miércoles, 21 de julio de 2021

Centenario del Desastre de Annual

El Ejército de Olvidados

Centenario del Desastre de Annual 1921-2021

En el tremendo drama que supuso el Desastre fueron miles y miles los que por desgracia formaron parte del ejército de olvidados. Siempre suelen ser los más humildes, en muy pocos casos se ha recordado como debiera su sacrificio. Por ello, al cumplirse el centenario del Desastre he decidido que mi recuerdo sea para todos aquellos que anónimamente murieron, resultaron heridos o sufrieron cautiverio. Formaban las clases de tropa, suboficiales, sargentos, herradores, soldados o cornetas, todos engrosaron las filas del ejército de desaparecidos y nos debería unir a todos el empeño en rescatarlos del olvido. Cuando se produce tal número de muertos es difícil sobresalir del grupo, destacarse o convertirse en un héroe. La gran mayoría tan solo engrosaron las frías relaciones de muertos, no hicieron otra cosa que morir, dejar un enorme vacío en sus hogares y muy poca información al respecto. Fue tan anónimo su sacrificio que ni tan siquiera pudieron reconocerse sus restos. Es imprescindible por tanto recordar al olvidado y no hay otra forma de hacerlo que mencionar a los que por alguna circunstancia sobresalieron con la intención de representarlos a todos. Es por ello que mi contribución al centenario será esta serie de relatos dedicados a la memoria de los miles de muertos o heridos y también a las madres, hermanos, hijos y los abnegados animales, todos víctimas de Annual. Debo manifestar que he debido filtrar en muchos casos las informaciones publicadas, de no hacerlo no habría sido fiel a la realidad. Tampoco he seguido a pies juntillas las declaraciones que en muchos casos no se ajustaban a las circunstancias o exageraban los actos.

Investigar me ha permitido conocer muchos casos, disponer de diarios, fotografías, cartas y algunos recuerdos familiares. Hubo quien no quiso hacer partícipe a la familia de las penalidades vividas y corrió un tupido velo. He sabido de algún superviviente que pasados muchos años seguía despertándose escuchando tiros, otros quedaron inválidos, inútiles o sufrieron amputaciones. Conocí a madres que lloraron y sufrieron, a novias que nunca se casaron, a hijos que siempre recordaron al padre y pasaron su infancia en colegios de huérfanos. A familias desesperadas que nunca supieron ni donde murió el hijo o hermano, siempre ha sido la información que más me han demandado.

No niego que entre tanta información han aparecido actos menos memorables.  Algunos que se erigieron en héroes y consiguieron durante años engañar a todos. Otros que se vieron obligados a disparar los cañones contra sus propios compañeros. También hubo  los que a píe, a trompicones, aquí me caigo, aquí me levanto, ahora pierdo el fusil, ahora cojo otro fueron capaces de llegar a Melilla. No voy a convertirme en juez, ni lo deseo ni me siento capacitado para juzgar sus actos. Gracias al trabajo de documentación he conocido muchas iniciativas promovidas por el pueblo español para socorrer económicamente a los más necesitados, que fueron miles. Conocer el origen de los que recibieron los donativos me ha permitido constatar que el luto cubrió la geografía española. Espero algún día poder aportar el impacto del Desastre en los pueblos y provincias. Los quintos de toda España formaron el ejército de desaparecidos. Debo reconocer que es otra de las demandas más habituales que recibo: ¿Cuántos muertos eran de tal provincia o de aquel pueblo? Hoy por hoy no somos todavía capaces de aportar esa información más que de forma parcial.

Sección del Melilla 59. En el centro el sargento Antonio Bolinches Nadal, muerto en combate. El regimiento Melilla 59 perdió a 1970 suboficiales, sargentos y soldados. Fue la unidad más castigada.

Investigar sobre los desaparecidos y fallecidos me ha permitido conocer en primer término la legislación vigente al producirse el Desastre. A pesar de que en todas guerras se producían desaparecidos, nunca se alcanzó tal número. Para poder aportar información sobre los muertos he recurrido a la información que generaban las pensiones otorgadas a los fallecidos. Cantidades escasas para cubrir las carencias que en algunos hogares generaba la pérdida de un hijo. Las pensiones no se concedían de oficio sino que la familia debía solicitarla, lo que en la España de 1921 podía resultar muy complicado, sobre todo para los más humildes. Se produjeron muchos casos en que las pensiones fueron rechazadas por defectos de forma, por no reunir condiciones de pobreza, por haber contraído segundas nupcias la madre, por haberlas solicitado los hermanos. Otros no las demandaron por ignorancia o nunca se cursaron. 

He conocido la creación de muchas oficinas de información, algunas promovidas por los periódicos provinciales que recibían cientos de demandas hasta que fueron clausuradas. Otras, con carácter oficial que se hallaban atestadas de angustiadas solicitudes que ocupan hoy en día legajos ajados. He sabido de padres y madres indignados por la suerte corrida por sus hijos, que pedían explicaciones y que exigían responsabilidades luchando contracorriente durante años. En muchos casos para obtener casi nada a cambio. Bucear en las hemerotecas me ha permitido conocer prácticamente todas las informaciones publicadas en los periódicos regionales. En algunos casos se trataba de homenajes a supervivientes, heridos o prisioneros. Muchos fueron objeto de gloriosos recibimientos, se anunciaron numerosas iniciativas para recordar a los caídos, lápidas y monumentos en su honor que en muchos casos nunca cristalizaron. Todos eran héroes por un día, mientras duraba el acto, después las informaciones se iban volatilizando hasta desaparecer por completo. 

Tengo que reconocer que lo que más me ha impresionado de las informaciones es darme cuenta de que las ganas de vivir, de esquivar a la muerte, llegan hasta límites insospechados. Muchos fueron capaces de escapar con vida cuando todo hacía presagiar lo peor. Por el contrario, otros sobrevivieron a los combates y perdieron la vida enfermos en el cautiverio, algunos el mismo día de ser liberados tras dieciocho meses. También he de citar a los que no fueron capaces de superar la situación vivida y perdieron la razón, dolencia que les acompañó durante su vida. He conocido a supervivientes natos que esquivaron la muerte en Annual, resistieron 18 meses de cautiverio y sobrevivieron a la guerra civil y a la represión.  En el puzle del Desastre se vivieron todas las situaciones imaginables. Recordar también que no solo fueron soldados los que sufrieron las consecuencias. Muchos fueron los civiles que murieron o sufrieron cautiverio. Si inhumano nos pareció el trato recibido por los soldados imaginemos el sufrimiento vivido por niños de corta edad, adolescentes, mujeres y hombres. Se produjeron casos de abusos sexuales, trato denigrante, debieron sufrir la muerte de los progenitores y pasaron hambre, frío y los azotes de las enfermedades. Nunca, salvo en una ocasión, se permitió una expedición humanitaria para salvar aquellas familias, ni tan siquiera teniendo en cuenta que la mayoría de adultos trabajaban en importantes empresas mineras. Debieron esperar hasta el 27 de enero de 1923, dieciocho meses después de ser capturados.

Tropas de Ceriñola 42 celebran el carnaval de 1921. Batuta en mano, Pedro Romero Ahumada

Por suerte he tenido la oportunidad de conocer a familiares que se niegan a olvidar, que han compartido conmigo recuerdos y me han transmitido la pena que vivieron en sus hogares. He conocido a quien sigue teniendo colgada en el comedor la fotografía de un joven soldado muerto al que no olvidan. Algunas familias han sido capaces de pisar el suelo que regaron con su sangre sus familiares y han depositado flores o algún recuerdo. Conocerlos ha sido lo mejor que me ha ocurrido mientras investigaba. También he podido constatar que por suerte cada vez somos más los que seguimos recordándolos. El centenario ha incrementado considerablemente el número de nuevas publicaciones, exposiciones, coloquios, homenajes. Hagamos que no sea flor de un día. Quedarán en el tintero los nombres de muchos, casi todos, pero tengo la seguridad de que recordar a una parte de ellos podrá parcialmente rescatarlos del olvido a todos.

A los que murieron o sufrieron el Desastre

Mataró, 21 de julio de 2021


1-La bala de Domingo

Domingo Martínez Manzanares, natural de Lorca (Murcia), de profesión jornalero, hijo de José y Juana fue tallado el 3 de marzo de 1919. Medía como otros muchos poco más de 1,60 metros y como tantos no sabía ni leer ni escribir. Se le preguntó al ser tallado si tenía algo que alegar: Tengo el brazo izquierdo defectuoso afirmó Domingo ante el médico Artero Sánchez. Este, tras reconocerle le conceptuó como Inútil por padecer anquilosis incompleta del codo izquierdo, lo que dificultaba considerablemente las funciones del brazo. El ayuntamiento de Lorca le consideró por tanto excluido totalSin embargo, para infortunio de Domingo, volvió a ser revisado. Esta vez el reconocimiento corrió a cargo de un medico militar que a pesar de apreciar luxación incompleta de la articulación del codo izquierdo le calificó como útil. Consideraba el médico que la luxación solo le impedía en parte el movimiento y podía realizar el servicio militar. Aquella decisión selló su destino, fue sorteado y enviado a Melilla durante tres años. Se incorporó el mes de febrero de 1920 y fue filiado en el regimiento de infantería Ceriñola 42 (4ª Cía. /III Batallón). El 7 de junio de 1921 quedó destacado en Igueriben. 

Sección de Ceriñola 42 en abril de 1921. El regimiento sufrió la muerte de 1450 suboficiales, sargentos y soldados de los 2716 que tenía disponibles el 22 de julio de 1921.

Entre el 17 y el 21 de julio los defensores de Igueriben vivieron y sufrieron asedio, sed, hambre y otros padecimientos. El 21, al fracasar el intento de abastecer a los sitiados, los defensores recibieron la orden del comandante Benítez de abandonar la posición. El intento de repliegue fue sangriento y muy pocos salvaron la vida, muchos ni supieron cómo. Domingo Martínez fue uno de ellos y a pesar de que recibió un balazo corrió y corrió hasta las líneas españolas y pudo en Annual saciar la sed que le consumía. El mismo día fue evacuado a Melilla donde sería operado para extraerle la bala alojada en su cadera. Al mejorar su estado fue trasladado al hospital militar de Málaga donde finalizaría su proceso de curación tras el cual recibiría un permiso. Allí le entrevistó el corresponsal de La Unión Mercantil, Arístides de Campomanes. En su relato recordaba Domingo la tortura de la sed:

“La sed nos mataba. No puede calcularse lo que es pasar tanta sed. Es imposible vivir pues en nuestro delirio no pensábamos más que en ríos, en pozos, hasta en el mar.”

La sed les forzó a beber cualquier líquido que tenían a mano, en las declaraciones de los supervivientes se mencionan las latas de conservas, la tinta, colonia, jugo de patatas, una pequeña piedra en la boca para producir salivación y los orines mezclados con azúcar o sin ella. Nada calmaba la sedRelató Domingo aquellos días intensos de Igueriben, hasta el final, donde, desplegando las dos compañías, una tras otra, vio morir a Benítez, al teniente Castro, “otro oficial que no recuerda y el teniente Sierra, malagueño, que venía desde antes herido en la cabeza. La otra compañía la mandaba el capitán Bulnes, joven animoso, muy valiente, que con los suyos se unió a nosotros. Avanzó una de sus secciones y él mismo dirigió el despliegue, alentando a sus soldados, que lo quieren muchísimo. También murió, quizá fue uno de los que últimamente vi, porque yo con los que habíamos tenido suerte de romper aquel infierno, me encontré cerca de Annual. Allí noté que estaba herido. Me dolía la cadera y estaba empapado en sangre”.

Guardaba celosamente en el cajón de su cama la radiografía que se le practicó antes de intervenirlo quirúrgicamente. Junto a la imagen y envuelta en gasas tenía un pequeño objeto. “Es la bala que me hirió, se la regalaré a mi novia”. Ignoro si Domingo finalmente unió su destino al de su novia, pero estoy convencido de que si lo hicieron guardaron con celo aquella bala que le hirió el 21 de julio, día en que volvió a nacer y en el que muchos de sus compañeros en Igueriben murieron. Domingo formó parte de la primera expedición de heridos que fueron evacuados a bordo del buque hospital Alicante cuya tripulación merece especial recuerdo. El navío, construido en los astilleros de Dumbarton (Escocia), fue bautizado originariamente como Degu y, al ser adquirido en 1896 por la Compañía Transatlántica, rebautizado como Alicante. Tras la pérdida de las colonias en 1898, el Alicante transportó a España a los últimos de Filipinas después de su numantina resistencia en Baler. A finales de julio de 1921 se adaptaron sus cubiertas para poder trasladar a los heridos del Desastre, y el 8 de agosto, cuando aún se resistía en Monte Arruit, realizó su primera singladura. Aquel día se evacuaron a 223 hombres; 173 heridos y 50 enfermos, entre los que estaban 14 de los supervivientes de Igueriben. Mandaba el buque el capitán Agustín Gibernau Maristany, mientras que de los enfermos se encargaban el comandante médico Rafael Fernández Fernández, el capitán Antonio López Castro, un farmacéutico y dos oficiales de intendencia. Numerosos fueron los viajes que el buque realizó transportando heridos tanto de los sucesos de julio como de la posterior y cruenta campaña de reconquista.

Tras los importantes servicios prestados por el Alicante en las campañas, volvió a ser utilizado por la Transatlántica hasta que al estallar la guerra civil quedó fondeado en el puerto de Barcelona. En 1938 la aviación nacionalista bombardeó el puerto, y allí, en la misma ciudad en la que 40 años atrás había transportado a los últimos de Filipinas, fue hundido el viejo Alicante.

Tripulación del buque hospital Alicante, en el centro el capitán Agustín Gibernau

2-Camilo. Annual, 18 de julio de 1921

A principios de julio de 1921 el campamento de Annual vivía momentos de plena actividad. Desde los ataques rifeños en el mes de junio al monte Abarran y la loma de los árboles se había incrementado la presencia de tropas y se hizo necesaria la adecuación de dos nuevos campamentos provisionales para acoger la gran concentración de efectivos. En la loma donde se había situado el primer campamento el 15 de enero, se hallaba la posición principal conocida como Ceriñola. En el recinto junto a las tropas de infantería y artillería que lo defendían se hallaban los principales servicios necesarios para el funcionamiento del campamento. Tropas de ingenieros que tendían el hilo telegráfico, sanitarios del hospital de campaña, telegrafistas de la emisora y tropas de intendencia que se encargaban del depósito de víveres y del horno de campaña.

Annual era cabecera de la circunscripción del mismo nombre y a pesar de su provisionalidad se había convertido en una gran base avanzada en primera línea, muy cerca de las posiciones que ocupaban la extrema vanguardia, Igueriben, Buymeyan y Talillit. Estos destacamentos dependían a su vez de la base para ser abastecidas de agua, víveres y munición. El trasiego diario de convoyes entre Melilla, Annual y las posiciones avanzadas y el continuo movimiento de tropa convirtió la base en un bullicioso lugar. No era el mejor destino para los soldados, el ruido de artillería y fusilería se estaba tornando habitual y Melilla se hallaba a más de cien kilómetros.

El 15 de julio, Camilo Caeiro, un joven soldado de intendencia partió de Avanzamiento ,donde servía en el depósito de intendencia, con destino Annual. En carta escrita el 12 de julio les comunica a sus padres que partirá al frente junto a su capitán. El viaje le llevaría dos días, siguiendo la ruta: Tistutin-Batel, Dar Drius, Ben Tieb y Annual. Los últimos kilómetros eran especialmente duros, había que sortear la subida al Izumar que desembocaba en Annual. Hasta entonces las tropas de ingenieros no habían podido adecuar la pista que desde Ben Tieb se dirigía a primera línea y no circulaban los camiones de mayor tonelaje. Era necesario transbordar en Izumar las cargas que llegaban en carros y camiones a mulas hasta Annual. Para dar idea del volumen diario de carga tengamos cuenta que cada hombre recibía una ración de alimentos diariamente que pesaba prácticamente 1 kilogramo. El ganado recibía 5 kilos de cebada y otros 5 de paja. Si tenemos en cuenta que en primera línea se hallaban 13000 hombres y 3600 caballos y mulos el peso a transportar diariamente ascendía a 49000 kilos. Eso, teniendo en cuenta que el cuerpo de intendencia no suministraba ni la carne ni el agua, pero si la leña. Ingente e indispensable el trabajo en los depósitos de las posiciones y la organización de convoyes. Al llegar Camilo a su destino se incorporó al depósito de víveres, situado tras el emplazamiento de la batería de montaña y las ametralladoras de posición. El depósito lo mandaba desde el día 17 de julio el capitán Carlos Ripoll González-Travesedo, de su mando dependían 1 cabo y 28 soldados de intendencia, todos (salvo el capitán) pertenecientes a la 1ª compañía de plaza. 

Camilo Caeiro Quintans nació en Santiago de Compostela el 10 de abril de 1898 en el seno de la numerosa familia que formaron Camilo y Dolores. Formó parte del reemplazo de 1919. Su región militar, la 8ª, debía aportar al cupo de aquel año 1216 reclutas de los 7188 que habían sido asignados a la Comandancia General de Melilla. La capitanía de la 8ª región la componían las cuatro provincias gallegas así como las de Oviedo y León. Del cupo general fueron destinados a las tropas de intendencia 213 reclutas, 36 pertenecientes  a la región militar de la cual formaba parte Camilo. Los reclutas tras recorrer la península en tren llegaron a Málaga desde donde partieron a Melilla el 5 de marzo de 1920 en el vapor J.J. Sister. Formaron aquella expedición 1100 gallegos, ovetenses y leoneses, muchos de ellos jamás realizarían el viaje de vuelta.  
Camilo Caeiro Quintans 1898-1921

Formaba entonces la Jefatura de intendencia la Plana mayor de Mando el Parque de Intendencia y Campaña, dos jefaturas administrativas al mando de un comandante (Tistutin y Dar Drius) y la Jefatura de Tropas formada por siete compañías, una de plaza, dos montadas, una de autos y tres de montaña. Constituían la Jefatura 40 jefes y oficiales y 1076 soldados. Al frente se hallaba el coronel Francisco Cayuela Palomeque y mandaba la Comandancia de Tropas (permanentemente en el frente) el teniente coronel Fernando Fontán Santamarina. La unidad tenía asignados 63 caballos y 679 mulos que junto a los camiones llevaban a cabo el avituallamiento de las posiciones. Quedaban a cargo del cuerpo de Intendencia los servicios de transporte y abastecimiento de los campamentos y en Melilla se hacían cargo de la pagaduría en los hospitales y las unidades de artillería e ingenieros representando a la hacienda pública. Al incorporarse Camilo a su destino la situación militar había empeorado produciéndose con frecuencia ataques a las posiciones de vanguardia, especialmente sobre Igueriben que días después quedaría cercada. La rutina del depósito de víveres consistía en suministrar al campamento general, las posiciones de la circunscripción y al abundante ganado. Uno de los principales cometidos de Camilo y sus compañeros era la fabricación diaria del pan que se debía repartir a cada hombre. Disponía la comandancia en Annual de un horno de campaña que transportado en piezas  a lomo podía llegar a producir 50 raciones de 700 gramos en cada hornada. La adquisición de la carne y los productos frescos se hacía comprando directamente a proveedores rifeños, lo que propiciaba que se crearan vínculos entre ellos, como muestra la fotografía de Camilo.

