La Flotilla de la libertad
Las negociaciones y el rescate de los prisioneros. 1ª parte
El sábado 27 de enero de 1923 se produjo la liberación de los prisioneros
españoles capturados tras el Desastre de Annual. Aquel día frío y sombrío, 326
personas —mujeres, hombres y niños— recuperaron la libertad tras haber padecido
un auténtico calvario. Fondeada en la bahía de Alhucemas, frente al peñón del
mismo nombre, una pequeña flotilla compuesta por embarcaciones civiles y de la
Compañía de Mar se encargó de su traslado a Melilla.
Aunque la labor de esta flotilla fue efímera, es justo recordar a quienes la integraron y el papel fundamental
que desempeñaron en aquel momento crucial. Muchos de los prisioneros no
lograron sobrevivir a las durísimas condiciones del cautiverio: palizas,
hambre, enfermedades, trabajos forzados, miseria, frío e incluso abusos
sexuales en el caso de algunas mujeres. La liberación de los cautivos supuso el
epílogo del Desastre de Annual. Al subir a bordo, no solo renacieron, sino que
también recuperaron la dignidad perdida durante aquellos 18 meses de penurias.
A España le costó demasiado lograr la liberación. Ni los sucesivos
gobiernos ni las autoridades militares consiguieron doblegar la intransigencia
de Abd el-Krim, lo que sumió en el desconsuelo a cientos de familias durante
casi año y medio. Teniendo en cuenta que, finalmente, se aceptaron todas las
condiciones impuestas por el caíd rifeño, no puedo evitar preguntarme si no
habría sido posible alcanzar ese acuerdo mucho antes. Para las familias de los
prisioneros, sin duda, la espera fue excesivamente larga y dolorosa. Durante
aquellos más de 500 días de cautiverio, se llevaron a cabo numerosas
iniciativas para liberarlos; todas, salvo una, resultaron infructuosas. ¿Por
qué se prolongaron tanto las negociaciones?
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Recuerdo del cautivo Pedro Ruiz Estébanez |
555 días de cautiverio y 5 negociadores
El 7 de diciembre de 1922, Manuel García Prieto (1859-1938) formó el
que sería su cuarto gabinete, un gobierno de concentración liberal. El hombre
fuerte del nuevo ejecutivo fue Santiago Alba Bonifaz (1872-1949), ministro de
Estado y principal artífice del rescate de los prisioneros. Para llevar a cabo
la compleja operación, contaron con la inestimable colaboración del alto
comisario Luciano López Ferrer (1859-1945), abogado y diplomático que ocupaba
de forma interina la Alta Comisaría de España en Marruecos, en espera de la
incorporación de Luis Silvela Casado, quien asumió el cargo en febrero de 1923.
García Prieto y Alba fueron, sin lugar a dudas, los únicos políticos
que aceptaron estrictamente las propuestas que desde septiembre de 1921 exigía Abd
el-Krim (1). Desde entonces, se mantuvo inamovible en sus exigencias: el pago
de cuatro millones de pesetas y la liberación de un selecto grupo de
prisioneros, la mayoría pertenecientes a su misma cabila.
El dinero, en realidad, nunca fue un obstáculo. En Melilla se disponía
del fondo del rescate muchos meses antes de la liberación. El 21 de febrero de
1922, partió de Ceuta el cañonero Álvaro de Bazán con un cheque del Banco de
España (n.º 281767) por importe de cuatro millones de pesetas,
debidamente custodiado (2). El talón solo podía ser entregado al capitán de
navío Manuel Fernández Almeyda, quien era además el único autorizado para
hacerlo efectivo en la sucursal del Banco en Melilla. En caso de necesidad, se
podría disponer del dinero incluso si el cañonero no llegaba a destino. El principal escollo fue, sin duda, la liberación de los prisioneros
rifeños, algunos de los cuales habían sido condenados por delitos graves como
asesinato, deserción, agresiones, o tráfico y contrabando de armas y
municiones. Su liberación implicaba concederles una amnistía formal, lo que
bloqueó las negociaciones durante meses. Tanto el gobierno como el alto
comisario estaban dispuestos únicamente a liberar a los prisioneros capturados
durante la campaña para recuperar el territorio perdido en 1921. A finales de
ese año, el gobierno estimaba en 654 los prisioneros rifeños bajo custodia
española en el Protectorado: 301 en Melilla, 210 en Ceuta/Tetuán y 143 en
Larache. La mayoría de los apresados en Melilla habían sido capturados con la
intención de utilizarlos como moneda de canje, pero, al no pertenecer a la cabila
de Beni Urriaguel, no despertaban el menor interés de Abd el-Krim (3).
Por entonces se estimaba que el caíd rifeño tenía en su poder 475
cautivos españoles: 52 jefes y oficiales, 390 de tropa y 53 civiles (4), todos
ellos recluidos en precarias condiciones en diversos campos de prisioneros.
Finalmente, el gobierno de García Prieto accedió a las condiciones
impuestas y el 18 de enero de 1923 designó como negociador jefe al empresario
vasco Horacio Echevarrieta Maruri (5). De la carta del ministro a Echevarrieta
se deduce que los planes para su nombramiento comenzaron en cuanto el nuevo
gobierno tomó posesión. Se especificaba también que el hombre de confianza en
el terreno sería Idris Ben Said, jurisconsulto que había trabajado tanto para
el empresario como para la Alta Comisaría, y que había sido compañero de
estudios de Abd el-Krim en Fez. Idris fue una figura clave, tanto en las
negociaciones como en la atención a los prisioneros.
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Fotografía El Norte de Castilla |
Las condiciones del rescate estaban pactadas y Echevarrieta gozaba de
plena autonomía, siempre que los acontecimientos siguieran el curso previsto.
En caso de divergencias —que las hubo—, debía consultar con el ministro. La
validez de la propuesta se extendía (6) hasta el 25 de enero, aunque finalmente
se superó esa fecha en dos días. Una vez obtenida la autorización de Abd el-Krim, se organizó una
comisión mixta integrada por miembros del Majzén y funcionarios civiles
españoles, encargados de velar por el buen desarrollo de las operaciones. Todos
ellos esperaban en Melilla el momento de desplazarse a la bahía de Alhucemas,
donde los cautivos aguardaban, ansiosos, su liberación.
El día del rescate, los supervivientes de Igueriben —los primeros en
ser capturados— llevaban 555 días de cautiverio; los de Monte Arruit,
536. Durante ese tiempo, fueron recluidos primero en Annual, hacinados en las
tiendas saqueadas tras la retirada del 22 de julio, en condiciones
extremadamente duras. Los soldados fueron obligados a transportar cañones y
material de guerra abandonado y, por iniciativa propia, enterraron los restos
de cientos de compañeros caídos en las posiciones cercanas.
En enero de 1922 y ante el avance de las tropas españolas, fueron
trasladados a Yub el Kama, cerca de Abarrán, y poco después a Tabelchah, lugar
de infausto recuerdo donde murieron 18 civiles y militares. Finalmente, serían
confinados en Ait Kamara, a unos 13 kilómetros de Axdir. Los civiles, salvo
uno, compartieron campo con los soldados, mientras que los oficiales fueron
encerrados en dos casas propiedad de Abd el-Krim en Axdir.
