martes, 16 de julio de 2013

Los nombres del Desastre de Annual



Los nombres del Desastre de Annual


Cuando hace años me iniciaba en intentar entender por qué ocurrió un suceso de la magnitud del Desastre, hice acopio de toda la bibliografía disponible y quise crear, en un cuaderno repleto de anotaciones, algo similar a una práctica guía del Desastre. El objetivo era reunir los nombres de todos los oficiales con mando, la unidad a la que pertenecían, dónde se hallaban destinados y sucintamente qué ocurrió en aquellos lugares. Mucho tiempo después fui consciente de que mi anhelo no podría llevarse a cabo si no aparecía nueva información con la que poder completar el puzzle de la Comandancia Militar de Melilla en julio de 1921. Gracias a la completa digitalización del Expediente Picasso y la Causa contra el Mando puedo, por fin, dar forma a esta herramienta que pretende servir de ayuda a todos los que nos interesamos por los sucesos de aquel triste verano de 1921. Es de justicia reconocer la ingente labor que se ha llevado a cabo desde el Portal de Archivos Españoles para poner a nuestra disposición tal cantidad de documentación. Podemos discutir si la instrucción del general Picasso fue más o menos eficaz, si, como afirman algunos, pecó de parcialidad, etc, pero yo valoro mucho el mérito del equipo de Picasso a la hora de afrontar una investigación de tal calibre, y creo que su trabajo es mucho más que un inestimable punto de partida para los investigadores, una puerta de acceso a un compendio de gran cantidad de información de la que no se dispone al abordar otros hechos históricos, y sin la que no hubiera podido dar forma a este proyecto

Los Nombres del Desastre
Disponer de tal cantidad de información me ha permitido dar forma definitiva al puzzle y reconstruir el ejército de Silvestre, el ejército de desaparecidos. No será por tanto este blog un territorio dedicado al relato sino a la exposición pura y dura de datos. He dedicado una entrada a cada una de las unidades intentando, en la medida de lo posible acompañarlo de fotos inéditas. Queda pendiente poderlo completar con los nombres de todos los muertos, que a día de hoy no estoy en condiciones de entregar. A aquellos miles de hombres, cuyos nombres tanto cuesta localizar, son a los que desearía dedicar especialmente esta nueva singladura. Quiero agradecer su contribución a todas las familias que han compartido conmigo imágenes y recuerdos de sus antepasados. A mi amigo Santiago Domínguez Llosá quisiera enviarle mi más sincera gratitud por compartir conmigo el mejor archivo fotográfico que sobre el Desastre he visto jamás. Finalmente mostrar mi agradecimiento a cuantos visitáis el blog que se mantiene con fuerza gracias a vuestro impulso y colaboración. Qué mejor momento que este mes de julio para recordar los sucesos que el día 21 cumplirán 93 años. A partir del próximo viernes tendréis a vuestra disposición todos los Nombres del Desastre de Annual.



Javier Sánchez Regaña

martes, 30 de abril de 2013

La posición sin nombre. 2ª parte


La posición sin nombre. 2ª parte.

Camino a la posición

Al frente de la columna, Primo de Rivera y Sainz se adelantan a sus hombres acompañados de una pequeña escolta. Parten a las 8.00 h, y en hora y media alcanzan el puente de madera que dista aproximadamente unos 7 kilómetros. A la columna le costaría más de dos horas y media alcanzar el mismo lugar. La mayoría de los testigos coincide con Sainz en la hora de arribada: el teniente Muñoz Dueñas, los sargentos de Ceriñola González de Mendoza y Lafuente Mayo, los zapadores Alonso Felipe, Tomás Galán y Blas Muñoz, el herrador Macario Pavón y el soldado de Alcántara Severino Morales. Cuando llegan al puente de madera, en Annual ya ha comenzado la retirada o está a punto de acontecer. Entretanto, el teniente coronel y Sainz se reúnen con Fortea y los jefes rifeños en las alturas donde se va a instalar la posición tan deseada por los notables de la zona. Las tropas de infantería, ingenieros y caballería quedan descansando junto al puente mientras se les suministra un refrigerio. El capitán Luque, como jefe de la infantería, sortea entre las tres compañías quiénes deben quedar de guarnición en la posición; resultan ser la 6ª/III y la 3ª/II, con lo que el capitán Luque hubiera tenido su cuarta jefatura en pocos días. En el camino, al cargo de las municiones, equipaje y utillaje, así como garantizando la seguridad de las lomas del otro sentido de la pista, quedaría la 1ª/III al mando del capitán Pérez-Peñamaría. En ese momento llegan los camiones de ingenieros, y los infantes cargan en los mulos los aperos necesarios para fortificar la posición. A bordo también se han desplazado hasta allí algunos soldados del tren regimental de Ceriñola de los cuales solo se salvará Ildefonso Macía Gamonoso. En vista de que no hay suficientes semovientes, el teniente coronel ordena que se utilice el ganado del escuadrón de ametralladoras, lo que, según el testimonio del capitán Sainz, se consigue a duras penas ya que los bastes de las máquinas impiden cargar con normalidad las estacas y las alambradas. Finalmente, tras un descanso, las tropas inician la subida a la loma; cubren los flancos el 3er Escuadrón de Alcántara a las órdenes del teniente Climent, y el escuadrón de ametralladoras que manda el capitán Triana. En las alturas también se hallan policías de la 8ª Mía del capitán Jiménez Ortoneda (cuñado de Fortea) y de otras mías al mando de los tenientes Martínez Luque, Suárez Cantón y Joaquín Crame. En las inmediaciones de la Intermedia B se halla una sección de la 13 ª Mía que manda el teniente Haro Melgares de Segura.


Camino a la posición
En los trabajos intervienen tanto los infantes como los ingenieros, con la única excepción de un pelotón que, al mando del teniente Elifio Feliz de Vargas, queda en un lugar próximo al cargo de la impedimenta. El quedar aislado del resto de su unidad marcó el destino de este joven oficial: al abandonar la posición se separó de sus hombres, resultando el primer oficial que cayó en la posición sin nombre. Todos coinciden en afirmar que la intensidad del ruido de fusilería procedente de Izumar fue in crescendo a medida que iban creciendo tanto el parapeto como la ansiedad entre la tropa que trabajaba. El capitán, los oficiales y los sargentos se deben esforzar en conseguir que los hombres trabajen ajenos al peligro que se avecina. No existe unanimidad en la hora en la que son conscientes de que comienza la retirada en Annual. Sigifredo Sainz se halla entre la posición y la pista supervisando los trabajos cuando avista un coche rápido que se detiene al ver tropas españolas. En el vehículo viajan Carlos Gómez-Moreno, secretario de sanidad militar, Gregorio Fernández Lozano, comandante del grupo de hospitales, y el capitán Juan García Gutiérrez, director médico de la enfermería de Annual. Alguno de estos oficiales detalla a Sainz los primeros pormenores de la retirada; el capitán queda sin palabras y vuelve a coronar la loma para informar al teniente coronel, quien no puede dar crédito. Son aproximadamente las 13.00 h cuando, según afirma Fortea, un oficial de Intermedia B se desplaza hasta el lugar donde se halla el teniente coronel Primo de Rivera y le comunica que por orden del Comandante General debe cubrir con sus escuadrones el tobogán de Izumar. A los de Intermedia B se les pide también que se mantengan en su posición para contener lo que vendrá desde Annual. Los hombres de Pérez García cumplirían con creces las órdenes recibidas: no hubo ni un superviviente. Aunque en el expediente se cita a los soldados Luis Bacardit y José María Álvarez como sobrevivientes de la posición, en la declaración del primero queda claro que días antes del 22 de julio fue relevado y enviado al campamento de Annual, y que no quedó ningún soldado vivo que estuviera hasta el último momento en B. Guarnecía la loma la 6ª Compañía del 1er Batallón; 95 soldados al mando del capitán Miguel Pérez García, teniente Manuel Soto Conde y alférez Isidoro López Camiña que, con toda seguridad, fue quien comunicó a Primo de Rivera las órdenes del general Silvestre. Las fuerzas de policía estacionadas junto a la Intermedia, a las órdenes de Enrique Haro Melgares de Segura, se replegaron junto al resto de su unidad. El teniente Haro, que moriría en Monte Arruit, tenía un hermano -Pedro- capitán de San Fernando, que murió precisamente en el repliegue entre Annual y Ben Tieb.

De Izumar a Intermedia B
En aquel momento ya se divisaba hacia Izumar una gran polvareda, que aún sin dejar ver a nadie, hacía presentir  lo peor. Los jefes que acompañan a Fortea se hallan cada vez más excitados y las tropas de policía que se encuentran desplegadas por las lomas contiguas, aunque parece que se despliegan con intención de cortar el camino, realizan movimientos desconcertantes. El capitán Sainz adopta algunas medidas encaminadas a proteger la columna; la compañía del capitán Pérez-Peñamaría se desplegará en línea en la pista para frenar a los fugitivos; el capitán Triana envía una sección de su compañía para proteger el flanco izquierdo y otra en dirección a la Intermedia. De repente, en la pista comienzan a aparecer soldados y más soldados que en desesperada carrera se dirigen hacia el puente de madera donde todavía se hallan los escuadrones de Primo de Rivera. Las tropas de infantería creen en un principio que se trata de los integrantes de un convoy que regresa o se dirige a algún lugar, pero el desgobierno no deja lugar a dudas. Desde las alturas, algunos policías disparan contra los soldados que todavía siguen trabajando, por lo que en ese momento el capitán Luque no tiene más remedio que suspender los trabajos y ordenar la retirada. Se agotan los adjetivos a la hora de explicar lo que presenciaron los hombres de la columna, primeros que divisaron el caos que provenía de Annual. El teniente coronel Pérez Ortiz pasaría, no mucho después, por el mismo lugar, y dejaría constancia en su libro de lo que allí vio: “El camino, el fondo del barranco, los ribazos están sembrados de cajas de municiones, bastes, ruedas y piezas de montaña, ametralladoras, fusiles partidos, cubas, mantas, equipos, recuadros, camillas. El cuadro es tristemente grandioso, dantesco, horrible y me recuerda a los grabados de la gran derrota napoleónica”.