El 17 de julio partió desde Annual un convoy con el objetivo de abastecer de agua, víveres y munición a los defensores de Igueriben que aquel día habían sido duramente asediados. El convoy formado por 1000 hombres apenas consiguió acercarse a las inmediaciones del destacamento y tan solo una pequeña columna formada por un escuadrón de regulares y sendas secciones de intendencia y artillería consiguieron romper el cerco. Debido a las circunstancias debieron quedar en Igueriben las secciones de intendencia y artillería que compartieron desde ese momento destino con el resto de la guarnición. El precio que se pagó fue elevado, 17 muertos (6 españoles y 10 soldados indígenas) y 56 heridos (24 españoles y 31 indígenas). Desde Annual las baterías no cesaron de disparar sobre las concentraciones rifeñas que de manera obstinada se cebaban sobre los defensores de Igueriben que recibieron la última ración de agua y vida, después vendrían horas y horas de sed, sufrimiento y muerte. En Annual nadie era ajeno al drama que se gestaba a pocos kilómetros.  

El lunes 18 de julio Camilo Caeiro escribió a su familia. Tengo la certeza de que sobre su ánimo ya sobrevolaban funestos presagios. Los combates del día previo, la más que probable visión de los cuerpos de los fallecidos y los heridos atendidos en hospital de campaña, en las proximidades del depósito de intendencia, debieron impresionar a todos los presentes. La carta de Camilo contiene tinta de despedida, se advierte desde que en las primeras líneas trata de tranquilizar a sus padres, consciente de la situación. Informa a la familia sobre los combates del día anterior y el gran número de bajas entre las tropas indígenas.  

“Hay tiroteo todo el día y la noche, los cañones no paran de disparar ni un solo momento y los aeroplanos igual pero yo estoy muy bien, estoy en el mismo destino y con el mismo capitán y con las mismas condiciones que tenía”

Para poder reconstruir aquellos momentos tan solo contamos con el testimonio del capitán Ripoll, al que refiere Camilo, que no aporta nada relevante hasta el 22 de julio, los días previos, según declaró tuvieron que soportar una gran carga de trabajo debido sin duda a la masiva llegada de tropas. Cuando Camilo escribió su última carta mandaba el campamento el coronel de artillería Joaquín Arguelles que sería relevado el 19 por el coronel Francisco Manella, los relevos en la jefatura se producían cada quince días. Los cañones a los que se refería eran las baterías del regimiento Mixto, tres de montaña y una ligera, nada menos que 16 piezas, la mayor concentración artillera de toda la comandancia. En cuanto a las tropas citar que el estadillo confeccionado el día 14 por el coronel Arguelles recoge que eran casi tres mil hombres los que ocupaban los tres campamentos que formaban la base. A ellos habría sumarles los se fueron incorporando, al producirse la retirada el 22 de julio los efectivos sumaban más de 5500 hombres. A la presión artillera habría que añadir los servicios prestados por la escuadrilla de aviación que desde Zeluán bombardeaban las concentraciones rifeñas. El ensordecedor sonido provocado por las salvas de artillería llamó poderosamente la atención de Camilo que comparó la algarabía reinante con los fuegos de artificio que se disparaban en Santiago la noche del 24 de julio. Es sin duda un momento de evocación, le invade la añoranza al recordar agradables momentos de su vida. Los fuegos de artificio y los gigantes y cabezudos que desfilaban el día del patrón en la Plaza de Quintana.

“No les molesto más, me mandan a decir si recibieron el pañuelo que les mandé y les ruego que no tengan pena y que estén tranquilos pues aquí estoy muy bien y muy contento y aquí da mucho gusto estar pues hay muchas fuerzas y parece el fuego del Apóstol, pues es mejor que la fachada de las doce por la noche, y por el día parece que salen los gigantes en la plaza de la Quintana”

Tras esta breve referencia al pasado la carta vuelve a la cruda realidad, la mortífera sinfonía de la artillería y las bajas causadas en los combates convierten el último párrafo en una  sentida despedida. Camilo recuerda a toda su familia, amigos e incluso vecinos. No queda duda de que negros nubarrones de cernían sobre sus pensamientos, tal vez por ello escribe hasta en cuatro ocasiones que se encuentra bien. Las cartas que hasta entonces había escrito las firmaba como Camilo, sin más. El 18 de julio firmó Camilo Caeiro y fue su última carta.  En abril había cumplido 23 años.

Desde entonces no disponemos de información fidedigna para saber que fue de él en sus últimos días. Los combates para abastecer Igueriben se sucedieron el 19 y el 21 causando un altísimo número de muertos y heridos. El 21 al mediodía tras no conseguir las columnas abastecer al destacamento se produce el abandono de la misma. De los 316 hombres que al mando del comandante Benítez defendían el reducto solo sobrevivieron 70 de los cuales tan solo 44 conseguirían alcanzar las posiciones españolas. Los restantes 26 fueron capturados y los que sobrevivieron  no serían liberados hasta finales de enero de 1923.

Camilo Caeiro junto a compañeros y rifeños. La jefatura de Intendencia sufrió la muerte de 239 sargentos y soldados, lo que supone un 36% del total de las tropas destacadas en el frente.

Según el testimonio del capitán Ripoll el día 22 fue requerido por el coronel Francisco Manella que le ordenó abandonar el depósito de víveres sin incendiarlo para no llamar la atención de los rifeños. Los soldados del depósito deberían unirse a las tropas de ingenieros cuando estas abandonaran el campamento. El capitán ordenó a sus hombres partir sin más impedimenta que el fusil, el oficial solo llevo consigo una cantidad en metálico y la documentación del depósito.  El capitán resultaría herido en la retirada, no por efecto de las balas sino a consecuencia de resultar arrollado por un mulo que transportaba cargas de artillería. En tal estado llegó a Dar Drius de donde sería evacuado a Melilla. Imposible resulta saber en qué momento falleció Camilo, desconocemos si fue el mismo día o en las retiradas posteriores. De los 28 hombres que servían el depósito de víveres fallecieron once. Pertenecientes al reemplazo de Camilo fueron Felipe Castro Cárdenas y Carmelo Tarregas nacidos en Bailén y Líria respectivamente. El cabo Joaquín Roig, 2º jefe del depósito, escapó con vida e ingresó en el cuerpo de Carabineros y posteriormente en la Guardia de Asalto.

La jefatura de intendencia de Melilla sufrió además de Camilo la muerte de 3 oficiales y 238 soldados. La 1ª compañía de plaza perdió a 76 soldados de los 180 que la componían, todos ellos formando parte de los depósitos de posiciones. A las familias que lo solicitaban les concedían la preceptiva pensión por fallecimiento en acto de servicio, a un soldado de intendencia le correspondían 328,50 pesetas. El primer caído de tropa del arma  que la recibió fue el soldado Pablo Soler Oliveras, se le concedió a su viuda el 11 de abril de 1923. A los padres de Camilo  les correspondió recibirla el 24 de julio de 1923, tres años después de su muerte, el mismo día se le otorgó también al soldado Antonio Modol Marí, compañero en el depósito de Annual.

Las tropas de intendencia se retiraron de Annual en buen orden y llegaron a Drius, de donde partirían a Melilla el día 23. Recorrieron los cien kilómetros que les separaban de la Plaza en menos de 48 horas y  se incorporaron a la línea de defensas exteriores de Melilla. Tras el desastre, las tropas de Intendencia y las que llegaron como refuerzos siguieron prestando relevantes servicios. Por su actuación de conjunto recibirían la Comandancia de Melilla y la 1ª Comandancia de Tropas de Intendencia los primeros estandartes del Cuerpo. La distinción les fue entregada en Melilla el 3 de abril de 1922, día que no olvida el arma de Intendencia al que pertenecían Camilo y sus compañeros. 

Fragmento de la última carta que escribió Camilo.
Fechada en Annual el 18 de julio de 1921


3-Hermanos

Muchos fueron los casos de la participación de hermanos en el Desastre con mejor o peor suerte. Tengo la certeza de que habrán quedado en el tintero otros casos que no he podido confirmar, he de reconocer que es muy difícil localizarlos entre tantos apellidos comunes, de los que he podido constatar menciono ocho casos.

Los hermanos Mariano y Agustín Heredero Roura eran sargentos del África 68 y estaban filiados en la compañía de ametralladoras del primer batallón. En junio también estaba destinado en la misma compañía un tercer hermano, Federico el mayor de los tres, que el 7 de junio fue destinado al Cuerpo Auxiliar de Oficinas Militares. Eran hijos del músico mayor Federico Heredero Santiago (fallecido en Melilla el 9 de noviembre de 1913) El 22 de julio la compañía, al mando del capitán Marciano González Vallés, guarnecía un destacamento situado en la salida natural del campamento de Annual, el desfiladero de Izumar. Recibieron órdenes de  incorporarse a la columna en retirada de Annual. En el curso de las retiradas se separaron los hermanos, Mariano quedó en Zeluán donde murió en combate a los 22 años. Agustín siguió junto a los restos de su compañía hasta Monte Arruit donde moriría en combate a los 21 años. Ambos serían dados por desaparecidos. Federico continuó en el cuerpo de Oficinas y con el tiempo llegó a ser Director del Archivo General Militar de Segovia y presidente de la comisión del Índice de Expedientes Personales.

Esquela publicada en El Telegrama del Rif el 22 de agosto de 1921
 
La familia Golvano Casado proviene de Mezquetillas, pequeño pueblo ubicado en la provincia de Soria donde en la actualidad solo viven 17 habitantes. La localidad se halla en el Camino del Cid, comarca de Arcos de Jalón y a finales del siglo XX pasó a formar parte del municipio de Alcubiña de las Peñas. Doroteo y Fermina tuvieron varios hijos, dos de los cuales se hallaban en Melilla en julio de 1921. Pedro, el mayor, servía en la Brigada Disciplinaria desde su ascenso a sargento en mayo de 1919. El 22 de julio formaba parte de la guarnición de Azrú, el destacamento por falta del capitán lo mandaba el teniente Antonio Martín Díaz. Como era habitual no disponían de aguada que se debía portar desde Buhafora o desde Drius en camellos. El 23 de julio evacuaron la posición en dirección a Dar Drius pereciendo en el intento gran parte de la tropa y los dos oficiales de la Brigada. En la retirada falleció Pedro Golvano, tenía 29 años. En Annual y formando parte de la 6ª compañía de Montaña de las Tropas de Intendencia estaba el hermano menor, Luciano. El 22 de julio su unidad se replegó ordenadamente a Melilla y al día siguiente pasarían a defender el cinturón defensivo de la Plaza. Aparentemente lejos del peligro el menor de los Golvano enfermaría poco después de tuberculosis siendo ingresado en grave estado en el hospital Docker. No por ello mejoró su estado que empeoró hasta el punto de que meses después se le dio de baja por enfermo. Al regresar a su hogar en septiembre de 1922 contaba con 29 meses y un día de servicios y había participado en 20 hechos de armas. Entonces era tan solo un espectro de aquel joven que en 1919 había llegado a Melilla y sin derecho a pensión su futuro era desolador. La familia solicitó la ayuda de la Junta Patriótica de la provincia quien realizó un donativo insuficiente para vivir. El secretario de la Junta que le atendió describió su estado del que se hizo eco el Noticiero de Soria el 23 de octubre: “Daba compasión ver a un soldado verdaderamente inválido, apoyado en fuerte bastón, inclinado su cuerpo y retorcido su brazo izquierdo por los fuertes dolores que padece”. El caso de Luciano quedó aprobado y recibió tan solo un donativo, que no pensión, por la enfermedad adquirida.

Gaspar y José Adeba Rico (naturales de Toro), ambos pertenecientes al regimiento África y ambos muertos en combate. La madre, Máxima, tuvo además la desgracia de perder a Prudencio, su marido en noviembre de 1922. Quien sabe si de pena por haber perdido a sus hijos, no sería el único caso. Recibió la pensión de Gaspar, un cabo de infantería muerto en combate generaba una pensión de 431,25 pesetas anuales y un donativo de los muchos que se dieron a las familias de los muertos y heridos. También se le concedieron dos Medallas de Sufrimientos por la patria, escasa recompensa para tal pérdida.

Los hermanos Navarro Picazo servían en el Mixto de Artillería. Juan, el mayor, era sargento y pudo sobrevivir, continuó vinculado al arma y combatió en la guerra civil sirviendo en el bando nacionalista. Justo era cabo de la 2ª batería del Grupo Móvil, el 21 de julio la batería al mando del teniente Gay de la Torre se hallaba en Annual interviniendo activamente en los combates previos a la retirada. La batería se replegó a Monte Arruit donde murió la mayoría de sus componentes. Eran oriundos de Tarazona de la Mancha (Albacete).

Artilleros de la 6ª Batería de la Comandancia de Artillería en Kandussi.
La Unidad perdió durante el desastre a 444 sargentos y artilleros

Naturales de Doña Mencía (Córdoba) eran Manuel y Jerónimo Vida Romay. Ambos filiados en el Melilla 59, 4ª  compañía del I batallón, unidad destinada el 22 de julio en Dar Quebdani al mando del capitán Antonio de la Rocha. Tras la rendición de la columna se dio por desaparecido a Manuel que al morir tenía 26 años. Jerónimo fue apresado y permaneció cautivo hasta el 31 de octubre que fue entregado a las tropas españolas. Continuó en el ejército ascendiendo a sargento, durante la guerra civil y sirviendo en el bando republicano llegó a mandar el 433 batallón  de la 109 Brigada Mixta. Falleció en 1980 en San Fernando.

Nacidos en La Coruña eran los hermanos Eduardo y José Rega Rodríguez. Al primero le tocó servir en la Comandancia de Artillería y sobrevivió. José fue destinado a la Compañía Mixta de Sanidad Militar y el 22 de julio era sanitario en el Consultorio Indígena de Zeluán. Tras la capitulación el 3 de agosto se dio por desaparecido al cabo Rega que murió junto a todos los oficiales y sanitarios de la enfermería. En mayo de 1923 recibió la madre, Isabel, la pensión por fallecimiento. Un cabo de sanidad generaba un haber pasivo de 431,25 pesetas anuales.

Idéntica situación vivieron  los hermanos Juan y Bonifacio Romera García (naturales de Lorca), el primero muerto sirviendo en el Ceriñola 42 sin que pueda aportar la filiación y el segundo cabo del regimiento Melilla 59. El 25 de julio la compañía de Bonifacio (6ª/II) formaba parte de la columna que mandaba el coronel Araujo. Al producirse la rendición pudo escapar con vida resultando herido, recibió por ello la Medalla de Sufrimientos por la Patria. Asimismo y en el marco de la iniciativa promovida para facilitar que los licenciados ocuparan empleos públicos, se le concedió en 1927 el ingreso como celador de telégrafos. Por la muerte en combate de Juan se le concedieron a sus padres, Juan y Eulalia, la preceptiva pensión el 21 de agosto de 1926, cinco años después del fallecimiento. No debe extrañarnos, aunque no hubiese debido ocurrir, se siguieron concediendo pensiones muchos años después. Tengo documentada la solicitada por la familia de un artillero caído en Igueriben en 1936.

Los hermanos Fernando y Manuel Palma Hernández pertenecían al San Fernando 11 donde el primero era suboficial y sargento el segundo. Fernando (nacido en 1889) era suboficial desde julio de 1918, murió en fecha indeterminada y dejó viuda y dos huérfanos. Manuel (nacido en 1898) ascendió a sargento poco antes de cumplir los 20 años, había ingresado como voluntario en 1912. Sobrevivió al Desastre y continuó su carrera militar sirviendo en el bando nacionalista y se retiró siendo comandante.


4-Gabriel, Monte Arruit 5 de agosto. Morir sin ser socorrido

Ocupando uno de los sectores de la defensa de Monte Arruit se hallaban los efectivos que quedaban del regimiento Ceriñola. Se les asignó la defensa del sector opuesto a la entrada principal, entre los ingenieros y los infantes de San Fernando. Uno de aquellos defensores era el cabo Gabriel Sainz de Robledo García Aldón, nacido en Puente Arenas, merindad de Valdivieso (Burgos) el 2 de abril de 1897. Años antes de ser tallado y sorteado emigró junto a su hermano a Cuba, de donde regresaron para no considerados desertores. Gabriel perteneció al reemplazo de 1918 y llegó a Melilla en febrero de 1919 tras un largo viaje en tren desde Burgos hasta Málaga y de esta a Melilla en barco. Tras el reconocimiento médico y la campaña de vacunación realizó la instrucción hasta jurar bandera. Gabriel estaba filiado en la 6ª compañía del II batallón que tenía sus efectivos el 22 de julio  en Yebel Uddia y una sección en el desfiladero de Izumar. Al haber sido nombrado cartero del regimiento no compartió destino con sus compañeros, aunque por desgracia y al no disponer de su expediente no he podido ubicar donde se hallaba el 22 de julio. De lo que no cabe duda es que participó y sufrió el asedio de Monte Arruit donde probablemente llegó el 29 de julio. 

Gabriel Sainz de Robledo García Aldón

En Arruit, día tras día la moral de la columna, cercada y asediada descendía mientras que aumentaba la certeza de saber que nadie les auxiliaría. La sed, el hambre, las sangrientas aguadas la cangrena y la falta de atención médica habían menguado a todas las unidades, el horizonte no presagiaba nada bueno. Gabriel, como seguro hicieron muchos de sus compañeros, escribió una carta con la esperanza de que alguien la hiciera llegar a Emeterio, su padre. Escribió con lápiz una carta en el reverso de un parte de intendencia firmado por un auxiliar apellidado Royo (se trataba de Federico Royo Salsamendi). La carta se debió escribir entre el 5 y 6 de agosto, ese día el cabo Sainz  sabía ya que nadie les auxiliaría y aquel reducto sería su tumba, esperaba a la muerte tranquilo, sabiendo que había cumplido con creces su deber.

Padre, reciba el último beso que le dedica este su hijo que no le olvida ni un momento, hasta que le quede el último suspiro de su vida, que será de un momento a otro. Aunque en este momento que le escribo me encuentro en el mejor estado de salud, sé fijamente que mi vida y la de los compañeros, no hay que contar con ellas. Llevamos ocho días de fuego (si llegó el 29 de julio, debió escribir el 5 de agosto) en los que hemos sufrido infinidad de bajas. Para qué contar, si da vergüenza decirlo. Compañías enteras han muerto. De nuestra compañía han muerto, de cuatro partes las tres y media, y yo he tenido la suerte de haber salvado [la vida]. 