Durante los 18 meses de presidio murieron, a causa de enfermedades o
asesinados, 9 civiles (5 hombres y 4 mujeres), 145 sargentos y soldados, y 6
oficiales: un total de 160 muertos (7). ¿Quién podría pensar que aún no había
llegado el momento de actuar?
Hasta entonces, las negociaciones habían fracasado una y otra vez. Bajo
el gobierno de Maura, con Juan de la Cierva como ministro de la Guerra, y
durante el mandato de José Sánchez Guerra que además asumió la cartera de
Guerra tras la dimisión del general Olaguer Feliú en julio de 1922.
En la Alta Comisaría se mantuvo Dámaso Berenguer hasta julio de 1922,
cuando fue sustituido por el general Ricardo Burguete, quien dimitió poco antes
del rescate. Su sucesor, Miguel Villanueva, no llegó a incorporarse por motivos
de salud, siendo nombrado interinamente Luciano López Ferrer, secretario
general de la Alta Comisaría y pieza fundamental en la operación de rescate.
En la Comandancia General de Melilla se sucedieron los generales José
Cavalcanti de Alburquerque, José Sanjurjo Sacanell, Julio Ardanaz Crespo y,
finalmente, Carlos Losada Canterac, quien ocupaba el cargo cuando se produjo la
liberación. Este constante cambio de gobiernos y autoridades militares fue un
serio obstáculo para las negociaciones.
A pesar de los numerosos intentos, los gobiernos solo reconocieron
oficialmente a cuatro negociadores españoles y a uno marroquí: el coronel
Francisco Patxot Madoz (asistido por el tangerino Si Abd el-Rahman), el capitán
de navío Manuel Fernández Almeyda (delegado de la Cruz Roja), el general
Ricardo Burguete, Horacio Echevarrieta Maruri e Idris Ben Said.
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1-Coronel Francisco Patxot Madoz. (nota 1 fotografías) |
También desempeñó un papel crucial el comandante militar del peñón de
Alhucemas, coronel Manuel Civantos Buenaño, que actuó como enlace entre el
campo de prisioneros, Idris Ben Said y la Comandancia General de Melilla. Desde
el peñón se coordinaba además la llegada de convoyes y la correspondencia de
los prisioneros. En el peñón operaba además una oficina de Policía Indígena,
bajo las órdenes de los capitanes Juan Soler Cañellas y Roberto Aguilar
Martínez, este último con un rol especialmente relevante en los meses previos
al rescate.
El coronel Francisco Patxot (1876-1936) llevaba muchos años de servicio
en el Protectorado y por entonces mandaba la Policía Jerifiana de Tánger, de la
que fue fundador. Fue nombrado jefe de la oficina de rescate de prisioneros el
8 de septiembre de 1921, lo que equivalía a ser quien llevara la iniciativa
dependiendo directamente del Alto Comisario. Las negociaciones que lideró
Patxot fueron las más breves: no fue reconocido por Abd el Krim, quien insistía
en que las gestiones fueran llevadas a cabo por civiles. A principios de
noviembre cesó en su cometido (8). El caíd rifeño exigía además la intervención
exclusiva de Idris Ben Said, algo que no era bien visto por el Ministerio de la
Guerra (9) quien pensaba que él hecho tenía varias explicaciones y ninguna
era tranquilizadora. El político no se mostraba
demasiado partidario de negociar ya que consideraba que el dinero podía servir
para incrementar el poderío armamentístico de Abd el Krim lo que a su vez
significaría más derramamiento de sangre y más cautivos, aunque recalcaba que el hecho influía en su estado de ánimo. Finalmente instaba a Berenguer a ganar a tiempo y le aseguraba que el gobierno resolvería. En
esta etapa (agosto/octubre de 1921) se confeccionaron las primeras relaciones
de prisioneros (10), todas ellas incompletas y poco fiables. Esta carencia de información contrastada se mantuvo prácticamente durante todo el cautiverio y dificultaba enormemente la labor de las oficinas de información a las que escribían las familias ansiosas de noticias.
Es importante destacar que las relaciones de prisioneros que menciono hacen referencia
exclusivamente al grupo de prisioneros internado en primer término en Annual y
posteriormente en Ait Kamara. Existió otro numeroso grupo de prisioneros que se
hallaban en poder de otras cabilas, más cercanas a Melilla y que
(mayoritariamente) corrieron mejor suerte. Hasta los primeros meses de enero de
1922 fueron apareciendo prisioneros capturados y recluidos en cabilas (que burlaban el control del caíd de Beni Urriaguel), siendo liberados previo rescate, canje o
para recuperar la confianza de España (11). El rescate de estos prisioneros fue
gestionado principalmente por la Policía Indígena de Melilla, al mando del
coronel José Riquelme. Aunque resulte paradójico, nunca fue reconocido
oficialmente como mediador, a pesar de su profundo conocimiento del territorio
y del líder rifeño. En realidad en esta primera fase de las negociaciones, el
concurso de la Comandancia de Melilla en las negociaciones fue prácticamente
inexistente, salvo en el rescate de los anteriormente mencionados.
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Capitán de navío y delegado de la Cruz Roja Manuel Fernández Almeyda. Extracto de su informe, fechado en Melilla el 9 de marzo de 1922 |
Tras este primer fracaso, se acordó con Abd el Krim que fuera la Cruz Roja la encargada de las negociaciones. Su delegado en Marruecos era el capitán de navío Manuel Fernández Almeyda, natural de San Fernando, nacido en 1869. Militar de gran prestigio, había sido director de la Escuela Naval Militar. Asumió las negociaciones y el abastecimiento de los prisioneros a mediados de noviembre de 1921. Su nombramiento despertó recelos entre los altos mandos, prueba de lo cual es el siguiente telegrama (12) que el general Berenguer dirigió al comandante general de Melilla (general Cavalcanti), y que transcribo íntegramente:
“En 20 de noviembre de 1921.
Al comandante General de Melilla. Personal y reservado.
Me sorprende telegrama de V.E. pidiendo instrucciones sobre el apoyo
que debe dar al señor D. Manuel Fernández Almeyda como delegado Comisario Cruz
Roja española encargado gestiones auxilio prisioneros, cuando las tiene V.E.
recibidas de mi concreta y personalmente, habiéndole ordenado prestar al citado
señor todo el auxilio que necesitara para atender al suministro y poniendo a
disposición V.E. el cañonero para poder emplearlo en este servicio. También me
ha causado sorpresa que se dirija V.E. al ministro de la Guerra pidiendo
instrucciones que no debe recibir más que de mi autoridad, encareciéndole que
en lo sucesivo se abstenga de dirigirse a la superioridad pidiendo
instrucciones prescindiendo de mi conducto que es el reglamentario y que en
todo caso soy el llamado a darlas.”