La retirada por la pista
Para poder explicar de manera ordenada -si eso es posible- la retirada de la columna me veo obligado a hacerlo por unidades ya que cada una de las que participaron en la operación corrió una suerte diferente. Primo de Rivera, una vez recibe las órdenes y es consciente del desbarajuste que se cierne ante sus ojos, reúne a una parte de su oficialidad y, pistola en mano, les avisa que ha llegado el momento de sacrificarse por la patria, que cada uno ha de ocupar su puesto y que hay que contener tan incomprensible retirada a toda costa. Sigifredo Sainz, Ricardo Chicote -capitán del 5º Escuadrón- y Juan Maroto -alférez del 2º- son testigos de ello. Todos dan fe de que se intentó contener la desbandada en varias ocasiones.
Lo mismo afirmó el suboficial Ramón Jimeno que oyó gritar a Primo de Rivera que había que hacerse fuertes en aquel sitio, mientras contenía a los fugitivos amenazándolos con su pistola. De nada sirvió, ya que, según testimonió Jimeno, los soldados en su alocada carrera saltaban por los barrancos que a derecha e izquierda de la pista impedían que se pudiera frenar la desbandada. Finalmente, el teniente coronel decide retirarse escalonadamente; según el soldado Severino Morales Pradillo -del 3º-, fue el alférez Laguardia el encargado de comunicarlo al resto de oficiales. Los escuadrones debían  reagruparse: el 3º y el de ametralladoras se hallaban en el margen izquierdo del camino en dirección Annual, y una sección del 5º, con el teniente Vea-Murguía, en el lado derecho. Para entonces, el capitán Sainz ya había recibido la información del suicidio en Annual de Silvestre. Los camiones de ingenieros que se hallaban junto al puente fueron asaltados y partieron hacia Ben Tieb sin que nadie pudiera impedirlo; no mucho después quedarían inútiles en la pista. Sainz recibe orden del teniente coronel de incorporarse a la compañía del capitán Pérez-Peñamaría que debía cubrir la parte derecha del sentido de la marcha. En la confusión del momento, un oficial desconocido roba el caballo al ordenanza de Sainz amenazándole con la pistola. No lo puedo creer -escribiría-. Finalmente, a lomos de otro perteneciente a caballería, logró replegarse junto a la compañía de Ceriñola de la cual se salvaron todos los oficiales y la mayoría de los  soldados.
El cabo Tiburcio de Pablo testificó que los de Alcántara se  retiraron desplegados en guerrilla, llevando los caballos cogidos de las bridas hasta que, una vez pasado el Morabo, montaron y continuaron hasta Ben Tieb. Testimonio similar prestó el resto de cazadores; el teniente Vea-Murguía, con su sección en retaguardia, recogió a muchos heridos, entre ellos el capitán José Aguirre Olozaga de la Policía Indígena que moriría en Melilla tras ser evacuado. A medida que se acercaban a Ben Tieb decrecía el tiroteo; se reorganizaron las tropas, y los escuadrones pudieron llegar en buen orden y sin bajas, según el testimonio de los supervivientes. Allí tenían que recoger la impedimenta del 5º Escuadrón, y una sección al mando del teniente Victoriano Púa debería intentar llegar hasta Dar Mizziam, cabecera de la mía de Fortea, con la intención de ocuparla. Finalmente se desistió, ya que parece que en aquellos momentos ya estaba tomada la decisión de abandonar Ben Tieb. Todos los escuadrones partieron hacia Drius menos el 5º, que quedó en espera de cubrir el repliegue de los hombres del capitán Lobo, maniobra que cubrieron sin tener ni una sola baja. En Drius se reorganizaron los escuadrones que, a partir de aquel momento, escribirían una de las más gloriosas páginas de la caballería.
El general Picasso cifró en 439 los cazadores presentes aquel 22 junto al puente de madera. Según las relaciones de supervivientes que aportó el regimiento, en sucesivas tandas se presentaron un total de 169 soldados (incluyendo los siete prisioneros en Axdir). Del total, tenemos que descontar 23 soldados que provenían del destacamento que el regimiento tenía en el Zoco de Telatza que se refugiaron en zona francesa, y otros 18 que se encontraban en Segangan. Por tanto, de aquellos 439 hombres, menos de 128 soldados quedaron con vida tras la masacre de Arruit.

Derecha, soldado José Picón González.
4º Escuadrón Alcántara 14, muerto en combate
He podido comprobar que de los 25 oficiales que participaron en la operación, 20 murieron en los días siguientes. En cuanto a la suerte que corrió el resto: el capitán Chicote fue herido y evacuado a Melilla el 23 de julio; los tenientes Francisco Bravo y Luis Martín Galindo (quien en 1922 se casaría con una hija del coronel Gabriel Morales) participaron en la defensa de Zeluán, volviendo a Melilla el 3 de agosto el primero y el día 10 el segundo; el teniente Fernando Vea-Murguía fue herido y evacuado el día 23;  el teniente Julián Troncoso y el alférez Juan Maroto resultaron prisioneros en Axdir.
La compañía de Pérez-Peñamaría fue la que se replegó con más orden; llegó a Dar Drius al anochecer, y al día siguiente, 23 de julio, fue enviada a reforzar la posición de Uestia, donde se hallaba destacada una sección de San Fernando -de la compañía provisional- al mando del teniente Ricardo Alarcón. En Drius, según los valiosísimos listados del teniente coronel Pérez Ortiz, la compañía había perdido en la retirada 27 soldados de los 104 que la componían. Cuando la columna del general Navarro abandonó Drius el día 23, la compañía cubrió su paso, y algunos de sus hombres, como el cabo Julio Mayor Sánchez, formaron parte de las guerrillas que arremetieron contra el enemigo para cruzar el río Igan. Julio Mayor recibió el impacto de una bala, y al llegar a Batel fue evacuado junto a otros muchos heridos en uno de los últimos trenes que llegaron a Melilla. El resto de los supervivientes continuaron hasta Monte Arruit, de donde muy pocos consiguieron escapar. En la relación de supervivientes del regimiento aparecen 47 soldados pertenecientes a esta compañía, de los cuales el 21 de julio 26 se hallaban no disponibles por diferentes conceptos, lo que indica que de los 104 presentes en Ben Tieb tan solo 21 quedaron ilesos. En lo que respecta a los cuatro oficiales, únicamente el teniente Joaquín Arándiga pudo evitar la muerte. El regimiento, a requerimiento de Picasso, emitió un oficio con fecha 8 de septiembre de 1921 donde el coronel de Ceriñola comunicaba que el teniente Arándiga, enfermo, estaba en observación como presunto demente, y, de hecho, hasta dos años después no volvería al servicio activo. Teniendo en cuenta que este oficial no aparece en las relaciones de Monte Arruit, debió ser evacuado desde Drius o Batel, probablemente aquejado de algún trauma. No sería el único, el capitán Fortea perdió el habla y no la recuperó hasta días después gracias a la hipnosis. El teniente Jesús Pérez Pérez no aparece citado en las relaciones de oficiales presentes en Arruit, por lo que debió fallecer con anterioridad o en el repliegue desde Batel y Tistutin.  El capitán José Pérez-Peñamaría Saco y el teniente Medina Morris murieron en Arruit; el cuerpo del segundo fue identificado tras recuperarse en octubre la posición, y sus restos fueron enterrados en el Panteón de Héroes, donde reposan en la actualidad. El Telegrama del Rif publicó el 27 de octubre varias esquelas donde se hacía mención a los que pudieron ser reconocidos tras la reconquista de Arruit; de Ceriñola capitanes Corchs y Robles, teniente Medina Morris, alférez Julio Moral y sargento Adolfo Escribano Jiménez.
José Medina Morris y Joaquín Arándiga Pluchán

La retirada por los barrancos
Por más que se intentó reagrupar a las compañías, resultó inevitable que aquellas que se hallaban más cerca de la posición sin nombre quedaran aisladas del resto de la columna y se vieran abocadas a escapar siguiendo barrancos y sendas apartadas de la pista. La  3ª/ II de Ceriñola se hallaba entre el camino y la posición en construcción. Los 100 hombres y los dos oficiales, Muñoz Dueñas y Velasco García, desplegaron a la fuerza intentando alcanzar la pista. De esta unidad tenemos muy pocos testimonios ya que muchos de los soldados murieron, bien durante esta primera retirada, bien posteriormente en la defensa de Monte Arruit. El teniente Muñoz, jefe accidental de la compañía, afirmó en su declaración que se había retirado antes que la compañía de Luque y los zapadores, con la misión de proteger el flanco derecho de la marcha. Tuvo tiempo de girar la vista y divisarlos cuando abandonaban la posición, donde ya no quedaba casi nadie. Al pasar por un poblado próximo, la compañía recibió fuego intenso y se produjo un nuevo desbarajuste, llegando incluso al cuerpo a cuerpo. Después, el oficial se encontró solo entre casas, sin ver otra opción que arrojarse a un barranco donde quedó semiinconsciente. El teniente –que no había sido herido de bala- justificaría su estado físico debido a la fatiga de la marcha del día anterior y a la operación de la mañana. Por suerte, Muñoz fue encontrado por el soldado Agustín Landa, quien  junto a dos compañeros lo transportó hasta Ben Tieb, adonde llegaron a las 17.00 h, justo cuando los escuadrones de Alcántara y la compañía de Pérez-Peñamaría partían en dirección a Drius. En la declaración del teniente, el general Picasso anotaría: tomar declaración al soldado Landa. Sin embargo, no podría el general escuchar a Agustín Landa Valle puesto que después de salvar a su oficial murió en combate. El 11 de octubre de 1923, a su madre, María Valle Martínez, residente en Ayala -Álava-, le fue concedida  la pensión de 328.50 pesetas, correspondiente a su hijo fallecido. Tan solo aquel Diario Oficial publicó el nombre de 46 soldados de Ceriñola muertos, cuyos familiares tenían derecho a recibir pensión; las familias de los sargentos recibirían entre 1.200 y 1.500 pesetas anuales, 431.20 las de los cabos y 364.50 las de los cornetas.