El paso de los días se convirtió en un suplicio, ni tan siquiera podían enterrar dignamente a los muertos por falta de herramientas. Los heridos agonizaban, las granadas disparadas por los rifeños causaban estragos en el parapeto, un solo impacto destruyó la atestada enfermería causando una carnicería. Las tropas habían llegado al límite de su resistencia, sin víveres, cambiando sangre por agua y prácticamente sin municiones. La única solución pasaba por enviar desde Melilla una columna de socorro, idea que al alto mando descartó por considerarla inviable. La suerte estaba echada.

Esto es horroroso para nuestra España, que tiene laureles en la historia y que pasa a la derrota por una nación que está sin civilizar y sin elementos de guerra. Adiós, padre querido, reciba el último cariño de su hijo en compañía de mi tía y hermanos y toda la familia de este desventurado, que si tiene la desgracia de morir, es por la Patria.

La carta de Gabriel. A la izquierda se puede apreciar la imagen de la virgen de Pilas a quien se encomendó Gabriel y pidió a su padre le rezasen una misa y alumbrasen la imagen. 

El 9 de agosto se produjo la capitulación y allí quedo el cuerpo de Gabriel y su carta, que tal vez tuvo la precaución de esconder en un horno de cal. Allí la encontraron en octubre al recuperar el reducto. Al localizarla las tropas españolas, se podía todavía leer una gran parte aunque algunas palabras estaban borradas. Lo que si pudieron ver fue la desgarradora posdata que en gruesa letra escribió Gabriel.

¡Viva España! Aunque muero por ella sin darnos defensa.

Probablemente fue alguno de los miembros de las brigadas de desinfección, encargadas de enterrar a los muertos, quien hizo llegar la carta al padre Emiliano Revilla pocos días después de la reconquista de Arruit. Revilla (por entonces destinado como capellán en el servicio de aviación) se hizo cargo de la carta que le conmovió profundamente y el 27 de octubre escribió a Emeterio Sainz, padre de Gabriel. El capellán narró el drama que vivían miles de familias en España ante la incertidumbre de desconocer el destino de sus deudos. Poco pudo hacer más allá de elogiar el comportamiento de Gabriel que permaneció con vida hasta el día de la capitulación:

“Su hijo, mi querido señor, era uno de los heroicos defensores de Monte Arruit, los que emularon las proezas de Sagunto, Numancia y Zaragoza. ¿Cual fue la suerte de su hijo Gabriel?, desgraciadamente hemos encontrado una carta, que pongo a sus disposición, por la que puede --------- que  Gabriel haya pasado a mejor vida”

La carta del Padre Revilla 29/10/1921
El padre Revilla remitió posteriormente la carta al negociado de información de Melilla que dirigió el comandante Leopoldo Matienzo, cuya oficina se hallaba desbordada ante las miles de peticiones recibidas. El oficial hondamente impresionado remitió al padre la carta testamento que ya no dejaba dudas del destino de su querido hijo. Anteriormente ya había recibido otra comunicación de la Oficina Central de información donde se le comunicaba que Gabriel no figuraba presente en las listas de revista sin que le pudiese precisar su situación. El padre Revilla fue quien comunicó a la prensa el hallazgo de la carta, no era de extrañar ya que en la misiva que remitió al padre le comentaba.

“La carta referida que está firmada por su hijo y dirigida a V. ------- por el elevado espíritu religioso y patriótico en que está concebida merece publicarse en la prensa para ejemplo de los españoles”

La carta fue publicada en diferentes medios en noviembre de 1921, en primer término la publicó El Telegrama del Rif en una crónica firmada por Cándido Lobera, director de la publicación. Posteriormente se publicó en La Correspondencia de España, el capellán acompañó la carta con una  nota manuscrita:

“Remito a usted copia de una carta hallada en Monte Arruit, la cual puede considerarse como un documento histórico, porque ella refleja con los sentimientos propios de quien la subscribe el estado de ánimo de los invictos defensores de aquella posición digna de mejor suerte”

Otros medios que la publicaron fueron El Noticiario Bilbaíno, el semanario Patria y Religión y años después (en 1927) El Día de Palencia y El Heraldo de Zamora. En noviembre de 1929 y con motivo de la boda de María Sainz, hermana de Gabriel, El Diario de Palencia publicó una crónica firmada por María Cruz Ebro donde se recordaba el sacrificio de Gabriel. A la boda de María con el suboficial de artillería Víctor Belloso no pudo asistir Emeterio Sainz, padre de Gabriel, quien falleció en su localidad natal en diciembre de 1927. 

Las mortales estadísticas del asedio constituyen una sacudida de horror. Murieron a consecuencia de las heridas sufridas 252 hombres, como resultado de enfermedades 167 y al producirse la capitulación otros 432 soldados y oficiales estaban heridos. Para reflejar el horror vivido basta recordar el testimonio del teniente coronel Pérez Ortiz. El día 6 de agosto visita al general Navarro, que había sido herido en la pierna, y al pasar por el lugar donde se enterraba a los muertos observó aterrado que se apilaban los cuerpos de cuerpos de 30 o 40 hombres muertos sobre charcos de sangre, junto a ellos agonizaba un soldado herido en la cabeza. Muy cerca del dramático cuadro un grupo de  soldados asaban carne de caballos ajenos a la tragedia, hambrientos y agotados. Al día siguiente cuando Pérez Ortiz visita de nuevo al general y pasa por la enfermería, la encuentra en absoluto desorden, vendas y gasas ensangrentadas cubren el suelo. Ante su extrañeza un soldado le comenta, un obús ha estallado hace poco cuando salía el general y ha matado a tres sanitarios, está usted pisando tripas

En el escrito de la Oficina de información, Gabriel figura como
         no presente sin poder precisar situación actual

Monte Arruit se recuperó el 24 de octubre a primera hora de la mañana, no hubo resistencia, los hombres de Abd el Krim no tenían intención de defender aquel recinto y la reconquista fue incruenta. De hecho el día anterior los rifeños ya habían abandonado el enclave y ello permitió que dos intrépidos llegaran a Monte Arruit antes que las columnas españolas. Se trataba de Rafael Fernández Castro y Pedrera (periodista y cronista de Melilla) y el farmacéutico melillense Rogelio Navarrete Hidalgo. Ellos serían los primeros que pudieron ver el alcance de la tragedia, la magnitud de la barbarie. Izaron la bandera española en la desecha puerta principal que habían defendido los supervivientes del Alcántara y pasaron la noche rodeados de cadáveres. Por la mañana las columnas españolas al mando de Cabanellas, Sanjurjo y Berenguer conquistaron el reducto donde horas después llegarían los corresponsales que fueron debidamente advertidos. Todavía se respiraba un fétido olor y por doquier aparecerían los cuerpos descompuestos de los defensores cuyos rostros momificados aún expresaban el terror vivido. En España, se conoció después la verdad de lo ocurrido, desvaneciéndose las esperanzas de miles de familias. La prensa aportó dantescas crónicas y días después  se publicaron las primeras imágenes de Alfonso y Lázaro que recorrieron España sembrando el terror, la indignación y alentando el ansia de venganza. 

“Los cuerpos retorcidos, prueba de la crueldad practicada, los dientes apretados, brazos que se elevan al cielo, cadáveres con las manos atadas, grupos de hombres que se abrazan en el momento supremo de de exhalar el último suspiro. El terror domina a los demás sentimientos. Esos cadáveres leían con sus ojos vacíos nuestra pesadumbre por su martirio” (Cándido Lobera, El Telegrama del Rif 24/10/1921).

“El alma se espanta y ensordece ante la escena incomparable. Esas manos enloquecidas que escarban desesperadamente la tierra como buscando un refugio. Esos rostros de gestos inverosímiles, ¿Qué palabras, que gritos, que imprecaciones salieron de todas esas bocas contraídas por el tormento?. No; los que habéis tenido la ventura de no verlo no podéis imaginároslo”. (Ramón Goy de Silva, La Correspondencia de España 29/10/1921).

Escrito del Negociado de Información. En el
mismo se informa del envío de la carta al padre
de Gabriel. Firmada por el comandante Matienzo
Horas después de la reconquista se iniciaron las labores de higiene, las brigadas sanitarias se hallaban al mando del comandante médico Paulino Fernández Martos. Los soldados que las componían no contaban con mascaras, cubrían sus rostros tan solo con pañuelos y arrojaban los esqueletos a camiones. Al mismo tiempo empezó la peregrinación de familiares ávidos de noticias de sus hijos o maridos. Algunas familias llevaban en Melilla desde los días posteriores al desastre. Por desgracia pocos fueron los que tuvieron la suerte de reconocer entre los despojos y los cadáveres momificados a sus seres queridos. Del total de clases de tropa tan solo se pudieron reconocer los restos de 10 sargentos, 2 cabos, 7 soldados y también se enterraron  los restos no reconocidos de 1 soldado de ingenieros, 1 de sanidad militar y un tercero de arma desconocida. En la actualidad los restos de los ingenieros reconocidos (3 sargentos, 2 cabos y 5 soldados) descansan en un panteón individual mientras que los demás pasaron a los diferentes osarios. 

El 24 de octubre fue reconquistado el reducto y se dio tierra a los cadáveres. Yacieron bajo una gran cruz que los albergó hasta 1949. Tras veintiocho años se decidió que los restos fuesen trasladados a Melilla. Era de obligado cumplimiento y lo merecían. A principio de agosto se iniciaron los trabajos para exhumar los restos de los caídos, trabajo llevado a cabo por la Comandancia de Ingenieros. Debido al gran número de restos se decidió que se hiciera en principio un traslado simbólico y en días posteriores se acometiera el de los restantes. El 22 de agosto de 1949 se realizó el primer traslado que tendría carácter oficial y lo constituirían diversos actos. Para ello partió de Arruit una comitiva de camiones que llevó a Melilla 12 arcones de restos (no cráneos). En el barrio del Real fueron recibidos por el clero castrense que tras el responso se trasladaron a la playa de San Lorenzo donde los arcones engalanados fueron izados en armones de artillería. En el panteón de héroes les esperaba una gran fosa en el interior de la cripta donde se depositaron los 12 arcones quedando llena la fosa cuya capacidad era de 19 metros cúbicos. En viajes posteriores fueron trasladados los restantes y enterrados en los osarios de la parcela de las ánimas donde reposan en la actualidad. 

La carta de Gabriel llegó a Puentearenas, realizó en sentido inverso el mismo recorrido que Gabriel en aquellos viejos trenes que cruzaban España. La recibió Emeterio y una parte de Gabriel regresó a su pueblo donde todos conocieron el sacrificio de su paisano. De la misma se hicieron copias pero de la original se ha perdido la pista, no así de su memoria que sigue viva y nos permite recordar a los defensores de Monte Arruit. En la ermita de la virgen de Pilas se muestra una de las copias de la carta y el 9 de agosto gracias a la inciativa de Fernando Sainz Pereda (sobrino nieto de Gabriel) se plantará un ciprés y se colocará una placa para recordar a todos los fallecidos. 

Epílogo

Protagonista destacado de este relato fue el padre Emiliano de Revilla cuya labor dando sepultura a los muertos del desastre fue muy loada. El capellán cuyo nombre era Eloy Gallego Escribano nació en Revilla Vallejera, Burgos, el 13 de septiembre de 1880. Hijo de militar siguió sus pasos e ingresó en el ejército en 1897. Alcanzó los empleos de 2º teniente y 1er teniente y se retiró del ejército en 1906. Posteriormente ingresó en la orden de los Franciscanos Capuchinos adoptando desde entonces el nombre de Emiliano María de Revilla. Al margen de sus estudios militares y teológicos atesoraba las carreras de magisterio, derecho, filosofía y letras, había obtenido el título de piloto civil de aeronaves y pertenecía al cuerpo castrense militar.

Tras el Desastre de Annual solicitó destino en Melilla y se le designó capellán de la escuadrilla de aviación. Al recuperarse las posiciones perdidas en julio y agosto participó en las labores de enterramiento y gracias a ello pudo conseguir la carta que escribió Gabriel antes de morir en Monte Arruit. La fama de Revilla iría in crescendo desde que se incorporó al Tercio de Extranjeros acompañando a las tropas de choque en los duros combates de la campaña de reconquista. Fue herido y llegó a ser propuesto para recibir la Cruz Laureada de San Fernando. Mostró además el padre Revilla un enorme interés por los prisioneros en poder de Abd el Krim tras el desastre. Aunque llegó a entrevistarse con el caíd rifeño todas sus gestiones fueron baldías y ni tan siquiera se le autorizó a visitar a los cautivos. Tras retirase de la vida castrense continuó sus estudios y se involucró en los sindicatos agrarios y con el paso de los años se convirtió en un moderado republicano y firme defensor de las clases humildes. En julio de 1936 hallándose en su pueblo fue detenido por militares sublevados que a pesar de conocer de su condición de ex sacerdote le fusilaron siendo enterrado en una fosa común. Durante muchos años el capellán al igual que el protagonista de nuestro relato fue un desaparecido, nunca se supo donde estaban sus restos.

El Padre Revilla a bordo de un buque de la Armada de Guerra en 1922

Noventa años después y gracias a la investigación llevada a cabo por José Ignacio Casado y José María Rojas (ambos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) se pudieron exhumar los restos de los represaliados enterrados en el término de Gumiel de Izan (Burgos). De coordinar los trabajos se encargó la Sociedad de Ciencias Aranzadi al frente de la cual se hallaban Lourdes Herrasti y Paco Etxeberría. El trabajo de campo lo llevaron a cabo estudiantes del departamento de Antropología Física de Universidad Autónoma de Madrid coordinados por el profesor Luis Ríos.  Apilados en la fosa, conocida como La legua, aparecieron los restos de 59 hombres. Uno de los cadáveres aferraba en su mano un crucifijo. Desde entonces se presume que los restos, a falta de confirmación oficial, pudieran pertenecer al padre Revilla, detenido en Revilla Vallejera el 29 de julio y ejecutado en La Legua el 4 de septiembre. Los restos, tras el estudio forense, fueron enterrados en el panteón construido ex profeso en el cementerio de Aranda de Duero. El crucifijo permanece  en la  actualidad custodiado en la Sociedad de Ciencias Aranzadi en San Sebastián. 

Fosa de Gumiel de Izan. Allí se encontró la cruz que se supone perteneció al Padre Emiliano Revilla

Cartas ensangrentadas

Al margen de la emotiva carta de Gabriel, fueron muchas las descubiertas por las cuadrillas de enterradores. La mayoría guardadas en las guerreras, otras asidas a las momificadas manos. En Zeluán se localizaron numerosas y las brigadas sanitarias que dieron tierra a sus compañeros las entregaron a periodistas, gracias a ello algunas pudieron ser devueltas a las familias. Resistieron las cartas, ajadas y ensangrentadas, esperando ser recuperadas. No sería hasta mediados de octubre cuando se reconquistó Zeluán, donde se hallaron cientos de cadáveres muertos el 3 de agosto. La cadena de horrores veía la luz. He podido identificar algunos de los protagonistas, en otros casos ha resultado imposible por falta de datos. Entre los primeros se hallan Ramón, Torcuato, José y Pedro, los cuatro miembros del ejército de desaparecidos. Las cartas permitieron que no cayera en el olvido su sacrificio. Representaron la esperanza, la despedida, el amor maternal, la añorada novia o el recuerdo postrero para sus hijos y les acompañaron  en sus últimos momentos.

Perteneciente al Grupo de Regulares, era el herrador Ramón Sánchez Marcos, filiado en el 1er escuadrón del Tabor de caballería. Ramón había nacido en Boadilla (Salamanca) donde su padre ejercía de herrador, profesión que a buen seguro aprendió junto a él. La unidad se replegó hasta Zeluán donde resistirían hasta el 3 de agosto, poco antes de la capitulación escribió Ramón su postrera despedida, fueron sus últimos pensamientos para sus padres y Leonor, a la que no volvería a ver. Encontraron las brigadas sanitarias la carta ensangrentada y la entregaron al periodista Domingo Tejera que sería que difundió la carta, que pudo recibir su querida Leonor. Meses después los padres de Ramón, Belisario e Isidra solicitaron la preceptiva pensión por el fallecimiento de su hijo en combate. La petición fue denegada en febrero de 1925 al aducir el Ministerio que los padres no reunían las condiciones de pobreza exigidas. Belisario era herrador y no creo dispusiese de elevados ingresos por su trabajo, pero se denegó al pensión que estimo debía ser de obligada concesión, circunstancia que por justicia nunca debió ocurrir. Era lo mínimo que se les podía conceder por haber dado la vida su hijo. Finalmente y tras diversas reclamaciones se le concedió el 20 febrero de 1925 la pensión a sus padres. A un herrador 1º soltero le correspondían 1141 pesetas anuales.

Junto a la carta de Ramón se localizó también otra escrita por un soldado del regimiento de caballería Alcántara 14. Torcuato Hermoso Cruz pertenecía al 2º escuadrón de sables cuyos menguados efectivos llegaron a Zeluán al mando del capitán Jacinto Fraile Rodríguez. En la defensa de la Alcazaba murieron la mayor parte de los cazadores, solo sobrevivieron 1 oficial (prisionero), 1 herrador, 3 cabos y 3 soldados. Según recoge el estado de fuerza de julio de 1921 formaban el escuadrón 3 oficiales y 114 de tropa. Por tanto la mortalidad en el escuadrón ascendió al 93%, prácticamente exterminados. La carta, que pareció ensangrentada, la había escrito desde La Carolina (Jaén) su hermano Francisco.

Carta remitida por el cabo de San Fernando José Segura Serven. El cabo pertenecía a la 4ªCía/II Bonque guarnecía Axdir Asus. La posición sucumbió el 24 de julio sin que se presentase ningún superviviente de los 33 hombres que formaban la fuerza (1 oficial y 32 de tropa). José era naturalde Barcelona, el 18 de marzo de 1924 sus padres recibieron la pensión por muerte en acto de servicio.

La 6ª compañía del III batallón del regimiento San Fernando se hallaba el 22 de julio en Annual. Uno de sus componentes era el soldado José Osma Ruiz, natural de Nalda (La Rioja). Tras tomar parte en las retiradas de Annual y Dar Drius recaló el 23 de julio en Zeluán donde combatió hasta que el 3 de agosto fue muerto en la matanza posterior a la capitulación. Le había escrito su hermana Valeriana, solo pudieron leer que iba dirigida a Pepe Osma. La familia recibió en primer término un donativo organizado en su provincia y recaudado por suscripción popular, lo recibieron sus padres en junio de 1922. El mismo día lo recibieron tres paisanos de Nalda, Isidoro Ruiz, Víctor Moreno y José Martínez Peso (muerto en Igueriben) y seguro conocidos de Pepe. El último acto en la tragedia vivida por el soldado Osma fue la concesión de la pensión a sus padres, Fructuoso y Victoria, en noviembre de 1923.

