jueves, 2 de agosto de 2012

Las 48 horas de Haf

Las 48 horas de Haf

Dentro del mosaico de posiciones que formaban las diferentes circunscripciones se hallaban diseminados por toda la Comandancia pequeños núcleos defendidos por poco más de una compañía o sección. Muchas de estas pequeñas posiciones se replegaron sobre otras de mayor tamaño o sobre las cabeceras de las demarcaciones. Sin embargo, al tener unos medios de defensa tan limitados algunas de ellas fueron prácticamente aniquiladas por no haber podido ser ni abastecidas ni ayudadas. Gracias al expediente que se instruyó para conceder la Cruz Laureada al capitán de infantería Ernesto Rodríguez Chacel podemos conocer con gran profusión de detalles lo que sufrieron y padecieron los defensores de Haf hasta que la posición fue prácticamente exterminada tras cuarenta y ocho horas de resistencia a ultranza.

Ernesto Rodríguez Chacel 1893-1921
La circunscripción del Zoco de T’Latza de Bu Beker era la que tenía asignada el regimiento de infantería de África 68. La cabecera se hallaba en el Zoco donde se había construido un gran campamento que, probablemente junto al de Dar Drius, era de los pocos que reunía suficientes servicios y condiciones de defensa: depósito de municiones, hornos de intendencia, talleres de adobe, barracones para la tropa y oficiales, emplazamiento para la artillería y ametralladoras, parapeto en condiciones, y dos depósitos de agua uno metálico y otro de piedra. Paradójicamente, el agua se encontraba muy lejos por lo que para abastecer a los destacamentos y al campamento se utilizaban camiones aljibes que debían recogerla en las fuentes de Ermita, a 38 kilómetros de la cabecera. En verano se realizaban dos viajes diarios y en invierno uno. Una vez en el Zoco, y cargadas las cubas en camellos, se distribuía por las posiciones más lejanas; Haf y Tazarut Uzay. El campamento fue construido bajo la supervisión  del teniente coronel Ricardo Fernández de Tamarit, y de él dependían un total de 21 posiciones: Zoco T’Latza, Tixera, Tenial el Hanra, Arreyen Lao, Morabo de Abd el Kader y avanzadilla, Ergada, Loma Redonda, Mesaita 1 y 2, Siiach 1 y 2, Reyem Guerrao, Sidi Ali, Haf, Afsó, Tamasussin, Sidi Gayub, Ben Hiddur y su avanzadilla y Tazarut Uzay que se hallaba muy próxima a la zona francesa. En las inmediaciones del campamento general se hallaba acampada una de las tres columnas móviles de las que, en principio, parecía disponer el Comandante General para socorrer o acudir allí donde fuera preciso. El final  de las tres columnas fue trágicamente similar y  todas ellas -Cheif, Kandussi y la del Zoco- aportaron un altísimo número de muertos a la estadística mortal del Desastre.
El 21 de julio, entre la posición del Zoco y el campamento de la columna, el regimiento poseía efectivos de seis compañías de fusiles, en algunos casos incompletas: la 1ª del I Bon que llegó al Zoco el mismo día 21, la 3ª del I Bon no completa, la 5ª/I, Ametralladoras del II Bon, 2 secciones de la 3ª del II Bon, y la 5ª y 6ª Cía del III Batallón. Al margen de los efectivos del 68 de infantería, también se hallaban en la posición: un destacamento de artillería de la Comandancia al mando del teniente Aurelio Areñas, otro de intendencia al mando del teniente José Herrera Balaguer y una sección del 5º escuadrón del Alcántara 14 que mandaban el sargento Enrique Benavent y el veterinario 3º del regimiento José Montero Montero. Cerca del Zoco, en Siach, tenía su cabecera la 9ª Mía de policía indígena a las órdenes del capitán de caballería Francisco Alonso Estringana, de la que formaban parte un total de 198 hombres entre oficiales y tropa. Por tanto, el 21 de julio a las órdenes del teniente coronel Saturio García Esteban, jefe del II Batallón, se hallaban un total de 970 hombres en la cabecera, y otros 596 oficiales y soldados repartidos por las diferentes posiciones, en un territorio que abarcaba casi 1500 kilómetros cuadrados. Cuando el regimiento, por orden del general Picasso, aportó las relaciones de supervivientes el 22 de julio de 1922, se pudo comprobar que de aquellos 1566 oficiales y soldados pudieron escapar con vida tan solo 441 hombres: 313 de la columna móvil y 128 del resto de la circunscripción. Entre la retirada a zona francesa y el aniquilamiento de las diversas posiciones el regimiento perdió a más de 1100 hombres.

Zoco T'Latza de Bu Becker

El pequeño campamento de Haf y su avanzada  se hallaban a 15 kilómetros del Zoco, desde donde eran avituallados a pesar de estar más cerca de Dar Drius, cuyo campamento era visible con prismáticos. El 21 de julio se hallaban al frente de su defensa el capitán Ernesto Rodríguez Chacel, jefe de la 2ª Compañía del II Batallón, el teniente Manuel García Ovies, y 64 sargentos y soldados. La Comandancia de artillería tenía destacada  parte de la 3ª Batería a las órdenes del teniente Manuel Corominas Gispert y 20 artilleros. La policía indígena de la 10ª Mía disponía de un pelotón de 10 askaris y, finalmente 3 soldados de la Comandancia de ingenieros que debían comunicarse con la cabecera a través de la próxima posición de Ben Hidur, a 8 kilómetros de Haf. Al mando de esta posición se hallaba el teniente Manuel Alfonso Crespo, testigo directo de todas las comunicaciones entre Rodríguez Chacel y García Esteban, ya que todos los mensajes pasaban por su estación heliográfica. En total unos 101 hombres -algunas fuentes lo elevan hasta 150- para defender la primera posición de la circunscripción que sucumbió al empuje rifeño tras cuarenta y ocho horas de resistencia. En la cercana Tamasussin se hallaba la tercera sección de la compañía al mando del teniente Sergio González, y un destacamento de policía indígena que mandaba el oficial moro Muzza. Reunía esta posición muy pocas condiciones de defensa ya que solo se hallaba dotada de un parapeto de piedra seca y una alambrada que lo circundaba.

Teniente coronel Saturio García Esteban y Capitán González Vallés (derecha)

Para instruir el juicio contradictorio y dilucidar si el capitán Rodríguez merecía o no la Laureada se designó al comandante Manuel Rodríguez González, juez permanente de causas en Melilla. Creo que no hay duda de que la iniciativa de solicitarla partiría, bien del capitán Alonso, bien de su viuda Amelia Partearroyo. En todo caso, la instrucción no apareció publicada en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra hasta el 8 de julio de 1926, casi cinco años después de la muerte del oficial, siendo la decisión final la no concesión de dicha condecoración a Ernesto Rodríguez Chacel. Dejo a criterio del lector el decidir si fue justa o injusta tal determinación, que se repitió en muchos otros casos en los que les fueron denegadas las Laureadas a tantos soldados y oficiales.
El 22 de julio el capitán Alonso se reunió con el teniente coronel y le advirtió de la inminencia de un ataque a las posiciones de primera línea. García Esteban se hallaba al frente de la posición debido al turno rotativo según el cual cada uno de los tres tenientes coroneles de regimiento se turnaba al frente de la circunscripción. Alonso señaló también la necesidad de abastecer las posiciones de Tazarut, Reyen, Haf, Loma Redonda y Sidi Ali. Se necesitaban municiones y granadas, pero también aceite, tocino y harina. Era necesario que pudieran llegar hasta Batel para poder volver con el cargamento indispensable para el sostén de las unidades. Alonso no pudo pasar de Tistutin donde se enteró de la muerte de Silvestre y del principio del fin de la Comandancia, y con estas pésimas noticias llegó al Zoco a las 20:00 h, sin haber podido llevar ni las municiones ni la comida. Aquel día por la tarde en Haf ya fueron conscientes del alcance de la situación, ya que pudieron advertir que llegaban a Drius los restos de la columna de Annual. Es en ese momento cuando Rodríguez Chacel comunica que faltan municiones y agua, y advierte la presencia de un gran número de rifeños en las inmediaciones. Comienza el sufrimiento, y aún cuando no se han escuchado los primeros disparos, el capitán ya ha adoptado las primeras medidas para preservar la posición que, como se supo después, estaba dispuesto a defender hasta la muerte. Durante la noche la guarnición rechaza en repetidas ocasiones el ataque de los rifeños, siendo la permanencia en el parapeto obligada para todos, tanto en la avanzadilla donde se hallaba la policía indígena de la 10ª Mía, como en el interior del reducto donde el capitán, fusil en mano, dispara desde el parapeto. Haf consume sus últimas municiones y el combate se escucha desde el Zoco, donde la zozobra invade el ánimo de todos. El último heliograma de esa noche solicita municiones y agua, y los primeros heridos sufren las carencias sanitarias en alguna de aquellas tiendas cónicas.

Sección de Alcántara 14 y Policía Indígena en el Zoco

En la mañana  del 23 se realiza la descubierta desde el Zoco y al teniente coronel le advierten que Haf está siendo duramente atacada. García Esteban decide que parta el convoy con el objetivo de entrar en Haf a toda costa. Alonso, sin embargo, afirmaría que fue él quien personalmente recibió la autorización del general Navarro desde Drius. Al mando del capitán Alonso parten la novena Mía y dos secciones de la compañía que manda el capitán de África Francisco Asensi, que debe reforzar la posición de Siach. Junto al capitán Alonso parten 60 jinetes, los tenientes Benito y Salama, el alférez Sanmartín y el médico Palacios para encargarse de los heridos que ya tienen en la posición. De nuevo, y como ya hemos visto en tantas ocasiones, el inmediato futuro de aquellos hombres pasa inexorablemente por hacer llegar el convoy. A los sesenta hombres de Alonso se unen cincuenta infantes, y con esta pequeña fuerza intentan socorrer a los soldados de Rodríguez Chacel. Antes de llegar a su destino, Alonso observa en las estribaciones del Yebel-Bu-Sfedauen y en las inmediaciones de Tixera una alta concentración de rifeños que intentan cortar el convoy. Con el objetivo de distraer la atención del adversario, Alonso divide a sus hombres y junto al teniente Salama carga contra el enemigo mientras la infantería, a cuyo frente se halla el teniente Jesús Benito, se dirige al encuentro de los rifeños que se hallan junto a Tixera. En ese momento el alférez Sanmartín con los mulos del convoy enfila la posición y consigue entrar los víveres y las municiones. La columna de Alonso tuvo en el enfrentamiento dos muertos y cinco heridos que pudieron ser evacuados posteriormente y, según declaró el capitán, se consumieron durante el combate 21 700 cartuchos de máuser. Alonso y sus oficiales serían los últimos en ver con vida a Rodríguez Chacel y a sus hombres. Días después, una vez repatriados a Melilla los miembros de la columna móvil que pudieron sobrevivir, el alférez Sanmartín escribía a su hermano, residente en Madrid, una carta en la que relataba las vicisitudes vividas durante aquellos días. El oficial tuvo en la misiva un recuerdo para los defensores de Haf, de quienes dijo “se comportaron como leones”.
Sargento Nicólas Iranzo Zaldo

Durante el tiempo que Alonso permaneció en Haf no le quedó duda de la clara determinación que el capitán tenía de resistir las acometidas rifeñas. En ningún momento observó señales de desmoralización entre la tropa que los recibió con vítores y aplausos. Lo peor aún estaba por venir y mientras tanto el teniente médico Miguel Palacios se hacía cargo de los heridos, que no me consta que pudieran ser evacuados. En la posición eran conocedores del drama vivido y de la caída de muchos otros emplazamientos, a pesar de lo cual en ese momento el capitán dice a su compañero que moriría antes de abandonar la posición. También comprobó Alonso que la avanzadilla, perdida al iniciarse el combate, había sido reconquistada y en su interior se hallaban los policías que habían combatido y permanecían en sus puestos. Las condiciones para la defensa parecía que mejoraban, ese día ya tenían agua, y los víveres sabían a gloria... No hubo tiempo para más, la columna debía volver al Zoco y sortear al enemigo cercano. Para ello la batería del teniente Corominas disparó fuego de cobertura y permitió que la columna regresara al Zoco. Idéntico testimonio que el de Alonso prestaron el teniente Palacios y el alférez Sanmartín; los dos oficiales restantes, Basilio Salama y Jesús Benito Martínez, sucumbieron dos días después, poco antes de la  retirada a zona francesa ordenada por el teniente coronel García Esteban.
El 23, durante toda la jornada, la posición es atacada y el cruce de heliogramas es cada vez más dramático. Ese día muchos de aquellos pequeños núcleos de resistencia envían idénticos mensajes a sus mandos: agotadas municiones; no tenemos agua; heridos y muertos en la posición; el enemigo en las alambradas; espoleta a cero… Cuando el general Navarro llega a Dar Drius los hombres de Haf ya llevan casi veinticuatro horas viviendo en el parapeto. No lejos de allí, también las posiciones próximas son asediadas; en el Zoco, a García Esteban se le acumulan las peticiones de ayuda desde Arreyen Lao, Siach, Tazarut donde sufren los primeros embistes rifeños. La situación para la columna móvil y las pequeñas guarniciones se torna cada vez más dramática. Ya desde el día 22, según reza el parte escrito por el teniente coronel García Esteban, la posición y la columna habían quedado aisladas y el camión-auto aljibe que desde Batel se dirigía al Zoco no pudo finalizar su recorrido por haber sido asaltado durante el trayecto. Tras la partida de la columna de Alonso, la posición siguió siendo atacada y es más que probable que fueran testigos del abandono de Dar Drius, lo que sin duda perturbó el ánimo de todos. Si los 3000 hombres de Navarro se veían impotentes para contener la sublevación, ¿qué destino aguardaba a los ya menos de cien defensores de Haf?