Vista aérea de Ben Tieb

La 3ª de zapadores
Los ingenieros de García Andújar se hallaban en plena faena cuando se tocó retirada. El capitán ordenó que la compañía se armase y encomendó a un sargento que, junto a un pelotón de 14 hombres, recogiera las herramientas y se uniera a retaguardia de la columna. El sargento Belmonte y sus 14 hombres fueron los últimos en abandonar la posición. No pudieron hacerlo en dirección a la pista y tuvieron que encaminarse hacia los barrancos adyacentes. Por más que en las declaraciones de todos ellos se insista en que la retirada se hizo en buen orden, correr entre barrancos defendiéndose tuvo que ser realmente difícil. Tomás Galán Díaz, natural de Consuegra en Toledo, se echó barranco abajo en guerrilla, disparando y recibiendo fuego grande. Antes de ser hecho prisionero fue herido de bala en el costado derecho, perdiendo el contacto con el sargento Belmonte y sus compañeros. Alonso Felipe Sánchez se retiró junto a Belmonte, y testificó que el sargento fue herido, apresado y posteriormente muerto en cautividad. Pedro de Dios Serrano también fue capaz de alcanzar la pista en su carrera. En su declaración aportó un pequeño matiz que ninguno de los componentes de la sección había citado antes; el soldado De Dios, parapetado junto a la pista, vio morir a varios soldados de Regulares, y al saltar a la pista vio -y no tenía ninguna duda- el cadáver del coronel Morales, atravesado en la carretera y que acababa de morir. No sería el único testigo de la columna que vio al coronel Gabriel Morales, hubo quien lo vio antes de morir.


General Fernández Silvestre, coronel Morales y grupo de oficiales

El soldado Blas Muñoz Cano (Alcalá la Real, Jaén 3-2-1898) también logró escapar a  duras penas. Puedo aportar datos de Blas gracias a que su hijo, Eloy Muñoz, me ha enviado en unas cuartillas los recuerdos de los relatos que contaba su padre cuando él era un niño. Blas Muñoz se hallaba trabajando en el campamento sin nombre cuando alguien gritó !sálvese quien pueda! y echó a correr todo lo que pudo hasta llegar a un camión abandonado en la cuneta de la pista, junto al que vio una lata que cogió desesperadamente y bebió con tal ansiedad que tardó en darse cuenta de que era gasolina. Pronto se sintió mareado y, preso de náuseas, cayó por un barranco y perdió el conocimiento. Durante dos días permaneció en un estado de semiinconsciencia, hasta que fue apresado por rifeños que merodeaban buscando el botín. Blas estaba herido, al caer se había causado una fuerte herida en la cabeza que le había provocado una hemorragia. El rifeño que lo cogió lo llevó hasta su cabila donde fue curado por la mayor de las 25 mujeres que, según el soldado, tenía el moro. Le dieron de comer y beber, y días después lo trasladaron a Axdir, donde pudo escribir a sus padres que le daban por muerto.  En Axdir vivió el infierno del cautiverio, teniendo que matar ratas y robando la comida baboseada por los caballos para poder comer. Tuvo la oportunidad de escapar cuando dos compañeros, Bartolomé Rondón y Miguel Laborda, le propusieron evadirse nadando hasta el Peñón, pero Blas no sabía nadar. Rondón había escapado de la tortura de Igueriben, y Laborda había logrado sobrevivir a la rendición de Dar Quebdani; ambos fueron capaces de llegar nadando hasta el Peñón, donde a buen seguro darían un colosal sobresalto al centinela de guardia.
http://desastredeannual.blogspot.com.es/p/la-odisea-de-blas-munoz-cano.html 

Corre cautivo, corre.
Llega pronto a la playa
camino de Alhucemas,
camino de Melilla,
que a mí no me cogen,
que a mí no me pillan.
Juan Ozaeta, prisionero en Axdir. Octubre de 1921

Blas Muñoz Cano 1898-1976
El resto de la compañía continuó hacia Ben Tieb. Para saber qué ocurrió a partir de aquel momento, contamos con el testimonio del soldado Juan Flores Garrido, también de la 3ª de zapadores. El soldado Flores era asistente del comandante Emilio Alzugaray, y se hallaba junto a su jefe en Annual. El 22 por la mañana partió formando parte de la columna de fuerzas de ingenieros que estaban en el campamento. Dejó de ver al comandante en la posición Intermedia B, y al llegar a Ben Tieb se encontró con los restos de su compañía: los dos oficiales, unos 40 o 50 hombres, y algunos otros que no habían formado parte del convoy, como fue el caso del soldado y conductor Antonio Jiménez Ortega, que no abandonaría Ben Tieb hasta que lo hiciera la fuerza que mandaba el capitán Lobo. La 3ª de zapadores continuó aquel día hasta Drius, y al día siguiente, junto a la columna del general Navarro, se replegó a Batel y Tistutin, y sin permanecer en este destino continuó hasta Monte Arruit, donde se mantuvo hasta la capitulación el día 9 de agosto. Los dos oficiales fallecieron, sin que sus cuerpos pudieran llegar a ser reconocidos. Al capitán Agustín García Andújar la ciudad de Almería, donde nació, le dedicó una calle que hoy en día sigue llevando su nombre. De los 19 soldados de ingenieros presos en Ait Kamara, 5 -como mínimo- pertenecían al pelotón que mandaba el sargento Belmonte.

Sargento José Belmonte Carrillo
José Belmonte Carrillo había nacido en Melilla; su padre regentaba en 1921 la fonda La Española en el barrio del Real. Ascendió a sargento en el mes de julio de 1921 teniendo hasta entonces un destino burocrático en la Comandancia de Obras como jefe del archivo. Al contrario de lo que afirmaron algunos testigos, no murió en la pista sino que pudo llegar hasta Ben Tieb y posteriormente a Dar Drius y Monte Arruit, donde murió en combate a los diecinueve años. El 29 de septiembre de 1922 (D.O. núm. 219) fue dado de baja del ejército junto a otros 23 sargentos, todos ellos pertenecientes a la Comandancia de Ingenieros de Melilla.   

La compañía aniquilada
Los hombres del capitán Luque se ven repentinamente obligados a dirigirse hacia los barrancos debido a que el fuego desde las alturas les impide alcanzar la pista cuando no habían recorrido ni cien metros desde la posición. La compañía se divide y se forman dos grupos; el primero con Luque, el teniente Rodríguez Pons y el sargento José Lafuente, y el segundo al mando del teniente Honorato Hernando y del sargento Juan González de Mendoza Cortijo. Del teniente Feliz de Vargas y de los soldados que habían quedado con él al cuidado de la impedimenta nadie volverá a saber nada. Al capitán le ven sus hombres de pie, con su pistola, intentando alentar a sus soldados a disparar y a seguir en dirección a la columna, que a esas alturas se va alejando en dirección Ben Tieb. Al atravesar el segundo barranco el capitán no puede continuar, la fatiga le atenaza y sus hombres le suben a uno de los mulos de la compañía. A partir de este momento los testigos que quedan con vida de esta compañía dejan de ver al capitán, justo al atravesar una nueva hendedura donde el fuego arrecia. Benito Luque se había incorporado al regimiento en julio de 1919. Desde entonces se hallaba al mando de la compañía que durante todo lo que llevaban del año 1921 había permanecido en Monte Arruit, hasta su partida hacia Annual. Había participado en la campaña de 1909 como teniente del regimiento del Rey, que formaba parte de la división que mandaba el general Orozco. Desde 1911 estaba casado con Florentina Quirós, y tras su muerte en combate ascendió a comandante. En 1923 se le abrió juicio contradictorio para dilucidar la concesión de la laureada sin que el desenlace le fuese favorable.

Posición del Morabo
Muerto el capitán, y dividida la compañía, la sección del teniente Francisco Rodríguez Pons se dirige hacia un flanco y se pierde entre los barrancos desapareciendo entre las prominencias del terreno. En pocos minutos queda al frente de la unidad el oficial más bisoño, que por primera vez entra en combate. Sin embargo, leyendo los testimonios tanto de sus hombres como de otros testigos, no hay duda de que el teniente Honorato Hernando Romero, a sus veinte años, no solo no se arredró sino que con sus acertadas decisiones pudo salvar a parte de sus hombres. Al teniente le acompañan los sargentos Lafuente Mayo y González Mendoza; ambos colaboran en todo momento intentando mantener un cierto orden, resistiendo las acometidas enemigas y salvando posteriormente las dos únicas cajas de municiones que le quedan a la compañía. A estas alturas la mortalidad entre la unidad es altísima, haciendo de aquella compañía la que pagó el precio más alto por conquistar la posición sin nombre. Finalmente, consiguen llegar hasta cerca de la pista donde divisan un pequeño grupo que camina despacio en dirección Ben Tieb. Para llamar su atención el teniente utiliza el silbato en repetidas ocasiones sin lograr que se detengan, por lo que el teniente envía al sargento González Mendoza, quien a la carrera cubre la distancia que los separa del grupo. Para entonces, numerosos grupos habían pasado por aquel punto de la pista, pero quiso el destino que la menguada sección del teniente Hernando se topara de bruces con un grupo al frente del cual se hallaba el coronel Gabriel Morales junto al capitán Emilio Sabaté, el teniente médico D’Hacourt y algunos hombres armados. Nada aporta en su declaración el capitán Sabaté, jefe de Estado Mayor en Annual, pero sí recuerda el encuentro el médico D’Hacourt que cita que más allá del puente de madera se incorporó el teniente Hernando junto a los 15 o 20 únicos supervivientes de la compañía. Joaquín D’Hacourt declaró que la sección de Hernando venía perfectamente mandada y en buen orden, sin saber que era la primera vez que el oficial entraba en combate, cosa que supo a posteriori.
Llegados a este punto, dejo para otro momento el relato de la muerte del coronel Gabriel Morales, ya que una mayoría –en la que me incluyo- la hemos habitualmente situado antes de coronar el Izumar, cuando, como se ha podido ver, fue mucho después. Por este motivo, aplazo para la siguiente ocasión el aportar nuevos datos relativos a la muerte del Coronel.