La reprimenda llama la atención y evidencia las disensiones y desconfianzas entre autoridades militares en torno al rescate. Días después de esta comunicación (3 de diciembre) se produjo otra en sentido inverso, en esta ocasión Cavalcanti se lamentaba (13) que la Comandancia de Melilla no había tomado parte activa en las negociaciones. Ante la petición de cooperación por parte de Berenguer, le respondió que necesitaba un plazo de tiempo para el estudio y reflexión de la situación. Consideraba además que era indispensable el conocimiento del curso de las negociaciones, algo, según él, desconocido en Melilla. Curiosamente, 12 días después Cavalcanti fue cesado y aunque existiesen otros motivos no tengo duda de que el rescate fue uno de ellos. El respaldo del gobierno y de Berenguer a Fernández Almeyda se materializó tras la conferencia de Pizarra (Málaga, febrero de 1922), donde se decidió presentar una propuesta en firme a Abd el Krim: el pago de cuatro millones de pesetas y la liberación de prisioneros rifeños. Para ello, se solicitó a las Comandancias y Audiencias un listado de presos rifeños y las penas que cumplían.
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Idris Ben Said, Antonio Got Insausti y Pajarito a bordo del cañonero Laya (nota 2 fotografías). Fotografía del archivo personal de Antonio Got Insausti (1878-1939) |
El capitán Fernández nunca llegó a entrevistarse con Abd el Krim, quien
delegó la negociación en Mohamed Buyibar. Se alcanzó un acuerdo en cuanto al
dinero, pero no en lo referente a los prisioneros: el gobierno se negó a
liberar a los más deseados en Axdir, alegando que no debía aumentarse el
prestigio del líder rifeño ante otras cabilas. El ultimátum expiraba el 5 de
marzo, y el gobierno sólo ofreció liberar a los condenados por delitos
políticos en Melilla, excluyendo a los presos de Ceuta, Larache, Alcazarquivir,
Arcila y la cárcel del Bajá.
El 7 de marzo, Fernández Almeyda dio por rotas las negociaciones. En
Axdir, los oficiales fueron plenamente conscientes de las gestiones, la ruptura y los motivos de la misma(14). Fue un auténtico mazazo, a pesar de que la actuación de
Fernández Almeyda fue bien valorada por familias, prisioneros y el gobierno. El fracaso, sin embargo, no rompió el hilo que el Alto Comisario mantenía con Axdir ya que escribió al capitán
Aguilar (Alhucemas) para que mantuviera como cosa suya (15) un canal
informal con Buyibar. El pretexto era que España no se negaba a la
liberación, ya que, de haber sido solicitados formalmente, habrían sido
entregados. ¿Porque entonces no se llegó a un acuierdo?. El caso
es que ya sea por la intransigencia o desconocimiento de Berenguer o tal vez por un deliberado interes de Abd el Krim en mantener a los cautivos por su propia seguridad se rompieron las negociaciones. Las consecuencias la sufrieron los prisioneros que debieron sufrir diez meses más de calvario.
El informe enviado por Fernández Almeyda al Alto Comisario es un
documento de gran valor histórico y prueba que hizo todo lo posible por lograr
el rescate (16). En aquel momento se desconocía el número exacto de prisioneros
españoles (a pesar de que ya habían transcurrido más de siete meses), pero aportaba información detallaba de su distribución:
1-Grupo de oficiales en Axdir, con 25 clases y soldados, algunos de los
cuales seguían prestando servicio como asistentes, se mantuvo esa costumbre
hasta en el cautiverio. Las casas donde estaban internados era propiedad de Abd
el Krim. En aquel lugar, hoy en día, quedan los restos de lo que fue la Oficina
de Intervención construida posteriormente.
2-Dos grupos de clases y soldados en Cabo Quilates y Alhucemas,
encargados del desembarco de víveres.
3-El grupo principal de soldados y civiles en Ait Kamara, el más
numeroso. En el mismo lugar se internó a partir de junio de 1923 otro grupo de
prisioneros, algunos de los cuales permanecieron más de 1000 días cautivos (17).
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Playa de Sidi Dris. Sargento Francisco Basallo e Idris Ben Said (nota 3 fotografías). Fotografía del archivo personal de Antonio Got Insausti (1878-1939) |
Los convoyes de aprovisionamiento, cuyo coste aproximado era de 21.000
pesetas (18), constituían un quebradero de cabeza para las autoridades
españolas. Debían, en primer término, recibir autorización de Axdir,
organizarlo, enviar un buque mercante (no se permitían buques de guerra), pagar por autorizar el desembarque (que
siempre corría a cargo de soldados españoles) y, además, resignarse a que la
mayoría de víveres nunca llegaran a los cautivos. Cuando el grupo principal
estaba internado en Annual (hasta finales de enero de 1922), los convoyes los
desembarcaban en Sidi Dris una cuadrilla de soldados comandados por el sargento
Basallo, que se hacía cargo del desembarco y traslado, debiendo, además, por
supuesto, pagar los mulos necesarios para transportar los víveres hasta Annual. En el primer convoy de vivéres, organizado por Antonio Got -ex militar y
apoderado de Horacio Echevarrieta- e Idris Ben Said se tomaron varias fotografías en la playa de Sidi Dris (1) donde todavía se
veían los cadáveres de los defensores de la posición (37, según Basallo que fueron enterrados el 24 de septiembre). El convoy fue conducido a
bordo del cañonero Laya y desembarcado en botes por el pelotón de soldados. La regularidad de los convoyes se subordinaba a los problemas de comunicación con Alhucemas, algo que solo se solucionaba con dinero y no era lo único: Si deseaban enviar cartas a las familias, debían pagar; si necesitaban leche condensada para los
más pequeños, debían pagar; si necesitaban medicinas, debían pagar. Ello, sin
embargo, no garantizaba que la carta, la leche condensada o las medicinas
llegaran al destinatario, a pesar de que desde España ya se hubiesen enviado.
El cautiverio se convirtió en un mercadeo donde los más pobres y débiles
tenían todas las de perder. Si con todo lo expuesto no fuese suficiente,
conviene resaltar también que los convoyes eran un elemento de coacción: si
las cosas se torcían, siempre los podían prohibir.
Poco después del fracaso de las negociaciones se produjo un hecho
relevante: el hundimiento del vapor Juan de Juanes, asignado a cubrir los
convoyes con Alhucemas. El 15 de marzo de 1922, mientras se hallaba anclado en
el peñón, junto al cementerio, fue atacado por la artillería rifeña. El vapor,
perteneciente a la compañía Transmediterránea, fondeó junto al cementerio de
Alhucemas para estar menos expuesto. Sin embargo, y muy poco después de
iniciarse la descarga de víveres y desembarque de los viajeros, las baterías
rifeñas abrieron fuego y causaron graves daños en la sala de máquinas y el
timón. El capitán ordenó abandonar el buque cuando ya se hallaba escorado, y poco
después se hundió, pereciendo los marineros Enrique Llorca y José Salcedo (19).
La agresión fue especialmente relevante, ya que se trataba de un buque civil
sin armamento para defenderse. Fue la única embarcación española hundida por
baterías rifeñas a lo largo de todas las campañas. El hundimiento fue
especialmente sentido en el campo de los prisioneros, ya que el primer convoy
de ayuda que llegó a la bahía el 3 de septiembre de 1921 lo transportó el Juan
de Juanes.