Guarnición de Arreyen Lao. 4ª Cia/I Bon.
Ernesto Rodríguez Chacel nació el 16 de marzo de 1893. Era hijo del entonces capitán de artillería Joaquín Rodríguez Sánchez y nieto del también oficial de infantería Vicente Rodríguez Tejero. Durante la guerra de Cuba se dio la circunstancia de que los seis hijos de Vicente Rodríguez se hallaban destacados luchando en la isla. El teniente coronel se negó a que ninguno de ellos se librara de combatir en el Caribe. Ernesto Rodríguez coincidió en la misma promoción con Vicente Rojo, Asensio Cabanillas, Martín Alonso y otros tantos de los que sucumbirían en Annual y otras campañas. Rafael Capablanca, Hernández Mira, Arturo Bulnes, Pérez García, Gavila Pelegrí, Querejeta Pavón, Hernando Pedrosa y otros muchos formaron parte del tributo que la promoción -que ingresó en 1911- debió pagar en Marruecos. Tras su ascenso a capitán, en julio de 1920, Rodríguez Chacel pasó primero por el regimiento de Serrallo en Ceuta, y de éste al de África al que se incorporó en abril de 1921. Poco después se casó con Amelia Partearroyo y tras su luna de miel fue destinado a Haf. El capitán y Amelia habrían disfrutado de la paternidad si el cruel destino no hubiera deparado tal suerte a Ernesto Rodríguez. En febrero de 1922, siete meses después de su muerte, nació su hijo Alfonso a quien, como hijo póstumo que también era, quiso apadrinar el Rey. El bautizo del niño se celebró en la parroquia de San Luis de Madrid el 18 de febrero, y el Rey fue representado por el general Barrera.
Tras el capitán se hallaba por antigüedad el teniente de artillería Manuel Corominas Gispert, nacido en 1894 y teniente de artillería desde 1918. En el escalafón de tenientes de artillería de 1921 ocupaba el número 93, justo detrás de Diego Flomesta, muerto días antes en Abarrán. Desde agosto de 1920 se hallaba capacitado para ascender a capitán cuando por antigüedad le correspondiera. Poco antes de su muerte en combate había solicitado un cambio de destino que, al parecer, fue concedido ya que aparecía publicado su traslado al 7º regimiento de artillería ligera en Barcelona en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, cuando estaba ya fallecido. De todos los artilleros que servían a sus órdenes solo he podido localizar al sargento Nicolás Iranzo Zaldo nacido en Requena, Valencia, y destinado en la Comandancia desde el mes de febrero. Tras su muerte en combate, sus padres -Blas y Sofía- residentes en Requena, recibieron la pensión de 1.570 pesetas anuales. El 3 de octubre de 1922 el sargento Iranzo fue dado por desaparecido en campaña. En la Comandancia de Artillería de Melilla un total de 18 sargentos causaron baja por desaparecidos tras el Desastre. El tercer oficial era el más joven de los cuatro mandos; Manuel García Ovies había cumplido 21 años en enero, y según todos los testimonios supo estar a la altura de las circunstancias cuando todo estaba perdido. El  oficial había ascendido a teniente en junio, estando destinado en el mismo regimiento donde desempeñaba el empleo de alférez.

Teniente de artillería Manuel Corominas Gisbert

En Tamasussin, al frente de la tercera sección de la compañía se hallaba el teniente Sergio González Fernández, nacido el 16 de septiembre de 1896 y teniente desde junio de 1917. El  23 por la mañana, tras comprobar que la resistencia era imposible, los defensores abandonan la posición y parten en dirección Drius viéndose de camino obligados a refugiarse en el puesto de policía de Ahesor, donde se hacen fuertes resistiendo hasta que al día siguiente es asaltado el puesto y mueren todos excepto el soldado Honorato Juan Sabater quien días después pudo llegar a Melilla. A la caída de la tarde, la posición de Afsó fue aniquilada y saqueada sin que se presentaran supervivientes.
Será muy difícil, o prácticamente imposible, saber cómo se llamaban aquellos 100 soldados que formaban parte de la guarnición de Haf. Las listas confeccionadas por el regimiento un año después solo aclaran qué hombres sobrevivieron y en qué posición se hallaban el 22 de julio. En la relación de supervivientes del 2º Batallón se incluye una minúscula lista donde aparecen los que se pudieron salvar el 24 de julio en Haf. Tan solo aparecen dos nombres; los de los soldados Manuel Carro Nieto y Honorato Juan Sabater quien, como hemos visto, se hallaba en Tamasussin. Sin embargo, entre los testimonios que se recogen en el juicio contradictorio se menciona en  repetidas ocasiones al cabo Miguel Carles Prieto. El hecho de que posteriormente el cabo Carles no aparezca en las listas de sobrevivientes hace pensar que probablemente falleció en la retirada a zona francesa de la columna del Zoco. De los veintiún artilleros de la Comandancia tan solo figura un nombre, el del artillero 2º Manuel Silveiro Corchado, que pudo llegar exhausto al Zoco y desde aquí a zona francesa. Por tanto, podemos afirmar que de los 101 hombres solo dos escaparon con vida -de los que sepamos con seguridad que estuvieron en Haf- más otro que fallecería el 25 de julio. Tres de 101, un noventa y siete por ciento de muertos. Sobrecoge y asombra pensar que no se pudiera hacer nada para socorrerlos o, por lo menos, para reducir el número de muertos durante la retirada


Supervivientes de Haf

Para poder seguir los acontecimientos que se produjeron en la circunscripción me he valido del parte que el 10 de agosto remitió el teniente coronel García Esteban al Alto Comisario. A este escrito he unido la declaración ampliada que el mismo jefe hizo primero en Melilla el 2 de septiembre de 1921, y una tercera y última efectuada en Inca, Mallorca, el 13 de agosto de 1925. El teniente coronel incurre en contradicciones que él mismo reconoce cuando afirma que la última declaración es más aparente que real debido al tiempo transcurrido. Estas diferencias en los testimonios serían, en parte, la causa de que no se concediera la Laureada al capitán Rodríguez Chacel. Todos los testimonios restantes coincidirán en afirmar que el oficial se hallaba incluido en varios supuestos del reglamento y, por consiguiente, merecía la condecoración. En los dos primeros partes el teniente coronel, aún elogiando el comportamiento del capitán, afirma que había citado en los partes la conducta de muchos oficiales para ver si merecían gracia por parte de sus superiores. Finalmente, cuando declaró en su destino en Baleares atestiguó que el comportamiento de Rodríguez había sido encomiable y valeroso, pero no pudo precisar si el oficial había realizado actos comprendidos en el reglamento. Con toda probabilidad, las vacilaciones de García Esteban fueron, como mínimo, determinantes para hacer dudar al juez instructor. De los dieciséis restantes testimonios quince coincidían en hacerlo merecedor de la Cruz Laureada por hallarse incluido en el artículo 54, caso 7º, que reza: “merecerá la Cruz el que en combate con arma blanca, en cualquier ocasión mate, hiera o rinda a tres adversarios”. Otros declarantes situaban sus méritos en el caso 8º por haber rechazado al enemigo a pie firme produciéndole bajas, y por haber combatido con los rifeños a menos de cincuenta metros, en terreno franco y sin perder la posición. Como veremos el capitán y sus hombres cumplieron con creces ambos supuestos.
El 24 de julio la resistencia en Haf llega a una situación extremadamente difícil, sobre todo por la carencia de municiones y el aumento del número de los rifeños que rodean la posición. Los alféreces Bocinos y Sánchez Oliva afirmaron que gracias al ímpetu que mostraron los defensores se pudo conseguir distraer al enemigo tanto para asegurar la retirada de Drius como para distraer fuerzas que intentaban asediar al campamento del Zoco. En ninguna de sus declaraciones el teniente coronel habla de una junta de oficiales donde se debatiera si era factible o no socorrer a Haf el 24 de julio. En el parte del teniente coronel se cita literalmente que autorizó al capitán para que abandonase la posición tras recibir el último heliograma donde comunicaba que los rifeños estaban asaltando la alambrada. Sin embargo, gracias a la declaración que prestó en Melilla el veterinario Montero Montero, se puede afirmar que dicha junta se convocó el día 24 por la mañana con la intención de dilucidar si era posible el socorro a Haf.

Veterinario José Montero Montero

En un primer momento el teniente coronel sometió a la aprobación de todos los presentes un acta donde se hacía constar que ante la imposibilidad de auxiliar a los hombres de Rodríguez Chacel se les autorizaba a abandonar la posición en dirección al Zoco. Esta era sin duda la intención de García Esteban, y aunque parecía que era el criterio que debía prevalecer no fue así. Hubo un sector de oficiales -Tenientes Arenas y Mandly y el alférez Muñoz Bertet- que se ofreció a salir con sus unidades a cubrir la retirada de los hombres de Haf. Finalmente, García Esteban autorizó tal medida ante la presión de sus oficiales y mudó su primera decisión. Según relata el veterinario Montero, las compañías llegaron a formar, pero en el último momento se recibió desde Ben Hiddur la noticia de la caída de Haf. De aquellos tres oficiales que discreparon y se ofrecieron a sacrificarse tan solo sobrevivió Muñoz Bertet. El teniente Arenas Gaspar, jefe accidental de la 5ª Compañía del II Batallón fue herido en el cuello al abandonar el Zoco, y aunque pudo ser transportado en camilla no consiguió llegar a zona francesa. Arturo Mandly Ramírez, oficial de la escala de Reserva, cayó poco antes de llegar al campamento francés. El veterinario Montero consiguió llegar hasta el campamento galo, aunque durante la retirada falleció parte de la sección de Alcántara que en vanguardia de la retirada mandaba el sargento Enrique Benavent Duart, nacido en Valencia, y recientemente casado con Lutgarda Valcárcel con quien tenía un hijo de tan solo un año.


Teniente de infantería Francisco Arenas Gaspar

Reconstruir las últimas horas de Haf es algo que solo podemos hacer recurriendo al testimonio de los supervivientes, quienes dejan bien claro que lucharon hasta el último momento y que el capitán se mantuvo firme sin querer abandonar la posición hasta que inevitablemente se vieron forzados a hacerlo. Con el parapeto y las alambradas destruidas sale la fuerza tras el capitán al frente, el sable en una mano y la pistola en la otra, alentando a sus hombres a combatir. Primero cae el teniente García Ovies, después los demás oficiales hasta que finalmente, herido de muerte por una bala el capitán,  el resto de hombres corre en busca de la salvación. Según declaró el capitán Gil Rodríguez, la posición fue atacada por una gran harka que entre Arreyen Lao y Haf reunió a más de 2000 hombres. De todos ellos solo dos pudieron recorrer los quince kilómetros que separan Haf del Zoco: Miguel Carles y Manuel Carro quienes aquella misma noche contaron con todo detalle lo ocurrido en Haf. No queda duda de ello ya que todos los testigos, excepto uno, declararon recordar a los dos soldados que pudieron escapar. Por su parte, Manuel Silveiro aportó el testimonio de aquellas horas en Haf tras haber llegado el veintisiete de agosto a Melilla, y prestar declaración ante el teniente coronel Vicente Calero Ortega. El artillero relató que poco antes de abandonar la posición, el sargento –debía ser Nicolás Iranzo- hizo explosionar las cargas de artillería que aún quedaban, e inutilizaron los cañones Krupp. Después, una vez consumidas las municiones, diezmada la guarnición, destrozada la alambrada y tras haber resistido ataques de arma blanca, el capitán, sable en mano, dirigió la retirada ordenando cargar al grito de ¡A por ellos!  Silveiro y un grupo de artilleros e infantes, en lugar de  dirigirse hacia el Zoco, optaron por hacerlo hacia Batel, pero poco antes de llegar se vieron sorprendidos y obligados a esconderse entre rocas y permanecer allí varios días sin comida ni agua. El grupo, reducido a siete hombres, decide volver hacia el sur e intentar ganar la zona francesa. En el transcurso de esta huída el artillero Silveiro es hecho prisionero y trasladado a un poblado donde también se halla el alférez Ruiz Tapiador, de ahí que también prestase declaración en el juicio contradictorio sobre Rodríguez Chacel. Los rifeños que los tienen presos deciden llevarlos hasta el Pozo número 2 con la intención de canjearlos por agua. En el interior del pozo se halla una pequeña guarnición que mandan los cabos Arenzana y Lillo, y junto a ellos permanecerán hasta que el día 5 de agosto deciden fugarse en dirección al territorio francés. Según el testimonio de Ruiz Tapiador debieron recorrer 85 kilómetros hasta llegar a la frontera francesa y sostener varios enfrenamientos durante el trayecto. Silverio, Ruiz Tapiador y el resto de repatriados llegaron a Melilla procedentes de Orán el 25 de agosto.
Cuando Haf se pierde muchas de las posiciones de la demarcación estaban siendo atacadas y en algunas la situación ya era insostenible. En Arreyen Lao y Reyen ya no pueden llevar más allá la defensa y ese mismo día sucumben. De la primera se salvan un corneta y seis soldados de los casi 90 hombres que manda el capitán Alcaine que también perece junto al teniente Sánchez Hernando y 75 soldados de la 4ª Compañía del 1er Batallón. En Reyen, defendida por una sección que manda el alférez León, solo se salvan 8 hombres a pesar de haber  intentado el capitán Alonso pactar la rendición previo pago de 2.500 pesetas. Uno de sus supervivientes, el soldado Hernández Rodríguez relató al alférez Bocinos los últimos momentos de Haf. Tampoco de Tazarut se recibían mejores noticias y los ciento veinte hombres, bajo el mando del teniente Bernal y el alférez Dueñas, tienen ya muchas bajas sin que hayan podido ser socorridos. Al finalizar el día 24 se repliegan al Zoco los destacamentos de Siach 1 y 2 donde se hallan dos pelotones al mando de los sargentos Gómez Flores y  Marcelino Molero Pimentel, quienes perecerían en la retirada a zona francesa. El caso de Molero es especialmente sobrecogedor ya que en el Zoco se hallaba su hermano Andrés al mando de la 3ª Compañía del II Batallón. Durante la retirada fue herido el capitán y su hermano prefirió quedarse junto a él antes que abandonarlo en aquel estado, y así, juntos, los encontró la muerte.