Menciono en último lugar a Pedro (Perico) Sosa Álvarez, herrador del Grupo de Regulares. Su caso fue si cabe más dramático ya que dejó tres pequeños huérfanos que anteriormente habían perdido a la madre. Pedro era un veterano del Grupo de Regulares en el que había servido en varias ocasiones. En el caso de fallecimiento de un viudo recibían la pensión los huérfanos que previamente habían quedado tutelados por un familiar. Los dos niños recibían la parte correspondiente de la percepción hasta cumplir los 24 años salvo que percibieran otro sueldo del estado. Antonia, sin embargo la recibiría hasta contraer matrimonio o percibir sueldo del estado. Ejerció de tutor Pablo Sosa (suboficial de artillería), hermano de Pedro, autor de la carta y residente en Jerez de los Caballeros (Badajoz).

Otras muchas cartas y fotografías quedarían relegadas al olvido y no fueron pasto del saqueo, nada podían sacar de ellas. Formaron parte del ejército de objetos perdidos.  

6-Laureadas Denegadas

Tras el desastre se incoaron múltiples juicios para conceder condecoraciones a los se destacaron en los aciagos días de julio y agosto de 1921. La máxima condecoración que se concedía en tiempo de guerra era la Cruz Laureada de San Fernando que premiaba el valor en su máxima expresión. De entre las clases de tropa, en su mayoría humildes soldados, fueron muy pocas las familias que supieron y pudieron solicitar condecoraciones al valor. En algunos casos por no existir supervivientes que pudieran aportar testimonio, en otras ocasiones por desconocimiento. Recordemos tres ejemplos (de entre los muchos habidos) de fallidas recompensas.

Asentada en la cábila de Tafersit se hallaba la posición de Buhafora, ocupada en septiembre de 1920. El destacamento pertenecía a la circunscripción de Dar Drius asignada al regimiento de San Fernando. Formaban la guarnición una compañía de San Fernando, un destacamento de artillería, ingenieros telegrafistas y tropas de policía indígena, 8 oficiales y casi trescientos hombres al mando del capitán Luis de Lacy. Uno de aquellos hombres fue el riojano Rafael Royo Angulo, nacido en Alcanadre en 1898 fruto del matrimonio formado por Juan Royo y Pilar Angulo. Rafael formando parte del reemplazo de 1919 fue destinado al regimiento de San Fernando donde ascendió a cabo. A pesar de que ocupaba un destino en la Plana de Mando del 2º batallón, el 22 de julio prestaba servicio en Buhafora, era según la prensa familiar del capitán Lacy. 

El destacamento estaba formado por un pequeño núcleo de toscas construcciones alrededor de las cuales se arremolinaban las tiendas cónicas que alojaban a la tropa. Cubrían sector cuatro piezas de artillería al mando del teniente Roque Reig y era además cabecera de la 12ª Mía de policía que mandaba el capitán Eduardo Capablanca. El 22 de julio son conscientes de la retirada de Annual y adoptan medidas para reforzar la seguridad, reteniendo además a varios jefes de la cábila. De madrugada, poco después de las cuatro, se recibe la orden de repliegue sobre Dar Drius donde ignoran que en aquellos momentos estaban cercados. Los oficiales acuerdan que la orden no se puede cumplimentar debido a la fuerte presencia enemiga que impide un repliegue ordenado. Finalmente salen las tropas de la posición y en poco tiempo son aniquilados sufriendo una elevadísima mortalidad. Solo salvaron la vida 1 oficial, 1 sargento y 1 soldado de los casi 135 españoles presentes.

Cabo Rafael Royo Angulo, muerto en combate en
 Buhafora el 23 de julio de 1921
 

A instancias del padre del cabo Royo se inició juicio contradictorio para conceder la laureada a su hijo. Fue designado juez instructor el capitán de artillería Juan Gallardo Gallegos que contó con la declaración de los tres supervivientes, teniente Roque Reig, sargento Alfonso Salvador y soldado Eustaquio Albacete. Los tres coincidieron en que el comportamiento del cabo Royo fue merecedor de tal recompensa. Formando parte de la sección del teniente Quero salió de la posición llegando a luchar cuerpo a cuerpo y causando bajas entre los asaltantes. A pesar de las favorables declaraciones le sería denegada la laureada póstuma. En octubre de 1923 se les concedió a sus padres la pensión por fallecimiento en acto de servicio, un cabo de infantería generaba una pensión de 431,25 pesetas anuales. No menos destacado, aunque no fue propuesto para recibir la laureada fue el comportamiento del sargento de artillería Eliseo Calderón Ruiz. El suboficial había nacido en Berzosilla (Palencia) el 14 de junio de 1981, donde su padre era maestro nacional. Al producirse la evacuación de la posición el sargento se encargó de destruir las municiones haciendo explotar el polvorín. Según el testimonio del sargento Alfonso Salvador al producirse la explosión Eliseo todavía se hallaba en el interior del polvorín y fue por tanto consciente de su trágico final.

Recordar a Rafael y Eliseo es también rescatar del olvido a los todos los defensores de Buhafora muertos el 23 de julio, el 98% de los defensores españoles.  Al recuperarse el territorio perdido, tropas del Tercio dieron sepultura a los defensores en una fosa común siendo reconocidos únicamente los capitanes Lacy y Capablanca que serían  enterrados en Melilla. Aquel cementerio sería posteriormente desmontado y los restos trasladados a Dar Drius y posteriormente a Melilla donde se hallan en la actualidad.

Durante la evacuación, el sargento Alfonso Salvador recibió un balazo en la pierna derecha y sufrió además una fractura del cúbito izquierdo. El 13 de agosto pudo ser evacuado desde Sidi Dris a Melilla, fue ingresado en el hospital y posteriormente sería trasladado a Málaga donde completó su curación. Continuó su carrera militar y en 1936 siendo alférez se mantuvo fiel al bando gubernamental donde ascendería sucesivamente a capitán y mayor antes de finalizar la guerra. Fue posteriormente condenado y apartado del servicio activo siendo en 1942 definitivamente retirado con el empleo de alférez. Al soldado Eustaquio Rodríguez le apresaron y condujeron al campamento de Annual y de allí meses después al de Ait Kamara donde permaneció hasta ser liberado el 27 de enero de 1923. De su posterior declaración se destaca que la muerte de la gran mayoría de sus compañeros se produjo en las inmediaciones de la posición, estaban completamente rodeados. Sabemos tan solo que al ser liberado regresó a Consuegra (Toledo) donde había nacido y en octubre asistió a la boda del sargento Basallo en la localidad toledana de Urda.

Formaban la Compañía  Mixta de Sanidad 6 oficiales y 408 soldados repartidos en cinco secciones. Mandaba la compañía el capitán Lloret que disfrutaba de permiso oficial. La unidad estaba muy fragmentada debiendo prestar servicio en la totalidad del territorio. Hospitales de Melilla, enfermerías de campaña, Parque de Sanidad,  sección de artolas y la de ambulancia. El 22 de julio, en Annual, servían efectivos de las 3º, 4ª y 5ª secciones  además de las ambulancias que cubrían el trayecto hasta Tistutin, cabecera de la línea ferrea. Los sanitarios se vieron desbordados desde que el 17 de julio se intentara  a todo trance abastecer Igueriben. La gran cantidad de muertos y heridos motivó que se debieran utilizar camiones de otras para la evacuación de heridos y muertos debido al escaso número de ambulancias.

Expediente de Laureada al sargento López
Formando parte de la sección de montaña figuraba el sargento José López García. La sección que mandaba accidentalmente tomó parte activa en los intentos de convoyes sobre Igueriben. El día 21 los sanitarios recogieron 30 heridos, los más graves fueron acomodados en artolas y llegaron hasta Annual donde fueron atendidos. Entre los testimonios figura el del cabo Antonio Andreu Modol, defensor de Igueriben, que fue rescatado por el sargento López. El cabo atestiguó además que el sargento contuvo a los que huían en desbandada. Este testimonio es especialmente relevante ya que confirma que la sección de sanidad se mantuvo sin retirarse hasta el último momento.

La mañana del 22, las secciones de sanidad debieron cumplir las órdenes que el propio Fernández Silvestre había dictado sobre los heridos, Hay que evacuarlos a todo trance. Faltan artolas y los heridos más graves son acomodados en camionetas. Serán los primeros en abandonar el campamento. A pesar de ello, desde los primeros momentos y según declararon los supervivientes, el convoy de heridos fue tiroteado antes de iniciar la subida al tobogán del Izumar. Para coordinar la salida de las tropas el general Fernández Silvestre designa al capitán Emilio Sabaté, jefe de estado mayor en Annual. El oficial se dirige a la salida del campamento donde intenta a todo trance contener la posible desbandada. Según declaró solo contó en aquellos dramáticos momentos con la ayuda del veterinario Manuel Uliarte y del sargento de sanidad José López. Junto a Sabaté permaneció el sargento hasta que el grueso de las unidades abandonó el campamento y montado en su caballo llegó hasta el alto del desfiladero. En este lugar y al ver el estado en que se hallaba el teniente médico Jiménez Urtsaun decidió cederle su caballo y a píe emprendió el camino a Ben Tieb. En Dar Drius se reunió con los efectivos que quedaban de su sección que han conseguido llegar con la mayoría de heridos. Al día siguiente al emprenderse la retirada de Dar Drius a Batel y Tistutin el sargento López fue destinado al convoy de heridos y con ellos consiguió cruzar el cauce del río Igán. Los que consiguieron llegar a Tistutin serían evacuados en Tren a Melilla mientras que el sargento López decidió voluntariamente quedarse en Zeluán donde fallecería tras la rendición el 3 de agosto. Sus restos nunca fueron identificados y en septiembre de 1922 causó baja en el ejército.

El sargento José González Añino pertenecía a la 1ª batería de montaña del regimiento Mixto de artillería. El 21 de julio, la batería se hallaba en Dar Drius: 4 piezas Schneider de 7 cm. al mando del capitán Rubio Usera. Entre los artilleros se hallaba el sargento José González Añino, nacido en Cádiz y perteneciente a la quinta de 1912.Los componentes de la batería se replegaron siguiendo órdenes a Monte Arruit el 23 de julio, allí quedaron 100 artilleros y diversos oficiales, entre ellos el teniente Fernando Gómez López que sería el que informaría a la familia de José. La viuda, Ana Luna Herrera, fue quien solicitó la apertura del juicio contradictorio gracias a las informaciones recibidas por el teniente Gómez López y algunos supervivientes. En las conclusiones aportadas por el instructor, capitán Luis Folla Cisneros, se consigna a modo de resumen que el sargento murió en Monte Arruit donde dio pruebas de gran presencia de ánimo, se distinguió en el servicio interior procurando comida y bebida para sus artilleros. Debido a su condición de buen tirador se hallaba constantemente en el parapeto haciendo bajas vistas y además participó en varias salidas al exterior del reducto para conseguir víveres. Fue muerto de un certero disparo en la cabeza mientras disparaba su fusil desde el parapeto asignado a los artilleros.

Tropas del Mixto de Artilleria y del Melilla 59 en Kandussi. En el centro se puede observar al coronel Araujo, jefe del 59 de línea. El regimiento Mixto perdió durante el desastre a 531 suboficiales, sargentos y soldados




    

El expediente se resolvió el 12 de agosto de 1927. Declararon entre otros el citado oficial y varios artilleros entre los que se hallaba  Pedro Butrón González (superviviente de Monte Arruit) que fue testigo del comportamiento del sargento y de su muerte. También prestó testimonio a favor Rosendo Piñeiro que declaró que era un valiente aunque desconocía el reglamento. Finalmente no se concedió la Laureada al sargento González, ni a nadie que participó en el asedio de Monte Arruit. En el momento de morir José, su viuda se hallaba embarazada de su segundo hijo, el primero nació en 1919. En el intervalo comprendido entre el nacimiento del hijo póstumo y abril de 1924 (concesión de la pensión) se produjo la defunción de la madre y viuda. Los pequeños huérfanos quedaron a cargo de un tutor recibiendo cada uno de los niños ¼ de la ración de África, equivalente a 3,75 pesetas mensuales y un aguinaldo en diciembre. Antes de fallecer la madre, solicitó el ingreso de sus hijos en el colegio de huérfanos de Guadalajara, instancia aprobada en octubre de 1923. Un compañero del sargento, el artillero Pedro González Cabot protagonizó una emotiva historia al ser hallado su esqueleto en Monte Arruit. Apareció abrazado a un niño de corta edad. Jesús Castillo Vidal, documentalista y amigo, ha realizado un exhaustivo trabajo de documentación sobre la figura de Pedro, nacido en Santiesteban del Puerto (Jaén) el 28 de enero de 1898. En la actualidad una plaza y un a fuente recuerdan su sacrificio.

Los tres juicios contradictorios resultaron fallidos y no se les concedió la Cruz Laureada, circunstancia que solo se produjo entre dos miembros de tropa: cabo Mariano García Martín y soldado de aviación Francisco Martínez Puche. Con la medalla Militar Individual resultarían condecorados tres ingenieros, telegrafistas en Afrau. Cabo Basilio de Frutos Ramos, soldados Cipriano García Ventura y Francisco Pla Rodríguez. Se les condecoró por su actuación garantizando la comunicación con los buques de la armada que les prestaban apoyo. Decisiva fue la declaración del comandante jefe del cañonero Laya, Javier de Salas donde se exponían los méritos de los tres componentes de la estación de Afrau.

Por el camino quedó un ejército de peticiones que nunca prosperaron. 

                                                  
 7-Doce de agosto

El 12 de agosto el cañonero Lauria partió del puerto de Melilla con la misión de recoger en Sidi Dris un grupo de heridos, supervivientes de los sucesos. Fue la única expedición humanitaria que permitió Abd el Krim que hasta ese momento solo había consentido en devolver el cadáver del coronel Gabriel de Morales. De las gestiones para conseguir el permiso del caíd se encargó Dris Ben Said, notable rifeño que prestaba servicio en la Alta Comisaría. Recibió el buque la orden a las 10 de la mañana y tan solo una hora después ponían rumbo al peñón de Alhucemas donde fondearon seis horas después. Allí embarcó Dris Ben Said junto a otro rifeño desconocido. Desde Alhucemas se dirigieron a la playa de Sidi Dris donde llegaron cuando anochecía. La única referencia desde tierra eran unas débiles señales luminosas. El comandante Tomás Calvar ordenó arriar uno de los botes junto al chinchorro y se dirigieron a la orilla, punto desde el que se distinguían las señales. En tierra esperaban un grupo de prisioneros, civiles y militares, tres de ellos niños de corta edad, y una escolta armada. La comitiva daba pena, heridos, hambrientos, sucios, vistiendo grandes uniformes los niños, parecía que la pesadilla llegaba a su fin. A bordo del Lauria fueron atendidos por el médico Agustín Segovia García que dejó constancia en su parte del estado de los heridos. 

La menor era Carmen Beltrán Sanz que contaba 6 años, hija de Balbina y Miguel que era el cantinero de Dar Quebdani. El padre murió el 25 de julio al capitular la columna que mandaba el coronel Araujo. El mismo día fue herida la pequeña Carmen que presentaba herida bala con fractura de cúbito. Ni la madre ni Mercedes, la hermana, resultaron heridas pero sus rostros reflejaban la tensión vivida al pretender algún rifeño quedarse con la menor. Junto a la familia se hallaba asimismo Gil Herrera Ruiz, cantinero de Afrau, superviviente de la evacuación del 26 de julio.

Laureano y su padre

El otro pequeño era Laureano Irarazábal Hevia hijo del capitán Cándido Irarazábal muerto en la defensa de Terbibin el 25 de julio. El pequeño se hallaba pasando unos días junto a su padre cuando le sorprendió la sublevación. El destacamento estaba defendido por la 4ª compañía III batallón del Melilla 59 y un destacamento de artillería al mando de un oficial, sumaban las fuerzas 3 oficiales y 111 soldados. El 22 de julio fue hostilizada la posición que se defendió hasta el 25 cuando fue asaltada muriendo gran parte de los defensores. El pequeño Laureano tuvo que padecer y vivir la muerte de su padre, resultó herido y fue apresado. El parte del médico reflejaba la herida: Impacto de bala en región costal izquierda

A su llegada a Melilla corrieron los niños y civiles suertes dispares; A Laureano le esperaba su madre, desplazada a Melilla y ansiosa de noticias, ya conocía en ese momento la muerte de su marido. Fue recibido el pequeño Laureano por el Comandante General, entrevistado por muchos medios que publicaron su odisea y recibió la Medalla de Sufrimientos en Palma de Mallorca, donde residía la familia. Peor suerte corrieron Balbina y sus hijas, de muy modesta condición y sin familia que les socorriera. Recibieron algunos donativos y debido a la iniciativa del cabo de San Fernando Julio Cuesta Andrés pudieron tener un modesto hogar donde descansar. Posteriormente gracias a una colecta (recibió Balbina un  premio de 1000 pesetas del Diario Español) y a la iniciativa del general Sanjurjo se les construyó una cantina para los jefes y oficiales de la escuadrilla de Melilla. 

El resto del grupo lo componían los militares: 3 sargentos y 13 soldados de diversas unidades. Llama la atención que la mayoría (12) eran defensores de Sidi Dris o Talillit que unieron sus destinos el 22 de julio al replegarse la fuerza de Talillit sobre Sidi Dris. El 25 de julio se produjo la evacuación de la posición asentada sobre un acantilado, debían los defensores llegar hasta los botes de la armada de guerra. Muchos ni sabían nadar. La operación no se realizó debidamente y muy pocos consiguieron llegar a los botes, otros fueron apresados y un altísimo número murieron, algunos en el agua. Dos de los sargentos pertenecían al Ceriñola 42 (4ª Cía/II Bon), Miguel Mariscal García y Francisco Álvaro Ros, este último gravemente herido. Gracias a la declaración de Mariscal podemos saber que tras ser apresados fueron conducidos hasta Annual de donde partieron para embarcar. De la guarnición de Talillit embarcaron a bordo: Luis Espadas Basildo, y Marcial Carrasco del Peral ambos heridos de bala. De la compañía de infantería del Melilla 59 que guarnecía Sidi Dris (6ª/III) pudieron ser evacuados los soldados: Abundio Gil López, Laureano Tejera Pesquera, Miguel Tinoco Rubio,  Francisco Trujillo Leiva y Juan Rico Maestre. De la compañía de Ametralladoras del II batallón el soldado Abundio López Mesa. De la compañía de Telégrafos de campaña el soldado Clemente Domínguez Alba y de la Jefatura de Intendencia el soldado Luis Marín Navarro (en estado muy grave).

Vista aérea de Sidi Dris tras el Desastre. Se pueden apreciar los restos del destacamento que sucumbió el 25 de julio. En la fotografía adjunta, el soldado José Escabias Estremera (Melilla 59), muerto en la defensa o durante la evacuación. Obsérvese la gran distancia que debían cubrir desde el parapeto hasta la orilla de la playa. Aunque no se puede apreciar, el desnivel era considerable. La gran mayoría de los defensores resultaron muertos (algunos por no saber nadar no pudieron subir a los botes de la armada) o apresados. Los restos de los defensores fueron enterrados por cuadrillas de prisioneros españoles.