El gobierno envió a toda máquina al acorazado España, que contaba con
una imponente masa artillera, y se bombardeó la costa y los emplazamientos de
las baterías. Se resolvió, además, asignar otro vapor (Gandía) al
aprovisionamiento y que el contratorpedero Bustamante reforzara la línea de
abastecimiento. Este incremento de actividad bélica provocó, irremediablemente,
una ralentización en las negociaciones, tal y como ocurría cuando las columnas
españolas avanzaban recuperando el territorio perdido. Fue, sin duda, uno de
los aspectos más delicados y complicados con los que debió lidiar el alto
mando, y merecería un exhaustivo análisis: seguir avanzando y combatiendo sin
interferir en las negociaciones, incluso cuando desde el ministerio de la
Guerra (20) se le sugería al Alto Comisario que el éxito de la campaña no
podía subordinarse a ninguna consideración sentimental, por importante y
justificada que fuese. Los duelos artilleros entre el Peñón y las baterías
de Morro Nuevo, Morro Viejo, Rocosa y Castillo se mantuvieron durante el
cautiverio y posteriormente, causando entre otros la muerte del propio
gobernador militar (coronel Monasterio, en 1925).
El 15 de junio de 1922 dimitió Dámaso Berenguer y fue nombrado Alto
Comisario (18/07/1922) el general de división Ricardo Burguete Lana, quien
asumió personalmente las negociaciones, prácticamente interrumpidas desde el
fracaso del 5 de marzo. El general, veterano combatiente de la guerra de
Filipinas, donde obtuvo la Laureada, delegó la gestión del aprovisionamiento y
coordinación de los prisioneros en el coronel jefe de Policía Indígena de
Melilla Juan Lasquetty Perozzo (1874-1923), que, a pesar de no ser el
negociador oficial, prestó eminentes servicios y merece ser recordado por ello.
Sus gestiones se vieron truncadas el 13 de agosto al morir a consecuencia de
una emboscada cerca de Ben Tieb. Fue el segundo jefe de Policía Indígena muerto
en poco más de un año.
Poco antes de dimitir Berenguer se produjo el viaje que el franciscano
Emiliano de Revilla (Padre Revilla) realizó por tierras del Rif para
entrevistarse con Abd el Krim y mediar en el rescate de los prisioneros. Fue
recibido por el líder rifeño, quien le expuso que no deseaba rescates parciales
sino la liberación de todo el grupo, previa aceptación de sus consabidas
exigencias. Ni tan siquiera se le permitió ver a los prisioneros y, a pesar de
sus buenas intenciones, nada consiguió, aunque intentó influir en la
reactivación de los convoyes de víveres, único sustento de los cautivos.
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El vapor Juan de Juanes hundido frente al cementerio del Peñón de Alhucemas |
Durante el periodo de mando de Burguete, el periodista Luis de Oteyza
consiguió autorización para llegar hasta Alhucemas y se entrevistó en Axdir con
Abd el Krim. El controvertido viaje nunca fue bien visto por los prisioneros, y
tampoco se le permitió visitar el campo donde estaban internados civiles y
soldados. Las fotografías que tomó Alfonso muestran al periodista junto al
general Navarro (de serio semblante), y nos permite reconocer en segundo plano
al marinero de la Compañía de Mar Gregorio Delgado Quesada, quien ese día, con
motivo de la visita, recibió un uniforme nuevo. Al margen de ello, poco más
consiguió Oteyza, que salacot en ristre consiguió, eso sí, la exclusiva (21) de
entrevistar al líder de Beni Urriaguel.
El periodo de mando de Burguete se desarrolló hasta el 4 de enero de
1923, cuando presentó su dimisión sin que se hubiesen producido avances
importantes en las negociaciones. El gobierno designó para sustituirle a Miguel
Villanueva Gómez, que no llegó a incorporarse por enfermedad, ocupando el cargo
interinamente Luciano López Ferrer. El 22 de enero envió un telegrama al
ministro Alba comunicando diversas resoluciones, afirmando en el párrafo final
(22) que, de las largas negociaciones que llevaron a cabo Berenguer y Burguete,
nada existía en la Secretaría General porque en ningún momento se le dio
conocimiento de ello.
Otras iniciativas
Ninguna de las iniciativas paralelas, incluida la mediación del padre
Revilla, fueron consideradas oficiales, ya que no contaban con la aquiescencia
de los distintos gobiernos implicados. En más de una ocasión me he preguntado
qué motivo, o quién, alentó —si es que alguien lo hizo— al franciscano a
embarcarse en semejante empresa. Sin embargo, descarto que actuara en busca de
beneficio personal, y menos aún material, por lo que no percibo en su intento
de mediación ningún interés espurio.
Tengo la impresión de que su figura suscitaba recelos tanto en el
estamento militar como en el político e incluso en el eclesiástico. No
obstante, muchas familias aceptaban de buen grado su participación, hasta el
punto de solicitar públicamente su intervención. De ello queda constancia en la
carta (23) que dieciséis mujeres de oficiales prisioneros enviaron al nuevo
Alto Comisario, en la que declaraban que Revilla era su representante en este
asunto. En cualquier caso, su viaje a través de un Rif sublevado constituyó
toda una odisea (24).
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El Padre Revilla a bordo de un buque de guerra en un viaje al Rif |
Tampoco se llevó a cabo ningún rescate parcial, a pesar de las muchas
iniciativas. Una de ellas fue la del comandante Alzugaray, que generó polémica
en el seno del ejército al pretender la liberación de los ingenieros. Situación
similar se produjo con el capitán Catalán de Ocón, quien intentó rescatar a los
prisioneros del Ceriñola 42 (25), recibiendo por ello la reprimenda del general Burguete. En el mismo telegrama enviado al Comandante General añadía ,Burguete, una
proclama que se debía difundir con profusión y que no dejaba lugar a duda. Él,
personalmente era el único y legítimo negociador:
“A todo marroquí. Sabed que España y el Majzem no autorizan a nadie para entender en canje de prisioneros. El Alto Comisario se reserva tratar exclusivamente con las cabilas para otorgar el perdón y libertad a los presos en cuanto se implante en plazo breve el Protectorado, según los méritos que hayan contraído en esta empresa a favor del Majzem los parientes y amigos de cada uno de los citados presos o antes según la ayuda que prestaron a esta causa de la civilización”
Entre las muchas iniciativas (muchas de las cuales no menciono) se
halla la actuación de la oficina de Policía Indígena de Cabo de Agua, que
organizó un frustrado rescate parcial junto a un controvertido y sospechoso
rifeño afincado en Port Said. A ella se sumaron el ofrecimiento del ingeniero
Luis Montes —quien había estudiado con un hermano de Abd el Krim— y la
mediación del marqués de Cabra desde Tánger.
Tampoco se procedió al rescate de los trabajadores mineros ni de sus
familias. Mujeres, niños y obreros compartieron el mismo cautiverio que
oficiales y soldados, una circunstancia difícil de comprender. Más aún si se
considera que el Ministerio de Estado ofrecía 100.000 pesetas para su
liberación, confiando que la empresa minera contribuyese en parte al rescate.
Que no quede duda: el dinero destinado a liberar a los civiles se hallaba en
Melilla desde diciembre de 1921, a disposición del delegado de la Cruz Roja,
pero nunca llegó a utilizarse (26). Por qué se abortó aquella operación sigue
siendo, para mí, un misterio.