Parte emitido por el teniente coronel García Esteban

En el parte redactado el 10 de agosto, el teniente coronel sí menciona que se reunió la junta de oficiales a las 22:00 h del día 24. Saturio García afirma que el objetivo era salvar el mayor número de hombres y armamento, y todos se mostraron, por unanimidad, favorables a la retirada de la columna. Con anterioridad, la Mía de policía del capitán Alonso ya había iniciado el repliegue hacia el Zoco junto a la 1ª Compañía del 1er Batallón que  había sido destacada para proteger a la caballería de Alonso. Es en este momento cuando una parte de la Mía, con los tenientes Benito y Salama, parte en dirección contraria al campamento hasta que son conscientes de que junto a ellos no se halla su capitán. Alonso aún permanece en la posición quemando el almacén y la documentación perteneciente a su unidad, y no se percata del incidente. Al parecer, según el testimonio del alférez Sanmartín, un suboficial corrió la voz de que el capitán abandonaba el campamento, lo que provocó que salieran huyendo un buen número de policías. El teniente Palacios intentó contenerlos pero para entonces el escuadrón se alejaba de la posición al galope. Finalmente, parece que los tenientes Salama y Benito lograron detener a una parte de los fugitivos, a quienes hicieron volver grupas en dirección al Zoco. Cuando se hallaban cerca del campamento, pensando la guarnición que se trataba de un ataque de caballería rifeña, abrió fuego y dispersó al grupo sin que nada más sepamos de ellos. El cuerpo del teniente Benito nunca fue recuperado, sin embargo, sí aparecieron y fueron identificados los restos de Basilio Salama en las proximidades de Tistutin y pudo ser enterrado en Melilla.
En Loma Redonda también reciben orden de repliegue sobre Sidi Ali. Forma su guarnición una parte de la 6ª Compañía del 1er Batallón. Según informes del regimiento, del total de 43 hombres a las órdenes del capitán Pedro Moreno consiguen llegar al Zoco: un sargento, dos cabos, un corneta, 29 soldados y el propio oficial al mando, muriendo en el repliegue el teniente Miguel Morales. Ya de madrugada, los supervivientes de Loma Redonda y los de Sidi Ali se retiran sobre el Zoco llegando al campamento a la 01:45, tan solo una hora y media antes de iniciarse la retirada a zona francesa. De la tropa que se hallaba en esta última posición se pudieron acoger al Zoco: el sargento José Lay, un tambor, 26 soldados y el capitán Pedro Prats herido en el cuello, muriendo en el repliegue un teniente. En el último momento se les unió la guarnición de Ben Hiddur quienes, al mando del teniente Manuel Alfonso Crespo, se habían encargado de reenviar los heliogramas que a través de la óptica habían lanzado los defensores de Haf.  De los 30 soldados de la 2ª sección de la 1ª Compañía del II Batallón que se hallaban en Ben Hiddur pudieron salvarse 8 hombres.
En la posición más alejada del Zoco, en Tazarut, también sufrieron muchas horas sometidos a continuos ataques. El regimiento de África tenía destacada una sección de la 6ª Compañía del 1er Batallón que tenía el resto de sus fuerzas en Loma Redonda. Al mando de la infantería se hallaba el alférez Dueñas Sánchez, mientras que la artillería y el mando de la posición lo ostentaba el teniente Elías Bernal. Tazarut resistió ataques a partir del día 23 y desde entonces estuvo solicitando a la cabecera todo tipo de auxilios. Desconozco por qué no se les ordenó el repliegue al Zoco, lo cierto es que en las relaciones de supervivientes del regimiento no aparece ninguno que se hallara destacado en Tazarut. Cuando en la madrugada del 25 se retiraba la columna móvil de García Esteban, envueltos por la niebla, pasaron cerca de Tazarut sin que, aparentemente, Bernal y Dueñas fueran advertidos de ello.
La retirada de la columna acabó de manera sangrienta y los supervivientes fueron repatriados desde Orán y llegaron a Melilla el 9 de agosto a bordo del Bellver. Dejo para otro momento analizar detenidamente el resultado del repliegue de la columna móvil. Según la documentación del regimiento solo escaparon con vida 441 hombres de los casi 1500 que se hallaban repartidos por la circunscripción.

 
Gregorio Jiménez Delgado. Superviviente 5ª Cia/IBon.

Epílogo

En febrero de 1922 se reconquistó Dar Drius y partiendo desde el antiguo campamento las columnas españolas recorrieron las antiguas posiciones perdidas en 1921. Una potente columna móvil al mando del general Federico Berenguer partió desde Drius el 4 de marzo con el objetivo de avanzar y reconocer el valle de Sidi Ali.  Componían la columna  fuerzas de Regulares y del Tercio, batallones de los regimientos de Pavía, Segovia y Gerona, fuerzas del 6º ligero de ingenieros, una compañía de intendencia y varias ambulancias sanitarias. Nada que ver, como se puede comprobar, con las tres columnas móviles de las que disponía Fernández Silvestre en 1921. Sin contratiempos ni resistencia avanzaron hasta alcanzar las posiciones perdidas durante el Desastre.  Las tropas de Regulares fueron las encargadas de entrar en Haf casi diez meses después de su aniquilación. Los rifeños habían transformado gran parte de la posición y habían convertido una parte en vivienda y  corrales de ganado. Pero lo que sin duda sorprendió a Berenguer y sus hombres fue no localizar ningún cadáver a pesar de que tenían constancia de que la resistencia había sido encarnizada. Tan solo encontraron algunos uniformes de artilleros y en el interior de una casa tres cierres de los cañones del teniente Corominas. Quién enterró los restos de los defensores será algo que nunca sabremos, solo nos queda el consuelo de saber que 91 años después aún recordamos su sacrificio.

Los testigos
En el juicio contradictorio del capitán Rodríguez Chacel declararon en total 15 oficiales y un soldado, lo que suponía la práctica totalidad de los oficiales supervivientes de la columna del Zoco -se pudieron salvar 18 jefes y oficiales- exceptuando al veterinario Montero, el capitán Aguilera Maurici, el teniente García Gómez y el alférez Falcó Corbacho. El resto de los mandos prestó declaración empezando por el teniente coronel Saturio García Esteban (2-10-1865), veterano de muchas campañas desde su ingreso como soldado en 1885, retirado tras ascender a coronel, y a quien se le negó el ascenso que había solicitado a general de brigada honorífico. El promotor y principal testigo en el juicio contradictorio fue Francisco Alonso Estringana, quien continuó en la policía indígena hasta su ascenso a comandante en 1925. Poseía la Cruz de María Cristina y era un oficial experto y bien considerado entre los mandos, como queda claro en la famosa carta que el teniente coronel Fernández Tamarit escribió al general Fernández Silvestre, en la que enumeraba y denunciaba los excesos de una parte de la oficialidad de la policía. En 1936, siendo teniente coronel, se hallaba disponible en la 1ª región militar, y por lo visto comprometido con el alzamiento aunque no tuviera mando directo sobre tropa. En algunas fuentes se cita que fue fusilado, pero parece que en realidad fue detenido, sin estar en condiciones de dar más datos ya que posteriormente pierdo su pista.


Capitán Francisco Alonso Estringana

El médico Miguel Palacios, quien atendió a los heridos de Haf, ascendió a capitán en 1925 y en ese empleo le sorprendió el golpe de estado mientras estaba destinado en el parque central de sanidad militar en Madrid. Con anterioridad había conspirado contra la dictadura de Primo de Rivera, y posteriormente entabló estrecho contacto con miembros de la CNT y fundó la Unión Militar Antifascista. Durante la contienda estuvo al frente de la 39ª Brigada Mixta y del XVI Cuerpo de ejército de Levante. Tras la guerra fue represaliado y sufrió prisión.  El tercer oficial de la mía del capitán Alonso, el joven alférez Víctor Sanmartín Molinero, pasó posteriormente a la Guardia Civil. En 1936 se hallaba en Toledo enfermo, fue detenido por milicias republicanas y fusilado siendo capitán.
Pedro Prats García (1-1-1893), jefe de la 1ª Compañía del II Batallón, continuó en Marruecos y pasó por diferentes unidades de regulares. En julio de 1936 era comandante en el Grupo de Regulares de Larache al mando del teniente coronel Luis Romero Basart. Prats se negó a sublevarse, por lo que fue detenido y posteriormente dado de baja por desafecto. Idéntica suerte corrió el capitán Pedro Moreno Muñoz (13-7-1895) de la 2ª Compañía del 1er Batallón, destinado en 1936 en el juzgado de Causa de Madrid, quien también se negó a sublevarse siendo por ello apartado del servicio activo. Manuel Gil Rodríguez (5ª Compañía del 1er Batallón) era el oficial más antiguo en la cadena de mando tras el teniente coronel; ascendió a comandante en 1923 y con este empleo se retiró del ejército acogiéndose a las leyes de Azaña.

Alférez Ildefonso Ruiz-Tapiador 1901-1990
Entre los tenientes quisiera destacar al veterinario José Montero Montero (Córdoba 21- 2-1895. 21-11-1941), ya que su testimonio en la investigación de Picasso fue relevante y muy esclarecedor. Montero se licenció en Veterinaria por la Universidad de Córdoba y en 1919 opositó al cuerpo de veterinaria militar obteniendo el número 2 de la promoción. Tras un breve paso por el 3er regimiento de artillería pesada, recaló en el 14º de caballería donde ya ostentaba el empleo de veterinario 2º y permaneció destinado hasta febrero de 1923. Posteriormente volvió al protectorado; en 1926 se hallaba en las intervenciones militares de Tetuán, y en 1928 en la Mehal.la Jalifiana de Yebala. Ya durante la República ascendió a veterinario 1º. En 1936, según reza en el anuario, se hallaba disponible en Huelva aunque con posterioridad sirvió en el cuartel general en Burgos. José Montero falleció en Córdoba a la edad de 46 años; en 1929 había contraído matrimonio con Marina García Natera y habían sido padres de cuatro hijos.
El joven alférez Ildefonso Ruiz-Tapiador Guadalupe (Orgaz, Toledo 31-7-1921), aún no había cumplido los veinte años cuando se hallaba al frente de la posición de Dar Azugaj que guarnecía una sección de la 6ª Compañía del II Batallón. El día que cumplía 20 años fue recluido junto al artillero Silveiro (superviviente de Haf) en el Pozo número 2, de donde pudieron escapar el 5 de agosto internándose en zona francesa. En 1936, siendo capitán, se hallaba destinado en el regimiento de infantería de San Quintín en Valladolid. El regimiento al completo -a excepción de un alférez- se sublevó y formando parte de la columna del coronel Serrador se dirigió al Alto de los Leones. En los duros combates que allí se originaron fue herido de tal gravedad que incluso fue dado por muerto. Desde entonces, y debido a las secuelas físicas que le quedaron, pasó al cuerpo de inválidos y durante la guerra ejerció de profesor en la Academia de Infantería de Toledo. Fue autor de varios libros de enseñanza militar y continuó en el ejército donde llegó a ostentar el empleo de general de brigada en 1959. Ruiz Tapiador falleció en Madrid el 9 de septiembre de 1990.