Muere el más joven
Tras la muerte del Coronel, los aproximadamente 25 hombres que componen la columna se dividen para intentar, en un último esfuerzo, llegar a Ben Tieb. Honorato Hernando, el joven teniente que a pesar de su juventud y de la difícil situación demostró un gran valor, caería muerto muy cerca de donde cayó Morales. El oficial murió junto al soldado Serafín Aparicio Moreno que fue quien comunicó la noticia al sargento Lafuente. Honorato había nacido en Guadalajara en 1900. Su padre, Mariano, había sido un teniente de artillería, fallecido como consecuencia de enfermedad adquirida en campaña, por lo que Honorato acudió al colegio de huérfanos militares e ingresó en la Academia de Infantería en septiembre de 1915. Desde junio de 1919 se hallaba destinado en el regimiento en el que también prestó sus servicios su hermano Francisco. A la madre de ambos, Matilde Romero Herranz, le tocó vivir duros momentos; después de quedar viuda muy joven, perdió a su hijo Honorato, y durante la guerra civil murió Francisco, siendo capitán de infantería. Una situación muy dramática la de muchas madres y familias de los protagonistas del Desastre que, desde luego, no obtuvieron el reconocimiento que se les debía.
La promoción a la que pertenecía Honorato -1915- fue, junto a la de 1914, la que perdió más oficiales en el Desastre. Componían aquella hornada un total de casi 360 alféreces de los cuales morirían en Annual 47; un 18% de bajas tan solo durante los días de Annual. Si a esta cifra añadimos aquellos que fallecieron antes de la paz de 1927, y a los supervivientes descontamos los que murieron durante la guerra civil o fueron apartados del ejército, resulta que las promociones quedaban en cuadros. Tan solo en la 1ª sección, de la que formaba parte Honorato Hernando, murieron tres en el Desastre (Tomás Pérez Andrade, Adolfo del Hoyo y el mismo Honorato), y 6 en las campañas posteriores (García Cabezas, Roca Waring, Gutiérrez Gorostiza, Chinchilla Orantes, Nadal-May y Meneses Fernández). Antes de la guerra civil fue fusilado en Jaca, en diciembre de 1930, Fermín Galán Rodríguez, y durante la contienda -fusilados o en combate- cayeron Jerez Espinazo, Baquera Álvarez, Aparicio Miranda y Medinilla del Águila. Seis fueron retirados en 1931, o tras la guerra, que añadidos al fallecimiento natural de otro de ellos hacen que únicamente quedaran con vida once de los treinta y tres que componían la sección. Tanto Fermín Galán como Luis Baquera obtuvieron en Marruecos la Cruz Laureada de San Fernando en 1924, Baquera en julio y Galán en octubre. 
Dos de los oficiales que menciono en este relato -Elifio Feliz de Vargas y José Medina Morris- pertenecían a la promoción de 1915. El más joven de aquella hornada de futuros oficiales fue nuestro protagonista Honorato Hernando (22-12-1900), quien recibió el despacho de alférez cuando aún no tenía dieciocho años, y sin cumplir los veinte ya lucía dos estrellas de seis puntas. Muy poco después de su ascenso a teniente murió al frente de su sección; como ya hemos visto, no se amedrentó y continuó al frente de su unidad hasta que la muerte lo abrazó en los barrancos del Rif.
Tras el duro ataque que los testigos sitúan más allá de Uddia, la situación no es muy prometedora. El capitán Sabaté va herido junto a su asistente, el soldado de Alcántara Vicente Gómez Sánchez, y D’Hacourt que, aun contuso, puede andar. De la compañía del capitán Luque ya solo quedan cinco o seis hombres: al sargento Lafuente en lucha cuerpo a cuerpo le fracturan el brazo y recibe una herida de arma blanca, y a González Mendoza le alcanzan dos balas (una le atraviesa la pierna derecha y la otra el pie izquierdo), por lo que apenas puede caminar. Aparte de Serafín no queda prácticamente nadie de la 6ª del III Batallón que horas antes había partido del mismo lugar donde ahora se hallan. La pequeña fuerza consigue llegar a Ben Tieb ayudándose unos a otros, después de haber sido despojados de cuantos objetos de valor llevaban encima. 
1918. Promoción del teniente Hernando
En Ben Tieb ya no quedan más que los hombres del capitán Lobo y también, según el testimonio del médico Felipe Peña, los pocos ingenieros de la compañía de García Andújar que han conseguido a duras penas llegar a la posición, y el escuadrón del capitán Chicote. Los hombres de Lobo están preparando la evacuación y nada más llegar los supervivientes deben de nuevo partir hacia Drius. Según el testimonio del sargento Lafuente, el estado físico de su compañero González de Mendoza es tal que el propio capitán Antonio Lobo –asegurándole que no lo necesita- le cede su caballo. Al médico D’Hacourt lo monta en su grupa su compañero Felipe Peña, y a Sabaté le suben a otro caballo con el que conseguirá llegar a Drius, desde donde será evacuado a Melilla. José Lafuente Mayo (Roncal, Navarra 23-7-1893), González Mendoza y otro superviviente de la compañía, el cabo Pascual Sanz Morata, serán evacuados ese mismo día a Melilla e ingresados en el hospital. El 9 de agosto todos ellos formaron parte de la primera expedición que, a bordo del Alicante, fueron enviados a Málaga junto a otros muchos heridos, entre ellos el propio capitán Emilio Sabaté. Tanto Lafuente como González de Mendoza serían recompensados con la medalla de sufrimientos en marzo de 1925. Serafín Aparicio Moreno, junto a quien murió el joven teniente Hernando, fue capturado por los rifeños y trasladado a Tafersit desde donde escapó y pudo regresar días después a Melilla siendo ingresado en el Docker. En diciembre, tras ser dado de alta, pudo viajar a Córdoba para visitar a su familia quedando perpetuada su estancia en el Diario de Córdoba que lo tildaba de héroe de África y relataba sus peripecias el 22 de julio, antes de caer prisionero. Tras ser licenciado ingresó en el cuerpo de Carabineros y posteriormente en la Guardia Civil.
Cuando en la noche del 23 de julio pase revista en Dar Drius el teniente coronel Pérez Ortiz a los hombres de Ceriñola, anotará que tan solo se han podido acoger a la relativa seguridad de Drius 10 hombres de la compañía del capitán Luque. Hay quien ha escrito que tal pequeña cantidad de soldados podía deberse a que algunos siguieron en dirección Monte Arruit o incluso Melilla. Repasando la relación de supervivientes que aportó el regimiento, y descontando del total aquellos que ocupaban destinos tanto de cuerpo como de plaza, se llega a esa mínima cantidad de hombres que evitaron la muerte aquel 22 de julio. De las posiciones que delimitaban el camino entre Annual y Ben Tieb, tres se pudieron replegar: Intermedia C, Izumar y Ben Tieb; y otras cuatro fueron aniquiladas sin que se presentaran supervivientes: Intermedia B, Yebel Uddia, Morabo e Intermedia A. Cuando se afirma, y hay quien lo hace, que la retirada Annual-Drius se cubrió con un número aceptable de bajas se debería recordar a los 11 oficiales y 303 soldados que murieron en las posiciones de la pista, y eso únicamente teniendo en cuenta cuatro posiciones.

Posición Intermedia A
El epílogo de Arruit
En Arruit morirán en combate muchos de los protagonistas de este episodio del Desastre. Días antes muchos cazadores de Alcántara quedaron sin vida en el seco cauce del río Igan, o sucumbieron tras la rendición de Zeluán. Entre los oficiales me gustaría mencionar a Ricardo Chicote, que pasó la noche del 21 de julio en Ben Tieb. Aquella noche se reunieron nada menos que seis capitanes: Luque, Pérez-Peñamaría, Lobo, Querejeta, García Andújar y el propio Chicote, el único que a la postre salvaría la vida. El jefe del 5º Escuadrón sufrió una fuerte caída que le causó una conmoción cerebral en las cargas del Igan y fue evacuado a Melilla, falleciendo en Barcelona en 1956.

Ubicación del puente de madera y de la posición
El capitán Sainz consiguió llegar hasta Monte Arruit donde permaneció y padeció hasta el día de la capitulación. Fiel a su estilo, continuó tomando notas, muchas de las cuales se hallan incluidas en la nueva documentación del Expediente Picasso y son de un alto valor histórico. Permaneció prisionero hasta el 28 de febrero de 1923, tiempo durante el cual su salud sufrió un indudable quebranto, tanto que a pesar de haber fallecido en 1933 en Madrid, fue considerado a todos los efectos como fallecido en el cautiverio (ABC, 2-6-1934). En julio de 1924 publicó su diario sobre el Desastre, que prologó el general Navarro y que, junto a la obra de Pérez Ortiz, constituye una pieza indispensable para los que investigamos sobre la Rota de Annual. Sigifredo Sainz (3-10-1887) ingresó, al igual que sus tres hermanos, en el ejército como soldado en 1904, y al ascender a sargento accedió a la Academia de Infantería. En diciembre de 1912, siendo cadete, se desplazó a Melilla donde se hallaban destinados su padre, oficial 1º de oficinas militares, y sus tres hermanos, sargentos del regimiento de Melilla. Al llegar a la plaza solicitó, y consiguió, permiso para desplazarse junto a la columna del coronel Serra Orts que se dirigía a la posición de Ishafen, en el margen del Kert donde se desarrollaban duros combates. Sainz tuvo la ocasión de entrar en combate al ser herido el teniente de Melilla Bernárdez, gesto que fue premiado por la oficialidad de la unidad regalándole un sable y una pistola con las que un año después saldría de la academia con el empleo de 2º teniente. Ingresó en la Escuela de Guerra en 1918, y en 1920 ya se hallaba en Melilla de prácticas hasta que se le destinó formalmente a la comisión geográfica. Tras la reconquista de Axdir volvió a pisar el lugar donde había permanecido prisionero dieciocho meses y recordó a sus compañeros enterrados en el cementerio provisional. Sería en mayo de 1926, tras la reconquista de Annual, cuando volverían a Melilla los restos de los muertos durante el cautiverio: comandante Jesús Villar, capitán Luis Saltos, tenientes Garaiogorta y Arévalo, el médico Fernando Serrano y cinco soldados. De su exhumación se encargó el capitán Cibantos Navas, teniente de policía indígena en 1921.
En las crónicas que Sainz enviaba al Telegrama del Rif elogiaba la figura del médico Serrano. El 21 de octubre de 1921 escribiría:
“Merece párrafo especial el médico Serrano. No se limita a ejercer las funciones de su ministerio. Él abarca los quehaceres del médico, del practicante, de la hermana de la caridad, prodigando a todos consuelos de hermano. ¡Para cuándo las cruces de beneficencia¡”. Fernando Serrano Flores, a quien todos tanto estimaban, falleció víctima del tifus y de la falta de medios para tratarlo el 18 julio de 1922. Tras la liberación de los prisioneros, sus pocos objetos personales le fueron entregados al teniente Vázquez Bernabéu, valenciano como Serrano, quien los hizo llegar a su modesta familia.
El comandante Sigifredo Sainz falleció en Madrid el 17 de marzo de 1933 a los 42 años, estaba casado con Sagrario Boada. El hijo de ambos, Rafael, nació mientras su padre estaba preso en Axdir. Nunca se recuperó de las penalidades sufridas durante el cautiverio y al producirse su defunción se hallaba en situación de reemplazo por herido a consecuencia de los daños sufridos durante los meses de reclusión.
Iniciamos este relato con una entrevista entre Fortea y Morales a pie de pista, y lo finalizaré con el ideólogo de esta posición que, sin nombre, supuso tantas pérdidas humanas; Julio Fortea. El capitán intentaba contener los ánimos, cada vez más inquietos, de los jefes de la harca amiga. Fueron momentos complicados en los que se vio rodeado de harqueños en actitud hostil, de cuyo acoso consiguió zafarse con gran dificultad y alcanzar la pista para llegar a Ben Tieb antes de que fuera abandonada la posición. Fortea describió a Picasso el cuadro desolador que ofrecía la pista hacia Ben Tieb, donde no pudo acercarse a la cabecera de su mía al hallarse esta ocupada por el enemigo. Nada más salir de la posición sufrió una congestión, y quedó mudo de golpe. En ese estado llegó a Dar Drius donde, por orden del general Navarro, fue evacuado a Melilla junto a un grupo de heridos a los que acompañó personalmente al hospital, quedando después en su domicilio. El oficial no recuperó el habla hasta el 18 de agosto, gracias a la sesión de hipnosis a la que le sometió el teniente coronel Bernardo Cabañas Chavarrias, alumno aventajado del capitán médico y experto en hipnoterapia Julio Camino Galicia. 

