, 50 granadas de mano, 1450 cartuchos de cañón de 7,5 o 7,52 cm y 290 cartuchos de cañón de 8 cm. Cuando las tropas de infantería se habían alejado del destacamento lo suficiente, el teniente Enrile y el cabo de artillería prendieron fuego a la munición que explosionó cuando se incorporaban a la columna. A media tarde llegaron en buen orden a Dar Drius recogiendo por el camino a heridos y rezagados y sin sufrir bajas. Mucho se habló después de la decisión del capitán de abandonar Ben Tieb. ¿Se habían agotado todas las posibilidades de defensa? ¿Quién había dado la orden de retirarse? Los testimonios de los pocos supervivientes abundaron en el sentido de que nada más se podía hacer.

Esquela oficiales de San Fernando 11

Tanto el Morabo de Sidi Mohamed como la posición intermedia “A” dependían en cuanto a su abastecimiento de Ben Tieb. Este aspecto me hizo pensar si correspondía a Ben Tieb o a Dar Drius ordenar el repliegue el día 22 de julio. Parece ser, según declaró el teniente de artillería Gómez López, que al telegrafista de Dar Drius se le olvidó comunicar a la intermedia “A” la orden de repliegue sobre Dar Drius, sellando de esta manera el destino del destacamento. En el caso de la guarnición del Morabo, al no presentarse supervivientes no fue posible dilucidar ni si recibieron orden de retirada ni, en su caso, quién la cursó. El capitán Sainz en su libro escribió que a la posición sí se le comunicó la orden de repliegue -no aclara quién lo hizo- y que el oficial al mando contestó que como estaba rodeado de enemigo, le era imposible intentar la salida y morirían con honra.
José Escribano Aguado 1883-1921
En abril de 1923, César de Medina Bocos, poeta vallisoletano y padre del teniente Antonio de Medina, muerto en la posición intermedia “A” escribió una carta al consejero Ataulfo Ayala expresando una serie de dudas sobre lo ocurrido en la posición donde falleció su hijo Antonio. En el punto quinto de un total de siete escribía César de Medina que “Aunque la posición “A” hubiera sido olvidada sobre el papel, no podía ser desconocida en el terreno, al menos por las fuerzas que guarnecían el campamento de Ben Tieb, porque estaba a la vista y era abastecida por un convoy que partía diariamente de dicho campamento, el cual, sin embargo, fue evacuado y destruido totalmente sin que se procurara recoger la escasa guarnición de la posición “A”, ni se le enviara ningún socorro”. 
El 23 de julio la columna del general Navarro partió de Dar Drius a las 14:00 en dirección Batel. La columna, formada por 2566 hombres, llevaba en retaguardia las fuerzas de San Fernando -720 oficiales y soldados- entre ellos el teniente Jaime Camps Gordón. Navarro se mostró terminante con las bajas que se pudieran producir “O entramos todos en Batel: sanos, heridos y muertos, o todos nos quedaremos por el camino”. Para la columna, franquear el río Igan fue una prueba de fuego en la que moriría un gran número de soldados que habría que sumar al de los cazadores de Alcántara que habían pasado con anterioridad.

Gracias al testimonio del soldado Esteban Paredes García podemos conocer cual fue el trágico final del teniente Camps. Algunas de las fuerzas que se retiraron de Dar Drius a Batel y Tistutin siguieron adelante en dirección Monte Arruit, Esteban Paredes afirmó que al acercarse a esta última posición fueron atacados al ser considerados enemigos y siguieron en dirección a Melilla consiguiendo llegar a Zeluán. En la Alcazaba se reunieron fuerzas de diferentes cuerpos, entre ellos los tenientes Jaime Camps, Ricardo Alarcón y 23 soldados del regimiento de San Fernando. El 3 de agosto al producirse la capitulación resultó muerto el teniente Camps.
He podido constatar que la familia Camps Gordón sufrió muchas pérdidas: Jaime murió en el Rif, y otros tres hermanos fueron víctimas de la guerra civil. Dos de ellos -Mariano y Ramón- murieron luchando en las filas del bando sublevado; el primero falleció en noviembre de 1936 en Madrid siendo cabo de la 6ª Bandera, y el segundo siendo teniente de artillería en Mallorca el 17 de agosto del mismo año. Por su parte, Francisco Camps, con quien nuestro oficial olímpico había compartido destino en 1921, era capitán de carabineros al estallar la guerra. A diferencia de sus hermanos, se mantuvo fiel a la República y tras combatir contra milicias de Falange fue detenido en Burgos, juzgado y condenado a muerte, sentencia que se cumplió el 29 de julio de 1936. En menos de cuatro meses la familia Camps Gordón sufrió, con la mayor dureza, las consecuencias del conflicto que asoló el país. Otro de los hermanos Camps, José, siguiendo la tradición familiar mostró interés por la pintura y fue fundador de una prestigiosa escuela en San Sebastián.  