Oficiales supervivientes del regimiento de África 68

Compañero de promoción de Ildefonso era el entonces alférez Bernardino Bocinos Alonso-Villaverde perteneciente a la 1ª del 1º. Sirvió muchos años en el antiguo protectorado y se convirtió en un experto interventor y autor de varios libros tanto de temática legislativa como de las intervenciones militares. En julio de 1936 se hallaba destinado en la intervención del Rif en Beni Hadifa. Tras su ascenso a comandante fue designado comandante militar de Plasencia y en 1956, siendo coronel, fue jefe del regimiento del Príncipe, el mismo que con otra denominación mandó en julio de 1936 el coronel Tulio López Ruiz, ayudante del general Fernández Silvestre en 1921.
Daniel Herrera Merino 1894-1936
De todos los testigos los que padecieron de forma más trágica la guerra civil fueron, sin duda, el teniente Daniel Herrera Merino y el alférez Eduardo Navarro Chacón, ambos de la compañía de ametralladoras del 2º Batallón que tenía al capitán ausente. Herrera, jefe accidental de la compañía, era al estallar la sublevación en 1936 capitán de infantería en el regimiento de Simancas de guarnición en Gijón. La unidad al mando del coronel Pinilla se sublevó íntegramente y permaneció en el cuartel hasta el 21 de agosto, fecha en que las milicias republicanas lograron romper el cerco y tomar el cuartel. Entre los muertos se hallaba el capitán Herrera Merino. A su madre, Mercedes Merino Martínez, le concedieron en noviembre de 1938 la Medalla de Sufrimientos y al fallecido capitán el ascenso por méritos de guerra.
Por su parte, Eduardo Navarro Chacón (24-5-1898), que al producirse la sublevación era también capitán en el batallón de ametralladoras nº 2 en Almería, se sublevó, por lo que posteriormente fue detenido y conducido a Cartagena donde sería confinado en el buque prisión España 3. El 14 de agosto el buque partió de Cartagena y una vez hubo abandonado la bahía hicieron subir a cubierta a los 152 prisioneros que serían ejecutados arrojándolos al mar con pesos en los pies, en uno de los más lamentables episodios de la República en guerra.
Mejor suerte corrieron, aunque también sufrieron los rigores de la guerra, los tenientes Luis Muñoz Bertet y Manuel Alfonso Crespo. El primero, quien se reveló contra la decisión de su teniente coronel de no auxiliar a los defensores de Haf, pasó poco después de Annual a la Guardia Civil y en 1936 era capitán en la Comandancia de Castellón. Fue retirado por desafecto por el gobierno republicano en 1938 y. tras finalizar la contienda, también dado de baja por el gobierno de Franco. Fijó su residencia en Valencia, de donde no tengo más noticias porque pierdo su pista. El teniente Manuel Alfonso Crespo, comandante del puesto de Ben Hiddur y encargado de transmitir por óptica los mensajes que enviaban desde Haf, pasó al cuerpo de Carabineros. La guerra le sorprendió en Valencia donde se mantuvo fiel al gobierno de la República siendo capitán. Tras finalizar la guerra, fue también apartado por la ley Varela que impedía continuar en el cuerpo a aquellos carabineros y guardias civiles que habían servido en zona republicana.


Bibliografía
Tribunal Supremo Reservado. Expediente 50, nº 1 y 6. 1ª Pieza de la Información gubernativa instruida por el General de División Juan Picasso González (Expediente Picasso). Páginas 1714 a 1735, información enviada por el regimiento de infantería África 68.
Tribunal Supremo Reservado. Expediente 50, nº 38 y 39. 1ª Pieza de la Información gubernativa instruida por el General de División Juan Picasso González (Expediente Picasso). Parte escrito por el teniente coronel García Esteban.
Diario oficial del  Ministerio de la Guerra. 13-07-1926 DO nº 154
Santiago Domínguez Llosa. Zoco del T’Latza, el otro desastre. Revista de historia militar.
Juan Pando Despierto. Historia Secreta de Annual. Ediciones Temas de Hoy. Madrid 199
Coronel Garate Córdoba. España en sus Héroes. Editorial Ornigraf, Madrid 1969.
La Correspondencia de España. Viernes 24 de marzo de 1922.
Declaración del veterinario José Montero Montero y fotografía del  mismo enviada por su nieto Ignacio Montero Ruiz a quien agradezco la confianza.
La fotografía de Gregorio Jiménez Delgado enviada por la familia a quien agradezco la confianza.

Fotografía del general Ildefonso Ruiz-Tapiador extraída de http://villadeorgaz.es/orgaz-personajes-ruiz-tapiador.html.
Fotografía de Francisco Alonso Estringana, obtenida del foro Desastre de Annual. Fue realizada el 21-06-1920 y donada por Gracia González de las Cuevas.
La fotografía de Arreyen Lao fue donada por Santiago Domínguez Llosa en el foro Desastre de Annual.
La fotografía de Ernesto Rodríguez Chacel esta extraída del libro de Antonio Carrasco García “Las imágenes del Desastre”. Editorial Almena, Madrid 1999.

jueves, 19 de enero de 2012

Vivir. Los supervivientes de Igueriben. 4ª parte.

Igueriben.

Sufrir, morir y vivir en Igueriben. 4ª parte
Vivir


Los supervivientes de Igueriben

Cuando ya no quedaba más posibilidad que rendirse o huir de aquella colina recibió Benítez la orden de parlamentar. ¿Llegó esta disposición en el momento adecuado y, sobre todo, era aún factible poder cumplirla? No me cabe duda de que no. Tras casi 120 horas pasando privaciones extremas ¿cómo alguien puede pensar que aquellos hombres serían capaces de hacer lo que horas antes no había conseguido una columna de 3.000? Sin embargo, demostrando que los límites humanos están para ser traspasados, una parte de ellos fue capaz de lograr que hubiera vida tras Igueriben cuando todo hacía pensar que no sería posible para nadie. El mismo día 21 por la mañana, desde Annual, el general Navarro envía a Silvestre un telegrama, que este no recibirá por hallarse ya de camino, en el que expone brevemente los negros presagios que se ciernen sobre el inmediato convoy. En el mismo mensaje, Navarro solicita autorización para preparar la evacuación de Igueriben. Parecía que la suerte de los hombres de Benítez ya estaba echada cuando aún el general no había ordenado la salida del convoy. Qué habría pasado si todos los esfuerzos se hubieran concentrado en asegurar y proteger la retirada de los hombres en lugar de empecinarse en otro anunciado fracaso es una pregunta sin respuesta. ¿Habría cambiado, tal vez, la historia de Annual?


Posición similar a la que tuvieron abandonar los defensores de Igueriben
En ningún momento durante la campaña que llevaron a cabo las tropas de Silvestre contemplaron la posibilidad de que se llegara a una situación así: No existían órdenes de previsión de repliegue ni de forzoso abandono de las posiciones como eventualidad no prevista. Quien así se expresaba era el teniente coronel Dávila, jefe de la sección de operaciones de Estado Mayor hasta poco antes del Desastre. Por lo tanto si, al margen de toda previsión, la orden fue fruto de la acuciante necesidad que dominaba aquel momento, era completamente imprevisible su desenlace. Y así fue, prueba de ello son las diferentes versiones que se aportan sobre el abandono de la posición que llegan incluso hasta el caso de que un mismo testigo aporte dos interpretaciones diferentes, que se dijera que la vanguardia de la retirada estuviese al cargo de tres oficiales distintos, o que en el último momento aquellos mismos oficiales aún pudieran subirse al parapeto para distraer la atención de los cientos de rifeños que rodeaban la posición.

Sobre cómo y cuándo recibieron la orden de repliegue, ocurre como en la mayoría de los episodios que se desarrollaron aquellos días: existen diferentes versiones que dificultan saber con exactitud la hora en que cayó la posición. Silvestre autoriza a parlamentar a Benítez cuando comprueba que el convoy no llegará a su destino; gran parte de los testigos coinciden en que son aproximadamente entre las 12.00 y las 14.00 horas del mediodía. A esas alturas Benítez, sabedor del fracaso, reúne a sus oficiales y acuerdan que un cabo de policía se acerque hasta las avanzadas del convoy y comunique que van a desalojar la posición y que los efectivos del convoy esperen la llegada de los defensores. El día estaba nublado y no podían utilizar la estación heliográfica, ése fue el motivo de que tomaran tal decisión. Sin embargo, parece que el cabo de policía desertó ya que, según los testimonios de Domingo Barrio y Mariano Pérez, nada supieron de él por lo que, dos horas más tarde, el comandante reunió de nuevo a sus oficiales y autorizó la salida. El sargento Dávila recordaba, tiempo después, que Benítez le exhortó a conducirse bien y a que se defendieran e intentaran abrirse paso hasta las avanzadas del convoy. A pesar del agotamiento y de haber llegado al límite de la resistencia, Dávila y sus hombres consiguieron llegar hasta Annual donde fueron atendidos por los sanitarios. Nada dicen el sargento, el cabo y el soldado sobre haber recibido una orden de repliegue por parte del Comandante General.
Al otro lado, Silvestre, también consciente de la imposibilidad de hacer llegar el convoy, ordena que desde las lomas próximas a Igueriben donde están estancadas las fuerzas que forman el convoy, comuniquen la orden de repliegue a Benítez. De ello debía encargarse la Mía que se hallara más cerca, aunque parece que no lo pudieron conseguir. Según se cita en el Expediente Picasso, cuando trataban de notificar la orden por telegrafía óptica vieron que los defensores saltaban las alambradas en número aproximado a cien hombres, tras lo cual el enemigo los atacó mezclándose con los que huían con la retaguardia del convoy, y llegando tan cerca de Annual que aquella noche no se pudieron montar las lunetas de enlace de las tres posiciones que conformaban el campamento.


Asistencia a un herido en primera línea.
En Igueriben, Federico de la Paz agota su último cartucho y dispara los ocho botes metralla que le quedan, espoleta a cero, a quemarropa, causando un gran número de bajas. Ya no quedan municiones. Los defensores, obligados por la desesperada situación, toman la decisión de evacuar no porque hubieran recibido orden de retirarse, sino porque no les quedaba ninguna otra opción.
En aquellas lomas contiguas a Igueriben se hallaban estancados los regulares que mandaba el comandante Llamas que no había recibido esa orden de Silvestre y que, al ver elevarse el humo sobre la colina amarillenta, decide enviar a dos de sus compañías para cubrir el repliegue de los supervivientes que, a la carrera y desesperadamente, corren de manera desenfrenada. Aún así, el comandante declaró ante Picasso que sus hombres se replegaron por escalones, tomando los poblados que tenía su retaguardia, hasta que al llegar bajo la protección de los fuegos de Annual, adoptó orden cerrado y entrando en el campamento con la tropa disciplinada observaron que quienes emprendían la desbandada eran las tropas de policía.
Tampoco recibe ninguna orden de cobertura el capitán Ruano Peña que, al mando de la 3ª Batería de montaña, se halla cerca de Izzumar desde donde ha dado fuego de apoyo a los regulares de Llamas que debían coronar la cresta situada a la izquierda de Igueriben. A pesar del intenso sostén artillero, los regulares no consiguen conquistar su objetivo y, según Ruano, esta fue la causa del fracaso del postrero convoy. El artillero, tras presenciar el abandono de la posición, declararía ante Picasso que tan solo se pudo abrir fuego sobre el sector ocupado por los rifeños. Tampoco se organizó un pasillo cubierto por cortinas y barreras de fuego por donde con previo aviso hubieran podido acogerse los defensores, y así haber sido menos sangrienta la retirada.

Luis Ruano Peña 1895-1928
Por tanto, si no fue la batería de Ruano, emplazada cerca de Izzumar, la que disparó sobre Igueriben para cumplir la última voluntad de Benítez, no queda otra posibilidad más que lo hicieran las piezas que se hallaban en Annual a las órdenes del comandante Écija que llevaban días vomitando plomo sobre las concentraciones de rifeños, aunque nada de esto sea citado en los documentos oficiales. Según declaró el sargento Basallo tras la liberación, al identificar el cuerpo de Benítez en octubre de 1921, él mismo descubrió en su uniforme el heliograma que comunicaba a los de Annual que solo les quedaban las doce cargas de cañón que anunciaron el final del asedio. Sin embargo, en la carta que escribió a la madre del capitán Federico de la Paz afirmaba que él no estuvo allí, por lo que lamentaba profundamente no poder aportar más noticias sobre sus hijos.
Muchas veces he pensado en aquel mensaje que ha pasado a la posteridad y ha sido mencionado en infinitas ocasiones. Dejando al margen que se encontrara en la guerrera de Benítez o no, siempre me he preguntado si realmente se seguirían las instrucciones del comandante al agotarse la munición. Nadie mejor para salir de dudas que el valiente testimonio que aportó en su obra el teniente coronel Pérez Ortiz. El jefe de San Fernando se hallaba cerca de la posición, al mando de su batallón, dando cobertura a las Mías de policía, cuando de manera inesperada observó cómo varias siluetas saltaban el parapeto y las alambradas en Igueriben, moviéndose de manera alocada. Quienes lograban no desplomarse avanzaban en dirección a sus hombres. Se ha dado cuenta la guarnición, afirma el oficial, y una vez probada su heroicidad intentan buscar la salvación. De repente, observan arder las tiendas que dibujan espirales formando un tétrico paisaje, y cuando parece que la tragedia toca a su fin, Pérez Ortiz se queda mudo de espanto y blasfema con el corazón oprimido porque desde su atalaya observa que se han cumplido las postreras órdenes de Benítez que él desconoce: desde Annual varias baterías rompen eficaz fuego sobre la posición cuando en el interior aún se hallan heridos, enfermos y rezagados. De entre todas aquellas siluetas a la carrera, tres fueron capaces de acogerse al amparo de los hombres del regimiento de San Fernando. ¿Cuántos hombres morirían como consecuencia del fuego amigo? Nunca lo sabremos. Aquella fue la funesta consecuencia del último mensaje que partió desde Igueriben, que ha pasado a la historia y dejó al teniente coronel Pérez Ortiz helado de espanto y rezando por aquellos infelices.