Cabe destacar también la mediación del cónsul de España en Uxda
(Argelia), Isidro de las Cagigas López de Tejada (1891–1956), quien logró la
liberación de un número importante de prisioneros que buscaron refugio en la
zona francesa. Otro intento lo protagonizó el conocido notario melillense
Roberto Cano que tampoco consiguió nada. Finalmente, y en fecha reciente, hemos
conocido el plan ideado por el comandante de Infantería de Marina Cándido Díaz
del Río Montero (27), quien a finales de 1921 trazó una operación anfibia para
liberar a los prisioneros. El audaz plan contemplaba el desembarco de fuerzas
de la Legión, Regulares e Infantería de Marina con el objetivo de liberar a los
oficiales recluidos en Axdir que estaban a considerable distancia de la playa
elegida para el desembarco. No se preveía la liberación de soldados ni civiles
retenidos en Ait Kamara, ni de los grupos de tropa encargados de desembarcar
víveres en Quilates y El Morro. El plan quedó en simple proyecto y ni siquiera
fue debatido, aunque constituye un documento notablemente elaborado. Ninguna de
estas múltiples propuestas prosperó, aunque algunas contaran con el respaldo
indirecto de altos mandos.
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Oficiales cautivos en Axdir (ver nota 4 de fotografías) |
Para cientos de familias, la larga espera y la falta de noticias
supusieron un verdadero tormento. Algunas se agruparon en torno a la Comisión
Pro Rescate de los Prisioneros, nacida en el seno de la Federación de
Empleados y Obreros del Ayuntamiento de Madrid, y coordinada por Manuel Cerezo
Garrido. La comisión logró movilizar a parte de la sociedad y obtuvo numerosas
promesas —nunca cumplidas— por parte de los políticos. Lamentablemente, no
consiguió avances significativos ni obtuvo autorización del gobierno para
negociar. Además de Cerezo, fueron fundadores de esta comisión Julio Urbina
(marqués de Cabriñana) y el diputado catalán Juan Serradell Farrás, quienes
consiguieron reunir a un nutrido grupo de familiares de cautivos. La meritoria
labor llevada a cabo queda recogida en el libro de Cerezo: El rescate de los
prisioneros (Libro de la verdad) (28). El autor, presidente de la
Asociación Española de Empleados y Obreros, falleció en Madrid en febrero de
1928.
Las familias más humildes, sin recursos ni apoyo, enviaron cientos de
cartas a las oficinas de información, suplicando noticias de sus hijos,
hermanos o padres, en algunos casos ya fallecidos en cautiverio. En enero de
1923 la situación era ya insostenible para todos: cautivos, familias, militares
y políticos. En ese contexto surgió la necesidad urgente de acometer el
rescate, aun aceptando una a una todas las condiciones impuestas por Abd el
Krim, algo que no todos comprendían, pero que los prisioneros merecían. Para
ello, el ministro Alba apartó de las negociaciones a cualquier persona ajena al
delegado oficial del gobierno. Esta decisión afectó, entre otros, al padre
Revilla, quien se vio obligado a abandonar Melilla el 19 de enero (29), apenas
unos días antes de la liberación.
La flotilla del rescate
Una vez que Horacio Echevarrieta desembarcó en Melilla, se organizó la flotilla que partiría hacia Alhucemas. El buque insignia sería el transatlántico Antonio López, a bordo del cual embarcaría la comisión delegada encabezada por Echevarrieta, compuesta a su vez por dos subcomisiones: una española y otra del Majzén. El buque pertenecía a la flota de la Compañía Transatlántica y era el segundo en llevar el nombre del fundador de la compañía, el marqués de Comillas. El primero, hundido por la armada estadounidense en el puerto de San Juan de Puerto Rico el 16 de julio de 1898, fue reemplazado por esta nueva nave construida en 1891 en los astilleros escoceses W. Denny Bros. Desplazaba 6.100 toneladas, tenía una eslora de 131,1 metros y alcanzaba una velocidad máxima de 14,5 nudos. Durante años cubrió las líneas de navegación caribeñas. En 1923, el Antonio López estaba al mando del capitán Ricardo Caro Bach, veterano oficial con una larga trayectoria en la marina mercante. En noviembre de 1922 había realizado un viaje a Brasil y, tras regresar a España en diciembre, fue requisado por el Gobierno para colaborar en el rescate. Zarpó desde Barcelona y permaneció en Málaga hasta recibir órdenes de partir, mientras un temporal de levante azotaba la costa marroquí. En Málaga le esperaba Echevarrieta a bordo del Cosme y Jacinta, buque de su propiedad con el que inicialmente tenía previsto participar en la operación.
Transatlántico Antonio López. Membrete del buque con anotación del capitán de estado mayor Sigifredo Sáinz Gutiérrez cautivo en Axdir |
Antes de llegar a Melilla, Echevarrieta desvió su rumbo y fondeó en la
bahía de Alhucemas, desde donde los prisioneros lo observaron con asombro. Fue
sin duda un golpe de efecto del empresario y demostraba que sus competencias en
el trato eran plenas. Nadie reconoció el
buque, salvo el general Navarro, quien afirmó que pertenecía al marqués de
Comillas (30), todos esperaban un buque de guerra. Poco después recibieron una
esperanzadora carta de Echevarrieta, en la que les informaba que las gestiones
que realizaba en nombre del Gobierno estaban a punto de culminar felizmente.
Navarro respondió rápidamente, y la alegría fue incontenible. Poco antes del
atardecer, el transatlántico partió rumbo a Melilla, donde, debido al temporal,
no pudo fondear hasta la tarde del día 25.El jueves 26, fuerzas de la Guardia Civil, al mando del capitán García
Agulla y del teniente Pérez Ondategui, escoltaron el transporte del importe del
rescate hasta el buque. Según El Telegrama del Rif (32), llevaba a bordo
2.800.000 pesetas en billetes y 1.000.000 en monedas de plata de cinco pesetas,
distribuidos en 67 cajas de zinc, con un peso total de veinte mil kilos.
En Melilla coordinaban las operaciones el Alto Comisario Interino,
presente en la plaza desde el día 23, e Idris Ben Said, desde el Peñón de
Alhucemas. Antes de zarpar, embarcaron las dos comisiones. La española estaba
formada por Horacio Echevarrieta, Luis Aranguren Gallastegui Sebastián
Sotomayor Gisbert (ambos apoderados de Echevarrieta) y el periodista Daniel
López López, director de El Diario Universal. Por parte de la Alta Comisaría
iban Demófilo Puertas, el secretario Manuel Llopis de Casades (encargado del
dinero del rescate) y el interventor jalifiano Manuel Ferrer Machuca
(1874–1925). La comisión del Majzén la integraban el ministro de Hacienda
Abdeslam Bennuna (1888–1935), Sidi Dris Er Rifi —representante del Jalifa en la
zona oriental— y el interventor de Asuntos Jalifianos, José González.
Aunque se intentó mantener la discreción, la mayoría de los periódicos
ya conocían los planes, y numerosos periodistas esperaban cubrir el anhelado
rescate. En el último momento embarcaron los rifeños que formarían parte del
canje (dos de Beni Urriaguel y tres de Bocoya), bajo la tutela del capitán de
Policía Indígena y fotógrafo Carlos Lázaro Muñoz, veterano oficial y autor de más de 600 fotografías publicadas en ABC y más de un
centenar en Blanco y Negro. A pesar de disponer de autorización, se le prohibió
tajantemente tomar fotografías del rescate (33).