Julio Fortea García
Tras su recuperación, se reincorporó a las tropas de Policía Indígena. En 1923 se le concedió la medalla militar individual por su destacada actuación en el cerco de Tifaurin, al mismo tiempo que se le ascendía a comandante por méritos de guerra. Permaneció muchos años en el Protectorado hasta que se acogió a las leyes de Azaña y se retiró con el empleo de comandante. En 1936 se reincorporó al ejército sumándose a los alzados y ascendió a teniente coronel y coronel, empleo con el que finalizó la contienda. Julio Fortea falleció en Madrid el 13 de diciembre de 1952; atesoraba en su historial una medalla militar individual, dos cruces de María Cristina, dos ascensos por méritos de guerra, cinco heridas en combate y un alto número de condecoraciones conseguidas durante su dilatada estancia en Marruecos.

Bibliografía

Sigifredo Sainz Gutiérrez. Con el general Navarro de operaciones. En el cautiverio. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid 1924.
Eduardo Pérez Ortiz. 18 meses de cautiverio. Interfolio 2010.
Juan Tomás Palma Moreno. Annual 1921, 80 años del Desastre. Almena 2001.
Juan Pando Despierto. Historia Secreta de Annual. Temas de hoy, Madrid 1999.
Las imágenes del desastre. Antonio Carrasco García. Almena 1999.
Jesús Núñez Calvo. La represión y sus directrices sevillanas en la provincia de Cádiz.
Esteban  Gómez. Semblanza biográfica del capitán Fermín Galán Rodríguez.
Anuarios militares de 1918, 1920 y 1921.
PARES. Portal de archivos españoles
Tribunal Supremo reservado. Exp. 50 Nº 2. Estado de la fuerza y situación de las tropas de la comandancia general de Melilla el 22 de julio de 1921 (folios 330-378).
Tribunal Supremo reservado. Exp. 50 Nº 3. Diario de operaciones de la comandancia general de Melilla, junio y julio de 1921(folios 585-635). En este expediente he localizado la orden para crear las compañías provisionales (folio 630) y el telegrama relativo a Ángelo Ghirelli (folio 643).
Tribunal Supremo reservado. Exp. 51 Nº 6. Relación de la situación de jefes y oficiales de la comandancia en julio de 1921 especificando la situación el 21 de julio y el 1 de agosto de 1921 (folios 1569-1587).
Relación nominal de supervivientes del regimiento de Ceriñola 42 (folios 1684-1706).
Relación nominal de supervivientes de la Comandancia de ingenieros (folios 1750-1758).
Relación nominal de supervivientes del regimiento de cazadores de Alcántara 14 (folios 1740-1743).
Tribunal Supremo reservado. Exp. 51 Nº 1. Declaración del capitán Julio Fortea García (folios 137-149).
Tribunal Supremo reservado. Exp. 50 Nº 3. Declaración del capitán Emilio Sabaté Sotorra (folios 644-652).
Tribunal Supremo reservado. Exp. 50 Nº 5. Declaración del teniente médico Joaquín D’Harcourt Got (folios 1102-1108).
Tribunal Supremo reservado. Exp. 51 Nº 39. Información mandada instruir por el coronel del regimiento de infantería Ceriñola 42, Ángel Morales Reynoso, sobre la actuación del mismo en los sucesos que tuvieron lugar desde el establecimiento del campamento en Annual hasta la retirada del mismo el 22 de julio de 1921:
Información sobre las tres compañías que participan el 22 de julio: 3ª/II (folio 64), 1ª/III (folio 67) y 6ª/III (folio 69).
Declaración del teniente Antonio Muñoz Dueñas (folios 65-66).
Declaración del soldado Ildefonso Macía Gamonoso (folios 66-67).
Declaración del cabo Julio Mayor Sánchez (folio 68).
Declaración del sargento José Lafuente Mayo (folios 70-71).
Declaración del sargento Juan González de Mendoza Cortijo (folios 72-74).
Declaración del cabo Pascual Sanz Morata (folio 75)
Tribunal Supremo reservado. Exp. 51 Nº 14. Declaración del capitán Sigifredo Sainz Gutiérrez (folios 3580-3593, 3614-3633 y 3762-3769).
Ministerio de Defensa.
Expediente para la concesión de la Cruz laureada de San Fernando al regimiento de caballería Alcántara 14. La actuación previa se inició el 1 de julio de 1922 siendo juez instructor el teniente coronel de infantería Manuel Lorduy Dini.
Relación nominal de jefes, oficiales, clases y soldados. Estado numérico y demostrativo de la fuerza el 17 de julio y el 22 de agosto. Relación nominal de las bajas (folios 77-95).
Expediente juicio contradictorio para la concesión de la Cruz laureada de San Fernando al regimiento de caballería Alcántara 14. 27 de julio de 1929. Juez instructor comandante Manuel Ramírez González. Juez instructor, comandante José Mourille López.
Prensa
Diario de Córdoba 27-12-1921, página 1. Entrevista al soldado Serafín Aparicio Moreno.
La Correspondencia de España 09-08-1921. Relación de heridos evacuados en el buque hospital Alicante. En esta relación aparecen varios supervivientes de la posición sin nombre.
Documento gráfico.
Imagen 1. Archivo familia Teran de la Paz
Imagen 2 Cedida por Santiago Domínguez Llosa
Imagen 3 Cedida por la sobrina nieta del soldado Picón, Piedad García Picón.
Imagen 4 Archivo del autor. Panteón de héroes, abril de 2012
Imagen 5 Archivo Carrasco García
Imagen 6 Inédita imagen cedida por Santiago Domínguez Llosa. Los números corresponden. 1: coronel Sánchez-Monje, 2: Alférez Fernández Silvestre, 3: general Fernández Silvestre, 4: teniente coronel Tulio López Ruiz, 5: coronel Gabriel Morales, 6: comandante Fernández Mulero, 7: teniente coronel Enrique Manera. El resto de oficiales pertenece mayoritariamente a la Policía Indígena. Desconozco quienes pueden ser los notables rifeños.
Imagen 7. Enviada por Eloy Muñoz, hijo del soldado Blas Muñoz.
Imagen 8. Sargento Belmonte. Semanario Blanco y Negro, colección del autor.
Imagen 9. Posición del  Morabo, abril de 2012. Archivo del autor.
Imagen 10. Extraída del trabajo de Esteban C Gómez sobre el capitán Fermín Galán.
Imagen 11. Posición intermedia A. Archivo del autor, abril de 2012.
Imagen 12. Enviada por Santiago Domínguez, tomada en abril de 2013.

Imagen 13. Semanario Blanco y Negro. Colección documental del autor

viernes, 8 de febrero de 2013

La posición sin nombre. 1ª parte.


La posición sin nombre

Amanece en Annual tras una aciaga noche donde después de varias juntas de oficiales se ha decidido abandonar el campamento, aunque la gran mayoría de hombres aún desconoce el destino que les espera esa mañana. No lejos de allí, en Ben Tieb, una columna compuesta por los escuadrones de Alcántara, tres compañías de Ceriñola y una de zapadores se preparan para instalar y fortificar una nueva posición entre la Intermedia B y Yebel Uddia, en el portillo de Beni Asa. Aquellos hombres que desde Ben Tieb partieron en las primeras horas del 22 de julio, desconocedores de lo que ocurría en Annual, se vieron envueltos en un trágico destino por cumplir una orden: montar una posición que no llegaría ni a ser fortificada ni a tener un nombre, pero sí costaría muchos muertos entre los miembros de aquella columna, sobre todo entre las tropas de infantería e ingenieros.
Para poder reconstruir los últimos momentos, entre las 11 y las 12 horas del 22 de julio, retrocederemos hasta días después de la pérdida de Abarrán, cuando un capitán de policía indígena le sugiere a su Comandante General la posibilidad de ubicar una nueva posición en la pista, cerca de Yebel Uddia, a la izquierda del puente de madera. También recurriré a los testimonios de los pocos supervivientes, que aportan interesantes pruebas de la dura retirada hasta Ben Tieb; seremos testigos de cómo y dónde varios declarantes ven morir al coronel Morales a lomos del caballo de un cabo de ingenieros; conoceremos a un joven teniente que entra por primera vez en combate y no se arredra; sabremos de un soldado que en su desesperación bebe gasolina; veremos cómo un  capitán de San Fernando cede su caballo a un sargento herido antes de ordenar evacuar Ben Tieb, y otras tantas anécdotas protagonizadas por los integrantes de aquellas compañías olvidadas. A la posición no se le llamó de ninguna manera; sus parapetos a medio levantar, las alambradas sin extender y sus sacos sin rellenar quedaron allí, abandonados entre la inmensidad de los barrancos del Rif. Este poco acreditado episodio del Desastre fue protagonizado por cientos de hombres, a muchos de los cuales quiero poner hoy nombre.