Eduardo Pérez Ortiz 1865-1954
Así tuvieron que afrontar los defensores de Igueriben el repliegue: sin fuego de apoyo, con las fuerzas de policía flaqueando, hallándose los regulares lejos de la posición para darles sostén, con el enemigo en el cogote, y sorteando los accidentes naturales rotos de cansancio… A pesar de todo, la retirada se organizó en un primer momento y sobre ello se aportan diferentes versiones que no cambian el fondo de la cuestión ya que, pocos minutos después de iniciarse, todo se desmoronó como un castillo de naipes y los hombres a la carrera se dispersaron en distintos grupos: algunos consiguieron llegar hasta Annual, otros fueron apresados y la gran mayoría fueron muertos en las inmediaciones de la posición, tal y como afirmaron los prisioneros que les dieron tierra meses después.
En último lugar, veremos cómo aparecen supervivientes que no figuran en el listado de defensores que se publicó tras la edición del libro de Casado Escudero, y algunos que aunque sí son citados no estuvieron en Igueriben aquellos días. Antes de analizar cuántos fueron y qué fue de ellos, quiero expresar mi agradecimiento a Juan Martínez Acosta, quien desde Murcia me ha proporcionado datos de algunos de los supervivientes. Con Juan comparto desde hace años un profundo interés por el Desastre, y con él espero, en breve, trabajar conjuntamente en un estudio exhaustivo sobre Igueriben.


Los 24 de Amesauro


Todos ellos fueron apresados tras la retirada, en algunos casos porque habían sido heridos y en otros porque fueron incapaces de recorrer el camino hacia la salvación debido a su deterioro físico. Creo que el testimonio que más se ajusta a la realidad es el que aporta el soldado de Ceriñola, Domingo Barrio Trigo, que formaba parte de la sección que a la vanguardia inició la retirada. La unidad fue materialmente desecha y algunos de sus componentes apresados al instante debido a que el enemigo se hallaba muy cerca de las alambradas. Posteriormente, fueron trasladados al cercano poblado de Amesauro donde se encontraron, según Domingo afirmó, 1 oficial y 20 soldados, lo que poco se aleja de los 24 apresados que, finalmente, he podido confirmar.


Soldados prisioneros. En rojo los supervivientes.
Todos habían sido capaces de soportar el cerco y consiguieron escapar con vida, pero seis de ellos no superaron la dura prueba de la cautividad y fallecieron en el transcurso de los dieciocho meses que permanecieron cautivos de Abd el Krim. Sus restos, inhumados en un primer momento en el campo de prisioneros, fueron trasladados posteriormente al cementerio de Melilla. Se trataba de Antoni Virgili Virgili (04-03-1922), José Galope Traza, Pedro Armesto Sánchez (11-11-1921), Baltasar Cordero Rey (28-02-1922), Basilio Buendía Elche y Francisco Alamino Haro (15-12-1921). Los cinco primeros hombres pertenecían a Ceriñola, y el sexto a la sección de la 1ª Compañía de Intendencia.
En cuanto al resto, cuatro fueron capaces de evadirse y ponerse a salvo. Bartolomé Rondón Pérez, nacido en el Casares (Málaga) el 31 de julio de 1897 y soldado de la 2ª del Iº, se fugó junto al artillero de la Comandancia Miguel Laborda en junio de 1922. Ambos llegaron nadando hasta el peñón de Alhucemas donde fueron recibidos por el capitán Roberto Aguilar, jefe de la Mía de policía allí destacada. Bartolomé narró a los mandos del Peñón los últimos momentos antes de la caída de Igueriben, y recordó la muerte de los oficiales, algo que nunca podría olvidar. Durante el cautiverio se encargó de labores de albañilería y debido a su robusta constitución no solo fue capaz de sobrevivir sino que aún tuvo arrestos para fugarse. Refirió también detalles sobre el campo de prisioneros y el emplazamiento de las baterías que disparaban sobre el Peñón, y se interesó por la labor que realizaba el padre Revilla de quien había oído hablar mientras se hallaba prisionero. Cuando llegó a Melilla, a bordo del torpedero 20, ya había sido licenciado porque su quinta había cumplido en enero de ese año, por lo que volvió a su pueblo donde le habían dado por muerto. Años después ingresó en la policía municipal de Ceuta donde prestó servicio durante 30 años.
Aprovechando la reconquista de Drius, en enero de 1922, y la cercanía de las columnas españolas, dos grupos de prisioneros protagonizaron sendas fugas en las que intervinieron dos supervivientes. A mediados de enero, tan solo una semana después de recuperarse Drius, se fugaron de Annual 13 soldados de diferentes unidades: 6 de Ceriñola, 1 artillero del mixto, 2 de Melilla, 1 corneta, 2 de la brigada disciplinaria y 1 de intendencia. Todos consiguieron llegar a Drius en buen estado, entre ellos el cabo Mariano Pérez Torres, nacido en Fuensalida (Toledo), que siguió en el ejército tras su liberación y fue ascendido a sargento. En 1926 fue invitado a la inauguración, en Málaga, del monumento al Comandante Benítez y los Héroes de Igueriben, a la que no pudo asistir. Así se lo transmitió al Rey el sargento Dávila, uno de los tres supervivientes presentes en el homenaje.

Soldados prisioneros . En rojo los supervivientes.
Días después, el 6 de febrero, se fugaron el superviviente Juan Ojeda Rodríguez junto a los artilleros del mixto Mateo Más Estruch y Rafael Cervós Moles, y los soldados Francisco López Pezuel e Isidro Bach Ventura, el primero del 42 y el segundo del 59 de Infantería de línea. Llegaron un día después a Drius, donde ya hacía casi un mes que habían entrado los autos blindados de la columna Cabanellas, y donde Silvestre creyó que podría frenar el empuje de las tropas de Abd el Krim. Desde Drius los cinco fugitivos catalanes fueron conducidos a Melilla. Aunque en la prensa del momento no se recogía que Ojeda hubiera participado en la defensa de Igueriben, sí figuraba en la relación que aportó el regimiento en 1924 donde se indicaba que se había licenciado y vivía en Barcelona, donde algún día espero encontrar su rastro. Aquel frío día 7 de febrero, la oficina de policía indígena recibió una confidencia que ya hemos comentado en repetidas ocasiones según la cual los cadáveres de Benítez, De la Paz, Bustamante y Nougués se hallaban identificados y enterrados en Annual. Las ilusiones de las familias se esfumaron igual que se habría desvanecido la que Silvestre se forjó con respecto a la posibilidad de resistencia de su ejército en Drius; ni los restos de aquellos oficiales habían sido enterrados en Annual, ni Navarro consideró oportuno ni viable resistir en Drius.

En total fueron 6 los evadidos de los 132 soldados del regimiento de Ceriñola que se hallaban presos. Otros 41 murieron durante el cautiverio, y 3 más justo al ser liberados: Vicente Estévez Asensio, de 24 años, tuvo la mala fortuna de morir a bordo del Antonio López el mismo día en que fue liberado; Olegario Barriogallo Martí, de 26, falleció el 2 de febrero; y José del Pino Ramírez, de 23 años, el 9 del mismo mes.
Aunque no corrieron la misma suerte que sus compañeros, incluiré en este grupo a dos supervivientes que, habiendo formado parte del grupo trasladado al poblado de Amesauro, fueron conducidos hasta Annual y huyeron desde este campamento el 29 de septiembre. Se trataba del cabo Manuel López Prada y el soldado Francisco Martín Prieto, ambos de la 4ª Compañía del III Batallón. En su desesperada huída desde Annual, consiguieron llegar hasta la zona francesa donde fueron acogidos por un destacamento militar. En la evasión los acompañó el sargento Antonio Almagro León, compañero de regimiento, que fue apresado antes de coronar el Izzumar. Desde allí, gracias a las gestiones de la oficina consular en Uxda que dirigía el cónsul Isidro de las Cagigas (Carmona, 1891 – Madrid, 1956), fueron trasladados a Orán, y de allí, a bordo del Jorge Juan, llegaron a Melilla tras una larga odisea de casi tres meses. El 20 de octubre llegaban a la plaza junto al superviviente de Annual Antonio Almagro León, también de Ceriñola. Fruto de las eficaces gestiones que llevó a cabo la oficina consular se pudieron repatriar un total de 112 militares (16 de la columna Araujo, 31 de la del Zoco y 65 de la del general Navarro), y 50 civiles (21 hombres, 13 mujeres y 16 niños). A esta relación habría que añadir los supervivientes de la columna del Zoco que mandaba el teniente coronel García Esteban.
El mismo día que López Prada y Martín Prieto llegaron a Melilla, la madre del capitán De la Paz Orduña recibió una carta del capitán Alfredo Correa, preso en Axdir. El artillero, al margen de trasladarle sus condolencias, le comunicaba que, durante los días en que permaneció sitiado Igueriben, el capitán De la Paz se tuvo que hacer cargo del mando por enfermedad de Benítez. No me cabe duda de que, para poder afirmar este extremo, Correa debió entrevistarse con algunos de los supervivientes. ¿Qué enfermedad padeció el comandante? Lo ignoro, pero en el caso de que ocurriera este imprevisto la cadena de mando no dejaba lugar a dudas ya que Federico de la Paz era más antiguo en el empleo que Bulnes. Finalmente, Alfredo Correa le relataba detalles de su muerte cuando al salir de la posición, al frente de sus hombres, recibió un disparo en la cabeza.


Lola y Marisa. Mujer e hija de Federico de la Paz Orduña
Manuel López Prada había nacido en la aldea de Camponaraya, en la leonesa comarca del Bierzo el 12 de agosto de 1901 y había ingresado voluntario en el 36º Regimiento de Infantería de Burgos. En junio de 1920 es enviado a Melilla y se le filia como soldado de Ceriñola 42. En su hoja de servicios consta que permaneció en primera línea desde que en marzo de 1921 se incorporó al campamento de Annual formando parte de la columna volante del regimiento. Tras recibir la orden de abandonar Igueriben huyó desesperadamente y finalmente fue capturado y trasladado a Annual donde permaneció hasta el 29 de septiembre, día en el que junto a Martín Prieto escapó en dirección a la zona francesa. López Prada continuó en el ejército hasta que en 1936 cruza el estrecho formando parte del Batallón de Cazadores de Melilla que posteriormente se integra en la 4ª Brigada Navarra que manda Camilo Alonso Vega. A finales de marzo de 1937, el estado mayor de Mola inicia las primeras maniobras para conquistar el País Vasco y la unidad del ya alférez López Prada debe conquistar el monte Murugain en los primeros días de abril. Allí, en aquel monte en la confluencia de los términos municipales de Aramaio, Aretxabaleta y Arrasate, defendido por los hombres del batallón Dragones, falleció en combate el 4 de abril Manuel López Prada.
El resto de supervivientes, entre ellos los 13 de Igueriben, llegaron a Melilla el 1 de febrero de 1923, teniendo que ser dos de ellos hospitalizados por presentar graves patologías. Ramón Moreno Blasco, el ordenanza del capitán De la Paz, fue trasladado al Hospital Militar de Carabanchel, en Madrid, donde le trataron su maltrecha pierna. Ramón era natural de Enova (Valencia), y fue, tras su liberación, uno de los 16 prisioneros de su provincia que consiguieron la libertad, junto a otro superviviente de Igueriben.

