miércoles, 21 de julio de 2021

Centenario del Desastre de Annual

El Ejército de Olvidados

Centenario del Desastre de Annual 1921-2021

En el tremendo drama que supuso el Desastre fueron miles y miles los que por desgracia formaron parte del ejército de olvidados. Siempre suelen ser los más humildes, en muy pocos casos se ha recordado como debiera su sacrificio. Por ello, al cumplirse el centenario del Desastre he decidido que mi recuerdo sea para todos aquellos que anónimamente murieron, resultaron heridos o sufrieron cautiverio. Formaban las clases de tropa, suboficiales, sargentos, herradores, soldados o cornetas, todos engrosaron las filas del ejército de desaparecidos y nos debería unir a todos el empeño en rescatarlos del olvido. Cuando se produce tal número de muertos es difícil sobresalir del grupo, destacarse o convertirse en un héroe. La gran mayoría tan solo engrosaron las frías relaciones de muertos, no hicieron otra cosa que morir, dejar un enorme vacío en sus hogares y muy poca información al respecto. Fue tan anónimo su sacrificio que ni tan siquiera pudieron reconocerse sus restos. Es imprescindible por tanto recordar al olvidado y no hay otra forma de hacerlo que mencionar a los que por alguna circunstancia sobresalieron con la intención de representarlos a todos. Es por ello que mi contribución al centenario será esta serie de relatos dedicados a la memoria de los miles de muertos o heridos y también a las madres, hermanos, hijos y los abnegados animales, todos víctimas de Annual. Debo manifestar que he debido filtrar en muchos casos las informaciones publicadas, de no hacerlo no habría sido fiel a la realidad. Tampoco he seguido a pies juntillas las declaraciones que en muchos casos no se ajustaban a las circunstancias o exageraban los actos.

Investigar me ha permitido conocer muchos casos, disponer de diarios, fotografías, cartas y algunos recuerdos familiares. Hubo quien no quiso hacer partícipe a la familia de las penalidades vividas y corrió un tupido velo. He sabido de algún superviviente que pasados muchos años seguía despertándose escuchando tiros, otros quedaron inválidos, inútiles o sufrieron amputaciones. Conocí a madres que lloraron y sufrieron, a novias que nunca se casaron, a hijos que siempre recordaron al padre y pasaron su infancia en colegios de huérfanos. A familias desesperadas que nunca supieron ni donde murió el hijo o hermano, siempre ha sido la información que más me han demandado.

No niego que entre tanta información han aparecido actos menos memorables.  Algunos que se erigieron en héroes y consiguieron durante años engañar a todos. Otros que se vieron obligados a disparar los cañones contra sus propios compañeros. También hubo  los que a píe, a trompicones, aquí me caigo, aquí me levanto, ahora pierdo el fusil, ahora cojo otro fueron capaces de llegar a Melilla. No voy a convertirme en juez, ni lo deseo ni me siento capacitado para juzgar sus actos. Gracias al trabajo de documentación he conocido muchas iniciativas promovidas por el pueblo español para socorrer económicamente a los más necesitados, que fueron miles. Conocer el origen de los que recibieron los donativos me ha permitido constatar que el luto cubrió la geografía española. Espero algún día poder aportar el impacto del Desastre en los pueblos y provincias. Los quintos de toda España formaron el ejército de desaparecidos. Debo reconocer que es otra de las demandas más habituales que recibo: ¿Cuántos muertos eran de tal provincia o de aquel pueblo? Hoy por hoy no somos todavía capaces de aportar esa información más que de forma parcial.

Sección del Melilla 59. En el centro el sargento Antonio Bolinches Nadal, muerto en combate. El regimiento Melilla 59 perdió a 1970 suboficiales, sargentos y soldados. Fue la unidad más castigada.