La posición sin nombre

La idea
Julio Fortea se hizo cargo de su mía tras la muerte en Abarrán del capitán Ramón Huelva. Hasta el 31 de mayo se hallaba destinado en el 59 de infantería, y era un oficial con muchos años de experiencia entre tropas indígenas. La 13ª Mía permaneció en Buymeyan hasta que el 9 de junio, tras intervenir en la ocupación de Igueriben,  fueron enviados a su cabecera en Dar Mizziam, en Beni Ulisex. La mía tenía en aquel momento unos efectivos de unos 200 hombres y los oficiales tenientes Alfredo Erquicia Aranda, que se hallaba al frente de la oficina en Dar Mizziam, Enrique Haro Melgares de Segura, Francisco Urenda Miranda, Agustín Martínez Luque, el alférez Rafael Ferrando de la Lama, el oficial moro 2ª Buamana ben Ismael, y el teniente médico Miguel Fernández Andrade. 

Imposición de la medalla militar individual al capitán Julio Fortea García
En la declaración de Fortea queda claro que mantenía contacto diario  con el coronel Morales, lo que es lógico si tenemos en cuenta que era el capitán más antiguo de policía de aquella zona. También se reflejan las entrevistas con el Comandante General, siendo la primera de las que tenemos referencia la que se produjo el día de San Juan en las inmediaciones de Yebel Uddia. Durante la conferencia, el General le comunicó su intención de avanzar hacia Tizzi Azza con el fin de ocupar el macizo instalando una posición dominante.  La idea no le debió parecer bien al capitán ya que respetuosamente indicó a Silvestre la conveniencia de no avanzar más de lo preciso y consolidar la línea alcanzada hasta entonces. Durante la entrevista se cita de manera explícita la utilidad de construir un blocao en el interior de la Kabila, cerca de donde se estaba realizando la conferencia, aunque no se dice expresamente un lugar concreto. Sería días después cuando por primera vez el capitán Fortea designara el lugar donde debía estar enclavada la posición sin nombre: el portillo de Beni Asa. También se permitió observar al Comandante General la inconveniencia que suponía para los oficiales de policía indígena ver al General acompañado frecuentemente de un extranjero sospechoso a quien en la transcripción de la declaración citan como “Chivelli”, que en realidad era el escritor y aventurero Angelo Ghirelli, con el que Silvestre mantuvo una relación que, aunque poco documentada, aparece en todas las reseñas como persona de dudosas referencias. Prueba de ello es el telegrama que, con fecha 17 de junio, dirige el Alto Comisario al Comandante General donde se indica que no es necesario aceptar dar entrada en nuestros trabajos políticos a otros elementos que no sean los que ya disponemos, y le pide agradezca a Ghirelli su gestión, al parecer, en un asunto relacionado con la retirada del Harka de Hamido. No hace mucho encontré casualmente en Palma de Mallorca la sepultura de Ghirelli; estaba casado con Elisa, hija del célebre pintor impresionista Eliseo Meifrén Roig, y falleció en la isla en 1953.
El viernes 8 de julio, aprovechando un permiso, Fortea se desplaza a Melilla y es recibido en la Comandancia por Silvestre. Sobre su mesa el General despliega un plano y anuncia al capitán que el revés de Abarrán, todavía muy vivo en el recuerdo, merecía una revancha e insiste en su idea de conquistar Tizzi Azza como paso definitivo en la conquista de Alhucemas. Tan solo le faltaba material -decía- y otros elementos que no le mandaban, pero aseguraba estar en condiciones de poder llegar hasta Alhucemas.  Fortea, más comedido, sugiere al General esperar a que se redujera el harka por tener que consagrarse a las faenas agrícolas o por agotamiento, y vuelve a recordar la necesidad de situar el blocao en la Kabila, localizando por primera vez la nueva posición entre la Intermedia B y Yebel Uddia. Esto es importante para ubicar la posición sobre el territorio ya que la única referencia que tenemos es un puente de madera en la pista que conduce desde Ben Tieb hasta Annual. El puente fue construido en el mes de mayo por el capitán de ingenieros Antonio Sarmiento León Troyano, y según la declaración de los testigos, la posición se situaría a la izquierda del camino en dirección Annual. Antes de abandonar el despacho, Fortea recibió órdenes de incorporarse a su mía, reunirse con el coronel Morales y preparar un reconocimiento sobre Tahuarda.  Quiso el destino que aquel día se cruzasen en la Comandancia dos capitanes que, sin saberlo, serían protagonistas el 22 de julio en el asentamiento de la nueva posición. Julio Fortea tuvo la idea, y Benito Luque Pinillos, que se cruzó con él cuando iba a presentarse al Comandante General, fue el encargado de conducir las tropas de Ceriñola que debían quedar de guarnición.

Pista Annual a Ben Tieb. Imagen cedida por Juan Tomás Palma Moreno

Entrevistas en la pista
Tras una semana de permiso, Fortea se incorpora a su mía cuyo mando había accidentalmente quedado al cargo del teniente Enrique Haro ya que el más antiguo, Alfredo Erquicia Aranda, se había hecho cargo de la oficina indígena de Annual el 2 de julio. Tradicionalmente hemos ubicado al teniente Haro Melgares de Segura en la Intermedia A el 22 de julio, ahora puedo afirmar rotundamente que este oficial no estuvo destacado ni un solo día en la Intermedia junto a los hombres que mandaba el capitán Escribano Aguado. Tal y como veremos, el teniente Haro murió en Monte Arruit, adonde se había retirado con los restos de su mía. El día 15 recibe orden telefónica del coronel Morales de reunirse con él a la mañana siguiente en la pista, cerca de Yebel Uddia. Junto a Ben Chelal revistan el servicio que presta la mía y recorren las inmediaciones buscando los puestos enemigos, con el objetivo de ocupar una posición a unos 6 kilómetros de Uddia, apta para situar una batería de montaña que pudiera batir la entrada de Tizzi Azza. Demasiado peligroso: para llegar allí había que sortear al enemigo parapetado en Amesauro, a espaldas de Igueriben, y solo contaban con la mía  de Fortea y la 12ª de Capablanca que tenía su cabecera en Buhafora. Morales y Fortea deciden unánimemente que la operación resulta del todo imposible y que se corre el riesgo de caer en un segundo Abarrán, de persistir en la idea. Finalmente, por contentar a Silvestre, el coronel considera la posibilidad de realizar la operación llevando a cabo una maniobra desde Buhafora y Zayudait, pero también en este caso coinciden en la imposibilidad de tal acción. Fortea acompaña a Morales hasta Ben Tieb y durante el camino conversan acerca de la situación poco favorable y de las confidencias recabadas sobre el posible levantamiento de las kabilas tras la recogida de la cosecha.  
El 16 de julio, Fortea vuelve a reunirse con Morales; este le pide formar un harka amiga, por lo que el capitán parlamenta con los jefes, esa misma tarde forma el contingente e informa a su coronel. Asimismo, ambos oficiales parlamentan sobre las confidencias recibidas en la mía del capitán en el sentido de que la harka se ha engrosado considerablemente y pretende cortar el suministro entre Izzumar y Annual.  Con el objeto de reforzar la mía, el capitán recibe la promesa de Morales de que dispondrá de 80 hombres más y 2 oficiales que se incorporarán dos días después. Al día siguiente desde Yebel Uddia son testigos del intenso fuego que se cierne sobre Igueriben y saben que el escuadrón del capitán Cebollino ha podido llevar algo de agua a la posición que inicia entonces su calvario. A partir de este día los efectivos de policía indígena desplegados en la zona se irán incrementando en la medida de lo posible. El 18 llegan a Ben Tieb los refuerzos prometidos por el coronel Morales: 80 hombres  junto a los tenientes Joaquín Crame Martínez y Antonio Martínez Luque. El capitán Fortea se hace acompañar de los jefes de su kabila para garantizar la seguridad de sus tropas. Los refuerzos quedan en Yebel Uddia y al día siguiente se incorporan en Dar Mizziam el capitán Jiménez Ortoneda, el teniente Suárez Cantón y 30 policías de infantería pertenecientes a la 8ª Mía que tenía su cabecera en Afsó. Estas tropas no quedaron en la cabecera de la mía sino que se desplegaron entre Yebel Uddia y la Intermedia B.

Vista aérea de las posiciones, fotografía tomada y cedida por Santiago Domínguez Llosa

Ese mismo día 18, muchos oficiales que se hallan de permiso en Melilla reciben orden de incorporarse a sus unidades y el alto mando decide la creación de compañías provisionales para reforzar las tropas que se hallan en el frente. El diario de operaciones de la Comandancia del mes de julio refleja el movimiento de  tropas.  Del regimiento de África; la 1ª/I que manda el capitán Asensi se incorporará a la columna del Zoco el día 19, y otra compañía formada por destinos quedará repartida entre Batel, Tistutin y Usuga. El regimiento de San Fernando organizará una compañía de destinos que quedará de guarnición en Uestia, y otra, que se hallaba en la plaza, se unirá a las fuerzas acantonadas en Drius. El regimiento de Melilla 59 no organizó compañías provisionales, todas se hallaban en primera línea, tan solo se produjo el relevo de las fuerzas en Sammar e Ishafen. Finalmente, se ordena a la policía indígena que designe un destacamento de 15 policías para guarnecer el fortín del puente del camino entre Ben Tieb y Annual. 
A las 15.35 horas del 18 de julio el regimiento de Ceriñola recibe un telefonema de la Comandancia General dirigido al teniente coronel José Ros (jefe accidental):
Disponga Vs que la 3ª/II de ese cuerpo, presente en la plaza, marche mañana 19 a pernoctar en Zeluán, para continuar el día siguiente a Batel, el 21 a Ben Tieb y el 22 a Annual, donde quedará de columna. Con resto de fuerza disponible en esta plaza y destinos menos indispensables organizará además dos compañías de 60 hombres mandadas por capitanes y oficiales de los presentes en la plaza, que, saliendo también mañana de esta, relevará una de ellas a la 1ª/III en Nador y a la 6ª/III en Monte Arruit y Zaio, uniéndose las relevadas en estos puntos a la 3ª/II y marchando con ella a Annual donde quedarán de columna.
Aunque explícitamente no se hacía referencia a la posición sino a que las compañías debían unirse al batallón de Ceriñola en Annual, es en este preciso momento cuando todos los protagonistas que intervienen en este relato se hallan ya en liza. Hay que destacar que no se cumplieron a rajatabla las órdenes de la Comandancia ya que las dos compañías provisionales no fueron mandadas por capitanes sino por tenientes. En cuanto al número de hombres, se superó la cifra que se demandaba: ambas unidades superaban los 70 hombres. La 1ª provisional iba al mando de los tenientes Antonio García Fernández y Luis Balmaseda Sánchez, y al frente de la 2ª los tenientes Enrique Navasa Pérez y Tomás Pérez Andrade.