Prisioneros valencianos liberados
Francisco Tirado Espejo, natural de Fuente Palmera (Córdoba), fue ingresado en el Hospital Militar de la capital andaluza. En 1936 era uno de los miembros del núcleo duro de la resistencia obrera en su localidad natal y formaba parte del comité revolucionario. Así me lo confirmó el historiador Alberto González Sojo, autor de un estudio sobre la República y guerra en Fuente Palmera. El 31 de agosto, el cuartel general de Queipo de Llano autorizó la emisión de la orden, considerada como muy reservada, de acabar con todos los miembros del comité de Fuente Palmera, por lo que el destino de Francisco debió ser morir ante un pelotón de fusilamiento, aunque se desconoce el lugar donde fue ajusticiado y enterrado. El acceso a importantes archivos sobre represaliados, ajusticiados, depurados o encausados tras el golpe de estado me ha permitido no solo conocer detalles de algunos supervivientes, sino también descartar que muchos de los defensores que aparecen en la lista del libro de Casado se hallaran realmente en Igueriben. He logrado saber que algunos de ellos fueron objeto de investigación por parte de los servicios jurídicos del régimen franquista, lo que, unido al hecho de que no aparecen en las relaciones de supervivientes, me ha permitido deducir que no se hallaban en Igueriben durante el cerco.
El resto de los hombres que pudieron regresar junto a sus familias tras el cautiverio fueron: Domingo Barrio Trigo, natural de Fuenterca (Ourense); Manuel Casas Fuster (Real de Montroy, Valencia);José Aguilera Trullá ( La Pobla de Claramunt, Barcelona); Jesús Fernández González (Lama de Santelo, Lugo); Manuel Rodríguez Pérez (Raigada, Lugo); Pedro Sánchez Sánchez (Puertollano, Ciudad Real); Pedro Ruiz López (Librilla, Murcia); José Cotes Pérez (Lorca, Murcia); Germán Herranz Gallego que no aparece en la relación de supervivientes pero sí en la de liberados aunque no hay constancia de que muriera tras el cautiverio; y el cabo Maximino González Pérez que, a pesar de que es citado en algunas ocasiones como Máximo y otras como Mariano, no hay duda de que era él: aparece en la relación de Casado, en la de Sainz (en la que erróneamente se cita que se fugó, confundiéndolo con Pérez Torres), en la que se publicó en febrero de 1922 donde aparecían la totalidad de prisioneros, y finalmente en la de liberados en febrero de 1923.
La Vanguardia 31 de enero de 1921.
Relación de prisioneros liberados

Mención aparte merece, en este primer grupo de liberados, el caso de quien tras ser liberado fue objeto de una mayor atención mediática. Todos los que investigamos qué ocurrió aquel verano de hace noventa años tenemos una deuda de gratitud hacia Luis Casado Escudero, ya que su libro ha servido y sirve de referencia a la hora de conocer qué pasó en Igueriben. El teniente Casado solicitó tras su liberación que se le concediera la Laureada por su actuación durante el cerco, y regresó a su Zamora natal tras haber sido recibido por el Rey, quien le nombró gentilhombre de cámara. Contrajo matrimonio en enero de 1925 con Serafina Méndez, siendo madrina de boda la Reina María Cristina. Fruto de su enlace nacieron dos hijos: Luis y Adelina, del primogénito fue padrino de bautismo el propio general Felipe Navarro. Anteriormente había sido objeto, junto a los demás oficiales de Ceriñola liberados, de homenajes y banquetes. Poco después publicó su libro, y nada parecía anunciar que el devenir del tiempo le fuera tan adverso a Luis Casado.
Debo la mayoría de los datos que aporto a las conversaciones que he mantenido con su nieto político, Jesús Lagunilla, y al resto de la familia que no han cesado de reivindicar su figura, primero a nivel familiar, para hacerlo después a nivel institucional con el objetivo de anular la injusta condena que lo llevó ante el paredón. En 1923, fue el capitán de ingenieros Rodrigo González Fernández el encargado de investigar si Casado se había hecho acreedor de ingresar en la orden de San Fernando. Tras interrogar a varios testigos declaró que su caso se hallaba entre las exigentes ordenanzas que rigen la orden, y por lo tanto no se oponía a su concesión. Como testigos favorables se personaron 15 supervivientes, entre ellos: el ya comandante Sánchez Canaluche, jefe de la posición de Buymeyan el 21 de julio de 1921 y observador directo de todo lo que ocurrió por la proximidad de ambas posiciones; el comandante Emilio Sabaté Sotorra, que aquel 21 de julio se hallaba junto a Silvestre como jefe de Estado Mayor; y el general Navarro que declaró que toda la oficialidad se había ganado con su comportamiento la Laureada. Por tanto, parecía que Casado obtendría la Cruz, pero no fue así ya que también hubo quienes declararon en su contra. Uno de los que más duro se mostró fue el teniente médico Vázquez Bernabéu que puso en tela de juicio sus méritos, y hasta se permitió dudar de su valentía por no haber participado en ninguna de las fugas que se produjeron durante el cautiverio. En segundo lugar, declaró voluntariamente, a pesar de no haber sido testigo presencial, el capitán Heli Rolando Tella quien, al igual que Vázquez, dudó del testimonio del oficial de Ceriñola. Al parecer, Luis Casado y Tella arrastraban viejas rencillas por motivos políticos, y este último no desaprovechó la ocasión para desprestigiar al superviviente de Igueriben afirmando que, cuando todos los oficiales intentaron la evacuación, Luis Casado se refugió en el interior de una de las tiendas. Esto es, cuando menos, dudoso ya que si, según el testimonio de Pérez Ortiz, las baterías de Annual abrieron fuego contra Igueriben, es de suponer que éste habría muerto de haber permanecido dentro de la posición. Para acabar de arruinar el prestigio de Casado, se personó en 1926 el ya general Francisco Franco que, a pesar de que tampoco se hallaba en el territorio, no dudó en desacreditar al teniente, no solo por su actuación durante el cerco de Igueriben, sino también por la que tuvo en su previo paso por la policía indígena de Ceuta en 1920. Finalmente, Casado ni recibió la Laureada ni tampoco la Medalla de Sufrimientos a pesar de haber sido herido y cautivo durante dieciocho meses.

Luis Casado Escudero 1898-1936.
En julio de 1934 fallece su mujer, y aunque Luis Casado deja de luchar para que se le conceda la Laureada, persiste en 1936, tal y como consta en su menguada hoja de servicios, en que se le conceda la Medalla de Sufrimientos, recordando en su escrito los días de Igueriben y los padecimientos que sufrió. Ese mismo año es juzgado y absuelto de abandono de destino al acudir a Málaga donde se hallaba su mujer en grave estado, y haberla acompañado hasta Zamora donde moriría días después. El 17 de julio, el mismo día en que quince años atrás se inició el cerco de Igueriben, fue detenido en Melilla y acusado de repartir propaganda comunista en los cuarteles. La suerte de Casado estaba echada; durante el juicio celebrado días después volvió a declarar Heli Tella que calificó a Casado de ser indeseable por todos los conceptos.
Luis Casado había sobrevivido al cerco de Igueriben, fue herido, soportó dieciocho meses de cautividad, se le denegaron la Medalla de Sufrimientos y la Laureada, su honor fue puesto en duda, y sufrió en el plano personal muchos reveses. Quince años después, se le acusó de comunista y no se dudó en condenarlo a la pena capital. La sentencia de muerte fue cumplida en el fuerte de Rostrogordo la tarde de un caluroso 23 de julio, seis días después de su detención. Su cuerpo fue enterrado en la parcela militar del cementerio de Melilla, muy cerca del osario y del Panteón de Héroes donde reposan los restos de sus compañeros en Igueriben, y donde debían estar los restos de Luis Casado Escudero.

El grupo de Annual

Históricamente es sobre aquellos que pudieron llegar hasta Annual sobre los que hay una mayor confusión ya que se han aportado cifras erróneas o poco contrastadas, y no se sabe si realmente algunos de los supervivientes murieron al ingerir con ansiedad toda el agua que no pudieron beber en Igueriben, lo que hace prácticamente imposible averiguar el número exacto. Según testificaron varios de los supervivientes, al llegar al campamento fueron recibidos por sanitarios. En realidad se trataba de los puestos avanzados de atención médica que se instalaron en las cercanías de Annual para atender a los hombres heridos en el convoy que se organizó aquel día, y que aún se hallaba en fase de ejecución cuando los de Igueriben llegaron a Annual.

Atención a un herido en primera línea
Según los datos que he podido recopilar, puedo asegurar que como mínimo pudieron ser evacuados de Annual hacia Melilla un total de 41 hombres sobre los que más adelante aportaré información, y otros 4 que, bien por desconocer el segundo apellido o bien por errores en los listados, no puedo confirmar con plena seguridad. Si fuera cierta la afirmación de que muchos de ellos fallecieron al acogerse al campamento de Annual, el número sería aún mayor. La mayoría llegaron heridos en condiciones lastimosas y hay constancia de que en primera instancia fueron atendidos en Annual por los médicos que se hallaban a las órdenes del comandante Carlos Gómez Moreno quien, con buen criterio, prescribió que se les dieran pequeñas cantidades de agua y caldos.  Si fueron evacuados ese mismo día, o al día siguiente cuando se inició la retirada, es una cuestión que no he conseguido aclarar con precisión ya que algunos heridos fueron evacuados desde Annual el 21, y otros lo fueron al llegar a Dar Drius un día después. El último convoy que pudo llegar a Melilla con heridos y enfermos fue el que desde Drius partió el 23, antes de la retirada de la columna Navarro, formado por las tropas de intendencia y que llegó sin novedad y en buen estado a Melilla a las diez de la noche. Prueba de ello es que dichas tropas fueron designadas para cubrir, al día siguiente, la defensa de un  sector de la plaza.

Los 8 supervivientes hospitalizados en Melilla
Hermenegildo Dávila Murillo, nacido en Zalamea de la Serena (Badajoz) el 14 de septiembre de 1892, fue el único sargento que escapó con vida de Igueriben de los diez que se hallaban en la posición. Había ingresado como voluntario en febrero de 1915 y lucía los galones de sargento desde mayo de 1920, por tanto era ya un veterano soldado con más años de servicios a sus espaldas que algunos oficiales. Una vez recuperado de las dos heridas de bala recibidas pudo reincorporarse tres meses después a su regimiento, y fue enviado de guarnición al peñón de Alhucemas donde compartía destino con algunos de los escasos supervivientes de Sidi Dris. Por su comportamiento durante el cerco fue propuesto para recibir la Laureada, aunque finalmente no prosperó la petición. Dávila fue uno de los tres supervivientes que asistió en febrero de 1926 a la inauguración del monumento al Comandante Benítez, en Málaga, y se le puede ver en las fotografías de la época luciendo aún los galones de sargento junto a la viuda e hija de Benítez, el teniente Casado Escudero y el tercer superviviente, el artillero del mixto Miguel Sánchez Cortes que tras su licenciamiento ingresó en el cuerpo de Carabineros. Dávila ascendió a suboficial años después, y en 1936 se hallaba destinado en el 2º Regimiento de Infantería en Madrid a las órdenes del coronel Alfonso Mateo Campos que se mostró completamente contrario a sublevarse. El regimiento fue enviado al frente del Tajo y el brigada Dávila luchó durante toda la guerra en el bando republicano donde atesoró una brillante carrera. Tras la contienda se entregó, fue juzgado y condenado a una dura pena de prisión de la que fue indultado en agosto de 1944.


Málaga, febrero de 1926
El artillero Sánchez Cortes aportó en sus declaraciones una información poco conocida: el 21 se recibió en Igueriben un heliograma de Silvestre anunciando que serían relevados por dos compañías de fusiles y una sección de artillería. Esta información es también confirmada por el teniente coronel Pérez Ortiz quien pudo ver al jefe de Ceriñola, Tcol. Marina, dando instrucciones a dos de sus capitanes que, al mando de sus compañías, debían relevar a las castigadas unidades de Igueriben. Según Pérez Ortiz, el semblante de Marina denotaba preocupación, y no era para menos, ya que él había sido designado para quedar al frente de la posición sustituyendo a Benítez. También se decidió que un oficial médico acompañara a las tropas de Ceriñola y quedara destacado en la posición. A las cuatro de la tarde llegaron hasta Annual los 19 hombres que, según Sánchez Cortes, pudieron escapar con vida. El viernes 22, herido, llegó hasta Drius donde pasó la noche y al día siguiente fue evacuado a Melilla en un tren de heridos y enfermos que partió desde Monte Arruit, lo que coincide con el testimonio del teniente Salarrullana que realizó el mismo recorrido. Sánchez Cortes pasó tras su licenciamiento al cuerpo de Carabineros, unidad en la que también ingresaron dos compañeros de penalidades en Igueriben: Martín Pérez López y Pedro Herrera Sánchez.
De la Compañía de Ametralladoras que mandaba Alfonso Galán solo se salvaron 3 hombres. Sabemos de su existencia porque Santiago Domínguez Llosa nos facilitó sus nombres que había localizado en una relación firmada por el capitán Eduardo León Lerdo en 1922. Juan Vicente Guillamón Guillamón fue en un principio ingresado en Melilla y en octubre se le derivó al Hospital Militar de Córdoba. De la 4ª Compañía del III Batallón fue hospitalizado con pronóstico grave Antonio Vázquez Gutiérrez, quien no aparece en la relación de supervivientes que aporta el regimiento tres años después, cuando se abrió el expediente informativo para conceder la Laureada a Casado Escudero. No es el único caso en que la información que he localizado difiere de la que aportó el regimiento en 1924, en la que faltan muchos nombres: Dávila, López Prada, Mariano Pérez, Soto y otros más, curiosamente todos aquellos que aún permanecían en el ejército y aquellos que no eran de infantería.