El interventor Ferrer argumentó
que el estado de los prisioneros era tan lamentable que "le debería dar
vergüenza" retratarlos. Finalmente, el capitán del buque zanjó la
cuestión. Lázaro se resignó, aunque otros sí tomaron instantáneas y
posteriormente se quejó amargamente al coronel jefe de Policía Indígena. Sin embargo,
desobedeciendo discretamente las órdenes, Lázaro tomó al menos una foto que
sería portada de Blanco y Negro el 4 de febrero. En la imagen se ve un falucho
de carga de la Compañía de Mar abarloado al estribor del Antonio López, poco
antes de que los prisioneros subieran por la escalerilla. Estoy convencido de
que no fue la única imagen que captó.
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Vapor Vicente La Roda y mercante España 5 |
En el puerto de Melilla, a la espera de partir, también se hallaba
fondeado el carguero España N.º 5, construido en Alemania y botado con
el nombre de Riga. Participó en la Primera Guerra Mundial y quedó en territorio
español durante uno de sus viajes. Tras la guerra, el Gobierno español confiscó
seis buques como compensación por los daños causados por los submarinos
alemanes, rebautizándolos como España del 1 al 6. Cuatro se incorporaron a
navieras españolas, mientras que los dos restantes pasaron a depender de la
flota mercante del ministerio de Marina y Guerra, aunque tripulados por marinos
civiles. El día 24, debido al fuerte temporal, el capitán Cosme Luzárraga
ordenó zarpar hacia Chafarinas para buscar abrigo.
Al atardecer del 26, ya atracado en el muelle Villanueva, asumió el
mando de la flotilla el capitán de corbeta José Fernández Almeyda, quien había
protagonizado una brillante actuación en abril de 1922 al socorrer el Peñón de
Vélez de la Gomera al mando del destructor Bustamante. Hombre de confianza del
Alto Comisario, fue designado personalmente para la misión. Era además hermano
del capitán de navío Manuel Fernández Almeyda, delegado de la Cruz Roja en las
fallidas negociaciones que deberían haber concluido con la liberación de los
prisioneros el 5 de marzo de 1922.
Sabemos que, al menos, embarcaron los reporteros Teodoro Fernández de
las Cuevas, Valentín Gutiérrez de Miguel, Tomás Segado, Manuel Delgado Barreto,
Pedro Mata Domínguez, Luis Bello Trompeta, Teresa de Escoriaza —a quien el
capitán Luzárraga cedió su camarote—, Juan Luque y los fotógrafos Díaz
Casariego y Alfonso Sánchez Portela. Todos presionaron hasta conseguir que el
jefe de la flotilla les permitiera subir al Antonio López para entrevistar a
los prisioneros (34). Lo que no se consintió fue que enviaran noticias antes de
tiempo desde el España N.º 5, que disponía de telegrafía sin hilos. También se
permitió subir a algunos familiares de los cautivos: el hijo del teniente
coronel Pérez Ortiz, los hermanos del capitán Sigifredo Sainz, el hijo del
coronel Araujo y la hermana del practicante Cánovas, quien compartió camarote
con Teresa de Escoriaza. Fueron las únicas mujeres a bordo.
La tercera embarcación civil que participó fue el vapor Vicente La
Roda, que partió desde Ceuta. El buque, adquirido en 1910 por la compañía
La Roda Hermanos, fue transferido en 1916 a la Compañía Transmediterránea, como
uno de los 16 vapores aportados por la Compañía Valenciana de Vapores de
África. Construido en Gran Bretaña en 1899, transportaba carga y pasaje, y era
frecuentemente usado para trasladar reclutas al Protectorado. En 1923, lo
comandaba el veterano capitán Juan Tonda Tur, condecorado con la Cruz Naval. La
tarde del 26 de enero zarpó con 23 presos —esta vez sí, los exigidos
directamente por Abd el-Krim—, custodiados por una sección de la Guardia Civil
al mando del teniente Francisco Barceló Guerrero. Once eran de la cabila de
Beni Urriaguel, dos de Bocoya, uno de Tensamán y nueve de cabilas desconocidas
(35). Entre ellos figuraban varios miembros de la familia El Uriagli,
reclamados insistentemente por Abd el-Krim. Así se salvaba el gran escollo de
las negociaciones.
La única unidad estrictamente militar que participó fue la Compañía de
Mar de Melilla. Tres de sus botes a motor —Cocodrilo (sargento Antonio
García Díaz, cabo Torregrosa Oses y seis marineros), San Isidro (cabo
José Pastor Rodríguez y cinco marineros), y Virgen del Rosario (cabo
Miguel Arias Gálvez y cinco marineros)— prestaron servicio. Como el calado
impedía que se acercaran a la orilla, se utilizó también un bote a remo del
destacamento de Alhucemas (sargento José García Prado, cabo Alfonso Pérez
Álvarez y ocho marineros). El Antonio López cedió además sus botes n.º 7 y 8,
al mando del segundo oficial Emilio Puértolas Prado y trece marineros y
fogoneros (36). Salvo contingencias de última hora que debía resolver Echevarrieta, el
rescate estaba a punto de producirse. Aquella noche durmieron en Axdir todos
los prisioneros —civiles, soldados y oficiales—. La fría noche y la falta de
tiendas no impidieron que reinara una gran alegría: por fin serían libres. Al
amanecer, divisaron al Antonio López y al resto de la flotilla. Desde que el
día 24 recibieran una carta de Echevarrieta anunciando la liberación, esperaban
ansiosos. Por desgracia, el día 25 falleció el teniente Juan Garaigorta
Ampudia, el último prisionero muerto en cautiverio. Fue enterrado identificado
junto al resto de compañeros en un provisional camposanto. En mayo de 1926,
tropas españolas conquistaron Axdir y algunos de los fallecidos fueron exhumados
y enterrados en Melilla. Nada se sabe, sin embargo, de los cementerios de
Annual y Ait Kamara, donde murieron la mayoría de los prisioneros.
Lamentablemente, la documentación de los campos se perdió el día del traslado a
Axdir. El sargento encargado (37) la olvidó en Ait Kamara y no quiso volver
por temor a no regresar a tiempo.
Notas
1-Archivo General de la Administración (en adelante AGA). Caja
81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Folio N.º 63, 1ª página. El primer
documento donde Abd el Krim concreta las condiciones del rescate es del
24/09/1921. Se trata de una comunicación telefónica entre el Alto Comisario y
el ministro de la Guerra. En la misma se consigna que el caíd rifeño solicitaba
3 millones de pesetas por los prisioneros, 1 millón más en concepto de
indemnización y la liberación de todos los presos rifeños por cualquier concepto.
Esta petición cambió posteriormente para solicitar la liberación de un grupo de
presos de los cuales la mayoría pertenecía a la cabila de Beni Urriaguel.
También se hacía visible la negativa de Abd el Krim en aceptar la comisión
negociadora encabezada por el coronel Patxot.
2- AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Folio sin numerar.
Telegrama del Alto Comisario (Gral. Berenguer) al capitán de navío y delegado
de la Cruz Roja Manuel Fernández Almeyda fechado el 20/02/1922. Se consigna
expresamente que el cheque solo lo podrá recibir el capitán de navío Fernández
Almeyda.