Investigar sobre los desaparecidos y fallecidos me ha permitido conocer en primer término la legislación vigente al producirse el Desastre. A pesar de que en todas guerras se producían desaparecidos, nunca se alcanzó tal número. Para poder aportar información sobre los muertos he recurrido a la información que generaban las pensiones otorgadas a los fallecidos. Cantidades escasas para cubrir las carencias que en algunos hogares generaba la pérdida de un hijo. Las pensiones no se concedían de oficio sino que la familia debía solicitarla, lo que en la España de 1921 podía resultar muy complicado, sobre todo para los más humildes. Se produjeron muchos casos en que las pensiones fueron rechazadas por defectos de forma, por no reunir condiciones de pobreza, por haber contraído segundas nupcias la madre, por haberlas solicitado los hermanos. Otros no las demandaron por ignorancia o nunca se cursaron. 

He conocido la creación de muchas oficinas de información, algunas promovidas por los periódicos provinciales que recibían cientos de demandas hasta que fueron clausuradas. Otras, con carácter oficial que se hallaban atestadas de angustiadas solicitudes que ocupan hoy en día legajos ajados. He sabido de padres y madres indignados por la suerte corrida por sus hijos, que pedían explicaciones y que exigían responsabilidades luchando contracorriente durante años. En muchos casos para obtener casi nada a cambio. Bucear en las hemerotecas me ha permitido conocer prácticamente todas las informaciones publicadas en los periódicos regionales. En algunos casos se trataba de homenajes a supervivientes, heridos o prisioneros. Muchos fueron objeto de gloriosos recibimientos, se anunciaron numerosas iniciativas para recordar a los caídos, lápidas y monumentos en su honor que en muchos casos nunca cristalizaron. Todos eran héroes por un día, mientras duraba el acto, después las informaciones se iban volatilizando hasta desaparecer por completo. 

Tengo que reconocer que lo que más me ha impresionado de las informaciones es darme cuenta de que las ganas de vivir, de esquivar a la muerte, llegan hasta límites insospechados. Muchos fueron capaces de escapar con vida cuando todo hacía presagiar lo peor. Por el contrario, otros sobrevivieron a los combates y perdieron la vida enfermos en el cautiverio, algunos el mismo día de ser liberados tras dieciocho meses. También he de citar a los que no fueron capaces de superar la situación vivida y perdieron la razón, dolencia que les acompañó durante su vida. He conocido a supervivientes natos que esquivaron la muerte en Annual, resistieron 18 meses de cautiverio y sobrevivieron a la guerra civil y a la represión.  En el puzle del Desastre se vivieron todas las situaciones imaginables. Recordar también que no solo fueron soldados los que sufrieron las consecuencias. Muchos fueron los civiles que murieron o sufrieron cautiverio. Si inhumano nos pareció el trato recibido por los soldados imaginemos el sufrimiento vivido por niños de corta edad, adolescentes, mujeres y hombres. Se produjeron casos de abusos sexuales, trato denigrante, debieron sufrir la muerte de los progenitores y pasaron hambre, frío y los azotes de las enfermedades. Nunca, salvo en una ocasión, se permitió una expedición humanitaria para salvar aquellas familias, ni tan siquiera teniendo en cuenta que la mayoría de adultos trabajaban en importantes empresas mineras. Debieron esperar hasta el 27 de enero de 1923, dieciocho meses después de ser capturados.

Tropas de Ceriñola 42 celebran el carnaval de 1921. Batuta en mano, Pedro Romero Ahumada

Por suerte he tenido la oportunidad de conocer a familiares que se niegan a olvidar, que han compartido conmigo recuerdos y me han transmitido la pena que vivieron en sus hogares. He conocido a quien sigue teniendo colgada en el comedor la fotografía de un joven soldado muerto al que no olvidan. Algunas familias han sido capaces de pisar el suelo que regaron con su sangre sus familiares y han depositado flores o algún recuerdo. Conocerlos ha sido lo mejor que me ha ocurrido mientras investigaba. También he podido constatar que por suerte cada vez somos más los que seguimos recordándolos. El centenario ha incrementado considerablemente el número de nuevas publicaciones, exposiciones, coloquios, homenajes. Hagamos que no sea flor de un día. Quedarán en el tintero los nombres de muchos, casi todos, pero tengo la seguridad de que recordar a una parte de ellos podrá parcialmente rescatarlos del olvido a todos.

A los que murieron o sufrieron el Desastre

Mataró, 21 de julio de 2021