Los oficiales de Ben Tieb

De todos aquellos oficiales que pasaron la noche del 21 de julio en Ben Tieb, pudieron salvarse el capitán Ricardo Chicote y los tenientes Ángel Guerras, Antonio Enrile, Francisco Azin, Fernando Vea-Murguía y Felipe Peña. Este último además, único médico -de los seis presentes- superviviente de la matanza de Monte Arruit; después de haber sido apresado el 9 de agosto, logró finalmente escapar. Felipe Peña falleció en Bilbao en 1946. En Monte Arruit murieron: el capitán García Andújar, quien hoy en día tiene una calle en Almería, y el alférez Casimiro Gil Vicent ambos de la 3ª de zapadores; el capitán José Querejeta (el 9 de agosto); el alférez Vicente Toro Tellechea (en fecha indeterminada) y el jefe de la guarnición de Ben Tieb, Antonio Lobo Ristori (San Fernando 8-9-1884). Para seguir los pasos de aquellos últimos días de la vida de Lobo contamos con el diario del capitán Sigifredo Sainz. Antonio Lobo había sido herido leve el 27 de julio en el repliegue de Batel a Tistutin donde participó activamente en la defensa hasta la retirada a Monte Arruit, y allí falleció el 9 de agosto. El Regimiento de San Fernando perdió a 1 de sus 3 tenientes coroneles, 1 de 5 comandantes, 16 de sus 26 capitanes, 33 de los 54 tenientes y 18 de los 25 alféreces; un total de 69 oficiales -61 % del total-, una gran parte de las compañías perdió a toda la oficialidad. En cuanto a los suboficiales y la tropa, el regimiento admitió haber perdido en aquellos días 1712 hombres. Tras la reconquista de Monte Arruit se pudieron reconocer algunos de los cadáveres hallados en el recinto, entre ellos el del capitán Antonio Lobo. En febrero de 1925 se le trasladó a Cádiz, siendo el encargado de preparar sus restos para el postrero viaje otro protagonista del Desastre: el médico Joaquín D’Harcourt. Finalmente me gustaría recordar a los oficiales de Ceriñola que habían pernoctado también en Ben Tieb el 21 de julio: dos capitanes y seis tenientes fallecidos de los once oficiales que habían partido de Melilla dos días antes.

Anexo 1. Guarnición de Ben Tieb el 21 de julio de 1921

Anexo 2


Bibliografía.
Anuario militar de 1921
Hoja matriz de Servicios de Jaime Camps Gordón. Archivo histórico militar de Segovia.
Hemeroteca ABC. Agosto y septiembre de 1922.
Eduardo Pérez Ortiz. 18 Meses de cautiverio. Editorial Interfolio 2010.
Expediente Picasso
Francisco Ángel Cañete Páez . La Academia de Infantería. ASASVE 2010
SR/ Olympics Sports.
http://www.sports-reference.com/olympics/athletes/ca/jaime-camps-1.html
Olympians from Spain. http://users.skynet.be/hermandw/olymp/cesp.html
Real federación española de atletismo. Cronología del record de España de 100 m.
Pagina oficial Real Sociedad de Fútbol.
http://www.realsociedad.com
Hemeroteca Diario Vasco
Amberes 1920.
http://www.barris.org/noticiaslinks/amberes.html

http://es.wikipedia.org/wiki/Juegos_Ol%C3%ADmpicos_de_Amberes_1920
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