3-AGA. Caja 81/0413. Inventario IDD (15) 013.001. En el legajo se
hallan diversas relaciones de los rifeños apresados en cárceles españolas. En
la comunicación entre el general encargado del despacho en Tetuán y el
comandante general de Ceuta fechada el 26 de enero de 1923 se relacionan los
rifeños apresados que deberán urgentemente ser conducidos a la bahía de
Alhucemas para ser canjeados por los prisioneros españoles. Esta relación
muestra el verdadero objetivo de Abd el Krim. Se trataba de 23 rifeños (11 de
Beni Urriaguel, todos de la familia El Uriagli), 2 de la cabila de Bocoya, 1 de
Tensaman y otros 9 de cabilas desconocidas. Fueron embarcados en el Vicente La
Roda y conducidos a la bahía de Alhucemas a toda máquina venciendo de esta
forma el escollo permanente de las negociaciones.
4-AGA. Caja 81/0413. Inventario IDD (15) 013.001. En él legajo se halla
una comparativa de presos rifeños y españoles en poder de Abd el Krim. El
documento no está fechado ni numerado. Se consigna que España tiene apresados a
654 mientras que los rifeños tienen en su poder a 475 niños, mujeres y hombres.
5-REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE HISTORIA (en adelante RAH). Fondo Santiago
Alba Bonifaz. RAH_09-08077_Sant_Alba-04_n_46-3. Carta del ministro de estado
(Santiago Alba) a Horacio Echevarrieta, fechada el 18/01/1923.
6-RAH. Fondo Santiago Alba. RAH_09-08077_Sant_Alba-04_n_46-4. Carta del
ministro Santiago Alba a Horacio Echevarrieta fechada el 22/01/1923. El
gobierno autoriza el pago del rescate y la liberación de los prisioneros
rifeños de los cuales el ministro ya tiene preparados los indultos. Asimismo,
se autoriza igualmente a Echevarrieta a tomar cuantas decisiones crea oportunas
sobre el terreno (debiendo si lo cree preciso) consultar con el Alto Comisario
Interino y el Majzem.
7-Centenario de la liberación de los prisioneros de Axdir. Javier
Sánchez Regaña, 2023.
https://desastredeannual.blogspot.com/2023/01/centenario-de-la-liberacion-de-los.html
8- AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Folio N.º 63. En la
comunicación entre De La Cierva (ministro de la Guerra) y Berenguer (Alto
Comisario) se menciona que deben cesar la comisión nombrada por el gobierno y
que lidera Patxot. Esta circunstancia ocurrió siempre que los delegados
gubernativos eran militares, salvo en el caso de Fernández Almeyda que lo hacía
como delegado de la Cruz Roja. Tampoco eran del agrado de Abd el Krim otros
intermediarios que no fuesen Idris Ben Said. 9-AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Folio N.º 63 (2ª
página). Las dudas que el ministro sentía por Idris eran evidentes a pesar de
que en ese momento contaba con la confianza del Alto Comisario. De la Cierva,
por el contrario, no se mostraba demasiado partidario en absoluto de negociar
ya que consideraba que el dinero podía servir para incrementar el poderío
armamentístico de Abd el Krim lo que a su vez significaría más derramamiento de
sangre y más cautivos. El ministro apunta en la comunicación que, aunque el
hecho influía en su estado de ánimo, le instaba a ganar a tiempo y le aseguró
que el gobierno lo resolvería.
10-Existen varias relaciones de prisioneros. La primera de la que
tenemos constancia es la que se realizó en Axdir a instancias de Abd el Krim el
06/09/1921. En ella se relacionan aparecen 48 oficiales, 13 de tropa y 2
civiles, debo el documento a Santiago Domínguez Llosá. La segunda relación se
encuentra en el AGA Caja 81/01413. Inventario IDD (15) 013.001, en la relación
se mencionan a 205 sargentos y soldados prisioneros en Annual y está fechada el
7 de octubre de 1921. La tercera relación sin fecha (se confeccionó entre
noviembre/enero de 1922) menciona a 360 sargentos y soldados en Annual y se
halla depositada en la misma referencia que la anterior, es la más amplia y
fiable.
11-De Annual a la República. La Comisión de Responsabilidades. Javier
Morata editor, Madrid 1931. Páginas 242-250. Relación de clases e individuos de
tropa y civiles que se hallaban prisioneros y que han sido rescatados por la
oficina indígena de la 3ª Mía de Policía en el año de 1921. Los testimonios de
muchos de estos prisioneros rescatados se pueden consultar en Causa Contra el
Mando. Exp.51, N.38. Accesible en Pares.
12-AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001 (Sin número de
página). Telegrama del Alto Comisario (Berenguer) al comandante general de
Melilla (Cavalcanti). El telegrama es contestación de otro enviado por
Cavalcanti al ministro de la Guerra solicitando instrucciones para el auxilio
de los prisioneros. 13- AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001 (Sin número de
página). Telegrama N.º 51 del general Cavalcanti al Alto Comisario, Melilla 3
de diciembre de 1921.
14- Con el general Navarro de Operaciones, en el cautiverio. Sigifredo
Sainz Gutiérrez. Sucesores de Rivadeneira, Madrid 1924. Página 317 (nota a píe
1). Se indica que las negociaciones se truncaron por a negativa del gobierno a
entregar los prisioneros solicitados por Abd el Krim.
15-AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Informe de 4
páginas redactado por el capitán de navío Manuel Fernández Almeyda el 9 de
marzo de 1922. Folio 3 de 4. Documento de gran valor histórico donde se resumen
las actuaciones que llevó a cabo el delegado de la Cruz Roja hasta la ruptura
de las negociaciones. En el informe se consigna que el gobierno ofreció como
rescate los cuatro millones de pesetas y la liberación de 243 rifeños presos en
las cárceles de Melilla. La propuesta se hizo llegar a Mohamed Buyibar (elegido
por Abd el Krim) y este contestó que no estaban de acuerdo con liberar a los
presos que ofrecía el gobierno español y solicitaban la liberación de todos los
presos rifeños. La respuesta de Almeyda fue que no estaba autorizado a liberar
más presos que los 243 ofrecidos y daba un plazo de 48 horas para que desde
Axdir se tomara una decisión.
16- AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Informe redactado
por el capitán de navío Manuel Fernández Almeyda el 9 de marzo de 1922.
Documento de 4 folios.
17-Juan de Álava. Mil noventa y cinco días prisionero. Emocionante
relato y escenas del cautiverio del ex cabo legionario Arturo Aller. Junio 1923
a junio de 1926. Imprenta y papelería El Cisne. Melilla 1927. El cabo Aller fue
capturado en Tauarda el 5 de junio de 1923, en la operación que costó la vida
al teniente coronel Valenzuela, jefe del Tercio. Este grupo de prisioneros formado por
civiles, oficiales y soldados procedentes de Tetuán, Xauen y otros muchos lugares
fue confinado en Ait Kamara hasta poco después del desembarco de Alhucemas y
posteriormente en la cabila de Buxala donde muchos murieron a consecuencia de
las enfermedades, ejecuciones y sufrimientos sufridos. Arturo Aller cita
(página 61) que de los 29 sargentos cautivos fallecieron 25 y de los 717
soldados apresados murieron en cautiverio 580 (un escalofriante 80%). Los
restantes fueron liberados en Targuist (zona francesa) el 26 de mayo de 1926 y
días después llegaron a Melilla. La odisea de este grupo de prisioneros fue
tremendamente dura y es menos conocida que la vivida por el grupo de Annual.