Los cuatro restantes eran el sargento Alfonso Salvador González, superviviente de Buhafora, Ángel de la Cruz de la Cuesta, (soldado de San Fernando apresado el 22 de julio) y dos supervivientes de Igueriben, Francisco Hernández Prieto (Comandancia de artillería) y Domingo Iglesias del Río (Regimiento Mixto de artillería). El soldado Hernández presentaba varias heridas, una de ellas en el temporal derecho, muy grave. Al llegar a Melilla todos fueron ingresados en los hospitales donde iniciaron su periplo hospitalario, primero en Melilla y después en la península. El soldado de intendencia Luis Marín Navarro, era natural de Linares y servía en el depósito de víveres de Sidi Dris. El 25 de julio recibió una grave herida de bala en el muslo, al legar a Melilla fue intervenido y se le tuvo que amputar la pierna. A finales de agosto fue evacuado a Cartagena donde no pudo superar las complicaciones derivadas de la cirugía y falleció el 15 de septiembre. Sus padres recibieron las noticias del traslado a Cartagena pero no pudieron viajar, su condición no les permitía tal viaje. Fue enterrado sin familia, lejos de su hogar y con único consuelo de la corona de flores costeada por sus compañeros del cuerpo de Intendencia. Similar circunstancia vivió el sargento Francisco Álvaro Ros, herido en la cabeza y fallecido en Cartagena en octubre. Francisco había nacido en 1893 y servía en el ejército desde su ingreso como soldado en 1913 ascendiendo a cabo en 1915  y a sargento en 1919.

Prueba de la gravedad de las heridas fue el hecho de que cinco de ellos pasarían tiempo después al Cuerpo de inválidos o fueron declarados inútiles. El caso del que hallado más información es el acaecido al artillero Francisco Hernández, superviviente de Igueriben. Al mostrar los primeros síntomas de mejoría fue trasladado al hospital de la armada en Cartagena donde ingresó el 19 de octubre. De su traslado se encargó el buque hospital Alicante. Tras recibir el alta se le concedieron dos meses de permiso en su pueblo de Zamora, pero tuvo que reincorporarse al servicio por no haber finalizado su periodo militar. En Melilla fue entrevistado por varios corresponsales que aún podían ver en su rostro las visibles cicatrices producidas por las quemaduras de la pólvora y las secuelas en el brazo. La prensa, mayoritariamente, no publicó la realidad de la situación en la que se vio inmerso Francisco  tras ser herido. Una de las balas no había podido ser extraída y le producía un intenso dolor, tampoco las restantes lesiones habían mejorado y no sentía sensibilidad en el brazo derecho, lo que para un jornalero era condenarlo a la inactividad. Ni tan siquiera fue capaz de levantar el arado mientras se hallaba de permiso. En estas condiciones fue cómo tuvo que reincorporarse a su destino y no sería hasta 1924 cuando fue declarado inválido y como tal formó parte de la escala del Cuerpo de Inválidos donde alcanzó al morir el empleo de subteniente.Luis Espadas (natural de Manzanares) era en julio de 1921 asistente del teniente Aguilar de Mera, el oficial murió el 25 de julio y Luis resultó herido de gravedad. En septiembre de 1924 pasó al cuerpo de Inválidos y falleció en 1968 siendo subteniente. Igualmente fueron declarados inútiles Laureano Tejada, Juan Rico Maestre y Francisco Trujillo Leiva. Los cinco recibieron la medalla de sufrimientos y en algunos casos pensiones vitalicias de 12,50 pesetas anuales.

El sargento Alfonso Salvador (17/10/1887) fue uno de los pocos supervivientes de Buhafora, guarnición que prácticamente fue aniquilada. Fue evacuado a Málaga donde se recuperó de sus heridas (estuvo ingresado 96 días) y continuó vinculado al ejército. Fue propuesto para recibir la Cruz Laureada por su actuación en Buhafora, condecoración que finalmente no se le concedió. En julio de 1936 era alférez y estaba destinado en el regimiento de Carros 1. Permaneció fiel a la República y ascendió a teniente, capitán y mayor. Al finalizar la contienda fue juzgado, condenado y apartado del servicio.Servía en la estación telegráfica de Sidi Dris el cabo Clemente Domínguez Alba que resultó herido y apresado junto al jefe de la emisora, sargento José María Viatela Albamonte (muerto en cautiverio). Clemente fue herido grave y empleó 147 días en su curación, motivo por el cual recibió la Medalla de Sufrimientos y una pensión vitalicia. En 1928 ingresó en el Cuerpo de Carabineros en el que se hallaba al estallar la guerra civil. El soldado Andrés de la Cruz formaba parte del batallón de San Fernando que se hallaba en Annual el 22 de julio. Estaba filiado en la 5ª compañía del III batallón que mandaba el capitán Sabater Gomila. En la retirada fue herido y apresado tras vivir un calvario junto al corneta Salvador Sancho Ponce del Ceriñola. De la odisea dejo Ángel una serie de relatos que publicó El Castellano en los que aportaba algunos datos de interés junto a otros más fantasiosos.

Los tres restantes volvieron a servir en sus unidades hasta finalizar su servicio una vez curadas sus heridas El cabo de artillería Domingo Iglesias sobrevivió a Igueriben, fue apresado y conducido al poblado de Amesauro y días después llegó al asolado campamento de Annual. Había nacido en Santiago de Compostela en 1898 y permaneció en el hospital durante 61 días, recibiendo una pensión vitalicia. En 1938 emigró a Argentina donde se se pierde su pista.

Después de esta expedición humanitaria no se produjo ninguna otra durante el tiempo en que permanecieron cautivos militares y civiles, salvo en un caso. A finales de septiembre de 1921 se permitió la evacuación al Peñón de Alhucemas del capitán de África Francisco de Asis Hernández Pérez. El oficial fue trasladado en estado agónico y falleció el 1 de octubre en el hospital de Alhucemas, había recibido una grave herida en Monte Arruit y las duras condiciones del cautiverio apagaron su vida.

 

 8-Acemileros y acémilas

La 5ª compañía de intendencia se hallaba casi al completo el 17 de julio en Annual. Fueron los elegidos para conducir el convoy de víveres a Igueriben. Se designó para ello una sección al mando del alférez Ruiz Osuna y formada por 1 sargento, 2 cabos, 1 soldado  1º y 39 soldados de 2ª. Junto a los acemileros sus inseparables compañeros, 38 mulos y 2 caballos. Formaban el convoy, además, tropas del Parque Móvil de Artillería (1 oficial y 17 soldados), cuyas mulas (según los telegramas oficiales eran 32) transportaban las cargas de artillería. El convoy sería protegido por el escuadrón de Regulares al mando del capitán Cebollino que formaría parte de una columna de más de 1000 hombres. En el tramo final, la subida a la posición, sufrieron algunos heridos entre ellos el cabo Juan Betanzos y el soldado Andrés Moreno Rebolledo, ambos de intendencia.

Una vez en Igueriben el comandante Benítez y el capitán Cebollino deciden que tanto los acemileros como las acémilas queden en la posición para evitar bajas entre los conductores al regresar. La orden sorprende  algunos que ya han iniciado la retirada. De ello da fe el artillero Isaac Corral Carrera, que portando dos mulos ya había abandonado la posición y se vio obligado a regresar. Según consta en la cadena de telegramas pudieron llegar al campamento de Annual tan solo 4 mulos (2 de intendencia, 1 de Sanidad y 1 de artillería), el resto (65) quedó en Igueriben y ante la falta de espacio son distribuidos en el perímetro alambrado exterior. Al partir Cebollino de Igueriben consigue evacuar a los heridos de intendencia, que salvarán la vida,  y a un artillero al que sube a la grupa de su caballo. Entre el 17 y el 21 de julio las tropas sitiadas en Igueriben vivieron y sufrieron un calvario. Sin más agua que el cazillo recibido el 17, sin comida ni atención médica, permanentemente en el parapeto, faltos de descanso y asfixiados de calor. Resistieron  hasta el mediodía del 21 al no conseguir una fuerte columna romper el cerco rifeño. La orden de retirada era más el primer paso hacia la muerte que la deseada salvación. Sobrevivir se pagó tan caro que tan solo 70 de aquellos 318 defensores lo consiguieron.

De los acemileros de intendencia conseguirían salvar la vida 10 soldados, ocho que pudieron llegar al campamento de Annual y dos que fueron apresados. El soldado 1º Francisco Alaminos Haro moriría cautivo en Annual el 15 de diciembre de 1921. Había nacido el 5 de enero de 1899 en Otívar y se había criado en el cortijo de la cueva de Funes. Su compañero Cirilo Sánchez García (natural de Navas del Rey, Valladolid) soportó el largo cautiverio y fue liberado el 27 de enero de 1923. Al estallar la guerra civil sería fusilado por tropas nacionalistas en fecha indeterminada. De los acemileros de artillería solo escaparon con vida, 3 que alcanzaron el campamento de Annual, el mencionado Isaac Corral (natural de Fresno del Río Tiron, Burgos), Gabriel Lozano Lozano y Gabriel Sánchez Sánchez, estos dos últimos muertos en cautiverio. Los demás se incorporaron de nuevo al cuerpo y corrieron suertes diversas. Miguel Aguinaga Barandiaran resultó gravemente herido en abril de 1922 en el curso del abastecimiento a una posición siendo sargento. Una bala le inutilizó el brazo derecho y se le concedió el ingreso en inválidos. Murió muy joven, a consecuencia de la grave herida, el 12 de enero de 1935 siendo sargento 1º de inválidos. De los acemileros de intendencia, tendría un recuerdo, que hago extensivo a los de artillería, en su libro el capitán y diputado Arsenio Martínez De  Campos.

“Es aquel que cuando llegan los momentos difíciles deja a las acémilas, va  a las guerrillas y sabe combatir como el primero. Es aquel que en los convoyes difíciles bajo un fuego mortífero continua imperturbable llevando su carga atendiendo constantemente a su mulo”.

Otro testimonio del comportamiento de los acemileros fue la dedicatoria que escribió en 1930 el coronel Adolfo Meléndez (director de la academia de intendencia). “Sucios, polvorientos o llenos de barro, reptan por las pistas y caminos del Protectorado, de una posición a otra, todos los días del año, sufriendo las rudezas del inclemente clima africano” 

Supervivientes de intendencia en Igueriben. En el recuadro el alférez Enrique Ruiz Osuna, jefe del convoy de intendencia que llegó a Igueriben el 17 de julio. Murió en combate  el 21 de julio.

Las acémilas no corrieron mejor suerte que sus conductores, fueron los pobres animales acribillados el mismo día 17. El nauseabundo olor de sus cuerpos en descomposición se añadiría a la cadena de horrores que vivieron los defensores de Igueriben. ¿Murieron todas las mulas o tal vez alguna tuvo la fortuna de sobrevivir?. La respuesta la encontró meses después un periodista toledano en las cuadras de la jefatura de intendencia de Melilla.

"Era joven, su edad apenas llegaba a los seis años. Tenía el pelo castaño corto y lustroso. Los remos finos, las ancas poderosas, los ojos brillantes, vivos, de lagrimales sangrientos que le dan a la mirada un poquitín de fiereza. En la nalga izquierda tiene el recuerdo glorioso de los balazos que recibió en el combate. Son dos cicatrices negras y brillantes como dos pedacitos de charol incrustados en el cuello".

Con estos términos describió Carlos Guillén en 1922 a uno de los pocos seres vivos que desde Igueriben pudieron escapar y llegar con vida a la plaza. Un año después descansaba y recuperaba sus heridas. Era la mula de Igueriben. Aquella mula no consiguió entrar en la posición y resultó herida de bala a pesar de lo cual siguió corriendo, se perdió y esa sería su salvación. Sus pobres compañeras quedaron entre el parapeto y las alambradas muriendo a causa de los disparos rifeños. El hedor de sus cuerpos descompuestos aumentaría más, si cabe, el sufrimiento de los defensores de Igueriben. Cuando los Regulares volvieron grupas hacía Annual se decidió que los recién llegados de intendencia y artillería quedaran en la posición debido a la dificultad que suponía desandar el camino andado. Entre ellos, tal vez se hallaba el conductor de nuestra mula que no solo había perdido a su compañera sino que además se había quedado sin acordeón. Todos ellos correrían idéntica suerte que el resto de los defensores y muy pocos sobrevivirían a la evacuación del 21 de julio. Difícil saber que fue de nuestra mula. Debió vagar entre barrancos y desfiladeros, sorteando peligros y sometida al tormento de la sed. Sin embargo, su instinto de conservación le guió de nuevo hasta Annual donde apareció tres días después, herida por dos balazos y sucia de polvo y sangre. A sus lomos aun portaba las dos cajas de municiones y el acordeón de su conductor. Tal vez aquel instrumento le salvó la vida, ya que dos balas habían impactado sobre él sin alcanzar a nuestra protagonista.

Sin mucho tiempo para descansar, nuestra desconocida mula tuvo que afrontar la retirada de Annual. Por suerte para ella las fuerzas de intendencia se retiraron en orden hasta llegar a Melilla. Su nuevo conductor la guió herida hasta las cuadras de la jefatura donde sería atendida por el servicio veterinario. En octubre de 1922 el corresponsal de El Toledano, Carlos Guillén, la encontró en las cuadras de la Comandancia de Intendencia en Melilla donde un sargento relató a Guillén las peripecias vividas por aquel valeroso animal. El periodista intentó acercarse a ella pero desistió ante la mirada que de soslayo le envió nuestra mula mientras bajaba las orejas en señal de pocas amistades. El sargento de intendencia que acompañaba a Guillén confesaría socarrón:

“A todos nos toma por beniurriagueles, al que se descuida le da una patada”

El sufrimiento, las heridas y privaciones habían agriado su carácter, pero había demostrado su valor. En honor a ello y al no poder premiarla de otra manera se le redimió de todo trabajo y fue rebajada del servicio por valiente. Nuca hemos podido saber cuántas mulas y caballos murieron durante aquellos días, lo que sí sabemos es que las distintas unidades disponían de 2741 caballos y 2511 mulos de carga, la gran mayoría murieron o fueron capturados. Recordar al olvidado es también reivindicar la memoria de aquellos sufridos animales que tantos valiosos servicios prestaron.

Estado de ganado el 22 de julio de 1921. 2741 caballos y 2511 mulos. Suman 5252 cabezas. La Comandancia de Intendencia era la que tenía un mayor número de mulos (640) y el regimiento de caballería Alcantara 14 el de caballos (730)

 

9-Azoteas y voluntarios

La única escuadrilla agregada a la Comandancia General era la de Zeluán que mandaba el capitán Pío Fernández Mulero. Contaban tan solo la unidad con 32 soldados disponibles pertenecientes al servicio de aviación, además de oficiales y observadores. El 24 de julio quedaron solo defendiendo el aeródromo 1 piloto, 1 oficial de la escala de reserva y las tropas de aviación (pertenecientes por entonces al arma de ingenieros). También y al margen de estos se hallaban 1 sargento y 11 soldados del regimiento Melilla agregados al servicio de aviación y otros 12 o 14 soldados que servían como asistentes de los oficiales. El 23 de julio se incorpora a la defensa un contingente de 30 jinetes de Alcántara (todos voluntarios) al mando del alférez Juan Maroto y sargento Ángel Díaz Antona. Partieron  de Zeluán a bordo de un camión Hispano Suiza y se incorporaron inmediatamente a la defensa.

En los cuatro grupos se produjo una altísima mortalidad al producirse la capitulación. Para poder averiguar que ocurrió aquellos días disponemos de las declaraciones de los supervivientes: Soldados Francisco Manzano, José Jaraba López, José Armesto Rodríguez, Rafael Chaves Chaves, marinero Sol Aparicio Rodríguez, teniente Manuel Martínez Vivancos (jefe de las tropas) y alférez Juan Maroto Pérez del Pulgar.

Era el aeródromo un campo abierto sin defensas accesorias y formado únicamente por una casa grande o pabellón y tres más pequeñas, todas con azoteas. Los seis aparatos que formaban la escuadrilla se guardaban en un hangar que podía ser alcanzado por  disparos desde el exterior. Entre el campo de aviación y la alcazaba de Zeluán se hallaban un poblado y la estación de ferrocarril. El 22 y 23 de julio los pilotos y observadores participan en vuelos para proteger la retirada de la columna. Sin embargo el 23, aprovechando el vehículo en el que llega el alférez Martínez Cañadas vuelven a Melilla y queda únicamente el teniente de infantería/observador Manuel Martínez Vivancos (que habita en el aeródromo) que asume el mando de las tropas. En la terraza de la casa más grande se concentran los oficiales, tres sargentos y los jinetes de Alcántara. En el resto de azoteas un cabo y diez soldados en cada una de ellas. Solo cuentan con tres cajas de municiones, pocos víveres y escasa agua. Será necesario depender de Zeluán pero no existe comunicación y será necesario enviar el camión disponible para acaparar municiones y comida. Para ello pedirá en varias ocasiones voluntarios el teniente, siempre se presentaron a pesar del peligro que debían afrontar.

Igualmente desde Zeluán y en tres ocasiones voluntarios de Alcántara se encargarán de llevar víveres y municiones a los defensores. El primer convoy partió de Zeluán el 26 al mando del capitán Fraile y 21 jinetes que consiguen llevar a los defensores seis corderos y dos mil cartuchos. El precio pagado fue alto, murió el capitán y solo regresaron seis cazadores. El 31 de julio 14 cazadores al mando del teniente ángel Calderón consigue llegar al aeródromo muriendo en el intento 12 cazadores. El 31 de nuevo lo intentan seis jinetes al mando del sargento Ramón López a los que se ordena agregarse a la defensa, solo tres consiguieron su cometido. De entre aquellos voluntarios podemos citar al soldado Tesifonte Expósito Marchirán que por tres veces participó en los convoyes, Tesifonte moriría tras la capitulación de Zeluán era natural de Hellín donde residían sus padres. Mejor suerte corrieron el cabo Celestino Fragoso Cano y el soldado Florentino Moreno que participaron en dos convoyes y pudieron escapar con vida. El primero resultó herido mientras que Florentino (natural de Almiruete, Guadalajara) fue apresado el 3 de agosto y pudo escapar del cautiverio y llegar a Melilla el 18 de noviembre. Tras el desastre ingresó en el Cuerpo de Seguridad y falleció en Guadalajara en 1982.


Vista aérea de la Alcazaba, poblado, estación, vía férrea y campo de aviación de Zeluán

El 25 parte el primer voluntario, soldado de Melilla 59 Enrique Cortegoso Tabío, que consiguió llegar a la Alcazaba y regresar llevando de la brida un caballo cargado que serviría días después de alimento a las tropas. El soldado Cortegoso se presentaría voluntario también el día 29. En ambas salidas pudo salvar la vida. El segundo voluntario sería el soldado de Alcántara Francisco Sánchez Caro (natural de Sevilla) que agazapado y a la carrera consiguió llegar hasta la Alcazaba regresando con lo que pudo cargar encima. El 29 muere de un disparo el soldado de aviación Olegario Capellán Reguero y en fecha imprecisa (no coinciden los testigos) un soldado de Alcántara que a la carrera intenta recoger un saco lanzado desde un avión, otro anónimo muerto en combate. El capitán Carrasco, al mando de la defensa de Zeluán les propone un trueque: por cada cuba de agua que llegue a la Alcazaba recibirán un borrego, proposición de imposible cumplimiento.