Tomás Pérez Andrade 1897-1921

De las 23 compañías operativas que poseía el regimiento, incluyendo las dos provisionales, estaban destacadas en primera línea un total de 20. En cuanto a las tres restantes: la de ametralladoras del I Batallón se hallaba en la plaza en reestructuración, la 5ª/I en el Peñón de Vélez y la 2ª/III en Alhucemas. Sumando todos los efectivos destacados en columnas o destacamentos fijos ascienden a las siguientes cifras: 2 jefes, 65 oficiales y 1848 clases y soldados. Posteriormente, con fecha 5 de septiembre, de toda la oficialidad se darían por desaparecidos o muertos a 57 oficiales y hasta 1517 de tropa, aunque realmente el número de muertos de la unidad se situó alrededor de los 1140 hombres, ya que no se habían contabilizado ni los prisioneros ni los que fueron apareciendo a medida que se iban recuperando las posiciones perdidas durante el Desastre.
Martes 19 de julio. Fortea, que sigue con sus descubiertas y sus servicios rutinarios mientras la situación en Annual se torna cada momento más complicada, vuelve a reunirse con Morales hallándose esta vez presente el general Navarro que apresuradamente ha vuelto de la Península donde disfrutaba de unos días de permiso. Fortea recibe órdenes de esperar en la pista, en las proximidades de Ben Tieb, a las fuerzas de dos mías de policía que deben incorporarse urgentemente al campamento de Annual: la 6ª y la 10ª a las órdenes de los capitanes Carrasco y Aguirre Olozaga, que con 9 oficiales y 332 soldados no pueden incorporarse esa noche al campamento de Annual y pernoctan en Ben Tieb. De madrugada llega otra mía, la 5ª del capitán Cayuela reforzada con un harka amiga. Según el testimonio de este capitán, llegaron a Ben Tieb a las dos de la madrugada y allí, despierto, les estaba esperando el incansable coronel Morales con quien partieron al día siguiente hacia Annual. En aquellos días la posición de Ben Tieb se convirtió en un auténtico ir y venir de fuerzas en su camino hacia el campamento de Annual del que le separaban 21 kilómetros.
En los 17 kilómetros que hay entre Izzumar y Ben Tieb se hallaban distribuidas un total de 8 posiciones: cuatro en el margen derecho dirección Annual -Ben Tieb, Dar Mizziam, Morabo e Izzumar- y otras cuatro a la izquierda de la pista -Dar Salah, Intermedia A, Yebel Uddia e Intermedia B-. El 20 de julio, en esta extensión de territorio, y para contener lo que pudiera acontecer en Annual, se hallaban dispersos 1 jefe, 35 oficiales y 922 clases y soldados, y 10 piezas de artillería, que se vieron incrementados el día 21 con una batería de montaña en Izzumar, los escuadrones de Alcántara y la columna del capitán Luque Pinillos. Ni con este despliegue de fuerzas se podría contener lo que se avecinaba, ni mucho menos organizar una línea de defensa en Ben Tieb. Quedará para siempre la eterna duda de la cifra real de muertos que se produjeron en estos kilómetros malditos. El teniente coronel Ros escribirá en su informe que los 18 kilómetros que separan Izzumar y Ben Tieb quedaron sembrados de cadáveres. El único que hasta el momento ha aportado una cifra ha sido el teniente coronel Pérez Ortiz en su libro publicado en 1923. El 22 de julio en Dar Drius, a requerimiento del general Navarro, confeccionó unos listados que, aunque incompletos, demuestran la alta mortalidad que se dio en este tramo de la retirada. Pérez Ortiz solo contabilizó las unidades de infantería presentes en la posición, anotando cuántos hombres quedaban el 22 por la noche y cuántos por la mañana. Tan solo entre los tres regimientos de infantería se hallaban muertos o desaparecidos 680 hombres y 18 oficiales. El letal reparto correspondería por unidades así: San Fernando 11, 142 soldados y 9 oficiales; Ceriñola 42, 368 soldados y 4 oficiales; África 68, 170 soldados y 2 oficiales. El teniente coronel no incluyó en sus listas a ingenieros, regulares, policía indígena, ni a intendencia, artillería o caballería. 

Plano de las posiciones en la pista Annual-Ben Tieb. Realizado por el autor.

La última noticia que sobre la posición sin nombre he podido localizar se remonta al 21 de julio, cuando Igueriben había sucumbido tras el martirio sufrido. En Dar Mizziam, caída la tarde, Fortea intenta comunicar con el coronel Morales sin conseguirlo ya que las comunicaciones con Annual se hallan cortadas. Tampoco consigue comunicar con la sección de campaña de Melilla, únicamente logra hablar con el capitán Dolç del Castellar, jefe de estado mayor en Dar Drius, a quien le insiste en la necesidad de instalar la posición y advierte de la gravedad de la situación. El oficial trasmite su petición al general Fernández Silvestre y horas después recibe un telegrama donde le comunican que la petición queda autorizada. Si este extremo fuese correcto habría sido una de las últimas decisiones que partieron de Annual antes de decidir la retirada horas después.


La columna del capitán Luque
Amanece el día 19 y en el regimiento de Ceriñola, siguiendo las órdenes recibidas, se prepara la compañía que junto a las dos provisionales debe reunirse en Batel para formar la columna que, a las órdenes del capitán Benito Luque Pinillos, debe dirigirse hacia Annual. Sin embargo, esa mañana la columna que parte de Melilla formada por la 3ª/II y las dos compañías provisionales marcharán al mando de un teniente. Sobre los efectivos que forman la primera de ellas existen, como es normal, divergencias.

Benito Luque Pinillos 1880-1921
En el informe elaborado por el teniente coronel Ros Sánchez se indica que la formaban 83 hombres, por el contrario, en la relación de los destinos que tenía el regimiento el 1 de julio se indica que la unidad tenía 148 hombres en revista: 37 eran baja por diversos motivos, y 111 disponibles. Al mando de la unidad se hallaba el capitán Luis Franco García -erróneamente apellidado Franco Rodríguez- que estaba por incorporar, y de permiso en la Península se hallaba el teniente Emilio Infante Rodríguez, oficial que una vez incorporado fue destinado con posterioridad al Tercio de Extranjeros y murió en combate en Ras Tikermin el 22 de diciembre de 1921. El mando de la compañía lo desempeñaba el teniente Antonio Muñoz Dueñas (23-12-1889), perteneciente a la Escala de Reserva y con antigüedad en su empleo desde mayo de 1915, y el otro oficial era el teniente Fernando Velasco García (24-6-1892). A esta unidad se suman los cuatro ofíciales y los 155 hombres que componen las dos compañías provisionales. Desde el  principio me llamó la atención que una fuerza de casi 250 hombres se dirigiera hacia el frente al mando de un teniente. Supongo que la causa se debió precisamente a que tan solo debía cubrir el trayecto hasta Zeluán, donde Muñoz Dueñas entregaría el mando de la columna al capitán Pérez-Peñamaría. Como veremos más adelante, este extremo también llamó la atención del general Picasso y posteriormente la del Consejo Supremo de Marina y Guerra. Al pasar por Nador queda destacada una parte de la 2ª provisional al mando del teniente Navasa, y se incorpora una sección de la 1ª/III al mando del teniente José Medina Morris. El resto de la fuerza continúa hasta Zeluán, donde la otra parte de la 2ª provisional queda de guarnición al mando del teniente Tomás Pérez Andrade, quien moriría días después tras la capitulación del 3 de agosto.

En Zeluán, queda al mando de la columna el capitán José Pérez-Peñamaría Saco (6-10-1878), veterano oficial con más de veinte años de servicio. La compañía lleva desde el mes de mayo entre Nador y Zeluán, y sus efectivos ascenderían, según el informe del teniente coronel Ros, a 104 hombres y 4 oficiales, aunque en la lista de destinos figure que la fuerza disponible fuera de 86 soldados, ya que 26 se hallaban no disponibles por diferentes conceptos. Los oficiales al mando de secciones eran los tenientes Joaquín Arándiga Pluchán, José Medina Morris y Jesús Pérez Pérez. Esa noche las tres compañías -aún permanece junto a ellas la 1ª provisional- pernoctan en Zeluán. La mañana del 20 la columna parte en tren hacia Monte Arruit  donde se unirá la compañía que falta que será relevada por la provisional. Hasta ese momento, en Arruit se hallaba al frente de la escasa guarnición el capitán Benito Luque Pinillos (8-5-1880), con antigüedad en su empleo desde noviembre de 1909, habiendo participado en la campaña de Melilla y posteriormente en la del Kert. La 6ª/III dividía sus efectivos entre  Zaio y Arruit; en lista de revista la unidad tenía 118 soldados aunque en el informe Ros aparecen 88. Eran oficiales de esta unidad los tenientes Francisco Rodríguez Pons, Elifio Feliz de Vargas Martín, Honorato Hernando Romero y Evaristo Meana Brun que se hallaba en Annual. Tras formalizar el relevo, queda en Monte Arruit una fracción de la 1ª provisional al mando del teniente Antonio García Fernández, quien provisionalmente quedó al mando de la posición y moriría días después durante la defensa del reducto. La otra sección partió hacia el Zaio junto al teniente Luis Balmaseda, y según consta en la información del regimiento fue la única fuerza de todas las que tenía destacadas en el frente que se retiró -siguiendo órdenes- sin combatir. 