Relación de supervivientes aportada por el regimiento.
El resto de este primer grupo lo componían el artillero de la Comandancia Francisco Hernández Prieto, y 3 soldados de la 2ª Compañía del I Batallón de Ceriñola: Aquilino Echevarria Bilbao, nacido en Durango (Vizcaya); Virgilio Penelas Cabolugo nacido en Lugo en 1898 quien padeció de manera evidente los efectos de la contienda civil ya que fue detenido y procesado en junio de 1938, e internado en la cárcel de Lugo de donde fue trasladado a la de Gijón; y el toledano Julián Sánchez Toribio que debido a la gravedad de sus heridas fue trasladado el 3 de septiembre al Hospital Militar de Sevilla donde ingresaría junto a otro superviviente de su misma compañía. Su amigo, paisano, y compañero en Igueriben Ramón Reviriego, natural de Lagartera, no consiguió salvarse y días después fue dado por desaparecido. Esta expedición de heridos llegó a la estación de San Bernardo, en Sevilla, el 8 de septiembre donde fueron recibidos por el infante Carlos y un gran número de autoridades debido a que eran los primeros que llegaban a la capital hispalense. De los 149 heridos y enfermos, 71 fueron ingresados en el Palacio de San Telmo y 78 en el Hospital Militar. Todavía hoy en día, en una de las salas del palacio de San Telmo, puede verse una lápida conmemorativa que recuerda que en sus salas se atendieron a los heridos de las campañas de 1921 y 1922. La iniciativa de convertir el palacio en hospital había sido del concejal sevillano Manuel Blasco Garzón, intelectual, ministro de la República, masón, presidente del Sevilla FC y organizador, como presidente del Ateneo, de las tertulias en las que participaron los miembros de la generación del 27. A Blasco, tras la guerra, no le libraron ni iniciativas tan patrióticas como organizar el Hospital de San Telmo y tuvo que partir al exilio en Argentina donde falleció sin poder regresar a su Sevilla del alma. Entender desde la perspectiva de 1921 lo que posteriormente ocurrió a partir de 1936 es difícil y te deja estupefacto y desconsolado. Ver que aquel país que se volcó unido y al unísono con los soldados que volvían del infierno de África, quince años después tuviera que sufrir una guerra civil, llena de tristeza.


Palacio de San Telmo, Sevilla.
En último lugar mencionaré el penoso caso de Francisco Hernández Prieto, artillero de la Comandancia, que llegó a Igueriben el 17 de julio tras sortear el acoso rifeño, formando parte del convoy que, al mando de Cebollino, consiguió penetrar en la posición. El 21, tras el abandono de la posición, fue herido por tres impactos de armas de fuego y dos ataques con arma blanca que le ocasionaron graves lesiones. Francisco perdió el conocimiento y en un principio fue dado por muerto y abandonado mientras la posición y los cadáveres eran saqueados, pero cuando se dieron cuenta de que aún vivía recibió otro disparo que le atravesó el rostro. A pesar de todo, aquel hombre que había soportado con entereza los días más duros del asedio no falleció sino que en condiciones lamentables fue apresado y trasladado al día siguiente a Annual. Debido al grave estado que presentaba, y gracias a que su caso llegó a oídos del coronel Araujo, fue trasladado a Sidi Dris para ser posteriormente evacuado a Melilla. En el acuerdo intervino de manera eficaz Dris Ben Said quien consiguió que Abd el Krim autorizara libertar a heridos graves, mujeres y niños, designándose al coronel Araujo para gestionar tal cometido.  El teniente médico Serrano reconoció a los heridos y consiguió permiso para evacuar al sargento Trujillo, a 10 soldados del 59 de Infantería y al artillero superviviente de Igueriben. El 13 de agosto, de madrugada, llegaron a Melilla a bordo del Lauria y Francisco fue ingresado hasta que, tras mostrar los primeros síntomas de mejoría, fue trasladado al Hospital de la Armada en Cartagena donde ingresó el 19 de octubre. De su traslado también se encargó el buque ambulancia Alicante. Hernández Prieto recibió el alta y para recuperarse de sus heridas se le concedió un permiso de dos meses a disfrutar en su pueblo de Zamora. Sin embargo, para pesar del artillero, al no haberse licenciado aún su reemplazo, tuvo que volver a Melilla para finalizar su compromiso con la patria. En Melilla fue entrevistado por varios corresponsales que aún pudieron apreciar en su rostro las  visibles cicatrices producidas por las quemaduras de la pólvora. La prensa, mayoritariamente, no publicó la realidad de la situación en la que se vio inmerso Francisco Hernández tras ser herido; una de las balas que le hirió no había podido ser extraída y le producía un intenso dolor, tampoco se había recuperado del todo de las restantes lesiones, y había perdido sensibilidad en el brazo derecho, lo que para un jornalero era condenarlo a quedarse sin medio de subsistencia. En estas condiciones tuvo que reincorporarse a su destino sin que me conste que fuera propuesto a pasar tribunal médico para reconocerle la invalidez. A las importantes secuelas físicas debemos añadir el tremendo estrago psicológico que vivió durante aquellos momentos, inimaginables, en que herido y aterrado era zarandeado por los rifeños para saber si aún vivía.


Los 13 supervivientes evacuados en el Alicante

En su primera singladura como buque ambulancia, el vapor Alicante transportó hasta Málaga como mínimo a 12 supervivientes. De la sección de Intendencia que, al mando del alférez Ruiz Osuna, llegó a Igueriben el 17 de julio, Casado refleja en su lista un total de 31 hombres que creí en principio que pertenecían a la 5ª Compañía, y de los cuales solo tenía constancia de que hubieran sobrevivido tres soldados, uno de los cuales falleció en cautividad. Sin embargo, gracias al excelente trabajo que Enrique Cerro Aguilar escribió sobre el Desastre y su repercusión en la provincia de Albacete (Camino de Annual, Instituto de Estudios albacetenses 2007), pude ver parte de la relación incluida en su libro donde aparecen los nombres de los soldados de intendencia albaceteños presentes en Annual. En el listado del cuerpo también se reflejan la compañía y el destino que tenían en julio de 1921, e incluso la localidad y domicilio donde residían tras ser licenciados. Dicha relación se halla en el Archivo General Militar de Madrid y aporta interesantes datos que por supuesto contradicen gran parte de la información de la que yo disponía referente a la sección de Intendencia de Igueriben. En primer lugar se nombran siete supervivientes, de los cuales ninguno se halla en el listado del libro de Casado, y en segundo lugar se cita que pertenecían a la 1ª Compañía, y no a la 5ª como afirmaba Santos Cuevas Escudero en sus Memorias sobre Annual. De aquellos siete defensores, tres fueron evacuados en ese primer viaje del Alicante. Miguel Aguinaga Barandiaran nació el 22 de mayo de 1899 en Etxarri-Aranaz (Navarra), era el mayor de cinco hermanos y labrador de profesión. Miguel fue herido de gravedad y solicitó su ingreso en el cuerpo de inválidos, petición que el gobierno no le concedió hasta el 20 de septiembre de 1924. Manuel Mariño Aguilar, vecino de La Merca (Orense), realizó idéntico viaje que Miguel aunque días después fue evacuado desde Málaga hasta Sevilla donde quedó ingresado en el Hospital Militar. Curiosamente en las informaciones de prensa se cita expresamente a dos supervivientes ingresados en Sevilla, pero no se hace mención al soldado Mariño.

Supervivientes de Intendencia.
El tercer soldado de intendencia no era desconocido para mí: José Domínguez Miquelez, domiciliado en la calle del Tesoro, en Madrid, fue uno de los supervivientes con quien se entrevistó el padre del sargento Daza, muerto en la evacuación del 21 de Julio. Entre aquella legión de mujeres, padres y familiares desconsolados que indagaban infructuosamente en Melilla, se hallaba el granadino José Daza buscando confirmar la triste noticia de la muerte de su hijo. Para ello se entrevistó con varios supervivientes: Martínez Manzanares, López Casas y Herrera Sánchez que le aseguraron que Aurelio Daza Rojas murió en Igueriben. Sin embargo, también se cita a otro hombre que tampoco aparece en la incompleta relación que se difundió en 1924: el soldado de intendencia Domínguez Miquelez. El sacrificio de Aurelio Daza fue recordado primero por Casado Escudero en su libro, y posteriormente por su pueblo de Valderrubio-Pinos Puente (Granada). Allí donde pasó su infancia Federico García Lorca, también se honra la memoria de aquel abnegado sargento de Ceriñola. El 25 de abril de 1926 se descubrió una placa en su casa natal que reza: “En esta casa nació el heroico sargento del Ejército Español Aurelio Daza Rojas, que el año 1921 murió gloriosamente en Igueriben (África), defendiendo la Patria. El Ayuntamiento le dedica este recuerdo. Año de 1926.” Al acto no pudo asistir el capitán Casado Escudero por hallarse enfermo, pero se leyeron unas palabras escritas por el compañero de sufrimiento en Igueriben. Casado recordó el heroísmo y también la generosidad y caridad que derrochó Aurelio Daza al encargarse de los hombres heridos durante el cerco.
Junto a estos tres hombres también fueron evacuados dos soldados de intendencia que sí aparecen en la lista de Casado Escudero: Antonio Bermúdez Martínez y Jenaro González Rodríguez. Sin embargo, no aparecen entre los supervivientes que se hallan en la memoria del cuerpo, lo que hace pensar que pudieron fallecer ya que su pronóstico era muy grave.
De la Comandancia de Artillería fueron evacuados los soldados Francisco Marcos Sánchez y Melchor Rodríguez Castañeda, ambos ingresados por heridas de arma de fuego. Por tanto, de los 17 artilleros que formaban la sección que mandaba el teniente Nougués murieron el oficial y al menos 13 artilleros, ya que en el caso del soldado Daniel Martínez Espí no he podido confirmar que sobreviviera puesto que en otros listados aparece como desaparecido. Dichas bajas suponen un escalofriante 72 % del total de los artilleros de la Comandancia presentes en Igueriben.
La Vanguardia, 10 de agosto de 1921
El resto de sobrevivientes evacuados en aquel primer viaje del Alicante fueron siete  soldados de la 2ª Compañía del primer Batallón de Ceriñola: Mariano Martínez Díaz fue en un principio ingresado en Málaga pero posteriormente trasladado al Hospital Militar de Sevilla donde ingresó con pronóstico grave por herida de bala; Domingo Martínez Manzanares (Lorca, Murcia), que recibió un balazo y fue testigo de la muerte de Benítez, Bulnes y Sierra; Ángel Arabia Bustillo (Rudaguera, Santander) y Ramón Aguilar Albert (Calanda, Teruel), que tras ser dados de alta se reincorporaron al regimiento y prestaron declaración ante el comandante José Sánchez Ledesma en el juicio contradictorio para conceder la Laureada al capitán De la Paz; Alfonso López Casas (Almansa, Albacete); Antonio Suárez Cano, que fue evacuado pero no aparece en la relación de supervivientes; y Pedro Herrera Sánchez, nacido en Los Barrios (Cádiz) el 3 de diciembre de 1899. Pedro había sido llamado a filas en agosto de 1920, y participado en la conquista de varias posiciones formando parte de la columna volante del regimiento hasta que el 7 de junio quedó destacado en Igueriben. Al abandonar la posición fue herido en el muslo derecho aunque fue capaz de llegar hasta Annual desde donde, según su propio testimonio, fue evacuado ese mismo día. En Málaga se recuperó de sus heridas y volvió a Melilla hasta su licenciamiento. En agosto de 1923 ingresó en el cuerpo de Carabineros y fue destinado a Mallorca donde contraería matrimonio con María Rodríguez en la parroquia de Pollensa. El 18 de julio de 1936 formaba parte del destacamento de Carabineros de Sa Pobla y fue detenido junto a seis compañeros y juzgado en Palma de Mallorca por el presunto delito de ejecución de actos de resistencia al movimiento nacional salvador de España. El juicio se celebró en la Escuela de Artes y Oficios de Palma de Mallorca. El fiscal, Ricardo Mulet, solicitó para todos los carabineros implicados la pena de muerte. Finalmente, cinco serían condenados a reclusión perpetua, entre ellos Pedro Herrera, y los dos restantes fueron ajusticiados en el fuerte de Illetes el 11 de marzo de 1937. En muchos de los juicios que se celebraron en Mallorca para juzgar a los que se negaron a sublevarse intervino como juez el entonces coronel Ricardo Fernández Tamarit, jefe de un batallón de África 68 en 1921.

Los 20 restantes

Forman parte de este numeroso grupo aquellos que podrían haber sido heridos de menor gravedad ya que no aparecen ni en las relaciones de heridos ingresados en Melilla, ni en la de evacuados a la Península. El artillero del mixto Antonio Andreu Modol declaró ante Picasso el 28 de octubre de 1921, y dejó constancia de su experiencia desde que llegó a Igueriben el 7 de junio: declaró que fue Benítez quien, tras el fracaso del convoy, comunicó al alto mando la decisión de evacuar la posición; recordaba la sed que únicamente podían calmar ingiriendo el líquido de las latas de conservas, botes que una vez gastados utilizaba el teniente Galán para fabricar granadas, o que meses después emplearían los prisioneros sepultureros para identificar los restos de los muertos que inhumaban (nota del autor). Andreu afirmó que pudieron llegar a Annual 15 o 16 hombres de los cuatrocientos que defendían la posición, pero no dijo que alguno de ellos muriera. A pesar de que, según se desprende de la declaración del capitán de artillería Pedro Chacón, alguno de los que consiguieron llegar al campamento pudo fallecer, mucho me temo que nunca podremos saber quiénes fueron. Tampoco es posible asegurar que el día antes de la caída de la posición se produjeran cuatro deserciones, tal y como se afirma en el expediente informativo para conceder la Laureada al teniente Casado. De la misma batería que Andreu era Manuel González de la Cruz que, aunque no es citado en la relación de supervivientes, sí declaró a favor de su capitán en el expediente informativo.