18-AGA. Caja 81/01413. Inventario IDD (15) 013.001. Carta del coronel
de estado mayor Ignacio Despujol al general Gómez Jordana, de dic 22/11/1922.
En la misma se hace referencia a los gastos que se debían deducir del fondo de
prisioneros. Se estima en 21.000 pesetas el importe del último convoy además de
cuantificar los gastos restantes: 3444 pesetas por gastos originados por el
sargento Basallo y 35.000 pesetas por el rescate de 7 soldados, a razón de 5000
pesetas por cada uno.
19-El Telegrama del Rif. Melilla 26/03/1922. El marinero Enrique Llorca
había contraído matrimonio pocos meses antes de su muerte. El marmitón José
Salcedo murió cuando herido intentaba llegar hasta el Peñón de Alhucemas.
20-AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Transcripción de la
conversación telefónica entre el ministro De la Cierva y el general Berenguer
el 21 de septiembre de 1921. Documento de 4 páginas. En la página 2 el ministro
afirma que el éxito de la campaña no debía subordinarse a ninguna consideración
sentimental por importante y justificada que sea como es el caso de los
prisioneros.
21-Luis de Oteyza. Abd el Krim y los prisioneros (una información
periodística en el campo enemigo). Servicio de publicaciones de la Consejería
de Cultura. Melilla, 2000.
22-RAH. RAH_09-08077_Sant_Alba-04_n_46-5. Telegrama del Alto Comisario
Interino al Ministro de Estado 22/01/1923. Transcribe una carta enviada por Abd
El Krim a Horacio Echevarrieta y otras informaciones entre las que destaca la
mención explícita de la falta de información en la Secretaría de la Alta
Comisaría sobre las gestiones de Berenguer y Burguete en el tema de los
prisioneros.
23- AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. Carta sin numerar,
firmada por las mujeres de varios oficiales cautivos y dirigida al general
Burguete. Melilla 28 de julio de 1922. Se menciona a Revilla como buen amigo y
representante.
24-Para saber mucho más del Padre Revilla recomiendo la lectura de El
Padre Revilla, escrito por Carlos Sánchez Tarragó y publicado por Tau Editores
en 2021.
25-AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. T.O.C. del Ministro
de Estado al Comandante General de Melilla, 19/12/1921. El gobierno autoriza al
comandante general a permitir que el delegado de la Cruz Roja y el apoderado de
la mina La Alicantina puedan llevar a cabo el rescate de los obreros y
familias.
26- AGA. Caja 81/01414. Inventario IDD (15) 013.001. T.O.C. DEL Alto
Comisario (Burguete) al Comandante General de Melilla (Julio Ardanaz). En un
tono duro el general Burguete se lamenta con disgusto de la actuación del
capitán de Ceriñola y se reivindica como único negociador oficial.
27-José Miguel González Quesada. 1921 Axdir y el proyecto de gran
rescate. Revista de Historia Naval. Año XLII. Primer trimestre 2021. Núm. 163.
Pp. 9-34
28- Manuel Cerezo Garrido. EL RESCATE DE LOS PRISIONEROS. Libro de la
verdad. Editorial: Artes Gráficas Postal Ciprés, 429 págs., Melilla, España,
1922.
29-Sánchez Tarragó, página 125. El 19 de enero por orden de sus
superiores abandonaba Melilla.
30-Sigifredo Sainz Gutiérrez. Pp. 630-631
31-Ibidem Pp. 631-632
32-El Telegrama del Rif. Melilla 30 de enero de 1923
33-Archivo General Militar de Madrid (en adelante AGM). Estante 3.
Cuerpo 6. Tabla 3. Legajo 374. Carpeta 13. Año 1923. Rollo 536. Información
sobre el rescate de los prisioneros. Folio sin numerar. Melilla 28/01/1923.
Carta del capitán Lázaro dirigida al coronel jefe de la Policía Indígena de
Melilla.
34-Para confeccionar la relación de periodistas que estuvieron
presentes he consultado diversas hemerotecas ya que no hay una relación
oficial. Han sido de utilidad: La Correspondencia de España 24/01/1923. El
Correo de la Mañana 25/01/1923. El Telegrama del Rif 25/01/1923 y 30/01/1923.
La Libertad 26/01/1923. La voz 25/01/1923. Todos accesibles en:
https://prensahistorica.mcu.es/es/inicio/inicio.do
35- AGA. Caja 81/01413. Inventario IDD (15) 013.001. Telefonema oficial
de 2 páginas. Del general encargado del despacho en Tetuán (Gómez Jordana) al
Comandante General de Ceuta. El Vicente La Roda debería al acercarse a la bahía
e izar además de la bandera española otra blanca. Estaba terminantemente
prohibido subir a bordo a personas no autorizadas y debía finalmente comunicar
a Idris la llegada a la bahía.
36- AGA. Caja 81/01413. Inventario IDD (15) 013.001. La petición de
condecoraciones para las tripulaciones partió en primer término del capitán de
corbeta Fernández Almeyda (jefe de la flotilla) y posteriormente la solicitó la
Alta Comisaría el 30 de enero de 1923. El expediente contiene además la
relación de marineros destacados durante las labores de embarque de los
prisioneros pertenecientes a la Compañía Transatlántica y de la Compañía de Mar
de Melilla.
37-Sigifredo Sáinz. Página 644
Notas fotográficas
1-En la fotografía se pueden observar (entre otros): 1-Coronel Patxot. 2-General Fernández Silvestre. 3-General Felipe Navarro Ceballos-Escalera. 4-Teniente coronel Santiago González TABLAS. 5-General José Sanjurjo. 6-Coronel Julián Serrano Orive. 7-Teniente coronel Miguel Núñez de Prado Susbielas.
2-3-Mi agradecimiento a Juan C. Jorro y a Silvia por las dos fotografías que pertenecen al archivo de Antonio Got Insausti. El archivo tiene un alto valor histórico y las fotografías que acompañan este artículo son completamente inéditas. Antonio Got fue militar, dibujante, pintor, corresponsal y trabajo como delegado en Marruecos de Horacio Echevarrieta.
4-La fotografía fue tomada en Axdir, posiblemente por el capitán Sigifredo Sainz. Los oficiales prisioneros posan ante una de las tiendas donde estaban confinados. De izquierda a derecha, fila superior: Soldado Faustino Ramírez Espinosa. Teniente Juan Garaigorta Ampudia (muerto cautivo), desconocido, Teniente Manuel Civantos Navas (hijo del comandante militar del peñón de Alhucemas), capitán Victorio Álvarez Griñón, capitán Ricardo Sánchez Canaluche, teniente Julio Nieto Zubillaga. Fila inferior: teniente Francisco Arévalo Nicolás (muerto cautivo), Teniente Ricardo Martín López, desconocido, capitán Joaquín Bellón Roca de Togores y teniente Luis Ayuso Sánchez-Molero.