Teniente Elifio Feliz de Vargas Martín
De ahora en adelante utilizaré las cifras que aportó el regimiento en su detallado informe donde indicaban el nombre de los oficiales, el número de soldados y el lugar donde se hallaban el 22 de julio. Así, la columna que quedó al mando de Benito Luque sumaba 10 oficiales y 275 clases y soldados, que desde Batel partieron al alba del 21 de julio desconocedores del trágico devenir que les esperaba. El primer rancho lo consumieron en Drius, y por la noche las tropas cenaron en Ben Tieb, pero aún no habían llegado a su destino ya que debían continuar hasta Annual. No tengo constancia de cuándo recibieron la orden de instalar la posición. En Ben Tieb se hallaba también la 3ª Compañía de zapadores que al día siguiente se incorporaría a la columna de Luque. Esta unidad se hallaba bajo el mando del capitán Agustín García Andújar (Almería 25-06-1893), y tan solo tenía un oficial en sus filas: el alférez Casimiro Gil Vicent. Los efectivos oscilan entre 94 y  117 hombres, algunos de los cuales eran agregados de infantería que trabajaban construyendo la pista de Annual. Luque había sido jefe de posición en Arruit, posteriormente condujo su columna y ahora ocupaba su tercera jefatura en Ben Tieb, ya que seguía siendo el capitán más antiguo.
Cuando el 11 de noviembre de 1921 declarase ante el general Picasso, el comandante Alfredo González Larrea diría desconocer que aquellas compañías se hallaban en Ben Tieb el 22 de julio. Tan solo tenía constancia de la presencia del Tren Regimental haciendo viajes hacia Annual. Sin embargo, afirmó conocer que cuando se trataba de marchar más de una compañía debía hacerlo a las órdenes de un jefe. Finalmente, González Larrea y el propio teniente coronel Ros Sánchez fueron encausados y juzgados siguiendo los testimonios deducidos del expediente instruido por el general Picasso. En la plaza se hallaban tres jefes del regimiento y ninguno de ellos se puso al frente de la columna: Alcántara -jefe del II Batallón- y los comandantes González Larrea -I Batallón- relevado de Sidi Dris el 7 de julio, y Francisco Mingo -III Batallón- que estuvo en Igueriben hasta el  13 de julio. No entraban en el turno de operaciones los comandantes Marín y Torres, el primero mayor y el segundo encargado del depósito de municiones del regimiento. Manuel Ros Sánchez, jefe del III Batallón era el jefe accidental del regimiento desde que el 21 de abril el coronel Riquelme le hizo entrega del mando para poder ser operado en Madrid. De los seis jefes que tenía el regimiento, tan solo dos se hallaban en primera línea: el teniente coronel Marina Viñaras -jefe del I Batallón- y el comandante Julio Benítez -II Batallón- ambos muertos en combate. En cuanto al resto de regimientos de infantería, la proporción fue la siguiente: San Fernando 11; 7 jefes disponibles (3 en el frente, 2 muertos en combate y 4 en Melilla); Melilla 59; 7 disponibles (5 en el frente, 2 muertos en combate, 3 prisioneros); África 68; 7 disponibles (4 en el frente,  3 muertos en combate y 3 en Melilla). El defensor de Ros y González Larrea argumentó en su favor que en las órdenes que la Comandancia dictó al regimiento no figuraba que al frente de la columna debía ir un jefe. La normativa -no escrita- indicaba que los comandantes mandaban posición y los tenientes coroneles columnas. También aducía en su favor que ambos oficiales se incorporaron voluntariamente el 23 de julio sin recibir orden alguna, aunque no pudieran pasar del río Igan donde soldados de intendencia les indicaron que el camino estaba cortado. Ros fue condenado a la pena de reclusión de tres años y un día con la accesoria de separación de servicio, y en abril de 1923 fue dado de baja siendo coronel. Cumplió condena en Chafarinas junto a otros oficiales encausados por los sucesos de julio. González Larrea fue condenado a una pena de seis meses y un día que cumplió en la prisión militar de Cádiz, donde ingresó en abril de 1923. El regimiento de  Ceriñola,  por ser su jefe accidental el teniente coronel Ros Sánchez,  se encargó de confeccionar el informe más detallado y preciso de todas las unidades que se vieron involucradas en el Desastre. El informe que remitió a Picasso el coronel Morales, jefe del regimiento a partir del mes de agosto, fue redactado por Ros Sánchez entre los meses de septiembre y diciembre de 1921, y constituye una pieza inédita, exhaustiva, precisa y de gran valor para los que investigamos sobre el Desastre.
Las últimas líneas que escribió el teniente coronel Ros el 2 de octubre decían: Ninguno de los nuestros pudo hacer más de lo que hizo. Morir.

Soldados de Ceriñola, 1920. Arriba a la izquierda  Pedro Romero Ahumada.
Imagen cedida por su biznieto Eloy Jiménez Jiménez.
Un viaje de noche
La primera prueba fehaciente acerca de la determinación de instalar la posición la encontramos en la Comandancia de Melilla a las once de la noche del 21 de julio: en la sección de campaña del Estado Mayor están reunidos varios oficiales, uno de los cuales -el teniente coronel Capablanca- decide que se forme una columna que, al mando del teniente coronel Primo de Rivera, parta desde Ben Tieb y fortifique una posición en el lugar donde indique el capitán Fortea. Al jefe accidental de Alcántara se lo comunicarán telegráficamente al campamento de Dar Drius donde se hallan los escuadrones reagrupados. La columna deberá llevar un oficial de Estado Mayor; a pesar de que en principio el elegido es el capitán Luis Vega -recién llegado de Annual donde ha sido relevado por Emilio Sabaté- al parecer debido a que estaba indispuesto se decide finalmente que sea Sigifredo Sainz Gutiérrez, destinado en la Comisión internacional de límites de Marruecos.

Izquierda, capitán Sigifredo Sainz Gutiérrez junto al capitán
de ingenieros Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate. Imagen cedida
por Regina López Aguirre, nieta del capitán Aguirre.
A bordo del Antonio López tras la liberación.
Sainz, junto al también capitán y compañero de destino Enrique Sánchez Monje, se había presentado voluntariamente en la Comandancia ante las alarmantes noticias que se recibían. En la puerta de la Comandancia le espera el comandante González Simeoni, jefe de la sección de campaña, con las últimas órdenes. Puntual a su cita, Sainz se reúne con Simeoni y el comandante Alfonso Fernández que debe partir al encuentro de la columna móvil de Dar Quebdani. La actividad en la sección de campaña es incesante aquella noche; a las dos de la madrugada Sainz marcha junto a su asistente, el soldado de Alcántara Celestino Herrera Gálvez. El capitán partiría de Melilla el 22 de julio y no regresaría hasta el 28 de enero de 1923. El viaje de noche resulta todo menos tedioso para el oficial y su chofer; varias averías obligan a Sainz a subir a uno de los camiones de suministros hasta que el conductor, tras solventar el desperfecto y alcanzar el camión, sube al capitán y consigue llegar a Drius. Sainz, que ve que los camiones de ingenieros están allí, se reúne con Jacinto Dolz del Castellar -jefe de Estado Mayor en Drius- le transmite las necesidades para fortificar la posición y ultiman los detalles. Deciden que Sainz se adelante hasta Ben Tieb, donde esperará a que lleguen los escuadrones de Alcántara, la columna de Luque, los zapadores y el material que necesita: básicamente material de fortificación (8000 sacos y 80.000 cartuchos de máuser), y una estación óptica. Por la mañana en Ben Tieb Sainz anotó todo lo que recibió: tan solo 2000 sacos de los 8000 pedidos, y faltaba la estación óptica, lo que querría decir que cuando se hallaran en la pista no podrían comunicarse con nadie. Antes de partir cuenta los efectivos de las compañías; aunque incurre en alguna pequeña anomalía es justificable teniendo en cuenta el momento crítico y el tiempo transcurrido hasta que tantos meses después sus notas ven la luz. Según éstas componen la columna de Ceriñola: 8 oficiales, 263 soldados, 3 caballos y 30 mulos; la compañía de zapadores de García Andújar: 2 oficiales y 94 soldados. En Ben Tieb se hallaba el 5º Escuadrón de Alcántara al mando del capitán Ricardo Chicote formado por 4 oficiales y 86 cazadores. Las tropas que llegaron al mando de Primo de Rivera serían: 1er Escuadrón (3 oficiales y 50 soldados); 2º Escuadrón (3 oficiales y  61 soldados); 3er Escuadrón (3 oficiales y 67 soldados); 4º Escuadrón (3 oficiales y 63 soldados);  y escuadrón de ametralladoras (3 oficiales y 50 soldados). En el regimiento de Alcántara, Sainz contabilizaría 1 jefe, 19 oficiales y 377 soldados. Picasso elevaría estas cifras hasta 22 oficiales y 439 soldados: 461 hombres. En las notas del capitán Sainz se puede leer que junto a las tropas se halla una ambulancia, y que faltan sacos y la estación óptica.
Cuando faltaban pocas horas para que miles de soldados emprendieran la huida desde Annual, una columna de más de 800 hombres  penetraba en el núcleo de la tragedia de la cual muy pocos podrían escapar.

Pista Annual a Ben Tieb. Imagen cedida por Santiago Domínguez Llosa

Agradecimientos
Quiero dar las gracias a Santiago Domínguez Llosa, Benito Gallardo Sierra y a Juan Tomás Palma Moreno por ayudarme a ubicar el puente de madera y las posiciones que se hallaban en la pista Annual-Ben Tieb. También por enviarme fotografías, por compartir conocimientos y sobre todo por escucharme. Todos ellos forman parte de la Asociación de Estudios Melillenses, de la cual es presidente Benito Gallardo, donde mantienen el recuerdo por los acontecimientos del desastre. Su conocimiento del lugar y la historia me han servido de inapreciable ayuda. Cuando visité en abril de 2012 los territorios de la antigua comandancia junto a mi anfitrión y amigo Juan Palma cumplí el viejo anhelo de poder departir con todos ellos en su sala de lectura.