Expediente informativo capitán Federico de la Paz, página 2
De la sección de Intendencia pertenecen a este grupo: el zamorano Agustín Sánchez López, el palentino Atilano Arribas Gallardo, natural de Palenzuela, Elías González Merino, vecino de San Vicente de Alcántara (Badajoz), y José Mármol Jaime, natural de Alfarnate, de la malagueña comarca de Axarquía. Poco hemos escrito sobre las tropas de intendencia, y justo es reconocer su esfuerzo ya que participaron en todos los intentos que para socorrer Igueriben se pusieron en marcha desde Annual, habiendo tenido por tanto, un destacado comportamiento. El 21 de julio se hallaban varias compañías de intendencia en Annual, todas ellas al mando del capitán Francisco Antolín García. Hay constancia de que por lo menos se hallaban presentes en Annual efectivos de la 1ª, 2ª, 5ª, 6ª y 7ª compañías y parte de la sección montada. Se hallaban al frente el capitán García Jiménez y los oficiales González Núñez, Santiago Martínez Septién, Ildefonso Aguado, José Córdoba Aguirregabiria, Vicente Manso Aguirre y el veterinario Eladio Gómez Díaz. Las fuerzas de intendencia se replegaron hacia Ben Tieb en buen orden, y al llegar a la posición, que se hallaba al mando del capitán Lobo, se les unieron algunos miembros de dos compañías allí destacadas al mando de los alféreces Luis Gascón Ainsa y Luis Recalde Yoldi. Pasaron la noche del 22 de julio en Drius donde asumió el mando el jefe administrativo, comandante Armijo García. El 23 abandonaron el campamento antes que el grueso de la columna Navarro, no sin haber pasado lista según la cual se hallaban presentes: 2 capitanes, 8 oficiales, 3 sargentos y 250 cabos y soldados. La columna consiguió llegar a Batel a las 14.00 horas y a Nador a las 22.00, desde donde emprendieron la última etapa hasta Melilla llegando poco antes del amanecer. El entonces sargento Santos Escudero Cuevas, de la sección montada de la 2ª  Compañía de intendencia, participó en aquellos mortíferos convoyes para tratar de abastecer Igueriben y fue testigo de la caída de la posición. En sus Memorias sobre el Desastre, afirmaba que el 17 de julio quedaron en la posición el alférez Enrique Ruiz, 1 sargento, 1 cabo y 42 soldados. El día 22  por la mañana, antes de abandonar el campamento, se desplazó con sus hombres hasta la aguada para calmar la sed de los animales. Según su testimonio, el agua bajaba revuelta y arrastraba jirones de ropa y restos de sangre, que no dudaron en identificar como los restos de sus hermanos de Igueriben y de los caídos en el convoy el día anterior.

Comandancia de intendencia de Melilla

El río Annual corría ensangrentado
por la herida de tanto combatiente
y así vio su caudal aumentado
que, al desbordarse su normal corriente
cada flor que crecía en aquel prado
simboliza la vida de un valiente

Esteban Gilaberte, teniente de infantería.

De la 4ª del III Batallón de Ceriñola encontramos a tres soldados: Dionisio Checa López que, a pesar de que no aparece en la relación de defensores de Casado ni es mencionado entre los supervivientes que tenía contabilizado el regimiento, no hay duda de que estuviera allí, ya que prestó declaración en el expediente informativo sobre Federico de la Paz;  Emilio Calatayud Morán, de Navarrés (Valencia), y el soldado Antonio López Varela, uno de los tres lorquinos supervivientes, ambos mencionados en la relación de supervivientes. De la Compañía de Ametralladoras encontramos en este grupo a los soldados Felipe Oviedo Rodríguez y Francisco Sánchez Rodríguez, aunque ninguno de los dos figura en dicho listado de supervivientes.
El contingente más numeroso de este grupo lo forman 10 soldados de la 2ª Compañía de Ceriñola. Diego Jiménez Martínez,  nacido en Lorca, fue ascendido a cabo tras el Desastre. Sus apellidos coinciden exactamente con los de otro soldado de la misma unidad, de nombre Pedro. En algunos listados de heridos se cita a Pedro, y en otros a Diego, por lo que, ante la imposibilidad de salir de dudas, doy por bueno al primero de los dos ya que aparece citado en la relación de supervivientes. Ramón Sicilia Iglesias, de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), aparece citado en todas las fuentes consultadas y testificó a favor del comandante Benítez y del capitán De la Paz. Su nombre aparece en la biografía de Julio Benítez que me remitieron desde El Burgo, y sabemos que llegó a entrevistarse con su viuda. Martín Pérez López ingresó, tras su licenciamiento, en el cuerpo de Carabineros. Su colega de compañía, Manuel Soto Rodríguez, nacido el 8 de julio de 1900, ingresó en la Escala de Complemento donde obtuvo el empleo de alférez de infantería el 7 de febrero de 1922, y en 1930 se hallaba en situación de disponible en Madrid. En este grupo se hallaban también tres toledanos que pudieron escapar con vida: Julián Mejías Toledano (en la relación de Casado aparece como Medina), nacido en Los Navalucillos y al que su familia buscó desesperadamente hasta que, el 13 de agosto, la comandancia les comunicó oficialmente que se hallaba sano y salvo en Melilla, pero que no es citado en la relación de supervivientes reconocidos; Gregorio Blanco Briceño, nacido en Gálvez, sí aparecía entre los supervivientes, al igual que Lucio Higueras Carrasquilla, natural de Mesegar de Tajo al que también buscó la familia a través de la oficina de información de El Castellano. Lucio Higueras fue, como otros supervivientes, represaliado por el régimen franquista y su nombre aparece en el fichero general de la sección político-social. Los dos supervivientes restantes eran Manuel Meilan Rodríguez, natural de Taboada (Lugo), y Andrés Segura García que aún permanecía en el regimiento cuando se hizo pública la lista de supervivientes en 1924. Para dar una idea del sufrimiento y la prolongada incertidumbre que vivieron las familias valga como ejemplo que, en febrero de 1922, la Capitanía General de Barcelona emitió un oficio por el cual se rogaba se personasen los interesados en saber noticias de una relación de soldados pertenecientes a Ceriñola. Entre los citados aparecían tres de los defensores presentes en Igueriben: Emilio Riquelme Velasco, José Prat Atienza y Ramón Vallverdú Claret. Habían pasado más de siete meses y todavía no se había confirmado oficialmente la muerte en combate de estos soldados.
El Castellano, 13 de agosto de 1921
Para calcular con precisión el número de bajas que padeció la 2ª Compañía de Ceriñola no podemos tomar como referencia las cifras de defensores que aportó Casado Escudero en su obra y que cifra los efectivos de esta compañía en 168. Según la información que aportó el regimiento, en Igueriben se hallaban 93 hombres al mando de Arturo Bulnes. A la unidad le faltaba un oficial que algunas fuentes llegaron a publicar erróneamente: el alférez Guedea, que se hallaba en el Izzumar al mando de una sección de la 6ª del II Batallón. Por tanto, si fueron 30 los supervivientes que pudieron ser evacuados de esta compañía, la muerte se llevó por delante a casi un 70% de los hombres, cálculo que se elevaría al 100% si extendiéramos el recuento a los heridos ya que todos los supervivientes lo fueron o estaban enfermos.
La 4ª del III tenía 87 hombres destacados en Igueriben el 21 de julio, hallándose su capitán, Fernando Correa, en Annual. De ellos, se salvaron en un primer momento 18, pero el cruel azar quiso que esta compañía tuviera que alargar su sufrimiento: cinco de los seis supervivientes que perecieron durante el cautiverio pertenecían a esta unidad, por lo que, en febrero de 1923, solo 13 hombres habían sido capaces finalmente de salvar la vida. Un 83% de mortalidad, o lo que es lo mismo el exterminio de la unidad, cuando era veintiuno de julio y aún no se había iniciado la debacle. Podemos entonces calcular que, de los 180 hombres del regimiento que se hallaban en Igueriben, se pudieron salvar 48, cinco de los cuales murieron en cautividad. Por tanto, en febrero de 1923 quedaban 43 supervivientes.

La lista de Casado

Luis Casado escribió en 1923 su libro, tan solo dos meses después de su liberación. Podríamos pensar que tras 18 meses de cautividad retendría en su memoria los datos de algunos de los defensores, pero lo más razonable es pensar que para confeccionar la lista completa recurriera a solicitar la filiación a los diferentes cuerpos implicados, y ésta fuera la relación que publicara al finalizar su trabajo. Por tanto, y como ya mencioné en otra ocasión, sería lógico que en el caso de las compañías de Ceriñola se le enviara la lista de revista de las dos compañías incluyendo en ella a algunos hombres que se hallaban en la plaza como destino, que estuvieran de permiso o ingresados en algún hospital. Frente a los 293 nombres de Casado (164 de la 2ª del I Bon, y 121 de la 4ª del III), Caballero Poveda cifra en 193 los efectivos de Ceriñola presentes en Igueriben el 21 de julio de 1921, mientras que el regimiento daba una cifra de 180. Esta diferencia de cien hombres podría significar que del orden del 30% de los efectivos de cada compañía no se hallaba en Igueriben, cantidad similar a la que aporta en su lista de revista el 14º de caballería. Seguramente, ésta es la razón de que en la lista de Luis Casado aparezcan nombres de soldados que no se hallaban en Igueriben o de que, por el contrario, no aparezcan otros que sí estuvieron durante el cerco.
El toledano Luis Asensio Ramos, 2ª Cia/I Bon, formó parte de una de las compañías provisionales organizadas entre aquellos que se hallaban destinados en  la plaza. Asensio tomó parte en la defensa de Nador resistiendo, según sus palabras, el asalto de los moros con un par de cojones de los de dos yemas, y salvando el peligro de milagro porque lo hirieron de gravedad el último día, y también porque los rifeños cumplieron los pactos alcanzados con el teniente coronel Pardo Agudín. Diez días con sus noches aguantamos, zurraos por la artillería y la fusilería. Lo peor era el olor de los muertos enterrados en el sótano y la sed, la puta sed. Con el orín te duele la barriga y tienes pesadillas y vómitos. Lo pasamos muy mal pero aguantamos como gatos panza arriba hasta las últimas. Desde entonces en Talavera de la Reina conocen al soldado Asensio como el Héroe de Nador y, aunque no recibió condecoración alguna, fue objeto  de un recibimiento por todo lo alto. Caso similar fue el de Basilio Serrano Matamala, de la 4ª del III Batallón. Basilio tampoco es citado en los partes de heridos ni en las relaciones de los que pudieron escapar con vida, sin embargo de manera casual localicé su esquela en el ABC del mes de abril de 1996; falleció a los 98 años en Madrid. También quisiera destacar que algún soldado fue ingresado pero no queda constancia de que se hallara en Igueriben. Así, Secundino González Rodríguez de la 2ª Compañía que figura en los listados de heridos ingresados en Melilla con pronóstico grave, aparece también en la relación de defensores, pero no es citado por el regimiento como superviviente. Por tanto, resulta casi imposible poder afirmar que se hallaba en Igueriben, pero sí podemos constatar que sobrevivió al Desastre.
Tampoco se hallaban en Igueriben Pedro Mula Aznar, convaleciente en su casa en la provincia de Murcia y poseedor de un permiso firmado por el jefe accidental del regimiento, teniente coronel Manuel Ros Sánchez, ni el cabo de Ceriñola Juan Cánovas Paredes, ni otros tantos que tras la guerra civil fueron objeto de persecución o represalias franquistas, y por tanto tampoco se hallaban en Igueriben, como ocurrió en los casos de Aquilino López Vela, Luis Bernal Morcillo, natural de Torrejoncillo (Cáceres), indultado en 1958, Mariano García Arroyo, Severino González Fernández, Pablo Hernández Alonso, José Barrios García, Francisco Aguilera Mut (aparece en la relación con el apellido Mota), Federico Fernández Pérez y Domingo Bueno Montoliu, natural de Madrid e indultado en 1944. Todos ellos pertenecían a Ceriñola lo que, sin duda, respalda la idea de que Casado recibió del regimiento la lista de revista, y no los nombres de los 180 defensores que efectivamente se hallaban en Igueriben.
Llegados a este punto, doy por finalizada, al menos por esta ocasión, mi búsqueda de supervivientes. Sé que hasta que no tengamos en nuestro poder la relación de muertos de todos los cuerpos, no tendremos la certeza absoluta de saber si hubo más supervivientes o no. Tal vez ni siquiera entonces. Yo he podido descubrir 69 (de los cuales 6 morirían posteriormente en cautividad), que con toda seguridad sobrevivieron a Igueriben, ya que aparecen, bien en prensa histórica, bien en documentos oficiales posteriores. Mi intención y mi deseo eran que hubieran aparecido más, y que se hubieran cumplido las palabras que Indalecio Prieto pronunció en el congreso afirmando que se pudieron salvar un sargento y cien hombres de la guarnición. Lamentablemente no he podido encontrar tantos nombres y dudo que fueran muchos más, al menos que nos sea posible confirmarlo con los medios que disponemos, aunque no cejaré en el empeño de ir siempre más allá de lo que se nos ha contado.

Relación actualizada supervivientes de Igueriben. Del artículo Defensores de Igueriben.
http://desastredeannual.blogspot.com.es/p/prueba_79.html



Sufrir, morir y vivir en Igueriben