El 30 protegen el camión de aviación con colchones de lana y tablones para intentar que los disparos no alcancen a los conductores. Se solicitan voluntarios, deben ser dos, y se presentan los soldados de aviación Isaac Eguiluz Imaz y Francisco Martínez Puche. Aprovechan para salir el vuelo de un aeroplano que despista la atención rifeña y consiguen a duras penas llegar a la Alcazaba. Al llegar entregan una carta al capitán Carrasco y le solicitan en nombre del teniente Martínez Vivancos que no partan hasta que las circunstancias lo permitan. Carrasco no lo permitió y les ordenó partir sin dilación, los rifeños sabedores que el vehículo había llegado estaban alertados. Parte el camión que conduce Isaac Eguiluz y son de inmediato tiroteados sin que las improvisadas defensas consigan frenar las balas. Entre el poblado y la estación se avería el camión y los dos soldados resultan muertos al abandonarlo.

Francisco Martínez Puche

Por estos hechos el soldado Martínez Puche, natural de Yecla donde nació en 1897 sería condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando en 1929. Resulta, como poco, difícil de entender que no recibiera la misma condecoración el soldado Eguiluz. Se presentó igualmente voluntario, atesoró  la misma conducta y corrió idéntica suerte en el mismo hecho de armas. De hecho las informaciones de prensa en mayo de 1923 señalaban que se solicitaba la condecoración para ambos. No descarto que fuese denegada debido a defectos administrativos o de reglamento. Isaac era natural de Vitoria donde residía la familia, pertenecía al reemplazo de 1919 y se incorporó al servicio de aviación en 1920. Era hijo de Félix Eguiluz Beitía (industrial fallecido en 1911) y Melitona Imaz Galardi (fallecida en 1934). 

Francisco Martínez Puche se había criado en Barcelona donde llegó la familia, en la ciudad condal trabajo de mecánico y conductor. Compañero de reemplazo de Isaac, recibió la instrucción en Cuatro Vientos y se incorporó a la escuadrilla en 1920 quedando asignado a la sección de automóviles. Le fue concedida la Cruz Laureada por RO. 11/09/1929. En algunas fuentes se cita que los cadáveres de ambos pudieron ser recogidos aunque ninguno de los supervivientes así lo declaró y fueron dados por desaparecidos. En la actualidad una calle de Yecla lleva el nombre de Laureado Martínez Puche, en honor del soldado de aviación.

El 31 se mantiene la defensa y de nuevo se solicitan voluntarios, en esta ocasión se presentan el cabo de aviación Ricardo García León y el marinero Sol Aparicio Rodríguez. El teniente Martínez Vivancos escribe dos cartas idénticas para el comandante militar de Nador, teniente coronel Pardo Agudín. Solicitaba el oficial lo mismo que pedía a Zeluán, en esta ocasión la distancia a cubrir era mucho mayor y desconocían además que núcleos rifeños hallarían a su paso. Por ello solicitó dos voluntarios, contaba con que alguno no llegara. Al marinero Sol Aparicio lo capturaron antes de poder entregar la carta y permaneció cautivo hasta el 27 de enero de 1923. Era natural de Lorizán (Pontevedra) donde nació el 12 de diciembre de 1899. Servía como marinero del Ministerio de Marina y agregado al servicio de aviación desde 1920. Tras ser liberado siguió vinculado a la aviación como técnico mecánico, combatió en la guerra civil sirviendo en el bando republicano ocupando relevantes cargos. Durante la segunda mundial combatió en el ejército soviético y regresó a España en 1975. Del soldado García León solo sabemos que murió en combate, se desconoce si pudo llevar a cabo su misión. Ocupaba el puesto de fotógrafo de la escuadrilla. Todos los voluntarios fueron citados como distinguidos por el teniente Martínez Vivancos en su declaración, salvo el soldado de Alcántara por desconocer su nombre.

El 2 de agosto  y ante el cariz que tomaban los acontecimientos el oficial decide enviar al último emisario, el elegido fue Luis Campdelacreu Pibernat, sargento de aviación. El sargento consiguió llegar ante el capitán Carrasco que lo despidió de malas maneras. Posteriormente y al producirse la capitulación falleció Campdelacreu, era natural de Garrigás (Girona), al ser soltero la pensión se le concedió a su madre en agosto de 1924. Finalmente el teniente Martínez decide capitular y los soldados dejan los fusiles en las azoteas y en orden abandonan sus puestos. Como ocurrió en otras posiciones tras la rendición sonaron disparos y las tropas huyeron donde pudieron. La gran mayoría resultaron muertos, algunos a gumiazos, otros fueron apresados y asesinados posteriormente. De los que formaban el servicio de aviación solo escapó con vida el soldado Francisco Manzano, natural de Guadalajara que fue capturado y conducido a Zeluán el día 3. Allí coincidió con su paisano el cabo Luis Prieto Vivas que sería fusilado junto a otros compañeros. El soldado Manzano escapó y pudo llegar exhausto hasta la Segunda Caseta donde sería acogido por las tropas españolas. 

De la sección del Melilla 59 no sobrevivió nadie. La formaban el sargento Francisco Sánchez Zarzuela (distinguido por su comportamiento) y once soldados de distintas compañías. Del grupo de asistentes que formaban 14 soldados de los regimientos de infantería participaron en la defensa del aeródromo siete de los cuales 2 fueron apresados (José Armesto Rodríguez y José Jaraba López) y los cinco restantes murieron tras la capitulación. Los dos cautivos fueron liberados el 27 de enero de 1923.

Soldado Rafael Chaves Chaves

En cuanto a la sección de Alcántara que formaban aproximadamente 30 hombres solo escaparon con vida el alférez Juan Maroto (apresado y cautivo hasta el 27 de enero de 1923) y 2 soldados. Gracias a su testimonio conocemos los nombres de algunos de los cazadores distinguidos: Sargento Ramón López Hernández (2º escuadrón) soldados Francisco Sánchez Caro y Dionisio Jiménez López (ambos del 2º escuadrón). Jiménez animó a diario a sus compañeros tocando la guitarra y escapó con vida. A este soldado entregó el alférez Maroto su arma y Dionisio la pudo salvar y tiempo después fue entregada al padre del alférez. El segundo superviviente de Alcántara fue el soldado Rafael Chaves Chaves (2º escuadrón). Había nacido en Guadalcanal (Sevilla) el 20 de julio de 1899, quedando su infancia marcada por la prematura muerte de su madre. Tras esquivar a la muerte en 1918 debido a la epidemia de gripe, fue sorteado en 1920 y se incorporó al regimiento en 1921. Resultó apresado el 2 de agosto y permaneció cautivo hasta el 15 de diciembre que llegó a Melilla procedente de zona francesa. Tras un permiso para recuperarse volvió a la unidad y en  noviembre de 1923 asistió en Madrid al entierro del teniente coronel Primo de Rivera. Falleció Rafael en 1997 siendo posiblemente el último cazador superviviente del Desastre. Nunca se borró de su memoria el recuerdo a los compañeros caídos en 1921. El oficial al mando del aeródromo, Martínez Vivancos, fue apresado y permaneció cautivo hasta el 27 de enero de 1923. Continuó su carrera militar y se retiró siendo coronel de aviación. El alférez Martínez Cañadas que mandaba las tropas de aviación resultó muerto al producirse la capitulación, dejó una joven viuda de 22 años.


10-Los prisioneros

Tras el Desastre muchos fueron los soldados que fueron apresados. Es necesario diferenciar las diversas situaciones que se produjeron. En primer lugar están los que fueron capturados por rifeños que los trasladaron a las cábilas donde vivían, en algunos casos próximas a Melilla. En este grupo se produjeron fugas, pactos para liberarlos y alguna entrega voluntaria de los prisioneros. Pertenecían a este grupo soldados supervivientes de todas las posiciones: Annual, Monte Arruit, Dar Quebdani, Igueriben y otras muchas. Fueron llegando a Melilla a cuentagotas, algunos tras verdaderas odiseas, otros más fácilmente. También se rescató un importante grupo llegado desde zona francesa gracias a las gestiones el cónsul español, Isidro de las Cagigas (1891-1956). En el expediente Picasso se recogen las declaraciones de los que llegaron a Melilla entre agosto de 1921 y enero de 1922. El legajo contiene los testimonios de más de 200 civiles y militares. Tampoco podemos descartar que existieran algunos que nunca fueron entregados ni liberados, permaneciendo años en poder de cábilas lejanas. Fue rumor extendido la posible existencia de prisioneros españoles, circunstancia a la que se aferraron en muchos casos las familias. Las noticias sobre los posibles cautivos se publicaron hasta poco antes del estallido de la guerra civil.

En segundo lugar tendríamos el grupo de prisioneros agrupados en Annual. Allí llegaron soldados de las muchas posiciones que jalonaron las retiradas. Los primeros apresados fueron los supervivientes de Igueriben el 21 de julio. Fueron en principio conducidos al poblado de Amesauro y posteriormente al campamento de  Annual. En el desolado campamento se organizaron los servicios a cargo de los sargentos: Blas Pino Duque ejerció de jefe del campamento, Guillermo Martínez de Aranzana se ocupó de la cocina, Alfonso Ortiz Martínez de la ropa y Francisco Basallo de los medicamentos. Día a día fueron llegando supervivientes de otras posiciones. Se constituyeron las cuadrillas de enterradores y dieron tierra a muchos compañeros muertos. También nombraron a varios sanitarios y fueron atendidos los heridos más graves. Quiso el destino que pudiera entablar contacto al mismo tiempo con el nieto del sargento Basallo y el biznieto de Baltasar Alabort al que Basallo debió amputar un dedo. Fue la primera de las muchas intervenciones que practicó. El primer soldado que falleció fue José Frejeiro Couto del 59 de línea fallecido el 11 de agosto, debía estar muy grave ya que el mismo día se permitió la única evacuación de heridos (3 niños, 2 adultos, 3 sargentos y 13 soldados). Recibieron el mismo día la primera ayuda desde Alhucemas, 500 cajetillas de tabaco, quinina y algodón. El 24 de septiembre llegaron los civiles: 13 mujeres, 10 niños y 20 hombres, entre ellos José Canovas, practicante de la colonia minera que tendría un destacado comportamiento durante el cautiverio.

Prisioneros liberados tras la capitulación de Nador. Se puede apreciar la sangre en el cuerpo del soldado estirado. Nº 1 Teniente médico Jaime Roig Padró. 2-Jefe de correos de Nador Gregorio Mingot

El 2 de octubre reciben otro suministro y también una caja de zinc por si localizan los restos del general Fernández Silvestre. Mueren en Annual los primeros civiles Esperanza González, Dolores Pérez y Rosa Ruiz, madre del pequeño José Asensio (el menor de todos los prisioneros). En octubre según las memorias de Basallo ya estaban concentrados 426 hombres, mujeres y niños en Annual. En el periodo comprendido entre agosto y diciembre de 1921 fallecieron en Annual 25 personas a consecuencia de enfermedades y 2 a consecuencia de  heridas. Todos fueron enterrados en silencio, entre los que realizaban tal labor se destacó el cabo Horacio López Correa, superviviente de Alcazaba Roja. El 28 de enero de 1922 los prisioneros son trasladados lejos de Annual, sin duda debió influir que las tropas españolas habían reconquistado Dar Drius. La relativa cercanía de las vanguardias españolas produjo que fueran muchos los que consiguieran fugarse. Destacada por encima de todas fue la fuga protagonizada por 14 soldados el 13 de enero. Las fugas comportaban un endurecimiento de las condiciones pero tenían que intentarlo. Cuando alguna era descubierta o frustrada se condenaba al fugado a castigos corporales o hasta incluso a muerte.

Decide Abd el Krim que desde Annual sean trasladados a Yebel Kama (situado entre Abarrán y Alhucemas), lugar donde se vivían duras condiciones climatológicas y soplaba fuerte viento. Siguen siendo precarios los medios de curación y el único médico prisionero se halla en el campamento de los oficiales, allí el teniente Serrano enseñó primeros auxilios a Carmelo Balsera González, soldado de ingenieros y superviviente de Tuguntz. Sería Balsera uno de los destacados enfermeros eventuales. También se producen casos de abnegado valor, los rifeños requieren a los artilleros para que les enseñen a disparar los cañones, se niegan varios. David Laencina Vázquez, cabo del Mixto recibe una paliza y el artillero Arturo Sola Segarra es condenado a muerte, pena conmutada previo pago de una cantidad de dinero. El sargento Alfonso Ortiz esconde en secreto los percutores de las piezas de artillería. Se juegan la vida.

A finales de febrero son trasladados otra vez, el nuevo emplazamiento situado en Tabelhach que no reúne tampoco condiciones. Allí se produce una fuerte epidemia de tifus y los enfermos son apilados en una tienda, mueren entre otros, Josefa Soto la mayor de los cautivos y Juan Asensio (Mina La Alicantina) que dejó viuda y tres hijos, todos cautivos. La estancia en Tabelhach fue un infierno, se contabilizaron más de 20 muertos y casi la mitad de los prisioneros estaban enfermos. Poco después de cumplirse el mes de estancia se ordena un nuevo traslado a Ait Kamara, debieron caminar nueves horas antes de divisar la bahía de Alhucemas donde se alzaba el Peñón en cuya torre ondeaba la bandera española. Fue un duro día para todos, ver tan cerca una posesión española y no poder llegar hasta allí.

Capitán Sigifredo Sainz Gutiérrez. 
Relación de personal civil cautivos

Será en este emplazamiento donde los prisioneros pasen más meses. Allí sufrirán vejaciones, malos tratos y en algunos casos ejecuciones sumadísimas. Especialmente dura y sentida fue la muerte de cuatro sanitarios y el paciente que conducían. Fueron ejecutados a gumiazos el 14 de marzo. Se trataba de Miguel Sánchez Guirao (Melilla 59), Miguel Rodríguez Sánchez (Sanidad Militar), Ramón Mellado Cebrián (Ceriñola 42), Manuel Fiaño Garcia (Intendencia) y el herido que transportaban Francisco Sanz Valdecantos de la comandancia de artillería.

Durante el cautiverio llegaron a reunirse entre los campos de prisioneros 570 niños, mujeres y hombres (según recoge Basallo). Murieron 165 (incluye a los oficiales y civiles, entre ellos 2 oficiales y 11 soldados asesinados a sangre fría)  y otros 86 que pudieron fugarse. Los restantes 332 serían liberados el 27 de enero de 1923. En el libro del capitán Sigifredo Sainz se recoge una cifra muy similar de rescatados: 1 general, 4 jefes, 39 oficiales y 289 de tropa. La mortalidad entre las clases de tropa ascendió a 123, lo que supone un escalofriante 31,31 % del total.  Entre los civiles se produjeron 12 fallecimientos y fueron liberados 8 niños y 38 adultos. Especialmente duro fue el cautiverio para las mujeres que recibieron un trato vejatorio. Fue el caso más mediático el protagonizado por la almeriense Carmen Úbeda Gómez, sometida a vejaciones durante el cautiverio. Teresa Escoriaza firmó un duro artículo “Barbarie Inaudita” donde se recordaba el inhumano trato recibido por Carmen que solo contaba 16 años al ser apresada. Mi estudio sobre los prisioneros contabiliza a 353 liberados, incluyendo oficiales y civiles. La Estadística del cautiverio.  

Mención especial merecen los que ayudaron a Basallo en las tareas sanitarias que al margen de los citados Balsera, Cánovas y los asesinados el 14 de marzo fueron: Julián Sosa Villaba (muerto cautivo), sargento Alfonso Ortiz Martínez (muerto cautivo), sargento Agripino García Gutiérrez, cabo Saturnino Royo Horcajo (Melilla 59),  sargento Agripino García Gutiérrez (África 68), Cabo Antonio Palacios Adrián (África 68), Cabo Emiliano San Antonio Pereira (Ceriñola 42), soldado Maximiliano Macías Dolz (Ceriñola 42, fallecido cautivo), soldado Pedro Gilly Paños (Sanidad Militar), soldado Santiago Mayor Izquierdo (Melilla 59), Ramón Serret Gil (San Fernando 11).

El 27 de enero, tras dieciocho meses de cautiverio y previo pago de un alto rescate pagado por el industrial Horacio Echevarrieta fueron liberados. En los improvisados cementerios quedaron los restos de los anónimos fallecidos. Falleció el mismo día de la liberación el soldado de Ceriñola Vicente Estévez Asensio, superviviente de Buimeyan y fallecido a bordo del Antonio López, no quiso morir cautivo relataron sus compañeros y a duras penas ascendió al buque. Fue enterrado el 28, presidió el entierro el general Navarro, compañero de cautiverio. Posteriormente y a consecuencia de enfermedad contraída en el cautiverio fallecieron Olegario Bargalló Martín (2 de febrero) y José del Pino Ramírez (8 de febrero) ambos del Ceriñola. Fueron posiblemente los únicos prisioneros fallecidos enterrados en Melilla. Cinco años después expiraron los plazos de las sepulturas y fueron trasladados al osario común. En mayo de 1926 las tropas españolas llegaron a los campos de prisioneros y pudieron exhumar los restos de varios fallecidos. Se reconocieron al comandante Villar, capitán Salto, alfereces Garaigorta y Arévalo y tan solo a dos soldados (Salvador Ramítez Lozano y Antonio Pio Juan). Son los únicos muertos en cautiverio y enterrados en Melilla.

Al fondear en Melilla el buque Antonio López desembarcaron los supervivientes. Algunos eran espectros uniformados, otros padecieron secuelas toda la vida y daba pena ver a las mujeres y niños, famélicos la mayoría, comidos por la miseria, no merecían tal trato víctimas tan inocentes. Muchos de los liberados fueron ingresados en los hospitales, los que pertenecían a los reemplazos de 1918 y 1919 fueron licenciados y pudieron regresar a sus hogares mientras que los de 1920 (incorporados en 1921) debieron finalizar su servicio militar tras una licencia de dos o tres meses. 

Cito entre estos últimos al soldado Vicente Sánchez Marcos, del regimiento Melilla 59. Su odisea fue muy similar a la vivida por otros prisioneros. Había nacido Vicente el 21 de noviembre de 1899 en Valdeobispo (Cáceres) y perteneció al reemplazo de 1920. Llego a Melilla el 21 de febrero de 1921 y fue filiado en la 3ª compañía/III batallón jurando bandera el 17 de mayo en la Plaza España de Melilla. Inmediatamente fue destinado al frente y en el mes de junio se hallaba Dar Quebdani y el 22 de julio formaba parte de la guarnición de Tisignore (Tizi Inoren) que al mando del teniente Tapia defendían la posición. En la posición compartió destino con Manuel, uno de los protagonistas del siguiente relato.

El 24 de julio al capitular la posición fue capturado y conducido a Dar Quebdani donde  habían reunido a los supervivientes de la columna que mandaba el coronel Araujo. Posteriormente serían conducidos al campamento de Annual y finalmente al campo de prisioneros de Ait Kamara en Axdir. Tras ser liberado en 1923 pudo Vicente regresar a su pueblo del que había partido dos años antes. En Valdeobispo le recibió la triste notica del fallecimiento de Adelaida, su madre. Tras los tres meses de permiso debió regresar a Melilla y fue destinado a la ensenada de Sidi Hossain, donde se asentaba la posición de Afrau, que durante el Desastre fue evacuada. Tras su licenciamiento en junio de 1924 regresó a Valdeobispo donde falleció el 25 de diciembre de 1978. Se hallaba Vicente en posesión de la Medalla de Sufrimientos por la Patria, Medalla de Marruecos con pasador Melilla y la Cruz de plata al Mérito Militar con distintivo amarillo y verde, todas ellas concedidas tras superar expedientes previos. He tenido la fortuna de conocer a Luis Carlos, nieto de Vicente y autor de un interesante estudio sobre la experiencia de su abuelo durante el desastre y posterior cautiverio. Mantiene viva la memoria de su abuelo.

 

Vicente Sánchez Marcos (Melilla 59). Izquierda (de píe), en Melilla junto a un compañero. Derecha, de guardia en Afrau tras ser liberado del cautiverio el 27 de enero de 1923. Poco después fue licenciado.

Muchos volvieron a nacer el 27 de enero de 1923 y lo celebraron toda su vida

Centenario de la liberación 

 

 11- Madres

A la memoria de mi madre y mi suegra, siempre en nuestro recuerdo

Muchos fueron los hombres que en sus últimos momentos recordaron  a la madre que en la lejanía recordaba día tras día al hijo. España se vistió de luto y en todos los rincones de nuestra geografía se vivieron dramas. Las familias conocieron las noticias en la prensa, nada sabían de cierto. Todas sufrieron tristeza, dolor, rabia, impotencia, desconocimiento, algunas efímeras esperanzas y la dolorosa resignación al perder al hijo, hermano o padre sin saber siquiera dónde ni cuándo. Las consecuencias de tal sufrimiento se debieron manifestar aunque por desgracia hoy en día sean recuerdos olvidados. La falta de noticias concretas sobre la suerte que corrieron aumentó más si cabe el dolor. Hubo quien tuvo la oportunidad de viajar a Melilla, esperando con resignación noticias del hijo desaparecido. De aquellas miles de madres quisiera destacar y recordar a dos de ellas con la intención de que las representen a todas. El sufrimiento por la pérdida del hijo era el mismo, la muerte les hermanaba a todas desde el soldado hasta el general, que también tenía madre. Por ello es necesario no olvidarlas.

Amadora Freire perdió a su hijo Eugenio Borrajo, soldado del 59 de línea que defendía la Alcazaba de Dar Buzian. A pesar de que no pudo desplazarse a Melilla, desde Madrid luchó cuanto pudo para conocer primero la suerte de su hijo y posteriormente para que las madres pudieran recibir la pensión que les correspondía por fallecimiento en acto de servicio. Reclamó ante el Ministerio que dirigía el general Aguilera y visitó las redacciones de diversos rotativos donde fue recibida y pudo exponer sus quejas. Formó parte de la comisión de madres y hermanas de soldados muertos que exigía justicia y no cesara la campaña de responsabilidades hasta conseguir la completa depuración.

Carta escrita en abril de 1921 por un soldado
de Ceriñola y dirigida a su madre: "Querida madre
hoy le mando esta postal en pruebas del cariño
felicitándola en el día de su santo"
Firma, Florentino

Ponían como ejemplo el incidente protagonizado por un soldado de ferrocarriles que debido a un incidente menor fue condenado a doce años de reclusión. Si por un incidente menor se impone tal pena ¿Cuál sería el castigo que se podría exigir a los culpables de tantas muertes. Meses tardaría la maquinaria administrativa del Ministerio hasta que concedió la pensión a Eugenio. Años después Amadora reclamó para honrar a la memoria de su hijo la Medalla de Sufrimientos por la Patria, en noviembre de 1929 se le concedió la medalla, aunque sin pensión. Muchas de aquellas madres y hermanas seguirían durante años luchando para intentar saber algo de sus hijos o hermanos. En 1936 algunas formaban parte de la comisión organizada para rescatar a los posibles cautivos de las campañas de Marruecos, algunos desde 1921. A pesar de que existían evidencias de la existencia de prisioneros en remotos parajes del Sahara nunca se pudo rescatar a ninguno.

Defendiendo Tizi Inoren se hallaba el 22 de julio Manuel, soldado del Melilla 59 y natural de Córdoba. Su compañía al mando del teniente Luis Tapia la formaban 2 oficiales y 87 sargentos y soldados. El 23 llegó a la posición la fuerza que constituía la guarnición de Alcazaba Roja al mando de su capitán. Llegaron sin ser hostilizados pero poco después se inició el intercambio de disparos que duró hasta el día siguiente al ordenar el capitán abandonar el armamento. Al formar la fuerza fueron tiroteados y se dispersó la tropa. Manuel fue capturado junto a otros compañeros y conducido días después al campamento de Annual donde inició un largo y duro cautiverio de dieciocho meses. De la compañía solo se salvaron 13 hombres, todos apresados, el resto fueron dados por desaparecidos. Durante el cautiverio sufrió Manuel por tres veces fiebres tifoideas que a duras penas superó. Su nombre apareció en las relaciones de prisioneros que aportaron la prensa y las unidades, estaba vivo. A pesar de ello Rafaela, su madre, cayó en los brazos de una fuerte depresión, creyendo muerto a su hijo.

A medida que pasaban los meses y Manuel sufría el cautiverio aumentaba la enfermedad que de manera imparable padecía Rafaela. Fue necesario ingresarla en una institución mental. El 27 de enero de 1923 fue liberado Manuel y tras un ingreso hospitalario se le concedió un permiso en su ciudad. Al volver al Campo de la Verdad donde residía se reencontró con su madre, que lo reconoció precariamente, no calmo su mal tenerlo cerca de nuevo aunque pareció experimentar una mejoría. Recibieron Manuel y los prisioneros cordobeses rescatados homenajes y recibieron donativos de la corporación municipal. En una de las entrevistas el redactor del Diario de Córdoba reflejó un perfil de Manuel:

“Manuel es un soldado humilde, silencioso, obediente. Es típicamente Juan Soldado”.

En noviembre Rafaela no pudo más, recorrió la distancia que separaba su domicilio en la calle Gitanos y el puente romano y se arrojó a las aguas del Guadalquivir. Reconocieron su cadáver Manuel y su hermano y fue enterrada en el cementerio de Nuestra Señora de la Salud. Allí descansan los restos de esta víctima anónima y humilde del Desastre. Dejó cinco hijos y tenía tan solo 52 años. 

Nada sabemos que fue de Manuel después de la muerte de su madre. Su nombre desapareció de las hemerotecas como los de la mayoría de sus compañeros, dejaron de ser noticia.

Permitirme que no mencione sus apellidos, tan solo Rafaela y Manuel

La madre que esperó al hijo...


12-El ejército de Pinfanos

En el marco del drama social que supuso el Desastre fueron los pequeños huérfanos víctimas directas de la debacle. La muerte del progenitor les marcó de por vida, tuvieran la edad que tuvieran. Siempre recordaron al padre, aunque en algún caso ni llegaron a conocerlo. En Annual se fraguó un ejército de pínfanos en tan solo quince días. Una preciosa fotografía tomada el 30 de mayo de 1921 (San Fernando) recuerda a uno de ellos, el niño del sombrero.

Con motivo de la celebración del patrón de los ingenieros se celebró en el cuartel del Zoco un acto que incluía el desfile de las tropas. Justo a la izquierda del comandante general, posando altanero y garboso aparecía un niño vestido de blanco con un sombrerito y con aire de despreocupación. Nadie parecía prestar atención al niño ya que todas las miradas se dirigían hacia la izquierda, si acaso el capitán Carcaño, que esboza una sonrisa, parecía darse cuenta de la situación aunque su mirada se dirige en la misma dirección que la de sus superiores. La contraposición entre aquel pequeño, aparentemente ajeno al momento, y el semblante grave de Silvestre que en posición de firme espera circunspecto que comience el desfile me pareció un emotivo momento que sin duda merecía ser resaltado. Aquel pequeño se llamaba Antonio Albert Mira y cuando el fotógrafo del regimiento le captó tenía tan solo seis años, había nacido en Barcelona en 1915 y era hijo del teniente de ingenieros Antonio Albert y de María Dolores Mira Sanchiz. El matrimonio tuvo otros dos hijos, Mario y Leonelo que tras la capitulación de Arruit quedaron huérfanos. La fotografía me la remitió la familia del teniente Antonio Albert. Los nietos pudieron, -gracias a mi querido amigo Juan Tomás Palma-, visitar el panteón de héroes y fueron recibidos en el regimiento de ingenieros por el coronel jefe José Antonio Jarne (hoy general). Pasaron un emotivo día que nunca olvidarán.

Antonio, el niño del sombrero. Señalado su padre, teniente de ingenieros Antonio Albert Amat muerto en Monte Arruit. Esta fotografía propició en mayo de 2012 que pudiese viajar a Melilla y visitar algunas posiciones de 1921. Mi gratitud al comandante Juan Tomás Palma que me acompañó en todo  momento. Viví días de intensas emociones.

En el marco de las muchas iniciativas que en España se llevaron a cabo para ayudar económicamente a los más humildes, se hallaba el donativo Maricel, organizado por el Somaten de Cataluña. Se otorgaron donativos a los huérfanos de clases de tropa muertos o inválidos desde Annual hasta 1922. Repasar la relación nos permite conocer el gran número de huérfanos que generó Annual y la campaña posterior. La iniciativa aprobó la concesión del donativo a 73 niños y niñas que perdieron a sus padres en julio y agosto de 1921 y otros 18 menores cuyos padres fallecieron posteriormente. 91 huérfanos, solo en esta iniciativa local, imaginemos la cantidad total. Algunos de los menores eran también huérfanos de madre y quedaron sin padres de un plumazo.

De entre ellos se destacan dos grupos formados por cuatro menores, hijos de los suboficiales Lorenzo Puente Santamaría (África 68) y Leofredo Vallejo (San Fernando 11) ambos muertos en combate. Leofredo tenía 33 años y Lorenzo 32.  Repasar sus carreras nos permite conocer el tiempo que necesitaba un soldado para convertirse en suboficial. Lorenzo, nacido en 1889 ingresó en el ejército como soldado voluntario en 1907 y ascendió a cabo el 1 de agosto de 1909, sargento 1910, brigada 1918 y suboficial en 1919 cuando contaba 29 años. De todos los agraciados con la iniciativa tan solo en un caso la familia pudo tener la tranquilidad de que sus restos fuesen reconocidos y enterrados. Se trataba del suboficial de África 68 Ángel Rosique Sánchez (01/10/1888), muerto en la defensa de Monte Arruit. Dejó Ángel viuda y tres pequeños.  De los miles de muertos se produjeron muy pocas identificaciones, no se disponía todavía de placas de identificación. He podido comprobar que fueron tan solo 40 reconocidos: 12 sargentos/auxiliares, 2 cabos, 26 soldados y 2 intérpretes. Desconocidos pero enterrados 4 soldados pertenecientes al Alcántara 14, ingenieros, sanidad militar y un cuarto del que se ignora el cuerpo. Del total, 16 murieron en Arruit y los restantes entre el 17 y el 26 de julio.

Aunque el mayor número de huérfanos eran hijos de suboficiales o sargentos existieron muchos casos de hijos de soldados. Entre estos llama la atención el caso del soldado de Melilla 59 Dionisio Gallego Cita, muerto en la defensa de Sidi Abdalah y que dejó dos hijos pequeños, cuesta entender que se pudiera mantener con el escaso sueldo de soldado a dos hijos. También citar en este grupo al pequeño Miguel Dolader, cuyo padre (artillero Miguel Dolader Ibars) murió en la defensa de Igueriben o Francisca Sancho que perdió a su padre en Buhafora. También citar a Antonio Castro, hijo del soldado Santos Castro y con cuya familia pude contactar. Pertenecientes al Alcántara figuraban varios pínfanos: Enrique Benavent (hijo del sargento Benavent, muerto en la retirada del Zoco Telatza), Juan García Goig (hijo del soldado García Dolcet), Arturo López (hijo del sargento Pedro López Ríos), María y Miguel Ramírez (hijos del suboficial Luis Ramírez, jefe de la escolta del general Fernández Silvestre) y Natividad Obregón hija del sargento Arturo Obregón. Al morir el sargento esperaban a su segunda hija que se llamó Amelia. Tuve el placer de hablar con ella hace algunos años. Cada año esperaba ver en la televisión el desfile de las fuerzas armadas y se emocionaba al ver desfilar la caballería. Murió Amelia en febrero de 2021 a los 98 años. Descanse en paz, tal vez la última huérfana de Annual.

Hubo también, como era normal, algunas instancias que fueron desestimadas, en el caso del soldado José Coret debido a que murió a consecuencia de una infección y no en combate. También se le negó a Manuela Herrero, hija del soldado Celestino Herrrero (Alcántara 14), en este caso se adujo que no había fallecido sino que estaba prisionero. Información que fue incorrecta ya que Celestino si falleció en acto de servicio y en abril de 1924 se concedió a Manuela la pensión, residía en Argamasilla (Ciudad Real). Mejor suerte corrió Salvadora Navarro, hija del sargento Isidro Navarro, se le denegó el donativo por estar cautivo y en este caso la información era correcta y el padre pudo ser liberado el 27 de enero de 1923.

Al drama que supuso perder al padre y tener que ingresar en los colegios de huérfanos, los pínfanos debieron además sufrir en muchos casos la separación de los hermanos, ya que ingresaban en colegios separados por sexos. Merecen por su sacrificio ser recordados.

Reverso de la fotografía localizada en la guerrera del sargento de ingenieros Francisco García Hernández en Monte Arruit. "Si muero haga el favor el que lo recoja (si es europeo) de remitirla a calle Divina Pastora, Sevilla y decirle que murió el original de este retrato Sargento Francisco García Fernández, Acordándose de sus hijos". En la fotografía se podía ver a los dos pequeños huérfanos, que también lo eran de madre. 
 
Para saber más del sargento Francisco García: La última fotografía
 

A todos los huérfanos, que fueron muchos y a los que por desgracia no puedo relacionar


13- Tres héroes anónimos en Kandusssi

Maestro, guardaparque y cartero

A la compañía que mandaba el capitán Enrique Amador le tocó el 22 de julio proteger la aguada de Dar Quebdani. El coronel Araujo le ordenó poner en estado de defensa unas casas próximas a la aguada. La compañía (6ª/III batallón) se desplazó al lugar sin ser hostilizados y comenzaron los trabajos de fortificación. Poco después se inició el tiroteo y las tropas cambiaron los picos por los fusiles para contener el ataque rifeño. Uno de aquellos hombres era el cabo Vicente Iglesias González, nacido en Calzadilla, provincia de Cáceres. Maestro de profesión, enseñaba primeras letras a sus compañeros en Kandussi hasta que la situación derivada de la retirada de Annual obligó a concentrar las tropas en Dar Quebdani.

Aislados en las edificaciones sufrieron ataques el 22 y 23 de julio que les causaron heridos, también y a pesar de hallarse próxima la aguada los rifeños impidieron que desde Quebdani se pudiera realizar  y el capitán solicitó con señales de bandera que se les enviará agua. Desde el campamento, el coronel Araujo les sugirió que formarán una escuadra al mando de un cabo deberían ir cargados de cantimploras. La idea del coronel era que fueran y volvieran a la carrera. A pesar de las dificultades que entrañaba la iniciativa se presentaron voluntarios muchos soldados, había que recorrer varios cientos de metros. El capitán eligió al cabo Vicente Iglesias y a 11 soldados que cargados de cantimploras vacías deberían correr hasta Quebdani. A pesar de ser tiroteados consiguieron llegar a Quebdani los 12 con la única baja de un soldado herido que no regresaría. La vuelta, ya avisados los rifeños, fue mucho más difícil y se vieron obligados a regresar a Quebdani. Sin embargo, el cabo Vicente Iglesias decidió continuar y poco antes de llegar a la casa de Si Hammú Boasa fue mortalmente herido. Un héroe anónimo y desconocido, el primer caído de la compañía, después serían muchos más. El destacamento sucumbió el 25 de julio sobreviviendo tan solo 1 cabo, tres soldados y 2 oficiales. Las únicas noticias del comportamiento de Vicente las aportaron los tenientes Cassinello y Padura, supervivientes de la defensa. En julio de 1923 sus padres Laureano y Nicolasa recibieron la pensión, un cabo muerto en combate generaba un derecho pasivo de 431,25 pesetas anuales.


Tropas del Melilla 59 en Kandussi, abril de 1921. Todos vivieron el Desastre 

El soldado de telégrafos Juan Ures Bermejo formaba parte del pequeño destacamento de telégrafos al mando del cual se hallaba el sargento Manuel Mateos Pizarro. La compañía que mandaba el capitán Félix Arenas tenía sus efectivos distribuidos por el territorio. El 22 de julio las tropas del regimiento de Melilla 59 se trasladaron a Dar Quebdani, quedando únicamente en Kandussi una compañía del África 68 al mando de 2 oficiales. A principios de julio se recibió en la posición la visita del capitán, Félix Arenas, que tras revistar a sus hombres le comunicó a Juan que nunca dejara el puesto, pasara lo que pasara. El 23 de julio los oficiales, Adolfo Zurita y Emilio Díaz, reciben la orden de repliegue sobre Tistutin. Forman las tropas y cuando se conmina a Juan a salir de la estación se niega aduciendo que había recibido orden de su capitán de no abandonarlo. Así fue y resultó muerto. Por su comportamiento sería propuesto a recibir la Laureada que finalmente no se le concedió. Había nacido en Jadraque (Guadalajara) y había ingresado voluntario en el arma de ingenieros, recalando en Melilla a finales de 1920.

José Aguado Pastor era natural de Callosa de Segura (Alicante) y estaba filiado en la 6ª compañía del III batallón del Melilla 59. El 21 de julio la compañía al mando de su capitán, Enrique Amador Asín) partió de Kandussi formando parte de la columna que mandaba el coronel Araujo. La compañía de la que formaba parte Vicente Iglesias, el primer protagonista de este relato, fue prácticamente aniquilada el 25 de julio. Según relató el teniente Padura, al soldado Aguado se le encomendó la custodia de la documentación de la unidad y quedó en Kandussi. El 23 se repliega la fuerza sobre Tistutin muriendo los dos oficiales al mando, parte de las tropas llegaron a Monte Arruit donde participarían en la defensa del reducto. En el parte formulado por el general Navarro el 6 de julio de 1924 se consignaban a modo de resumen estadísticas de la defensa de Monte Arruit así como la relación de distinguidos. De los 31 nombres citados como distinguidos tan solo uno corresponde a las clases de tropa. Al llegar a Monte Arruit la columna del general Navarro, José se ofreció voluntariamente para salir a buscar agua y traía una cantimplora que ofrecía al general Navarro. En una de las salidas resultó muerto. El general recibió tras ser liberado una carta de la madre de José y le contestó ensalzando los valores que atesoró su hijo.

“Soldado José Aguado Pastor. Se distinguió por su valor exagerado. Se incorporó a la columna voluntariamente, pudiendo por su destino de cartero haber marchado a Melilla en la tarde del 22 de julio”.

 

1921 Recordar al olvidado 2021


Bibliografía

La bala de Domingo Martínez

Javier Sánchez Regaña: Sufrir, morir y vivir en Igueriben. Defensores de Igueriben y La Atención médica durante el Desastre de Annual. La Mula de Igueriben. La atención médica durante el Desastre de Annual. El Liberal de Murcia. 27 de agosto de 1921. Relato de un soldado Lorquino. Artículo de Arístides de Campomanes. Un especial recuerdo a Juan Martínez Acosta, murciano como Domingo y con quien he compartido muchas horas investigando sobre Igueriben.

Camilo Caeiro

Cartas, fotografías e información sobre Camilo aportadas por José Luis Pardo Caeiro a quien agradezco la atención recibida.

Santiago Ramírez Orozco. “La Logística durante la campaña de Annual”. Revista Ejército junio de 2021.Plano del campamento de Annual. Expediente Picasso. Expediente 50.6, folio 1170. Informaciones y cupo del reemplazo de 1919. Diario Oficial del  Ministerio de la Guerra. Diario Oficial Nº 23(30/01/1920). Informaciones sobre la Comandancia de Intendencia. Expediente Picasso/Causa Contra el Mando:-Relación de supervivientes.. Expediente 51.6 (folios 1759-1765). -Gráfico de abastecimiento de los servicios de intendencia. Expediente 50.2 (folio 419). -Estado de Fuerza y ganado de la Comandancia General de Melilla. Expediente 51.15 (folios 1435-1439. Tropas de Intendencia. Estado de fuerzas y situación de las Tropas el 22 de julio de 1921. Expediente 50.2 (folios 330-378). -Declaración del capitán Carlos Ripoll González-Travesedo. Expediente 51.11 (folios 3286-3294).

Defensores de Igueriben. Javier Sánchez Regaña. http://desastredeannual.blogspot.com/. Diario Oficial del Ministerio de la Guerra. Pensión de Camilo (24/07/1923), pensión de compañeros (11/07/1923).

Hermanos

Para poder comprobar que efectivamente fueran hermanos todos los mencionados he contado con la inestimable ayuda de Santiago Domínguez Llosá. Por el trabajo de toda una vida y tu generosidad, gracias Santiago. Rafael Ángel Contreras Cervantes. Intrahistoria del Desastre de Annual. Publicaciones del Ministerio de Defensa. https://publicaciones.defensa.gob.es/intrahistoria-del-desastre-de-annual.html. Esquela de los hermanos Heredero Roura. El Telegrama del Rif. Información sobre los hermanos Golvano: Diarios El Porvenir Castellano, artículos: 11/09/1922, 23/10/1922. El Noticiero de Soria, artículos: 11/09/1922 y 23/10/1922. La Voz de Soria 24/10/1922. Donativo la Habana, concedido a padres o hijos de los fallecidos o inválidos en la campaña de 1921. Permite conocer el impacto del Desastre en las diversas provincias así como en  los pueblos de donde eran originarios los fallecidos o heridos.

Gabriel Sainz

Gracias a la informaciones recibidas de Fernando Sainz, sobrino nieto de Gabriel he podido recibir las cartas de Gabriel y del padre Revilla así como recuerdos familiares. Fernando mantiene vivo el recuerdo de Gabriel, mi reconocimiento por ello.

Las informaciones sobre los enterramientos de Monte Arruit me fueron facilitadas por José Ortín Gómez. Los inéditos datos los aporta en su excelente conferencia "La Cruz de Monte Arruit" que se puede ver en: La Cruz de Monte Arruit. José es además uno de los administradores del grupo de facebook "Annual 1921. Cien años de historia" del que me honro de formar parte y donde compartimos información sobre el Desastre. Annual 1921. Cien años de historia. Gracias por todo José Ortín.

La primera referencia sobre Gabriel la publicó El Telegrama del Rif el 1 de noviembre de 1921. Artículo de Cándido Lobera “Muero sin defensa, pero Viva España”. Posteriormente la carta fue publicada por numerosos rotativos en 1921 y otras fechas. Las últimas referencias son de noviembre de 1929. El Día de Palencia publicó la boda de su hermana María. Artículo de María Cruz Ebro, 27/11/1929. En fechas más recientes se puede consultar el artículo de Mertxe García Garmilla, “La carta de Gabriel, desde Puentearenas a Monte Arruit”:http://radiovaldivielso.es/Secciones-Colaboradores/Merche- PayoMemoria/2016/La%20carta%20de%20Gabriel.htm

Este año se ha publicado “Memoria de los Desastres” de Luis Hernando Arribas, donde se citan a los soldados burgaleses muertos en el Desastre de Annual. El autor aporta además de Gabriel los nombres de otros 121 burgaleses muertos en Annual. Editorial Luis Diosdado Hernando Arribas, fecha de publicación 01/04/2021.

Eduardo Pérez Ortiz. 18 meses de cautiverio. Editorial Interfolio 2016. 

Sigifredo Sainz Gutiérrez. Con el general Navarro. (En operaciones, en el cautiverio). Sucesores de Rivadeneyra, Madrid 1924. Recientemente reeditado por Almena Ediciones.

Información y fotografías sobre la fosa de Gumiel facilitadas por José Ignacio Casado. 

En la reciente exposición organizada este año por la Capitanía General de Burgos se expuso la carta de Gabriel.

 Cartas Encontradas

El Telegrama del Rif. 15/10/1921, artículo de Cándido Lobera. Se relacionan las cartas y fotografías encontradas tras la masacre de Zeluán. Lobera se refiere a Zeluán como Cementerio de Mártires. Información sobre Ramón Sánchez Marcos: El Adelanto (Diario político de Salamanca) 24/10/1921. Pensión a los hijos, Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 20/09/1927 (D.O. 209). Ingreso de los hijos en el colegio de huérfanos, Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, 18 de abril de 1928 (D.O. 86).

Javier Sánchez Regaña. Regimiento de cazadores de Alcántara 14º de caballería. http://losnombresdeldesastre.blogspot.com/2013/07/regimiento-de-caballeria-alcantara-14_4.html.

Rafael Ángel Contreras Cervantes. Intrahistoria del Desastre de Annual. Publicaciones del Ministerio de Defensa. https://publicaciones.defensa.gob.es/intrahistoria-del-desastre-de-annual.html

 

Laureadas Denegadas

Rafael Royo Angulo. Diario La Rioja, 23 de julio de 1924. Artículo “Otro Riojano Heroico”. Fotografía Rafael Royo. El Mundo Gráfico (07/06/1922). Rafael Ángel Contreras Cervantes. Intrahistoria del Desastre de Annual. Publicaciones del Ministerio de Defensa. https://publicaciones.defensa.gob.es/intrahistoria-del-desastre-de-annual.html. He utilizado en muchas ocasiones el trabajo de Rafael Ángel al que agradezco el esfuerzo realizado. Declaración del teniente de artillería Roque Reig Valerino. Expediente Picasso, expediente 50.6 (folios 1191-1195). Informaciones sobre el sargento Eliseo Calderón Ruiz.  Diario El Día de Palencia, artículo “Raza de Héroes” (27/08/1921). Artículo “A la memoria del sargento Calderón Ruiz” (07/10/1921). Informaciones de prensa sobre el sargento Alfonso Salvador Rodríguez. Declaración del cabo  Eustaquio Albacete Rodríguez. Causa Contra el Mando, expediente 51.11 (folios-2984v- 2985)

José López García. Diario Oficial del Ministerio de la Guerra. Diario Oficial 07/04/1926 (D.O. Nº 76). Expediente Juicio Contradictorio para conceder la Cruz Laureada de San Fernando al sargento de sanidad militar José López García. El expediente fue incoado a instancias del general Picasso. Fue el juez instructor el capitán Ricardo Fajardo Allende. En la investigación se incluyen los testimonios de diversos supervivientes.

José González Añino. Diario Oficial del Ministerio de la Guerra. 17 de agosto de 1927 (D.O.Nº 180). Expediente de juicio Contradictorio para conceder la Cruz Laureada de San Fernando al sargento de artillería José González Añino. Fue el instructor el capitán de infantería Luis Folla Cisneros, aunque la investigación previa la llevó a cabo el capitán de artillería Rafael Fiol Paredes a petición de la viuda del sargento, Ana Luna Herrera. El 11 de junio de 1924 se concedió a los dos huérfanos la pensión, por lo que se puede deducir que la madre había fallecido con anterioridad. Declaración del teniente de artillería Fernando Gómez López. Expediente Picasso, expediente 50.4 (folios 831-842.Concesión de la Medalla Militar Individual al cabo Basilio de Frutos Ramos y soldados Cipriano García Ventura y Francisco Pla Rodríguez. Jesús Castillo Vidal, excelente artículo sobre Pedro González Cabot. https://www.santisteban.eu/2012/09/30/estudio-artillero-cabot/

12 de agosto

Gracias a Santiago Domínguez Llosá he podido conocer el diario de bitácora del cañonero Lauria que intervino en el rescate de los prisioneros. Documento inédito hasta la fecha. Archivo General de la Armada, Viso del Marques.

El Telegrama del Rif. Artículo Prisioneros heridos, rescatados.  14/08/1921. Entrega de los premios concedidos por el Diario Español de La Habana 08/11/1921. El Telegrama del Rif artículo: Las pobres Cantineras Juana y Balbina 19/07/1922.

http://www.bibliotecavirtualdefensa.es/BVMDefensa/i18n/consulta/busqueda.do. Informaciones sobre el ingreso de los heridos en el Cuerpo de Inválidos.

https://prensahistorica.mcu.es/es/consulta/busqueda.do. Informaciones sobre el rescate de los prisioneros

 

Acemileros y acémilas

Javier Sánchez Regaña. Defensores de Igueriben

 http://desastredeannual.blogspot.com/p/prueba_79.html

Informaciones sobre el soldado Francisco Alaminos Haro facilitadas por su sobrina-nieta Marian que mantiene viva la memoria de Francisco

http://1921elsoldadoolvidado.blogspot.com/2018/03/1-francisco-alaminos-haro.html

Arsenio Martínez de Campos. Melilla 1921. Publicaciones del Pueblo Manchego. Ciudad Real 1922

Santiago Ramírez Orozco. “La Logística durante la campaña de Annual”. Revista Ejército junio de 2021. 

Javier Sánchez Regaña. La Mula de Igueriben

http://desastredeannual.blogspot.com/2010/02/la-mula-de-igueriben.html

Declaración del capitán Joaquín Cebollino Von Lindeman. Expediente Picasso, expediente 50.2 (folios 424-430)

 

Azoteas y voluntarios

Carlos Domínguez Deprá. Gesta del Regimiento de Cazadores de Alcántara. 1ª parte “Las Cargas”. Memorial de Caballería Nº 91, junio de 2021.

Expediente Picasso y Causa Contra el Mando, declaraciones de: Soldado de aviación Francisco Manzano Expedientes 50.2 (folio 447) y 50.4 (folio 742). Soldado de infantería José Jaraba López. Expediente 51.10 (folio 2722). Soldado de infantería José Armesto Rodríguez. Expediente 51.14 (folio 3704). Marinero Sol Aparicio Rodríguez. Expediente 51.11 (folio 2872). Teniente de infantería Manuel Martínez Vivancos. Expediente 51.15 (folios 4109-4119).Alférez de caballería Juan Maroto y Pérez del Pulgar. Expediente 51.15 (folios 3872-3883). Soldado de caballería Rafael Chaves Chaves. Expediente 51.38 (folio 174).

Véase también sobre Chaves: Memorias de un soldado de Alcántara, artículo de Joaquín Gil de Honduvilla.

Los Prisioneros

Causa Contra el Mando. Expediente 51.39. En los primeros folios se consignan la relación de declaraciones de los prisioneros liberados entre el mes de agosto y de 1921 y enero de 1922. Declaraciones folios 1 al 187. Sigifredo Sainz Gutiérrez. Con el general Navarro. (En operaciones, en el cautiverio). Sucesores de Rivadeneyra, Madrid 1924. Recientemente reeditado por Almena Ediciones.

Luis Carlos Sánchez Bueno. "Semblanza de un soldado extremeño en el desastre de Annual: Vicente Sánchez Marcos". Revista de Estudios Extremeños 2018. pp 1869-1902. Mi agradecimiento a Luis Carlos por compartir recuerdos y fotografías.

Francisco Basallo. Memorias del Cautiverio. Editorial Mundo Latino, Madrid 1923.Eduardo Pérez Ortiz. 18 meses de cautiverio. Editorial Interfolio 2016. Rafael Ángel Contreras Cervantes. Intrahistoria del Desastre de Annual. Publicaciones del Ministerio de Defensa. https://publicaciones.defensa.gob.es/intrahistoria-del-desastre-de-annual.html. Registro de entradas del cementerio de Melilla. Enterramiento de los prisioneros liberados muertos tras el cautiverio. Javier Sánchez Regaña. La atención médica durante el Desastre de Annual. http://desastredeannual.blogspot.com/2014/01/la-sanidad-militar-durante-el-desastre.html

Madres

Informaciones de Amadora Freire. Biblioteca virtual de prensa histórica. La Libertad 04/07/1923, la comisión de madres y hermanas. El Defensor de Córdoba 11/11/1929 concesión de la Medalla de Sufrimientos por la Patria.

Información relativa a Rafaela y Manuel: En este caso (excepcionalmente) no aporto las fuentes para preservar el anonimato. En todo caso se publicó en varios rotativos la noticia de la muerte de Rafaela y la llegada a su ciudad de Manuel tras el cautiverio.

Tres héroes anónimos en Kandussi

Vicente Iglesias: Declaración del teniente Humberto Padura Seguí. Causa contra el Mando. Expediente 51.15 (folios 4088-4093). Declaración del teniente Felipe Casinello López. Expediente Picasso. Expediente 50.9 (folios 1892-).

Juan Ures: El Telegrama del Rif. 08/02/1923. “Broches de Oro, el heroico guardaparque Juan Ures”. Artículo de Parravichino, pseudónimo del capitán Francisco Carcaño Más. Flores y Avejas.  Revista Festiva Semanal (Guadalajara). 08/04/1923. Broches de Oro. Renovación. Semanario popular ilustrado de Guadalajara. 21/10/1927

José Aguado: Parte del general Felipe Navarro Ceballos-Escalera. Firmado el 6 de julio de 1924. Archivo general Militar de Madrid. Se relacionan los distinguidos y muertos durante el asedio de Monte Arruit. En su elaboración colaboró activamente el capitán Sigifredo Sainz. El único nombre de tropa que figura como distinguido fue el de José Aguado Pastor. Declaración del teniente Humberto Padura Seguí. Causa contra el Mando. Expediente 51.15 (folios 4088-4093)

El ejército de Pinfanos

Fotografía del acto de San Fernando, 30 de mayo de 1921, aportada por Leonelo Albert, nieto del teniente Antonio Albert, muerto en Arruit. Gracias al comandante Juan Tomás Palma pude visitar el acuartelamiento de ingenieros donde se tomó la fotografía.Iniciativa Maricel, promovida por la jefatura de Somatenes de Cataluña. Bases para el donativo publicadas en Diario La Vanguardia. Entrega de Donativos, martes 2 de mayo de 1922, el acto se celebró en Capitanía General a cuyo frente se hallaba el teniente general Miguel Primo de Rivera Orbaneja. Conversaciones con Da. Amelia Obregón Cañas, hija del sargento de Alcántara José Obregón, fallecida en 2021, tal vez la última huérfana de Annual.

18 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias José Luis. Me alegro de saber de ti. Un abrazo

      Eliminar
    2. Que gran trabajo realizado, todos los que estuvieron en el Desastre se merecen no estar en el olvido. Muchas gracias.

      Eliminar
  2. Gracias Javier una vez más. No sólo por tus magníficas aportaciones,sino como tu dices,por recordar al olvidado.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por este ingente trabajo. Mientras se les recuerden no se desvanecerán. Triste contraste con las instituciones. Sigue así amigo.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por su excelente trabajo.....sin duda un trabajo no reconocido.

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias, como siempre, por su recuerdo. Mi admiración y respeto por su trabajo y dedicación.

    ResponderEliminar
  6. Querría pedirle permiso para compartir su blog por las redes. Este ingente trabajo merece sin duda la máxima difusión. Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por supuesto Anibal. Gracias por visitar el blog y ningún problema en difundirlo
      Saludos
      Javier Sánchez Regaña

      Eliminar
  7. Felicitaciones por el hermoso, y por nuestra parte ansiado, homenaje a los protagonistas en este centenario del Desastre de Annual, del que somos descendientes tantas personas repartidas por todos los rincones de España. Se ha hecho esperar, pero ha merecido la pena hacerlo el 21 de julio. Por todos y todas, un abrazo. W.

    ResponderEliminar
  8. Que sorpresa más grata. Ahí sigues. Un recuerdo para todos y también para la burra de los exploradores, el olor de pólvora de Segovia y el gallinero. Que buenos recuerdos. S

    ResponderEliminar
  9. Me uno a la sorpresa y agrado de que hay todavia personas en este Pais que se acuerdan de los que murieron en Annual hace 100 años y hoy dia 9 de agosto 100 años del asesinato vil de nuestros soldados tras entregar las armas encontrandose indefensos y en un estado de inanicion tras pasar dias y dias sin agua y sin comida sufriendo lo indecible. Mi recuerdo y mi admiracion por tantos y tantos que dieron su vida por nosotros

    ResponderEliminar
  10. Espectacular la labor de investigacion

    ResponderEliminar
  11. Me uno a las felicitaciones. Han pasado 100 años, y cuando leo las entradas de tu blog, tengo el corazón en un puño.

    ResponderEliminar
  12. Como siempre, un gran artículo y un gran homenaje a tantos soldados olvidados, y gracias por nombrar a mi tio abuelo Francisco Alaminos Haro.

    ResponderEliminar
  13. Un blog interesantísimo, para mí en particular dado que este año pude descubrir detalles sobre el servicio militar de mí abuelo. Recién me enteré que sirvió con el Regimiento Vergara 57 en Marruecos al fin de 1921, después de la tragedia del verano.

    ResponderEliminar
  14. Lo que me queda es averiguar dónde exactamente llego mí abuelo, Jesús Cobas Gesto, en la zona de operaciones.
    Falleció hace casi 50 años, pero recuerdo que dijo que era parte de una tripulación de ametralladoras, en algún momento se inferno y termino siendo evacuado a la península (un hospital militar en Barcelona si no mal recuerdo).

    Cualquier información que tenga sobre este regimiento sería muy apreciado.

    ResponderEliminar